del aprendizaje
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sión que le otorgue un renovado y unitario sentido a<br />
los propósitos de la educación. La nueva generación<br />
de derechos educativos debe exigir la conformación<br />
de ambientes amigables de <strong>aprendizaje</strong>s, variados<br />
y diversos, capaces de ofrecer la gama amplia de<br />
oportunidades que las diferentes personas y grupos<br />
requieren. Este giro copernicano implica redirigir la<br />
mirada desde la escuela como distribuidora de contenidos<br />
socialmente relevantes hacia la conformación<br />
de organizaciones que promuevan ambientes, ofertas<br />
y procesos de <strong>aprendizaje</strong> que faciliten a cada<br />
niña y niño una oportunidad real de ser educado y de<br />
aprender. En ese sentido la concepción de un currículo<br />
restringido a los ámbitos formales de <strong>aprendizaje</strong><br />
– en esencia la escuela – debiera ser problematizada.<br />
Importa la mirada en que cada alumno tenga una<br />
oportunidad efectiva de aprender, socialmente relevante<br />
y personalizada, que no resulta de ‘sumar’ políticas<br />
y programas en torno al acceso, las condiciones,<br />
los insumos y los procesos para sostener el enseñar<br />
y el aprender. La diferencia entre igualdad de oportunidades<br />
de aprender y la educación como derecho<br />
sigue siendo una declaración, pero para que esa declaración<br />
tenga sentido, lo que se requiere es que la<br />
oferta educativa se recomponga y se cuestionen los<br />
enfoques curriculares y pedagógicos hegemónicos.<br />
Aprendizaje y enseñanza: dos términos<br />
de un mismo problema<br />
Si bien enseñar y aprender son aspectos complementarios<br />
y, como tal, pueden considerase dos caras<br />
de la misma moneda, colocar el énfasis en uno u otro<br />
de los polos habilita a repensar perspectivas clásicas<br />
naturalizadas que, por ejemplo, al nombrar el acto<br />
de no concurrir más a la escuela como ‘deserción’ o<br />
‘abandono’ avalan una interpretación <strong>del</strong> fenómeno<br />
en la que subyace una suerte de culpabilidad individual.<br />
Por otro lado, es bien cierto que si hay problemas<br />
a nivel de <strong>aprendizaje</strong>, también los hay a nivel de<br />
la enseñanza, pero este reconocimiento es parte de<br />
la reciente mirada crítica a la escuela, no compartida<br />
todavía de manera generalizada por los sectores más<br />
vulnerables, o por ciertos corporativismos presentes<br />
en muchas situaciones.<br />
Los sistemas escolares, en la forma en que los conocemos,<br />
son organizaciones centradas en la enseñanza<br />
y dan casi por supuesto que el <strong>aprendizaje</strong> es<br />
poco más que una lógica consecuencia de ello. Enfocar<br />
la mirada sobre el <strong>aprendizaje</strong> permite cuestionar<br />
los mo<strong>del</strong>os de enseñanza, pero también la forma y<br />
la organización <strong>del</strong> servicio educativo, lo que parece<br />
urgente debido a que el mo<strong>del</strong>o escolar parece haber<br />
encontrado sus límites ya que está más centrado en<br />
la oferta <strong>del</strong> servicio que en ser facilitador de oportunidades<br />
de <strong>aprendizaje</strong>.<br />
Esta relación, que parecía ‘necesaria’, entre<br />
enseñanza y <strong>aprendizaje</strong>, en América Latina presenta<br />
inconsistencias desde hace largo tiempo. En las<br />
primeras décadas <strong>del</strong> siglo XX la realidad <strong>del</strong> mal<br />
llamado abandono (hoy sabemos que es expulsión)<br />
<strong>del</strong> sistema educativo y la repetición empezó a<br />
transparentar el mecanismo de selección social<br />
de la exclusión, con su expresión principal en los<br />
sectores más bajos de la sociedad. Desde entonces<br />
se sucedieron en la región diferentes estrategias<br />
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