Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela50de lo que le gustaba, no le hacían mella ni el frío, ni el calor, ni el hambre.Después de bastante andar, don Mario y Eloy Rubio Antofagasta se encontraron con un grupode gente estacionada en una bocacalle, y con dos guardias que no dejaban pasar a nadie.-¿Ha ocurrido algo? Una mujer se volvió.-No sé, dicen que han hecho un crimen, que han matado a puñaladas a dos señoras yamayores.-¡Caray!Un hombre intervino en la conversación.-No exagere usted, señora; no han sido dos señoras, ha sido una sola.-¿Y le parece poco?-No, señora; me parece demasiado. Pero más me parecería si hubieran sido dos.Un muchacho joven se acercó al grupo.-¿Qué pasa?Otra mujer le sacó de dudas.-Dicen que ha habido un crimen, que han ahogado a una chica con una toalla de felpa. Dicenque era una artista.Los dos hermanos, Mauricio y Hermenegildo, acordaron echar una canita al aire.-Mira, ¿sabes lo que te digo?, pues hoy es una noche muy buena para irnos de bureo. Si te daneso, lo celebramos por anticipado, y si no, ¡pues mira!, nos vamos a consolar y de tal día enun año. Si no nos vamos por ahí, vas a andar toda la noche dándole vueltas a la cabeza. Tú yahas hecho todo lo que tenias que hacer; ahora ya sólo falta esperar a lo que hagan los demás.Hermenegildo estaba preocupado.-Sí, yo creo que tienes razón; asi, todo el día pensando en lo mismo, no consigo más queponerme nervioso. Vamos a donde tú quieras, tú conoces mejor Madrid.-¿Te hace que nos vayamos a tomar unas copas?-Bueno, vamos; pero, ¿así, a palo seco?-Ya encontraremos algo. A estas horas lo que sobran son chavalas.Mauricio Segovia y su hermano Hermenegildo se fueron de copeo por los bares de la calle deEchegaray. Mauricio dirigía y Hermenegildo obedecía y pagaba.-Vamos a pensar que lo que celebramos es que me dan eso; yo pago.-Bueno; si no te queda para volver al pueblo, ya avisarás para que te eche una mano.Hermenegildo, en una tasca de la calle de Fernández y González, le dio con el codo aMauricio.-Mira esos dos, qué verde se están dando. Mauricio volvió la cabeza.-Ya, ya. Y eso que Margarita Gautier está mala la pobre, fíjate que camelia roja lleva en lasolapa. Bien mirado, hermano, aquí el que no corre vuela.Desde el otro extremo del local, rugió un vozarrón:-...¡No te propases, Fotógrafa, deja algo para luego! Pepe, el Astilla, se levantó.-¡A ver si aquí va a salir alguno a la calle!Don Ibrahim le decía al señor juez:-Mire usted, señor juez, nosotros nada hemos podido esclarecer. Cada vecino registró supropio domicilio y nada hemos encontrado que nos llamase la atención.Un vecino del principal, don Fernando Cazuela, Procurador de los Tribunales, miró para elsuelo; él sí había encontrado algo.El juez interrogó a don Ibrahim.-Vayamos por partes, ¿la finada tenía familia?-Sí, señor juez, un hijo.-¿Dónde está?-¡Uf, cualquiera lo sabe, señor juez! Es un chico de malas costumbres.-¿Mujeriego?-Pues no, señor juez, mujeriego, no.-¿Quizás jugador?-Pues no, que yo sepa, no. El juez miró para don Ibrahim.Librodot50
Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela51-¿Bebedor?-No, no, tampoco es bebedor.El juez ensayó una sonrisita un poco molesta.-Oiga usted, ¿a qué llama usted malas costumbres? ¿A coleccionar sellos? Don Ibrahim sepicó.-No, señor, yo llamo malas costumbres a muchas cosas; por ejemplo a ser marica.-¡Ah, vamos! El hijo de la finada es marica.-Sí, señor juez, un marica como una catedral.-¡Ya! Bien, señores, muchas gracias a todos. Retírense a sus cuartos, por favor; si los necesitoya les requeriré.Los vecinos, obedientemente, se fueron volviendo a sus cuartos. Don Fernando Cazuela, alllegar al principal derecha, se encontró con que su mujer estaba hecha un mar de llanto.-¡Ay, Fernando! ¡Mátame si quieres! Pero que nuestro hijito no se entere de nada.-No, hija, ¡cómo te voy a matar con el juzgado en casa! Anda, vete a la cama. ¡Lo único quenos faltaba ahora es que tu querido resultase ser el asesino de doña Margot!Para distraer al grupo de la calle, que era ya de varios cientos de personas, un gitanillo deunos seis años cantaba flamenco, acompañándose con sus propias palmas. Era un gitanitosimpático, pero ya muy visto...Estando un maestro sastrecortando unos pantalones,pasó un chavea gitanoque vendía camarones.Librodot51