CAPÍTULO IVEL PUNTO DE VISTA HISTORICOAl interpretar un documento es de primordial importancia descubrir quien fue su autor ydeterminar la época, el lugar y las circunstancias en que escribió. Por consiguiente, el intérpretedebe tratar de olvidar el momento y circunstancias actuales y trasladarse a la posición históricadel autor, mirar a través de sus ojos, darse cuenta del ambiente en que actuó, sentir con sucorazón y asir sus emociones. Aquí notamos el alcance del término “interpretaciónhistórico-gramatical”. Tenemos que apropiarnos no sólo la tendencia gramatical de las palabras yfrases sino, también, sentir la fuerza y la situación de las circunstancias históricas que, en algunaforma, pudieron afectar al escritor. De ahí, también, puede deducirse cuán íntimamenterelacionado puede estar el objeto o designio de un escrito con la ocasión que sugirió suproducción. <strong>La</strong> individualidad del escritor, su medio ambiente, sus necesidades y deseos, surelación para con aquellos para quienes escribió, su nacionalidad y la de ellos, el carácter de laépoca en que escribió, -todas estas cosas son asuntos de la mayor importancia para una perfectainterpretación de los varios libros de la Biblia. Especialmente debiera el intérprete tener unconcepto claro del orden de los acontecimientos relacionados con todo el curso de la historia sagrada,tales <strong>com</strong>o la historia contemporánea (hasta donde se pueda conocer) de las grandesnaciones y tribus de los tiempos patriarcales; los grandes poderes de Egipto, Asiria, Babilonia yPersia, naciones con las cuales los israelitas estuvieron varias veces en contacto; el ImperioMacedónico, con sus posteriores ramas tolemaicas y seleucidaicas (que infligieron muchas penasal pueblo judío) y la conquista y dominio subsiguientes de los romanos. El exegeta debiera sercapaz de situarse en cualquier punto de esta línea de la Historia, donde quiera que pueda hallar laépoca de su autor; y desde allí asir vívidamente las remotas circunstancias. Debe buscarfamiliaridades con las costumbres, vida, espíritu, ideas y ocupaciones de aquellas diferentesépocas y tribus y naciones, para poder distinguir prontamente entre lo que perteneció a una y loque perteneció a otra. Con semejante conocimiento estará habilitado no sólo para trasportarsecon el pensamiento a una época dada sino, también, para evitar el confundir las ideas de unaépoca o raza con las de otra.No es tarea fácil el despojarse del instante actual y transportarse a una época pasada. Amedida que avanzamos en conocimientos generales y alcanzamos una civilización más elevada,inconscientemente pasamos más allá de las antiguas costumbres e ideas. Perdemos el espíritu delos tiempos antiguos y nos llenamos con la generalización más amplias y los procedimientos máscientíficos del pensamiento moderno. <strong>La</strong> inmensidad del universo, la vasta acumulación de losestudios e investigaciones humanas, el influjo de grandes instituciones civiles y eclesiásticas y elpoder del sentimiento y opiniones tradicionales, rigen y modelan nuestro modo de pensar en unamedida de la que apenas nos damos cuenta. Arrancarse uno a sí mismo de estas cosas y volver,con el espíritu, a las épocas de Moisés, <strong>David</strong>, Isaías, Esdras, Mateo y Pablo, y colocarse en elpunto de vista histórico de esos escritores a fin de ver y de sentir <strong>com</strong>o ellos, -seguramente no estarea fácil. Sin embargo, si verdaderamente asimos el espíritu y sentimos la fuerza viva de losantiguos oráculos de Dios, tenemos que recibirlos con una sensación análoga a la que experimentaronlos corazones de aquellos a quienes fueron dados de inmediato.No pocos devotos lectores de la Biblia están tan impresionados con ideas exaltadasacerca de la gloria y santidad de sus antiguos personajes, que se hallan expuestos a contemplar elregistro de sus vidas en una luz falsa. Para algunos es difícil creer que un Moisés y un Pablo no
