tradicional que nuestras preocupaciones quieren añadir a las Escrituras. El exterminio de loscananeos, la poligamia de los santos del A. Testamento y la <strong>com</strong>plicidad de éstos en el asunto dela esclavitud, son sucesos susceptibles de explicaciones racionales y, en tal sentido, de unaapología correcta. El apologista correcto no tratará de justificar las crueldades de las antiguasguerras ni sostendrá que Israel tenía derechos legales sobre Canaán, ni juzgará necesariodefender la práctica de la poligamia o de la esclavitud por hombres eminentes del A. Testamento.Lo que hará será dejar los hechos y declaraciones tales <strong>com</strong>o aparecen en su propia luz pero losguardará contra falsas inferencias y conclusiones temerarias. De la misma manera, las doctrinasde la Trinidad, de la divinidad de Jesucristo, la personalidad del Espíritu Santo, la expiaciónvicaria, la justificación, la regeneración, la santificación y la resurrección están firmementebasadas en las Escrituras; pero cuán anticientíficos y cuán censurables son muchos de losmétodos por medio de los cuales se han mantenido estas y algunas otras doctrinas. Cuando unteólogo adopta el punto de vista de un credo eclesiástico y desde esa posición, con aire depolemista, procede a buscar textos bíblicos aislados, favorables a sí mismo o desfavorables a suadversario, es más que probable que se exceda. Su credo podrá ser tan verdadero <strong>com</strong>o la mismaBiblia, pero su método es reprensible. Como ejemplo de lo que decimos, ahí están las disputas deLutero y Zwinglio acerca de la consubstanciación. Léase también la literatura polemista de lascontroversias antinomianas, calvinistas y sacramentalistas. Se revuelve toda la Biblia tratándolas<strong>com</strong>o si ella fuese una colección atómica de textos de prueba dogmática. ¡Cuán difícil es, aun enel día de hoy, para el teólogo y polemista, el conceder que el verso 7 del capítulo 5 de 1ª Juan,sea espurio! Es menester recordar que ninguna apología es sana ni ninguna doctrina segura, sidescansan sobre métodos faltos de crítica o si proceden de suposiciones dogmáticas. Semejantesprocedimientos no son exposiciones sino imposiciones. Por otra parte, el hábito de tratar conmenosprecio las opiniones de los demás, o de declarar lo que un pasaje dado debe significar y loque de ninguna manera puede significar, no es cosa que pueda captarse la confianza de hombresestudiosos que piensan por sí mismos. Hengstenberg y Ewald representaron dos extremosopuestos de opinión: pero el dogmatismo imperioso y <strong>of</strong>ensivo de sus escritos ha restado muchoal influjo de sus contribuciones a la literatura bíblica, contribuciones de grandísimo valor, a nohaber sido por ese defecto.Distinguiéndose de todos los métodos de interpretación mencionados podemos referirnosel Histórico-Gramático <strong>com</strong>o el método que más se re<strong>com</strong>ienda al criterio y a la conciencia delos estudiantes cristianos. Su principio fundamental consiste en conseguir de las Escriturasmismas el significado preciso que los escritores quisieron dar. Ese método aplica a los librossagrados los mismos principios, el mismo proceso gramatical y el mismo proceso de sentido<strong>com</strong>ún y de razón que aplicamos a otros libros. El exegeta histórico-gramático dotado de convenientescualidades intelectuales, educacionales y morales, aceptará las demandas de la Biblia sinprejuicios o prevenciones; y sin ambición alguna de demostrarlas <strong>com</strong>o verdaderas o falsasinvestigará el lenguaje y tendencias de cada libro con toda independencia y sin temor de ningunaclase; se posesionará del idioma del escritor, del dialecto especial que hablaba, así <strong>com</strong>o de suestilo y manera peculiar de expresión; averiguará las circunstancias en que escribió, las manerasy costumbres de su época y el motivo u objeto que tuvo en vista al escribir. Tiene el derecho desuponer que ningún autor en su sano juicio será, a sabiendas, inconsecuente consigo mismo nitratará de extraviar o de engañar a sus lectores.***
