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Literatura

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Se trata, para Enzensberger de un hecho singular: “el interrogatorio de La<br />

Habana no sólo nace de una situación revolucionaria sino que es por sí mismo un<br />

acto revolucionario”. Se trata, repite el intelectual de invasores, mercenarios y<br />

pistoleros contrarrevolucionarios que atacan a la revolución. Sería, por cierto, el<br />

mismo escenario del 2003: tres cubanos que delinquen para huir de la revolución<br />

y 75 escritores y periodistas que critican a la revolución. Se repite la dialéctica<br />

revolución-contrarrevolución. Sólo que en 1961 era el romanticismo intelectual y<br />

en el 2003 la irracionalidad del poder. Pero en 1961 los intelectuales fueron parte<br />

de los responsables de haber idolatrado a Castro y a su revolución.<br />

El juicio de 1961 fue revolucionario. Escribió entonces Enzensberger para justificarlo:<br />

“los vencedores no buscan una prueba de culpabilidad”. Se trataba, hay<br />

que repetirlo, de actos revolucionarios. “Cualquier encubrimiento o manipulación<br />

quedan excluidos: la burguesía, como peón del imperialismo, ha sido descubierta<br />

en flagrante”. “El interrogatorio no tiene por meta obtener una confesión sino trazar<br />

un autorretrato. Más concretamente, el autorretrato de una clase social”. Los actos<br />

revolucionarios, en la lógica de Enzensberger, pueden prescindir de la racionalidad<br />

jurídica y hasta humana. Por tanto, se trata de exhibir a la contrarrevolución antes de<br />

fusilarla. La misma lógica de la represión revolucionaria del 2003. “A la hora de la<br />

invasión, la contrarrevolución ya no conocía partidos, sino sólo el enemigo común:<br />

el pueblo cubano; y un patrón común: el imperialismo norteamericano”.<br />

En su texto, Enzensberger hizo hincapié en el aspecto político e ideológico<br />

de los interrogatorios a los invasores. No se trataba de juzgar la violación del<br />

territorio y el uso de armas contra el gobierno, sino de exhibirlos públicamente a<br />

través de la televisión como contrarrevolucionarios. Castro lo dijo en el discurso<br />

del primero de mayo de 1961: entre los mil cien invasores había 800 miembros<br />

de las familias ricas que poseían 372 mil hectáreas, 10 mil casas de alquiler, 70<br />

empresas industriales, 2 periódicos, 10 refinerías azucareras, 2 bancos, 5 minas y<br />

todos eran miembros de los clubes más aristocráticos. Por tanto, merecían morir<br />

por representar el viejo régimen. Intelectuales como Enzensberger avalaron el<br />

razonamiento del poder.<br />

Enzensberger reproduce un diálogo ilustrativo de los juicios de La Habana de<br />

1961. Antes de ser fusilado, el invasor José Andreu fue sometido a un interrogatorio<br />

político, no judicial:<br />

—¿Conoce usted las cooperativas que funcionan hoy en día?<br />

—No tuve ocasión de estudiarlas.<br />

—¿Ha intentado usted enterarse del funcionamiento del movimiento sindical?<br />

—No tuve oportunidad de realizar tales estudios.<br />

—¿Tampoco tuvo usted ocasión de enterarse de las reformas universitarias<br />

que estamos llevando a cabo aquí y que por primera vez abren a los obreros las<br />

puertas de la universidad?<br />

—No sé nada acerca de esto.<br />

La revolución juzga a la contrarrevolución: juicios políticos, ideológicos. Y<br />

hasta filosóficos:<br />

—Usted ha dejado arrinconado su racionalismo cuando decidió atacar con la<br />

fuerza de las armas a sus propios compatriotas.<br />

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