E1 pasaje que hemos leído es una de estas canciones poéticas y el tema de que trata es lasúbita visita que recibe una novia oriental 3 de su señor amante. El cuadro nos representa unaesposa, sentada sola y desolada en una especie de mirador, o una glorieta occidental, es decir, unlugar de retiro y descanso situado en los jardines de nuestros países occidentales. Estas glorietaso miradores son descritos modernamente como "lugares rodeados <strong>por</strong> una pared verde, cubiertacon jazmines y vides emparradas, con ventanas adornadas con enredaderas".Los montes de Bether (o, dado que se hallan en lugares limítrofes, los montes divisorios), lasmontañas que la separan de su amado, parecen a la novia casi infranqueables. Las ve tanescarpadas y escabrosas que teme que él nunca podrá atravesarlas para volver a ella y visitarla.Para ella su jardín no tiene atractivo alguno que la invite a pasear <strong>por</strong> él. Toda la naturaleza leparece participar de su tristeza; reina -le parece- el invierno dentro y fuera; tiene la impresión deque no hay flores que embellezcan el lugar; los cantos de los pájaros más bien parecen tristes yapagados; la voz de la tórtola no es oída en la comarca.Y es estando ella así, desolada y solitaria, que suena en sus oídos la voz de su amado. E1amor es presto para oír y reconocer la voz del amado; <strong>por</strong> esto ella oye aquella voz antes quecualquiera de las vírgenes que la cuidan. Pronto brota de su corazón la exclamación llena dealegría: "¡La voz de mi amado!" Cuando ella estaba sentada en su soledad le parecíaninfranqueables aquellas montañas que le separaban de él, muy escarpadas y de difícil acceso;ahora que ya le siente cerca, ve con cuánta ligereza y facilidad ha podido pasarlas, de modo quele compara al "gamo o al cabrito de los ciervos, saltando sobre los montes, brincando sobre loscollados".Sí, he aquí en tanto ella está todavía hablando, él ya ha llegado a la pared del jardín. "Heloaquí, está tras nuestra pared, mirando <strong>por</strong> las ventanas, mostrándose podas rejas". La novia pasaahora a relatarnos la gentil invitación amorosa que parece ser iba entonando su amado mientrasvenía raudo en su busca a través de los montes. Cuando estaba sentada sola y desolada, toda,toda la naturaleza parecía estar muerta, reinaba el invierno; pero hora él le dice que con sullegada se ha presentado el tiempo de la primavera. "Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, yvente, <strong>por</strong>que he aquí ha pasado el invierno, hase mudado, la lluvia se fue; hanse mostrado lasflores en la tierra, el tiempo de la canción es venido y en nuestro país se h a oído la voz de latórtola; la higuera ha echado sus higos y las vides en cierne dieron olor: Levántate, oh amigamía, hermosa mía, y vente".Impulsada <strong>por</strong> tan tierna invitación, sale de su lugar de retiro para acudir junto a su señor y seune a él como temerosa y cándida paloma se introduce en las hendeduras de las peñas. Entoncesél le dirige estas palabras de tiernísimo y delicado afecto: "Paloma mía, que estás en los agujerosde la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz, <strong>por</strong>quedulce es la voz tuya y hermoso tu aspecto". Llena de gozo, saliendo junto con su señor, sinembargo, ella se acuerda de que está en la estación de los grandes peligros que amenazan suviña, estación en que las zorras pueden echar a perder las viñas; <strong>por</strong> esto ella, antes de marcharcon él, encarga a sus servidoras tengan cuidado de las zorras. "Cazadnos las zorras, las zorraspequeñas, que echan a perder las viñas, pues que nuestras viñas están en cierne". A continuaciónella reitera nuevamente el pacto de sus esponsales con su amado manifestando tiernamente: " Mi3 Recuérdese que la novia oriental antes de unirse a su marido se desposaba con él y vivía un período más o menoslargo sin realizar su unión con él v cohabitar bajo el mismo techo. Véanse dos ejemplos de este período dedesposorios en Mateo 1:18 y 25:1-12. La novia de este texto es, pues, una novia ya desposada.
