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La Colmena

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Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela55van llegando, los de la merienda, lo miran con malos ojos, con tan malos ojos, ni más nimenos, como con los que miran los de la hora del café a los de la merienda que llegan antesde tiempo. En un Café bien organizado, en un Café que fuese algo así como la República dePlatón, existiría sin duda una tregua de un cuarto de hora para que los que vienen y los que sevan no se cruzasen ni en la puerta giratoria.En el Café de doña Rosa, después de almorzar, el único conocido que hay, aparte de la dueñay el servicio, es la señorita Elvira, que en realidad es ya casi como un mueble más.-¿Qué tal, Elvirita? ¿Se ha descansado?-Si, doña Rosa, ¿y usted?-Pues yo, regular, hija, nada más que regular. Yo me pasé la noche yendo y viniendo al water;se conoce que cené algo que me sentó mal y el vientre se me echó a perder.-¡Vaya por Dios! ¿Y está usted mejor?-Sí, parece que sí, pero me quedó muy mal cuerpo.-No me extraña, la diarrea es algo que rinde.-¡Y que lo diga! Yo ya lo tengo pensado; si de aquí a mañana no me pongo mejor, aviso quevenga el médico. Así no puedo trabajar ni puedo hacer nada, y estas cosas, ya sabe usted,como una no esté encima...-Claro.Padilla, el cerillero, trata de convencer a un señor de que unos emboquillados que vende noson de colillas.-Mire usted, el tabaco de colillas siempre se nota; por más que lo laven siempre le queda ungusto un poco raro. Además, el tabaco de colillas huele a vinagre a cien leguas y aquí yapuede usted meter la nariz, no notará nada raro. Yo no le voy a jurar que estos pitillos lleventabaco de G-ner, yo no quiero engañar a mis clientes; éstos llevan tabaco de cuarterón, perobien cernido y sin palos. Y la manera de estar hechos, ya la ve usted; aquí no hay máquina,aquí está todo hecho a mano, pálpelos si quiere.Alfonsito, el niño de los recados, está recibiendo instrucciones de un señor que dejó unautomóvil a la puerta.-A ver si lo entiendes bien, no vayamos a meter la pata entre todos. Tú subes al piso, tocas eltimbre y esperas. Si te sale a abrir esta señorita, fíjate bien en la foto, que es alta y tiene elpelo rubio, tú le dices "Napoleón Bonaparte", apréndetelo bien, y si ella te contesta"Sucumbió en Waterloo", tú vas y le das la carta. ¿Te enteras bien?-Sí, señor.-Bueno. Apunta eso de Napoleón y lo que te tiene que contestar y te lo vas aprendiendo por elcamino. Ella entonces, después de leer la carta, te dirá una hora, las siete, las seis, o la quesea, tú la recuerdas bien y vienes corriendo a decírmelo. ¿Entiendes?-Sí, señor.-Bueno, pues vete ya. Si haces bien el recado te doy un duro.-Sí, señor. Oiga, ¿y si me sale a abrir la puerta alguien que no sea la señorita?-¡Ah, es verdad! Si te sale a abrir otra persona, pues nada, dices que te has equivocado; lepreguntas: "¿Vive aquí el señor Pérez?", y como te dirán que no, te largas y en paz. ¿Estáclaro?-Sí, señor.A Consorcio López, el encargado, le llamó por teléfono nada menos que Marujita Ranero, suantigua novia, la mamá de los dos gemelines.-¿Pero qué haces tú en Madrid?-Pues que se ha venido a operar mi marido.López estaba un poco cortado; era hombre de recursos, pero aquella llamada, la verdad, lehabía cogido algo desprevenido.-¿Y los nenes?-Hechos unos hombrecetes. Este año van a hacer el ingreso.-¡Cómo pasa el tiempo!-Ya, ya.Librodot55

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