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La Colmena

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Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela110Algunas un poco más ilustradas, que se dedican también a revelar carretes de fotos, tienen,efectivamente, gafas de color en las vitrinas.-¿Tiene gafas de tres duros?<strong>La</strong> empleada es una chica mona, complaciente.-Sí, señor, pero no se las recomiendo; son muy frágiles. Por poco más, podemos ofrecerle austed un modelo que está bastante bien.<strong>La</strong> muchacha rebusca en los cajones del mostrador y saca unas bandejas.-Vea, veinticinco pesetas, veintidós, treinta, cincuenta, dieciocho (éstas son un poco peores),veintisiete...Seoane sabe que en el bolsillo no lleva más que tres duros.-Éstas de dieciocho, ¿dice usted que son malas?-Sí, no compensa lo que se ahorra. <strong>La</strong>s de veintidós ya son otra cosa.Seoane sonríe a la muchacha.-Bien, señorita, muchas gracias, lo pensaré y volveré por aquí. Siento haberla molestado.-Por Dios, caballero, para eso estamos.A Julita, allá en el fondo de su corazón, le remuerde un poco la conciencia. <strong>La</strong>s tardes en casade doña Celia se le presentan, de pronto, orladas de todas las maldiciones eternas.Es sólo un momento, un mal momento; pronto vuelve a su ser. <strong>La</strong> lagrimita que, por poco, sele cae mejilla abajo, puede ser contenida.<strong>La</strong> muchacha se mete en su cuarto y saca del cajón de la cómoda un cuaderno forrado de hulenegro, donde lleva unas extrañas cuentas. Busca un lápiz, anota unos números y sonríe ante elespejo: la boca fruncida, los ojos entornados, las manos en la nuca, sueltos los botones de lablusa.Está guapa Julita, muy guapa, mientras guiña un ojo al espejo...-Hoy llegó Ventura al empate.Julia sonríe, mientras el labio de abajo se le estremece; hasta la barbilla le tiembla un poquito.Guarda su cuadernito y sopla un poco las tapas para quitarles el polvo.-<strong>La</strong> verdad es que voy a una marcha que ya, ya... Al tiempo de echar la llave, que llevaadornada con un lacito rosa, piensa casi compungida:-¡Este Ventura es insaciable!Sin embargo -¡lo que son las cosas!-, cuando va a salir de la alcoba, un chorro de optimismole riega el alma.Martín se despide de Nati Robles y va hacia el Café de donde lo echaron el día anterior por nopagar.-Me quedan ocho duros y pico -piensa-; yo no creo que sea robar comprarme unos pitillos ydarle una lección a esa tía asquerosa del Café. A Nati le puedo regalar un par de grabaditosque me cuesten cinco o seis duros.Toma un 17 y se acerca hasta la Glorieta de Bilbao. En el espejo de una peluquería se atusa unpoco el pelo y se pone derecho el nudo de la corbata.-Yo creo que voy bastante bien...Martín entra en el Café por la misma puerta por donde ayer salió; quiere que le toque elmismo camarero, hasta la misma mesa, si fuera posible.En el Café hace un calor denso, pegajoso. Los músicos tocan "<strong>La</strong> cumparsita", tango que paraMartín tiene ciertos vagos, remotos, dulces recuerdos. <strong>La</strong> dueña, por no perder la costumbre,grita entre la indiferencia de los demás, levantando los brazos al cielo, dejándolos caer pesadamente,estudiadamente, sobre el vientre. Martín se sienta a una mesa contigua a la de laescena. El camarero se le acerca.-Hoy está rabiosa; si lo ve va a empezar a tirar coces.-Allá ella. Tome usted un duro y tráigame café. Una veinte de ayer y una veinte de hoy, doscuarenta; quédese con la vuelta; yo no soy ningún muerto de hambre.El camarero se quedó cortado; tenia más cara de bobo que de costumbre. Antes de que sealeje demasiado, Martín lo vuelve a llamar. -Que venga el limpia.-Bien. Martín insiste.Librodot110

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