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Como lo hemos seiialado mis de una vez, la sociedad mapuche est5 tensionada por<br />

la lucha entre las fuerzas del bien y del mal. La muerte de personas desencadena este<br />

conflict0 a gran escala, sobre todo porque la muerte no puede haber sido provocada sino<br />

por un mortal, por un brujo (KALKU). La busqueda del responsable tifie toda la vida<br />

cotidiana, todos son potencialmente sospechosos (en las crdnicas del siglo pasado se<br />

menciona incluso a las guaguas). Cuando la comunidad lograba un cierto consenso<br />

respecto a quitn fue el culpable se daba inicio a la junta ritual, en la que operaba la doble<br />

sustitucidn propia a todo sacrificio: “la primera, la que jamis se percibe, es la sustitucidn<br />

de todos 10s miembros de la comunidad por uno solo; se basa en el mecanismo de la<br />

victima propiciatoria. La segunda, unica exactamente ritual, se superpone a la primera;<br />

sustituye la victima original por una victima perteneciente a una categoria sacrificable.<br />

La victima propiciatoria es interior a la comunidad, per0 la victima ritual es exterior, y<br />

es precis0 que lo sea puesto que el mecanismo de la unanimidad no juega automiticamente<br />

en favor suyo” (Girard 1983: 1 IO).<br />

El hecho que la muerte (la violencia) sea provocada por una persona de came y hueso<br />

(la que s610 a posteriori sera clasificada como KALKU, es decir, como victima sacrificable)<br />

impide que 10s objetos que la MACHI pretende extraer del cuerpo desempeiien el papel de<br />

la victima propiciatoria*”. En otras sociedades, esto es posible porque 10s objetos son<br />

presentados por el chamin “como la causa de todo el mal” (Girard 1983: 91).<br />

Per0 LquC sucede actualmente? Dichos ritos no existen, por tanto al subsistir el<br />

conjunto de creencias sobre el mal y sus consecuencias (mimesis de apropiacidn), la<br />

violencia, 10s conflictos vengativos, merodean dentro de la comunidad sin que se logre<br />

identificar a una victima, lo que permitiria expulsar la violencia. El recurso a 10s<br />

tribunales de justicia chilenos est5 vedado para este tipo de casos. Si se accediera es<br />

posible que la amenaza de la venganza se alejara. Hemos sugerido en otra parte que el<br />

crecimiento de 10s grupos pentecostales representa una solucidn a este problema (vtase<br />

el Cap. v).<br />

2.5.3. Algunas consideraciones sobre el machitun<br />

La ambiguedad que sufre la MACHI proviene del abandon0 que hace de su condicidn<br />

humana ordinaria en su viaje a1 m8s all5 o de la posesi6n que sufre. Por ello se carga de<br />

potencia numinosa (de lo ins6lito y de lo extraordinario) transformindose en un personaje<br />

ambivalente. A su vez, el contact0 personal con las fuerzas y espiritus del mal que<br />

ella combate “hace que la gente tema a determinadas MACHIS como malhechoras potenciales,<br />

como capaces y sospechosas de brujen’a” (Faron 1969: 245). Su aceptacidn en la<br />

comunidad no se debe tanto a su integracidn al grupo, sino a que lo protege coloc5ndose<br />

“hta es la interpretacih que se encuentra en la ponencia de Luca Citarella “Una visi6n antropoldgica<br />

del problema de la salud mental: el caso mapuche”, 1991.<br />

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