de Cristo hoy, estaréis con É1 para siempre. Aunque hayáis vivido una vida impía e inmoral,aunque temáis que vuestros pecados os harán volver atrás, a pesar de todo, si realmente habéisacudido a Cristo, ésta es su promesa para vosotros: "Estarás conmigo en el Paraíso". CiertamenteCristo os necesita, no puede estar sin vosotros. Vosotros sois sus joyas, su corona. Estepensamiento puede alentaron a acudir a la mesa del Señor. Quizá alguno de vosotros no se atrevea acudir hoy a la mesa del Señor, <strong>por</strong>que aunque ha acudido a Cristo hoy, teme que mañana lenegará. No debiera temer el tal. "E1 que ha empezado en vosotros la buena obra, la perfeccionaráhasta el día de Cristo." Tú te sentarás en la mesa en el cielo cuando Cristo tomará el nuevo pan yel nuevo fruto de la vid. No debes temer y harás bien en venir confiado a la comunión si eres delSeñor.2. "Para que vean mi gloria que me has dado."Existen tres épocas en la gloria de Cristo. Contemplarla será el dulce ministerio de los santos enel cielo.Primero: la gloria primera, la, gloria original de Cristo. Su gloria desde su origen, desde elprincipio, su gloria no derivada de otro, gloria no creada, <strong>por</strong> la que Cristo es igual al Padre. Sehabla de ella en Proverbios 8:30: "Con él estaba yo ordenándolo todo y fui su delicia todos losdías". Y otra vez en la oración que comentamos: "...aquella gloria que tuve cerca de ti antes deque el mundo fuese". No puede ningún hombre hablar de esta gloria, ni ningún ángel, ni ningúnarcángel. Sólo sabemos una cosa, y es que nosotros somos el honor del Hijo tanto como delPadre. Participaba Cristo con el Padre de todo su ser infinitamente perfecto cuando no existíanadie para contemplarlo, ni para adorarlo, ni ángeles para entonarle himnos, ni serafines paracantar sus alabanzas, ni querubines para aclamarle: "Santo, santo, santo". Antes que ningunacriatura fuese, É1 era, É1 era uno con el infinitamente perfecto, bueno y glorioso Dios. Él eraentonces lo que después se ha mostrado ser. Ni la creación, ni la redención le cambiaron; nohicieron sino revelar lo que É1 era antes. Ambos no hicieron sino proveer objetos sobre loscuales se posasen sus rayos de gloria, rayos que habían brillado plenamente mucho antes desde laeternidad. La eternidad será el único margen adecuado para la santa ocupación de alabar a Diosque se ha revelado a sí mismo de forma tan plena.Segundo: la gloria que tuvo cuando se hizo carne. "E1 Verbo se hizo carne." No es queCristo obtuviese más gloria cuando se hizo hombre; lo que sucedió es que su gloria se manifestó<strong>por</strong> un nuevo camino. No ganó ninguna perfección más al hacerse hombre; ya antes tenía todaslas perfecciones de Dios. Pero ahora todas aquellas perfecciones, antes encubiertas, las vemosderramadas en un corazón humano. La omnipotencia de Dios ahora se manifiesta en un brazohumano. E1 amor infinito de Dios ahora se manifiesta en un corazón humano. La compasión deDios para con los pecadores se echa de ver en el ojo humano. Dios era amor antes, pero ahoraCristo en el mismo amor investido de carne. Del mismo modo que podéis ver el sol a través delos cristales de color de una ventana, que brilla y lo hace con un suave y nuevo fulgor, así enCristo habita la plenitud de la divinidad cor<strong>por</strong>almente. La perfección de la divinidad brilla encada <strong>por</strong>o, en cada acción, en cada palabra, en cada mirada. Es la misma perfección de Dios,aunque sea solamente brillando con una luminosidad suave. El velo del templo era figura de sucarne, <strong>por</strong>que tapaba la radiante luz que inundaba el lugar santísimo. Pero del mismo modo quela brillante luz de la Shekina a menudo mostraba sus fulgores a través del velo, así la divinidadde Jesucristo se traslucía a través del corazón del hombre Jesús. En muchas ocasiones el brillo de
