Iñigo Errejón y Alfredo SerranoBolivia: consensos sin acuerdo.del padrón, que no se sabe si se celebraría con los mismos datos que se impugnan.En esta confrontación, el MAS cedió en primera instancia, y también en segunda. En primera,porque se aceptó el reempadronamiento del 30% del electorado (casi 700.000 votantes) parasubsanar cualquier irregularidad posible (por ejemplo, las duplicaciones de inscripción). Una vezsolventada la enésima petición de la oposición, se venía la siguiente zancadilla. Tocaba hablar delempadronamiento biométrico para la próxima contienda electoral.Cuando el jueves 9 de abril el Presidente de la República, Evo Morales, se declaró enhuelga de hambre junto con los dirigentes de la Central Obrera Boliviana y la Central Sindical Únicade Trabajadores Campesinos de Bolivia, entre otras organizaciones, hizo temblar el tablero políticoboliviano. Desde ese momento se generalizaron piquetes de huelga de hambre por todo el país,pasando ampliamente de los dos mil huelguistas durante el fin de semana. Con la huelga de hambre,Morales consiguió al menos dos objetivos. En primer lugar retomó y reforzó los vínculos entremovimientos sociales y Gobierno, que se habían agrietado por ciertas concesiones a la derechadurante el proceso de negociación, como en el caso de la reducción de escaños indígenas. Ensegundo lugar, también truncó los planes de la oposición, en el sentido de que internacionalizó elconflicto haciendo pasar a un segundo plano mediático las quejas y denuncias de la derecha (como yalo hizo en las muertes de campesinos en Pando cuando expulsó al embajador estadounidense).Cuando el bloqueo institucional parecía crónico, la presión ejercida por dicha huelga dehambre y una división en las filas de los diputados y senadores de la oposición posibilitaron unacuerdo. Evo Morales accedió a la conformación de un nuevo Padrón electoral biométrico, dando denuevo síntomas de querer máxima democracia (solo se dudaba por una cuestión de tiempos). Estoeliminó cualquier otra posible excusa de la oposición para no más bloqueos en el camino, ni másrazones para no concertar la ley electoral que permitirá a los y las bolivianas elegir Presidente yVicepresidente, así como Asamblea Legislativa Plurinacional (antiguo parlamento, ahora compuestopor 130 diputados: 70 provenientes de circunscripciones uninominales, 53 de plurinominales y 7circunscripciones especiales indígenas) y Senado (de nuevo cámara territorial con 36 senadores,cuatro por departamento), en diciembre.En el acuerdo, el MAS cedió reducir el número de circunscripciones especiales indígenas de 14a 7 –lejísimos de las 18 propuestas por las organizaciones de originarios del oriente boliviano, quetambién se quedaron sin su derecho de aval exclusivo a estos candidatos. Se instala unacircunscripción especial, diseñada para representar a las minorías indígenas de cada departamento, ensiete de los nueve que existen en el país: Chuquisaca y Potosí cedieron las suyas en aras del consenso.También se renunció a la paridad de género en las listas, con el argumento de que de esa forma laderecha pretendía invalidar el tándem Evo-Álvaro para las presidenciales.Los referendos autonómicos se celebrarán el mismo 6 de diciembre, en los departamentos quevotaron por el “no”, ahora llamados por el gobierno a cambiar el sentido de su elección para privar alas élites regionales orientales de la única bandera con capacidad de arrastre de masas que les queda.Es hora de Autonomía para todos, también en el nivel departamental. La cuestión de las autonomíasen sus diversas escalas, y de la reestructuración del modelo territorial de Estado, sin embargo, darásin duda mucho más que hablar en los próximos meses. En la crucial pugna por la reforma de lageografía del poder en el país el gobierno encontrará, de nuevo, la férrea oposición de unas élites enretroceso, atrincheradas en el oriente.La razón de tantas renuncias por parte del Gobierno es el optimismo de cara al futuro.Pareciera que cualquier salida al bloqueo institucional con el que la derecha lleva impidiendo eldesarrollo de la nueva Constitución sea necesariamente para mejor.Durante la celebración de la aprobación de la ley, Evo Morales solicitó al movimiento popularun 70 % de apoyo de caras a las nuevas elecciones presidenciales para gobernar sin ataduras nie-<strong>l@tina</strong>, Vol. 7, núm. <strong>27</strong>, Buenos Aires, abril-junio de 2009 – http://www.iealc.fsoc.uba.ar/elatina.htm 70
