Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela80Don José Sierra acabó de leer un editorial sobre previsión social y se metió con otro quetrataba del funcionamiento y de las prerrogativas de las Cortes tradicionales españolas.-A lo mejor, en cualquier casa de éstas, hay un masón camuflado. ¡Como no se les conoce porfuera!Don José Sierra hizo un sonido raro con la garganta, un sonido que tanto podía significar quesí, como que no, como que quizá, como que quién sabe. Don José es un hombre que, a fuerzade tener que aguantar a su mujer, había conseguido llegar a vivir horas enteras, a veces hastadías enteros, sin más que decir, de cuando en cuando, ¡hum!, y al cabo de otro rato, ¡hum!, yasí siempre. Era una manera muy discreta de darle a entender a su mujer que era una imbécil,pero sin decírselo claro.El sereno está contento con la boda de su hermana Rosalía; los Burelos son gente muyconsiderada en toda la comarca.-Tiene ya nueve rapaces y está ya del décimo-¿Casó hace mucho?-Sí hace ya bastante; casó hace ya diez años.El guardia tarda en echar la cuenta. El sereno, sin darle tiempo a terminar, vuelve a coger elhilo de la conversación.-Nosotros somos de más a la parte de <strong>La</strong> Cañiza, nosotros somos de Covelo. ¿No oyó ustednombrar a los Pelones?-No, señor.-Pues ésos somos nosotros.El guardia Julio García Morrazo se vio en la obligación de corresponder.-A mi y a mi padre nos dicen los Raposos.-Ya.-A nosotros no nos da por tomarlo a mal, todo el mundo nos lo llama.-Ya.-El que se cabreaba la mar era mi hermano Telmo, uno que se murió de los tifus, que lellamaban Pito Tiñoso.-Ya. Hay algunas personas que tienen muy mal carácter, ¿verdad, usted?-¡Huy! ¡Le hay algunos que tienen el demonio en la sangre! Mi hermano Telmo no aguantabaque le diesen una patada.-Ésos acaban siempre mal.-Es lo que yo digo.El guardia y el sereno hablan siempre en castellano; quieren demostrarse, el uno al otro, queno son unos pailanes.El guardia Julio García Morrazo, a aquellas horas, empieza a ponerse elegiaco.-¡Aquél sí que es buen país! ¿Eh?El sereno Gumersindo Vega Calvo es un gallego de los otros, un gallego un poco escéptico yal que da cierto rubor la confesión de la abundancia.-No es malo.-¡Qué ha de ser! ¡Allí se vive! ¿Eh?-¡Ya, ya!De un bar abierto en la acera de enfrente, salen a la fría calle los compases de un fox lentohecho para ser oído, o bailado, en la intimidad.Al sereno le llama alguien que llega.-¡Sereno!El sereno está como recordando.-Allí lo que mejor se da son las patatas y el maíz; por la parte de donde somos nosotrostambién hay vino.El hombre que llega vuelve a llamarlo más familiarmente.-¡Sindo!-¡Va!Al llegar a la boca del Metro de Narváez, a pocos pasos de la esquina de Alcalá, Martin seLibrodot80
Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela81encontró con su amiga la Uruguaya, que iba con un señor. Al principio disimuló, hizo comoque no la veía.-Adiós, Martín, pasmado.Martín volvió la cabeza, ya no había más remedio.-Adiós, Trinidad, no te había visto.-Oye, ven, os voy a presentar. Martín se acercó.-Aquí, un buen amigo; aquí, Martín, que es escritor. A la Uruguaya la llaman así porque es deBuenos Aires.-Éste que ves -le dice al amigo-, aquí donde lo tienes, hace versos. ¡Pero venga, hombre,saludaros, que os he presentado!Los dos hombres obedecieron y se dieron la mano.-Mucho gusto, ¿cómo está usted?-Muy bien cenado, muchas gracias.El hombre que va con la Uruguaya es uno de esos que se las dan de graciosos.<strong>La</strong> pareja empezó a reírse a voces. <strong>La</strong> Uruguaya tenía los dientes de delante picados yennegrecidos.-Oye, tómate un café con nosotros. Martin se quedó indeciso, pensaba que al otro, a lo mejor,le iba a sentar mal.-Sí, hombre, métase usted aquí con nosotros. ¡Pues no faltaría más!-Bueno, muchas gracias, sólo un momento.-¡No tenga usted prisas, hombre, todo el tiempo que quiera! ¡<strong>La</strong> noche es larga! Quédeseusted, a mi me hacen mucha gracia los poetas.Se sentaron en un Café que hay en el chaflán, y el cabrito pidió café y coñac para todos.-Dígale al cerillero que venga.-Sí, señor.Martin se puso enfrente de la pareja. <strong>La</strong> Uruguaya estaba un poco bebida, no había más queverla. El cerillero se acercó.-Buenas noches, señor Flores, ya hacía tiempo que no se dejaba usted ver... ¿Va usted a quereralgo?-Sí, danos unos puntos que sean buenos. Oye, Uruguaya, ¿tienes tabaco?-No, ya me queda poco; cómprame un paquete.-Dale también un paquete de rubio a ésta.El bar de Celestino Ortiz está vacío. El bar de Celestino Ortiz es un bar pequeñito, con laportada de color verde oscuro, que se llama "Aurora Vinos y comidas". Comidas, por ahora,no hay, Celestino instalará el servicio de comidas cuando se le arreglen un poco las cosas; nose puede hacer todo en un día.En el mostrador, el último cliente, un guardia, bebe su ruin copeja de anís.-Pues eso mismo es lo que yo le digo a usted, a mí que no me vengan con cuentos de la China.Cuando el guardia se largue, Celestino piensa bajar el cierre, sacar su jergón y echarse adormir; Celestino es hombre a quien no le gusta trasnochar, prefiere acostarse pronto y hacervida sana, por lo menos todo lo sana que se pueda.-¡Pues mire usted que lo que me puede importar a mí!Celestino duerme en su bar por dos razones: porque le sale más barato y porque así evita quelo desvalijen la noche menos pensada.-El mal donde está es más arriba. Ahí, desde luego, no.Celestino aprendió pronto a hacerse la gran cama, de la que se viene abajo alguna que otravez, colocando su colchoneta de crin sobre ocho o diez sillas juntas.-Eso de prender a las estraperlistas del Metro, me parece una injusticia. <strong>La</strong> gente tiene quecomer y si no encuentra trabajo, pues ha de apañárselas como pueda. <strong>La</strong> vida está por lasnubes, eso lo sabe usted tan bien como yo, y lo que dan en el suministro no es nada, no llegani para empezar. No quiero ofender, pero yo creo que el que unas mujeres vendan pitillos obarras no es para que anden ustedes los guardias detrás.El guardia del anís no era un dialéctico.Librodot81