su divinidad era demasiado intenso para que el velo pudiese cubrirlo completamente.Cuando convirtió el agua en vino, "manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él". Laomnipotencia divina hallaba expresión <strong>por</strong> medio de una voz humana, y el amor de Dios sereflejaba en tal poder, <strong>por</strong>que quería darnos a entender que vino a convertir nuestra agua en vino,el agua de nuestra vida natural en el vino de su vida espiritual en nosotros.Cuando lloró sobre Jerusalén, también manifestó su gloria a través de su velo. El hecho deque llorase constituía una gran abertura a través de la que fluyó su gloria. Había en ello algo másque sólo lo humano. Los pies que ascendieron al monte Olivete eran humanos; humanos fueronlos ojos que contemplaron la ofuscada y ciega ciudad; las lágrimas que cayeron sobre el suelotambién eran humanas, pero ¡oh? que además había la ternura de Dios palpitando sobre aquellaciudad. Mirad, pecadores, y vivid. Mirad y vivid. ¡He aquí el Dios vuestro! Quien haya visto elllanto de Cristo, ha visto al Padre. Cristo es Dios manifestado en carne. Algunos de vosotrospensáis que el Padre no quiere traeros a Cristo para que seáis salvos. Pero ved aquí a Dios manifestadoen carne. E1 que ha visto al Hijo, ha visto al Padre. Contemplad cómo laten al unísono elcorazón del Padre y el del Hijo. ¡Oh?, ¿<strong>por</strong> qué, pues, habéis de desconfiar? Cada una deaquellas lágrimas vertidas procedía del mismo corazón de Dios.Cuando Cristo fue expuesto en el vituperio de la cruz, sus heridas manifestaban ampliamentela gloria infinita de su ser. S u divina gloria se magnificó más en su muerte que lo que lo habíahecho en su vida toda. Entonces el velo se partió en dos y todo el corazón de Dios se derramó através él. Era un cuerpo humano el que agonizaba, cuerpo cálido y afligido sobre el árbol malditode la cruz; fueron manos y pies humanos los <strong>por</strong> rudas manos traspasados; fue carne humana lahendida con mortal golpe de lanza en el costado; sangre humana fue la que brotó de las heridasde sus manos, píes y costado; los ojos que sumisos se elevaron al Padre fueron ojos humanos; elalma que se compadeció de su madre era humana. Pero ¡oh ?la gloria divina se manifestaba através de todo esto. Cada herida era una voz que hablaba de la gracia y del amor de Dios.También manifestó en todo la santidad de Dios. ¡Qué odio tan infinito hacia el pecado hubo enCristo que se ofreció de aquella manera a sí mismo en sacrificio inmaculado de Dios! La divinasabiduría se evidenciaba <strong>por</strong> él: ninguna inteligencia creada hubiese podido hallar un plan tanmaravilloso <strong>por</strong> el cual Dios fuese justo siendo justificador del impío. El amor de Dios semostraba a los hombres: cada gota de sangre que caía sobre el suelo era un mensajero queproclamaba el amor de Dios. Tal es el amor de Dios. El que ha visto a Cristo crucificado ha vistoel amor de Dios. Contemplad el pan roto y veréis la misma gloria brotando todavía. He aquí aldescubierto el corazón del Padre; Dios ha sido manifestado en carne. Hay algunos de vosotrosque andáis examinándoos a vosotros mismos, vuestros sentimientos e indigencia para con Cristo.Desviad vuestros ojos de vosotros mismos. ¡ He aquí, aquí estoy yo, heme aquí! clama Cristo. "¡Miradme a mí y sed salvos! ¡Contemplad la gloria de Cristo! Hay demasiados obstáculos envuestro corazón; en el de Cristo no hay tinieblas. Contemplad su amor a través de sus heridas, ycreed lo que veáis en Él.Tercero: la gloria de Cristo que se ha de manifestar. No puedo hablar de ella, pero confío enque no tardaré mucho en verla. No ha dejado la gloria que tuvo cuando estuvo en la tierra.Todavía es el Cordero inmolado desde antes de la fundación del mundo. Pero ahora tiene másgloria. Su humanidad ahora no constituye ya ningún velo que oculte ninguno de los rayos de'sudivinidad. Dios brilla plenamente en ÉL Cristo ha sido ya coronado, ha sido ya ungido con el
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