conociesen los acontecimientos de épocas modernas. Hay quienes se imaginan que la sabiduríade Salomón debió abarcar todo lo que el hombre puede saber. Piensan que Isaías y Daniel debenhaber discernido todas los acontecimientos futuros tan claramente <strong>com</strong>o si ya hubieran ocurridoy que los escritores del Nuevo Testamento deben haber sabido qué historia e influencia había detener en épocas posteriores la obra de sus vidas. En la mente de tales personas, los nombres deAbraham, Jacob, Josué, Jefté y Sansón, están tan asociados con pensamientos santos yrevelaciones sobrenaturales, que medio se olvidan de que fueron hombres sujetos a las mismaspasiones que nosotros. Una indebida exaltación de la santidad de los santos bíblicos es posibleque perjudique la correcta exposición histórica.<strong>La</strong> vocación e inspiración divina de los pr<strong>of</strong>etas y apóstoles no anuló o hizo a un lado suspotencias humanas naturales; y el intérprete bíblico no debe <strong>com</strong>eter el error de consentir que suvisión sea de tal manera deslumbrada por la gloria de la misión divina de aquellos hombres quelo cieguen acerca de los hechos de la historia. <strong>La</strong> astucia y engaño de Abraham, así <strong>com</strong>o deIsaac y Jacob; las pasiones temerarias de Moisés y la brutalidad bestial de muchos de los jueces yreyes de Israel, no son cosas que deban quererse esconder o disimular. Son hechos que elintérprete debe reconocer debidamente; y cuanto más plena y vívidamente se dé uno cuenta deesos hechos y los coloque en su verdadera luz y su aspecto real, tanto más exactamenteentenderemos el verdadero intento de las Escrituras.En la exposición de los Salmos, una de las primeras cosas que hay que inquirir es elpunto personal en que el autor se coloca. De los poetas hebreos puede decirse <strong>com</strong>o de los detodas las otras naciones, que la interpretación de su poesía depende menos de la crítica verbalque de la simpatía con los sentimientos del autor, el conocimiento de sus circunstancias yatención al objeto y dirección de sus declaraciones. Hay que colocarse uno mismo en sucondición, adoptar sus sentimientos, dejarse llevar a flote con la corriente de sus sentimientos,ser consolado con sus consolaciones, o agitado por la tormenta de sus emociones.¡Cuánta vividez y realidad aparecen en las epístolas de San Pablo cuando las estudiamosen conexión con el relato de sus viajes y labores apostólicos y los aspectos físicos y políticos delos países por los cuales ha pasado! Desde este punto de vista cuán reales y llenas de vida sontodas las alusiones de sus epístolas. Debe buscarse cuidadosamente la situación y condición delas personas e iglesias de que habla. Especialmente sus epístolas a los Corintios y las de suprisión perderían la mitad de su interés y valor si no fuese por el conocimiento que otrasepístolas nos proporcionan acerca de personas, incidentes y lugares. Qué tierno encanto presta ala Epístola a los Filipenses el conocimiento que tenemos de las primeras experiencias del apóstolen aquella colonia romana, sus visitas posteriores a ella y el pensamiento de que la escribe en suprisión, en Roma, mencionando frecuentemente sus cadenas (Fil. 1:7, 13, 14) y de las bondadesque los filipenses le habían manifestado (4:15-18).Vemos, pues, que un buen canon de interpretación, debe tomar muy en consideración lapersona y las circunstancias del autor, la época y el sitio en qué escribió y la ocasión y losmotivos que le movieron a escribir. Y no debemos omitir el hacer investigaciones análogasacerca del carácter, condiciones e historia de aquellos para quienes se escribió el libro queestudiamos y de aquellos a quienes el libro menciona.***
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theon) y se añade la declaración
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su más amplio sentido) no habló a
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ambos Testamentos son, esencialment