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VE-26 OCTUBRE 2016

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Los catorce meses que me quedaron después de aquello -la jura<br />

de bandera y los destinos temporales-, lo pasé en el servicio de<br />

Cartería del C.I.M. (Centro de Instrucción de Marinería) de Cartagena.<br />

Era un destino tranquilo, aburrido. Cada día recibía, clasificaba,<br />

enviaba y entregaba cientos de cartas. Cartas de todo tipo: oficiales,<br />

con su ancla y todo, de los reclutas, gordas y pesadas y las más<br />

bonitas, perfumadas, rodeadas de besos…, las de las novias. Cada vez<br />

que llegaba el momento de dar las cartas a los reclutas, se armaba un<br />

buen tumulto: ¡Noticias frescas!<br />

Mi oficial estaba muy contento con mi forma de trabajar. Era<br />

eficiente. “«Un gran trabajador», decía mi subteniente, «lástima que<br />

te licencien. Gente como tú debería estar en la mil toda la vida».<br />

Inventé una forma diferente de dar las cartas: en vez de nombrar al<br />

destinatario, decía el nombre del remitente. Era divertido ir diciendo<br />

el nombre de mujeres en un lugar lleno de hombres solos.<br />

Así era yo. Eficiente y trabajador. Quizá fue lo me enseñaron en<br />

mi casa desde muy pequeño: «Trabaja, trabaja y trabaja. La<br />

recompensa ya llegará», era mi mantra.<br />

A mí, la recompensa me llegaba cada noche. Al terminar la<br />

jornada de trabajo, si es que se puede llamar así, elegía cuatro cartas<br />

al azar de entre las personales, dos que llegaban y dos que salían y<br />

me escondía en la biblioteca a leerlas. No tenía la intención de ser<br />

morboso ni cotilla, sólo quería contestarlas. Si era para los familiares,<br />

la cerraba y dejaba que siguiera su curso. Después de seleccionarlas<br />

empezaba por las que llegaban al cuartel. Normalmente de prosa<br />

florida y a veces incendiaria. Las novias contaban sus vidas en<br />

ausencia de los novios. Algunas eran muy divertidas. Buscaba el<br />

bolígrafo y el papel y me ponía a contestarlas. Sencillamente las<br />

contestaba pero poniendo todos los sentidos en lo que hacía.<br />

Las de los reclutas eran casi siempre más neutrales, menos<br />

novelescas y muy «machas», en muchas ocasiones recordaban lo que<br />

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