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La Colmena

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Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela112Ventura abre un poco la puerta del cuarto que ocupa.-Señora.-Va.Ventura mete a doña Celia tres duros en la mano.-Que salga antes la señorita. Doña Celia dice a todo amén.-Usted manda.Ventura pasa a un cuarto ropero, a hacer tiempo, encendiendo un cigarrillo, mientras lamuchacha se aleja, y la novia sale, mirando para el suelo, escaleras abajo.-Adiós, hija.-Adiós.Doña Celia llama con los nudillos en la habitación donde aguarda Lola.-¿Quieres pasar a la alcoba grande? Se ha desocupado.-Bueno.Julita, al llegar a la altura del entresuelo, se encuentra con Roque.-¡Hola, hija! ¿De dónde vienes? Julita está pasada.-De... la fotografía. Y tú, ¿a dónde vas?-Pues... a ver a un amigo enfermo; el pobre está muy malo.A la hija le cuesta trabajo pensar que el padre vaya a casa de doña Celia; al padre le pasa lomismo.-No, ¡qué tonto soy! ¡A quién se le ocurre! -piensa don Roque.-Será cierto lo del amigo -piensa la niña-, papá tendrá sus planes, pero ¡también sería malauva que se viniera a meter aquí!Cuando Ventura va a salir, doña Celia lo detiene.-Espere un momento, han llamado. Don Roque llega; viene algo pálido.-¡Hola! ¿Ha venido la Lola?-Sí, está en la alcoba de delante.Don Roque da dos ligeros golpes sobre la puerta.-¿Quién?-Yo.-Pasa.Ventura Aguado sigue hablando, casi elocuentemente, con el capitán.-Mire usted, yo tengo ahora un asuntillo bastante arregladito con una chica, cuyo nombre nohace al caso, que cuando la vi por primera vez pensé: "Aquí no hay nada que hacer". Fui hastaella, por eso de que no me quedase la pena de verla pasar sin trastearla, le dije tres cosas y lepagué dos vermús con gambas, y ya ve usted, ahora la tengo como una corderita. Hace lo queyo quiero y no se atreve ni a levantar la voz. <strong>La</strong> conocí en el Barceló, el veintitantos de agostopasado y, a la semana escasa, el día de mi cumpleaños, ¡zas, al catre! Si me hubiera estadocomo un gilí viendo cómo la camelaban y cómo le metían mano los demás, a estas horasestaba como usted.-Si, eso está muy bien, pero a mí me da por pensar que eso no es más que cuestión de suerte.Ventura saltó en el asiento.-¿Suerte? ¡Ahí está el error! <strong>La</strong> suerte no existe, amigo mío, la suerte es como las mujeres,que se entrega a quienes la persiguen y no a quien las ve pasar por la calle sin decirles ni unapalabra. Desde luego, lo que no se puede es estar aquí metido todo el santo día, como estáusted, mirando para esa usurera del niño lila y estudiando las enfermedades de las vacas. Loque yo le digo es que así no se va a ninguna parte.Seoane coloca su violín sobre el piano, acaba de tocar "<strong>La</strong> cumparsita". Habla con Macario.-Voy un momento al water.Seoane marcha por entre las mesas. En su cabeza siguen dando vueltas los precios de lasgafas.-Verdaderamente, vale la pena esperar un poco. <strong>La</strong>s de veintidós son bastante buenas, a mi meparece.Empuja con el pie la puerta donde se lee "Caballeros": dos tazas adosadas a la pared y unaLibrodot112

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