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La Colmena

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Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela51-¿Bebedor?-No, no, tampoco es bebedor.El juez ensayó una sonrisita un poco molesta.-Oiga usted, ¿a qué llama usted malas costumbres? ¿A coleccionar sellos? Don Ibrahim sepicó.-No, señor, yo llamo malas costumbres a muchas cosas; por ejemplo a ser marica.-¡Ah, vamos! El hijo de la finada es marica.-Sí, señor juez, un marica como una catedral.-¡Ya! Bien, señores, muchas gracias a todos. Retírense a sus cuartos, por favor; si los necesitoya les requeriré.Los vecinos, obedientemente, se fueron volviendo a sus cuartos. Don Fernando Cazuela, alllegar al principal derecha, se encontró con que su mujer estaba hecha un mar de llanto.-¡Ay, Fernando! ¡Mátame si quieres! Pero que nuestro hijito no se entere de nada.-No, hija, ¡cómo te voy a matar con el juzgado en casa! Anda, vete a la cama. ¡Lo único quenos faltaba ahora es que tu querido resultase ser el asesino de doña Margot!Para distraer al grupo de la calle, que era ya de varios cientos de personas, un gitanillo deunos seis años cantaba flamenco, acompañándose con sus propias palmas. Era un gitanitosimpático, pero ya muy visto...Estando un maestro sastrecortando unos pantalones,pasó un chavea gitanoque vendía camarones.Librodot51

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