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2 LA PEREZA MENTAL
Todo lo que realiza el ser humano tiene por objeto la satisfacción de una
necesidad o de un interés, o bien, huir del peligro y del dolor.
Cuando no existe necesidad o interés, el cuerpo y la mente se paralizan;
por tanto, la pereza mental es el resultado de una carencia de
motivaciones. La persona no tiene razones para actuar.
A través de la educación y de las exigencias del medio físico y social, las
personas adquieren hábitos y motivaciones que hacen posible y deseable
la acción.
Cuando una persona no adquiere a tiempo dichos hábitos y motivaciones
queda mentalmente incapacitada y reaccionará en contra de todo lo que le
exija esfuerzo. Una persona con estas características tiene la conciencia
adormecida, pues, la conciencia sólo se expande y aclara con el
conocimiento; además, la persona se resiste a tomar conciencia de su
situación porque le resultaría muy doloroso el darse cuenta de las
oportunidades perdidas. Pero la vida no perdona. El ser humano ha
recibido una herencia genética que le impulsa a crecer y a evolucionar. “El
ser humano está condenado a ser libre y responsable” de su propio
desarrollo y del desarrollo de los demás, especialmente de los más
débiles.
La vida es una misión. Nadie ha nacido para ser el fin de si mismo. Quien
u no cumpla con su misión está condenado a vivir bajo el peso de la
frustración y de la culpa por el resto de su vida.
Muchos intentan adormecer la conciencia para evadir la responsabilidad
pero esta actitud le tiene sin cuidado a la naturaleza, quien más pronto
que tarde, comenzará a cobrar sus derechos. Nadie sabe, cuándo, dónde
ni cómo, pero la vida no perdona a nadie, exige que cada persona
produzca en relación con los talentos recibidos.
La pereza mental condena al fracaso, pues la vida es acción.
La actividad mental exige entrenamiento constante de todas las
capacidades que participan en el proceso mental. Este entrenamiento
debe generar cada vez mayor fluidez y eficacia.
La fluidez mental en percibir, procesar, comprender, recordar y crear, le
garantizan el éxito en una sociedad caracterizada por la velocidad.
La pereza tiene menos espacio cada día en la sociedad.
Muchas personas activas pueden caer en la pereza cuando se
acostumbran a depender, cuando pierden la ilusión y los ideales, cuando
fracasan y no saben asimilar la frustración.
El antónimo de la pereza es diligencia, acción, pero, sobre todo, eficacia.
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