Territorios colectivos de indígenas y afroamericanos

• Todo proyecto debe contemplar un componente de capacitación dirigido a la comunidad en su
conjunto o a los miembros de ésta que estén en condiciones de replicarla;
• Ningún proyecto que quiera gozar de acogida y apoyo general debe quebrantar o poner en riesgo
la autonomía de las comunidades, valor indispensable a su vida y pensamiento. El fortalecimiento de esta
autonomía debe ser criterio preferencial en los proyectos orientados a lograr seguridad alimentaria,
educación y capacitación;
• Todo proyecto debería contemplar un componente de evaluación periódica, con el fin de
enmendar errores y realizar los ajustes necesarios;
• En principio, no es ni improcedente ni inconveniente trabajar con individuos o grupos dentro de
la comunidad cuando ella misma no quiere arriesgarse a participar globalmente en el proyecto, pero
acepta que algunos de sus miembros lo hagan de forma experimental. En estos casos debe asegurarse la
autorización y vigilancia de los proyectos por las autoridades de la comunidad.
Examen de la realidad de las comunidades. Con el propósito de búsqueda de alternativas para acceder a
las ventajas del desarrollo, es necesario hacer un esfuerzo de aproximación a la realidad actual de las
comunidades para establecer las potencialidades y limitaciones que confrontan. Una mirada inicial
permite destacar algunas.
Por razones históricas, por ser condición para la supervivencia y por su calidad y ubicación, no resulta
aconsejable que la tierra sea garantía para la inversión de capital y el apoyo financiero a las iniciativas de
indígenas y afroamericanos. Esto no descarta la posibilidad de que estas comunidades formalicen
acuerdos con entidades de capital en los que comprometan parcialmente el uso de su territorio,
precaviendo con especificaciones claras cualquier riesgo de pérdida.
No obstante, los pueblos y comunidades indígenas y afroamericanas cuentan actualmente con importantes
factores de negociación frente a las agencias estatales y privadas que quieran invertir en sus territorios,
así:
• Ostentan el dominio y la responsabilidad de cuidar y administrar amplios territorios que por sus
características físicas y geográficas, resultan valiosos para gobiernos y entidades internacionales
comprometidas con la defensa del ambiente y los ecosistemas;
• Las comunidades indígenas y afroamericanas tienen la responsabilidad de cuidar y manejar
territorios ubicados en cuencas que alimentan embalses de hidroeléctricas, distritos de riego o parques
naturales en los que tienen su asentamiento. Esta responsabilidad debe serles compensada por los
gobiernos y las agencias ambientales que podrían crear fondos de inversión que los beneficiaran;
• Las actividades extractivas de recursos naturales renovables y no renovables en territorios
indígenas, también les da derecho a una compensación que podría traducirse en aportes a fondos de
desarrollo indígena, eventualmente invertidos por los beneficiados en financiar sus propias iniciativas de
modo independiente o en asociación con otras entidades;
• En regiones donde las tierras ocupadas por las comunidades indígenas son de alguna calidad,
podría favorecerse, como se ha propuesto ya, la negociación del usufructo sobre la tierra, a través del
arrendamiento o de figuras como el censo enfitéutico de la que habla un importante pliego de sugerencias
del BID. 23 En este caso sería aconsejable, debido a fallidas experiencias pasadas, que la opción de tomar
la tierra en arriendo o en enfiteusis estuviera restringida a miembros de la misma comunidad.
23 Perafán, C.C. (2000).
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