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La Colmena

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Librodot <strong>La</strong> colmena Camilo José Cela93pitillo.Martín habla suplicante, acobardado, con precipitación. Martín está tembloroso como unavara verde.-No llevo documentos, me los he dejado en casa. Yo soy escritor, yo me llamo Martín Marco.A Martín le da la tos. Después se ríe.-¡Je, je! Usted perdone, es que estoy algo acatarrado, eso es, algo acatarrado, ¡je, je!A Martín le extraña que el policía no lo reconozca.-Colaboro en la prensa del Movimiento, pueden ustedes preguntar en la Vicesecretaria, ahí enGenova. Mi último artículo salió hace unos días en varios periódicos de pro vincias: en Odiel,de Huelva; en Proa, de León; en Ofensiva, de Cuenca. Se llamaba Razones de la permanenciaespiritual de Isabel la Católica,El policía chupa su cigarrillo.-Ande, siga. Vayase a dormir, que hace frío.-Gracias, gracias.-No hay de qué. Oiga. Martín creyó morir.-Qué.-Y que no se le quite la inspiración.-Gracias, gracias. Adiós.Martin aprieta el paso y no vuelve la cabeza, no se atreve. Lleva dentro del cuerpo un miedoespantoso que no se explica.Don Roberto, mientras acaba de leer el periódico, acaricia, un poco por cumplido, a su mujer,que apoya la cabeza sobre su hombro. A los pies, en este tiempo, siempre se echan un viejoabrigo.-Mañana qué es, Roberto, ¿un día muy triste o un día muy feliz?-¡Un día muy feliz, mujer!Filo sonríe. En uno de los dientes de delante tiene una caries honda, negruzca, redondita.-Sí, ¡bien mirado!<strong>La</strong> mujer, cuando sonríe honestamente, emocionadamente, se olvida de su caries y enseña ladentadura.-Sí, Roberto, es verdad. ¡Qué día más feliz mañana!-¡Pues claro, Filo! Y, además, ya sabes lo que yo digo, ¡mientras todos tengamos salud!-Y la tenemos, Roberto, gracias a Dios.-Sí, no podemos quejarnos. ¡Cuántos están peor! Nosotros, mal o bien, vamos saliendo. Yo nopido más.-Ni yo, Roberto. Verdaderamente, muchas gracias tenemos que dar a Dios, ¿no te parece?Filo está mimosa con su marido. <strong>La</strong> mujer es muy agradecida; el que le hagan un poco de casole llena de alegría.Filo cambia algo la voz,-Oye, Roberto.-Qué.-Deja el periódico, hombre.-Si tú quieres...Filo coge a don Roberto de un brazo.-Oye.-Qué.<strong>La</strong> mujer habla como una novia.-¿Me quieres mucho?-¡Pues claro, hijita, naturalmente que mucho! ¡A quién se le ocurre!-¿Mucho, mucho?-Don Roberto deja caer las palabras como en un sermón; cuando ahueca la voz, para deciralgo solemne, parece un orador sagrado.-¡Mucho más de lo que te imaginas!Martín va desbocado, el pecho jadeante, las sienes con fuego, la lengua pegada al paladar, laLibrodot93

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