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La Colmena

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Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela99viaje de novios.Fidel es un muchacho joven, que lleva bigotito y una corbata verde claro. En Zaragoza ganó,seis o siete meses atrás, un concurso de tango, y aquella misma noche le presentaron a la chicaque ahora es su mujer.El padre de Fidel, pastelero también, había sido un tío muy bruto que se purgaba con arena yque no hablaba más que de las joticas y de la Virgen del Pilar. Presumía de culto yemprendedor y usaba dos clases de tarjetas, unas que decían: "Joaquín Bustamante. Delcomercio", y otras, en letra gótica, donde se leía: "Joaquín Bustamante Valls. Autor delproyecto Hay que doblar la producción agrícola en España". A su muerte dejó una cantidadtremenda de papeles de barba llenos de números y planos; quería duplicar las cosechas con unsistema de su invención: unas tremendas pilas de terrazas rellenas de tierra fértil, querecibirían el agua por unos pozos artesianos y el sol por un juego de espejos.El padre de Fidel cambió de nombre la pastelería cuando la heredó de su hermano mayor,muerto el 98 en Filipinas. Antes se llamaba "<strong>La</strong> endulzadora", pero le pareció el nombre pocosignificativo y le puso "Al solar de nuestros mayores". Estuvo más de medio año buscandotítulo y al final tenía apuntados lo menos trescientos, casi todos por el estilo.Durante la República y aprovechando que el padre se murió, Fidel volvió a cambiar el nombrede la pastelería y le puso "El sorbete de oro".-<strong>La</strong>s confiterías no tienen por qué tener nombres políticos -decía.Fidel, con una rara intuición, asociaba la marca "Al solar de nuestros mayores" condeterminadas tendencias del pensamiento.-Lo que tenemos que hacer es colocar a quien sea los bollos suizos y los petisús. Con lasmismas pesetas nos pagan los republicanos que los carlistas.Los chicos, ya sabéis, han venido a Madrid a pasar la luna de miel y se han creído en laobligación de hacer una larga visita a los tíos. Don Pablo no sabe cómo sacárselos de encima.-De modo que os gusta Madrid, ¿eh?-Pues sí...Don Pablo deja pasar unos instantes para decir:-¡Bueno!Doña Pura está pasada. <strong>La</strong> pareja, sin embargo, no parece entender demasiado.Victorita se fue a la calle de Fuencarral, a la lechería de doña Ramona Bragado, la antiguaquerida de aquel señor que fue dos veces Subsecretario de Hacienda.-¡Hola, Victorita! ¡Qué alegría más grande me das!-Hola, doña Ramona.Doña Ramona sonríe, meliflua, obsequiosa.-¡Ya sabía yo que mi niña no había de faltar a la cita! Victorita intentó sonreír también.-Sí, se ve que está usted muy acostumbrada.-¿Qué dices?-Pues ya ve, ¡nada!-¡Ay, hija, qué suspicaz!Victorita se quitó el abrigo, llevaba el escote de la blusa desabrochado y tenía en los ojos unamirada extraña, no se sabría bien si suplicante, humillada o cruel.-¿Estoy bien así?-Pero hija, ¿qué te pasa?-Nada., no me pasa nada.Doña Ramona, mirando para otro lado, intentó sacar a flote sus viejas mañas de componedora.-¡Anda, anda! No seas chiquilla. Anda, entra ahí a jugar a las cartas con mis sobrinas.Victorita se plantó.-No, doña Ramona. No tengo tiempo. Me espera mi novio. A mi, ¿sabe usted?, ya me revientaandar dándole vueltas al asunto, como un borrico de noria. Mire usted, a usted y a mi lo quenos interesa es ir al grano, ¿me entiende?-No, hija, no te entiendo. Victorita tenía el pelo algo revuelto.-Pues se lo voy a decir más claro: ¿dónde está el cabrito?Librodot99

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