Iñigo Errejón y Alfredo SerranoBolivia: consensos sin acuerdo.chantajes de la derecha. Cálculos gubernamentales parecen indicar que con algo menos se conseguiríael mismo efecto. Está por ver, en todo caso, que tanta concesión en la fórmula no produzca unescenario de difícil institucionalización de la hegemonía indígena y popular.En definitiva, después de tantos consensos, vino la resaca que volvió a ser interrumpida por lode siempre: la oposición oponiéndose a lo que fuera. El MAS -y con Evo a la cabeza- volvió a darseñales de ultrademocrático, con una nueva búsqueda de consensos. El problema de este esquemano son –por graves que vienen siendo- las cesiones a las antiguas élites, revitalizadas por los errores ycomplejos del gobierno. El verdadero peligro es jugar al consenso con una clase dominante quenunca aceptará ninguna inclusión subordinada, ni más resultado que la reacción. Esperemos que eltiroteo y detención de mercenarios ligados a las reivindicaciones secesionistas de Santa Cruz, conarsenal de guerra, no sea la enésima prueba de que el gobierno baila consenso mientras la oligarquíatoca melodías de guerra.Vista con la perspectiva de varias semanas, la crisis no fue un gran choque entre las fuerzas delcambio y las de la conservación. Pero tampoco fue un mero simulacro. Se trató más bien de unaseñal. Un reflejo de una pugna irresoluta, pero agotada en los términos en los que ha venidolibrándose hasta ahora.Para el observador ajeno a la realidad política boliviana, la huelga de hambre de los dirigentessindicales junto con el Presidente Morales, la deserción del parlamento de parte de los diputados ysenadores de la derecha, las declaraciones inflamadas…pueden parecer señales de una explosióninminente. Ese no es, sin embargo, el caso en Bolivia, al menos por el momento. Evidentemente lapolarización política es más que elevada, dibujando un escenario de conflictividad alta, como es deesperar en todo proceso de transformación estructural que altera los intereses de gruposhistóricamente privilegiados. Sin embargo, esta sacudida no ha sido especialmente virulenta encomparación con la historia reciente de Bolivia. No lo ha sido no por ningún proceso deacercamiento entre las viejas élites y el bloque indígena y popular, que siguen siendo antagónicos,sino por la escasez coyuntural de nuevos terrenos sobre los que confrontar, de nuevas propuestascon las que chocar.Las fracturas regionales, azuzadas por la derecha, no han resultado tan fructíferas como seesperaban: ayudan, en efecto, a construir un poderoso parapeto frente a las políticas gubernamentalesde redistribución de la riqueza, pero impiden construir un contra-liderazgo nacional. El parapetoprotege a la vez que encierra, que inmoviliza. La derecha boliviana, que en realidad son las derechas,no parece vislumbrar caminos intermedios entre la hasta ahora fallida conspiración contra lainstitucionalidad y la pugna electoral impotente contra “el indio”. En esas condiciones, susobstáculos a las elecciones de diciembre son las pataletas del condenado. La insólita decisión delgobierno de entrar en el pantanoso terreno de la confección de un padrón biométricomultimillonario -financiada en parte por la cooperación y el resto con cargo al tesoro General de laNación-, gestionado por una empresa privada extranjera, parece haber obedecido, en efecto, a quecualquier renuncia valía la pena a cambio de obligar a la oposición a concurrir a una batalla que haintentado evitar –o al menos retrasar- por todos los medios.En las filas del gobierno y de las organizaciones sociales, por su parte, la centralidad y urgenciapermanente es la cuestión electoral. Sin discutir que es una necesidad obvia, también puede suponeruna manera de no afrontar la carencia de programa político. Bajo el eufemismo “revolucióndemocrática y cultural” se esconde la desorientación con respecto a las vías y los límites de unproceso de democratización, descolonización cultural y nacionalismo económico que ha vivido, hastaahora, del oxígeno discursivo producido por las insurrecciones multitudinarias del pasado “CicloRebelde”. No se ha hecho el suficiente esfuerzo, que no propagandístico, para situar los próximospasos potenciales de un proceso riquísimo, complejo y extremadamente desafiante. Las difícilese-<strong>l@tina</strong>, Vol. 7, núm. <strong>27</strong>, Buenos Aires, abril-junio de 2009 – http://www.iealc.fsoc.uba.ar/elatina.htm 71
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