CAPÍTULO IIILA HERMENÉUTICA EN GENERALEn la base de todo escrito inteligible se hallan ciertos principios generales depensamiento y de lenguaje. Cuando una mente racional desea <strong>com</strong>unicar su pensamiento a otra,se vale, para ello, de ciertos medios convencionales de <strong>com</strong>unicación que se suponen<strong>com</strong>prensibles para ambas. <strong>La</strong>s palabras de significado y uso definido sirven a este propósito entodos los idiomas; por consiguiente, si uno entiende los pensamientos escritos de otros, debe conocerel significado y uso de sus palabras.En general, sostenemos que la Biblia, <strong>com</strong>o cuerpo literario, debe interpretarse <strong>com</strong>otodos los demás libros. Tanto a los escritores de sus varias partes, <strong>com</strong>o a quienes asumen laresponsabilidad de explicar lo que aquellos escribieron, debemos suponerlos en armonía con lasoperaciones lógicas de la mente humana. El objeto primordial que un autor se propone alescribir, es que se le escudriñe diligentemente, porque con frecuencia acontece que a la luz de supropósito principal se entienden más claramente los detalles de su <strong>com</strong>posición. Junto con elobjeto de un libro debe estudiarse también la forma de su estructura, así <strong>com</strong>o debe discernirse larelación lógica de sus varias partes. Una <strong>com</strong>paración amplia de todos los libros relacionadosentre si, o de pasajes similares de escritura, es de sumo valor; de ahí que, con frecuencia, la<strong>com</strong>paración de un pasaje con otro sea suficiente para aclararlo todo. Especialmente importantepara el exegeta es el transportarse mentalmente a la época de un escritor antiguo, estudiar lascircunstancias que le rodeaban al escribir y, entonces, mirar al mundo desde el punto de vista delescritor.Estos principios generales son igualmente aplicables a la interpretación de la Biblia <strong>com</strong>oa todos los demás libros y, con mucha propiedad se les designa con el nombre de HermenéuticaGeneral. Tales principios son de la naturaleza de las doctrinas fundamentales y de alcanceamplio; para el intérprete práctico se transforman en otras tantas máximas, postulados y reglasfijas. Los tiene en su mente <strong>com</strong>o axiomas y con consistencia uniforme los aplica en todas susexposiciones. Porque es evidente que la admisión de un falso principio en el método de unintérprete es suficiente para viciar todo su proceso exegético. Y cuando hallamos, por ejemplo,que en la interpretación de ciertas partes de las Escrituras no hay dos intérpretes de toda unamisma clase, que concuerden, tenemos buenos motivos para suponer que algún error fatal andaescondido en sus principios de interpretación. Es bien seguro que los escritores bíblicos notuvieron el propósito ni el deseo de ser mal entendidos. Ni tampoco es razonable suponer que lasSantas Escrituras, dadas por inspiración de Dios, tengan la naturaleza de un enigma a fin deejercitar la ingenuidad del lector. Por consiguiente, debe esperarse que los sanos principios dehermenéutica sirvan de elementos de seguridad y de satisfacción en el Estudio de la Palabra deDios.Ya hemos definido el método histórico-gramático de interpretación, distinguiéndolo delalegórico, del místico, del naturalista y de otras que han prevalecido más o menos.El sentido histórico-gramático de un escritor es una interpretación de su lenguaje, tal<strong>com</strong>o las leyes de la gramática y los hechos de la historia lo exigen. No se preparó un lenguajenuevo para los autores de las Escrituras; ellos se conformaron al lenguaje corriente del país y dela época. De otra manera sus <strong>com</strong>posiciones hubiesen sido ininteligibles.El revestimiento o arreglo de las ideas en las mentes de los escritores bíblicos se originóen el carácter de las épocas, el país, el lugar y la educación en que a cada uno tocó actuar. Por
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