Literatura
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el socialismo en el poder nunca pudo resolver —ni en Cuba ni en la URSS, ni en<br />
China ni en los países del Este europeo ni en Chile—: la libertad de pensamiento,<br />
de creación y de opinión junto a la instauración de un sistema socialista de Estado<br />
o democrático. A 42 años de la declaración excluyente de Castro sobre la creación<br />
literaria —“con la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”—, la argumentación<br />
castrista sigue siendo exactamente la misma: evitar cualquier crítica a las<br />
decisiones de la Revolución Cubana.<br />
El escenario, sin embargo, ya cambió. El escritor mexicano Carlos Fuentes,<br />
que disculpó los autoritarismos del pasado castrista y guardó silencio cómplice<br />
sobre la represión a los intelectuales con Cuba, acaba de anunciar su ruptura con<br />
el gobierno de Castro. Saramago dice que llegó hasta aquí, hasta los fusilamientos<br />
de tres cubanos que habían secuestrado una lancha para huir de la isla. Eduardo<br />
Galeano se dice lastimado por Cuba. Y, de nueva cuenta, Gabriel García Márquez<br />
pondera su amistad con Castro por encima de sus posiciones políticas e intelectuales<br />
y guarda ominoso silencio.<br />
Como si el tiempo no hubiera pasado, el ejercicio de la libertad de crítica revive<br />
el fantasma de Stalin. En 1961 por la libertad de prensa. En 1971 por el encarcelamiento<br />
del poeta Heberto Padilla, en 1989 por el fusilamiento del general Arnoldo<br />
Ochoa y ahora por más fusilamientos y penas de cárcel a periodistas. Castro<br />
y la Revolución Cubana no han podido resolver uno de los conflictos originales<br />
del socialismo: la libertad para pensar, decir, escribir dentro de un proceso revolucionario<br />
aislado y sin capacidad para convivir con la crítica. En medio de una<br />
situación de crisis profundizada, Cuba ha aumentado las exigencias de disciplina,<br />
control y autoritarismo, pero a costa de la represión a intelectuales, periodistas o<br />
simples disidentes.<br />
III<br />
De todas las experiencias revolucionarias del Siglo XX, sólo la cubana despertó<br />
tantos entusiasmos entre los intelectuales. Y ahí nació la primera polémica: ¿Cuba<br />
provocó el llamado boom de escritores latinoamericanos en el mundo en los sesenta<br />
o los escritores latinoamericanos jalaron la atención mundial hacia Cuba? Esta primera<br />
polémica sigue sin ser resuelta. Y fue puesta en la mesa de debates por el escritor<br />
colombiano Oscar Collazos en un texto publicado en la revista Marcha de Uruguay<br />
—de don Carlos Quijano— en septiembre de 1969, a propósito de las novelas<br />
62, modelo para armar de Julio Cortázar, de Cambio de piel de Carlos Fuentes y de<br />
unas declaraciones de Mario Vargas Llosa sobre el acto creador como independiente<br />
de la realidad. El texto de Collazos provocó la respuesta de Cortázar “<strong>Literatura</strong> en<br />
la revolución y revolución en la literatura”, sin duda el texto más reflexivo sobre la<br />
autonomía entre creación y realidad pero sin demeritar a ninguna de las dos.<br />
La tesis de Collazos retomaba la polémica abierta por la Revolución Cubana<br />
en 1961 a propósito de la crítica como la función esencial del escritor y del intelectual:<br />
el papel de Castro como el eje —y límite— de los espacios de libertad.<br />
Collazos lo escribió así: “pienso cómo en los discursos de Fidel Castro se traduce