amado es mío y yo soy suya; él apacienta entre los lirios".Y finalmente, conociendo ella que este período feliz de íntima comunión no será indefinido,sino que habrá de interrumpirse, puesto que su amado habrá de ausentarse nuevamente y marcharmás allá de las montañas, no le dejará partir sin antes rogarle que renueve a menudo aquellasvisitas amorosas, hasta aquel feliz amanecer en que no habrán de separarse más 4 . "Hasta queapunte el día, y huyan las sombras tórnate, amado mío; sé semejante al gamo, o al cabrito de losciervos, sobre los montes de Bether".Bien podríamos desafiar al mundo de los genios para que, en cualquier idioma, produjese unpoema semejante a éste, tan breve, tan comprensible, tan delicadamente bello. Sin embargo, sólonos interesa, para nuestro propósito, destacar que no hay otro lugar en la Biblia que nos ofrezcaun cuadro tan bello de las más íntimas experiencias de que es dado gozar al corazón del creyente.Contemplemos, <strong>por</strong> tanto, ahora esta parábola como una descripción de una de las visitas queel Salvador depara a menudo a las almas de los creyentes, cuando a sí mismo se les manifiesta deuna forma que no conoce el mundo.I. CUANDO, HABLANDO EN UN SENTIDO, CRISTO ESTÁ AUSENTE <strong>DE</strong>LALMA <strong>DE</strong> UN CREYENTE, ÉSTE SE SIENTE SOLO Y <strong>DE</strong>SOLADOEn la parábola vemos que, estando lejos el señor, la novia se hallaba sentada desolada ysolitaria. No llamó a los jóvenes, ni a los risueños para alegrar sus horas solitarias. ¡No llamótampoco al arpa ni al trovador para entretener y hacer más pasajera su soledad. No mandó traerningún instrumento de música, ni vino para entretenerse en fiestas que la distrajesen. No, nada deeso, se sentó sola. Las montañas le daban la sensación de ser infranqueables y le parecía que lanaturaleza toda participaba de su tristeza. Si no podía alegrarse con la visión de la faz de suseñor, había resuelto no alegrarse con nada más. Prefería sentarse sola y desolada.Lo mismo sucede con el verdadero creyente en Cristo Jesús. Cualesquiera que sean lasmontañas de Bether que se interpongan entre su alma y Cristo, sea que haya caído en antiguos ycasi olvidados pecados -de forma que sus iniquidades le hayan nuevamente separado de su Dioshabiendo sus pecados privándole de ver su faz o de oír su voz-, n sea que el Salvador le hayaprivado <strong>por</strong> un tiempo de la confortable luz de su presencia para probar la fe de él, para ver si,cuando "anda en tinieblas y sin luz, sigue confiando en el nombre del Señor y sigue aguardandoen su Dios".sean cuales sean las montañas de separación, señal clara y evidente del creyente esésta de sentarse solo y desolado. Le es imposible tomar en broma su preocupación <strong>por</strong> suscuidados y ansias del cielo, como fácilmente puede hacer el hombre no regenerado y el hombredel mundo. No puede ahogar sus pesares <strong>por</strong> medio de practicar una conducta de excesos enmuchos sentidos, como pueden hacerlos mundanos cuando, <strong>por</strong> ejemplo, beben y vivendesenfrenadamente para olvidar alguna pena. Ni siquiera da alivio a sus heridas la compañía dealguna amistad humana. No, ni aun la misma comunión con los otros creyentes, con los mismoshijos de Dios, le produce gozo; ahora le es incluso poco apetecida. No puede gozarse como pedía.hacerlo antes, cuando conversaba dulcemente con aquellos en quienes había el temor del Señor.Parecen tan gran obstáculo al alma las montañas que hay entre ella y el Salvador, que teme que4 E1 día en que se verificará ya definitivamente su unión como marido y mujer.
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