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Literatura

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V<br />

24<br />

El Caso Padilla fue paradigmático de la relación de la Revolución Cubana con<br />

los intelectuales. Heberto Padilla, nacido en 1932, no había participado directamente<br />

en la guerrilla. En 1959 fue designado corresponsal de la agencia oficial cubana<br />

Prensa Latina en Nueva York. Ese mismo año regresó a La Habana y formó<br />

parte del periódico Revolución que dirigía Carlos Franqui, uno de los intelectuales<br />

protagonistas de la Revolución y autor del Libro de los Doce que narra la lucha<br />

guerrillera desde el Granma hasta la toma de La Habana. El suplemento Lunes de<br />

Revolución le publicó fragmentos de su novela Buscavidas y recibió una mención<br />

honorífica del premio Casa de las Américas por su poemario El justo tiempo. Fue<br />

fundador de la Unión Nacional de Artistas y Escritores Cubanos —la misma que<br />

luego lo condenó— y trabajó en el Ministerio de Comercio Exterior. En 1962 se<br />

fue a Moscú como corresponsal de la agencia Prensa Latina y Revolución.<br />

A partir de 1966 Padilla se convirtió en un factor de crisis intelectual en Cuba,<br />

hasta su aprehensión en marzo de 1971 y su exilio definitivo en 1980. En 1966<br />

Padilla se enfrascó en una dura polémica ideológica en el periódico Juventud Rebelde,<br />

de la Unión de Jóvenes Comunistas. Padilla era ya un disidente y defensor<br />

de la libertad de escribir, mientras que la burocracia castrista comenzaba a acotar<br />

los espacios de los escritores. La revista Verde Olivo lo atacó con el texto “Las<br />

provocaciones de Heberto Padilla” en 1968, pero ese mismo año recibió el premio<br />

por su polémico poemario Fuera de juego. Así, el problema con Padilla no era su<br />

libro de poemas sino su conducta disidente.<br />

Por la polémica que despertó el premio, la Unión de Escritores y Artistas decidió<br />

publicarlo pero sorprendentemente fue prologado por un texto de la propia<br />

UNEAC criticando el premio y la publicación. Más que un ejemplo de democracia,<br />

se trató de un abuso de poder. El prólogo criticaba severamente el libro<br />

y alentaba su inmolación. En el texto, los dirigentes de la Unión se comportaron<br />

como verdaderos “policías del pensamiento” del Orwell de 1984. “La dirección<br />

de la UNEAC no renuncia al derecho ni al deber de velar por el mantenimiento<br />

de los principios que informan nuestra Revolución, uno de los cuales es sin<br />

duda la defensa de ésta, así de los enemigos declarados y abiertos como —y son<br />

los más peligrosos— de aquéllos otros que utilizan medios más arteros y sutiles<br />

para actuar”.<br />

El texto de la Unión revelaba el acotamiento de las libertades. Al fundamentar<br />

la publicación de libros no gratos a la Revolución Cubana, la Unión expresaba<br />

“la decisión de respetar la libertad de expresión hasta el mismo límite en que<br />

ésta comienza a ser libertad de expresión contrarrevolucionaria”, aunque con la<br />

circunstancia agravante de que esa libertad absoluta de expresión “estaba siendo<br />

considerada como el surgimiento de un clima de liberalismo sin orillas, producto<br />

siempre del abandono de los principios”. La Unión señaló en el prólogo que los<br />

premios a los géneros de poesía y teatro “habían recaído sobre elementos ideológicos<br />

francamente opuestos al pensamiento de las Revolución”. Así, el primer<br />

límite estaba definido por la vigencia, por encima de todas las cosas, del “pensamiento<br />

de la Revolución”.

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