Encaje, Cultura y Tradición - Universitat per a Majors
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1.6 UNA TARDE INOLVIDABLE (Nieves Plaza)<br />
(Revista de la Associacio Catalana de puntaires.<br />
Como tantos otros veranos de mi vida, volvía a reencontrarme con la tierra que vio<br />
nacer varias generaciones de mis antecesores, esa tierra llana, seca, austera, árida y<br />
noble. Volvía a Ciudad Rodrigo (Salamanca).<br />
Este año había pensado buscar entre la gente más anciana del pueblo, algún patrón,<br />
algún bolillo antiguo, alguna pequeña muestra de encaje, quería llevar a mis compañeras<br />
algo que nos sirviera para entablar conversación en los ratos que estamos trabajando<br />
juntas. Pero “mi gozo en un pozo”, en Ciudad Rodrigo se ha <strong>per</strong>dido la costumbre, la<br />
tradición del encaje de bolillos, ahora intentan resucitarla del olvido con la recién<br />
inaugurada escuela municipal de encaje.<br />
Decepcionada, comenté mi afición a un buen amigo. Instantáneamente me contestó<br />
que para ver hacer encaje de bolillos a las mujeres en la calle tenía que ir a Acebo; no<br />
daba crédito a mis oídos, eso era más de lo que yo había imaginado, sabía que no me<br />
engañaba, por razones de trabajo conoce muy bien la región, y la sinceridad una de sus<br />
muchas virtudes,<br />
Aquella tarde de sábado, soleada, calurosa del mes de agosto, pusimos rumbo por la<br />
carretera de Cáceres hacia Acebo, 60 kms. nos separaban de nuestro destino. Acebo,<br />
pequeño pueblo de la provincia de Cáceres, agrícola, silencioso, tranquilo, aparcamos<br />
nuestro coche en una empinada callejuela y mis sentimiento fue el mismo de siempre en<br />
estos casos, me siento intrusa.<br />
Caminamos escasos pasos, dimos la vuelta a una esquina y ... allí estaban, 4 en una<br />
calle, 3 en otra, sus bolilleros apoyados en el respaldo de la silla de bayón; habíamos<br />
entrado en la máquina del tiempo, mujeres ancianas, vestidas de luto; el silencio del<br />
pueblo sólo roto por el delicado sonido de los bolillos, el botijo de agua fresca a sus<br />
pies, no, no podía ser, nosotros habíamos retrocedido 100 años, no encajábamos allí con<br />
nuestra ropa deportiva y veraniega, <strong>per</strong>o era verdad, allí estaban.<br />
Cuando asumí la evidencia, saludamos a aquellas mujeres, fijé mi atención en sus<br />
encajes, espléndidos, complicados, maravillas de los últimos días del siglo XX.<br />
Intercambié con ellas los nombres de los puntos, el punto de la virgen para ellas<br />
“jebreo”, la trenza de 2 pares de bolillos para ellas cordón y la de 4 pares trenza....<br />
Me demostraban como hacer esto o aquello, se desvivían por enseñarme, mis manos<br />
parecían cobrar vida propia y se iban hacia los bolillos, quería tocarlos, a punto estuve<br />
de pedirles que me dejaran hacer una vuelta...<br />
Perdí la noción del tiempo y debió pasar bastante, porque cuando volví a mirar a mi<br />
amigo, estaba sentado en una piedra junto a la fachada mirándome con entusiasmo .