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La Colmena

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Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela47algo le cuesta.-Si, eso pienso yo.Los dos hermanos, después, cenaron casi todo el tiempo en silencio.-Oye, esto de los alemanes va de cabeza.-Sí, a mí ya me empieza a oler a cuerno quemado.Don Ibrahim de Ostolaza y Bofarull hizo como que no oía lo de la caquita de la nena delvecino, se volvió a arreglar un poco la bufanda, volvió a poner la mano sobre el respaldo de lasilla, y continuó:-Sí, señores académicos, quien tiene el honor de informar ante ustedes cree que susargumentos no tienen vuelta de hoja. (¿No resultará demasiado popular, un poco chabacano,esto de la vuelta de hoja?) Aplicando al concepto jurídico que nos ocupa, las conclusiones delsilogismo precedente (aplicando al concepto jurídico que nos ocupa, las conclusiones delsilogismo precedente, quizás quede algo largo) podemos asegurar que, asi como para usaralgo hay que poseerlo, paralelamente, para ejercer un derecho, cualquiera que fuere, habrá queposeerlo también. (Pausa.)El vecino de al lado preguntaba por el color. Su mujer le decía que de color normal.-Y un derecho no puede poseerse, corporación insigne, sin haber sido previamente adquirido.Creo que mis palabras son claras como las fluyentes aguas de un arroyo cristalino. (Voces: sí,sí.) Luego si para ejercer un derecho hay que adquirirlo, porque no puede ejercerse algo queno se tiene (¡Claro, claro!), ¿cómo cabe pensar, en rigor científico, que exista un modo deadquisición por el ejercicio, como quiere el profesor De Diego, ilustre por tantos conceptos, siesto seria tanto como afirmar que se ejerce algo que aún no se ha adquirido, un derecho quetodavía no se posee? (Insistentes rumores de aprobación.)El vecino de al lado preguntaba:-¿Tuviste que meterle el perejilito?-No, ya lo tenía preparado, pero después lo hizo ella sólita. Mira, he tenido que comprar unalata de sardinas; me dijo tu madre que el aceite de las latas de sardinas es mejor para estascosas.-Bueno, no te preocupes, nos las comemos a la cena y en paz. Eso del aceite de las sardinasson cosas de mi madre.El marido y la mujer se sonrieron con terneza, se dieron un abrazo y se besaron. Hay días enque todo sale bien. El estreñimiento de la nena venia siendo ya una preocupación.Don Ibrahim pensó que, ante los insistentes rumores de aprobación, debía hacer una brevepausa, con la frente baja y la vista mirando, como distraídamente, para la carpeta y el vaso deagua.-No creo preciso aclarar, señores académicos, que es necesario tener presente que el uso de lacosa -no el uso o ejercicio del derecho a usar la cosa, puesto que todavía no existe- queconduce, por prescripción, a su posesión, a título de propietario, por parte del ocupante, es unasituación de hecho, pero jamás un derecho. (Muy bien.)Don Ibrahim sonrió como un triunfador y se estuvo unos instantes sin pensar en nada. En elfondo -y en la superficie también- don Ibrahim era un hombre muy feliz. ¿Que no le hacíancaso? ¡Qué más da! ¿Para qué estaba la Historia?-Ella a todos, al fin y a la postre, hace justicia. Y si en este bajo mundo al genio no se le tomaen consideración, ¿para qué preocuparnos si dentro de cien años, todos calvos?A don Ibrahim vinieron a sacarlo de su dulce sopor unos timbrazos violentos, atronadores,descompuestos.¡Qué barbaridad, qué manera de alborotar! ¡Vaya con la educación de algunas gentes! ¡Lo quefaltaba es que se hubieran confundido!<strong>La</strong> señora de don Ibrahim, que hacía calceta, sentada al brasero, mientras su marido peroraba,se levantó y fue a abrir la puerta.Don Ibrahim puso el oído atento. Quien llamó a la puerta había sido el vecino del cuarto.-¿Está su esposo?⎯Sí, señor, está ensayando su discurso.Librodot47

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