Literatura
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Oscar Collazos criticaba Rayuela y sobre todo uno de sus desprendimientos más<br />
lúcidos y propositivos del estilo revolucionariamente literario de Cortázar: 62,<br />
modelo para armar, un texto de 1968 que era una continuación oblicua justamente<br />
del capítulo 62 de Rayuela. Presionado por las circunstancias, Cortázar no<br />
se desvió del su camino experimental pero publicó en 1973 una novela sobre la<br />
guerrilla titulada Libro de Manuel. Los más fieles cortazarianos la consideraron<br />
una novela fallida, escrita casi a pedido de las circunstancias, como una forma<br />
de probar que la literatura fantástica —un género en el que encasillaron erróneamente<br />
a Cortázar— podría también vincularse a la realidad. Casi paralelamente<br />
apareció en 1975 la novela El otoño del patriarca de García Márquez como una<br />
forma de ajustarse a la lógica contenidista y predeterninada de Castro. Las dos,<br />
por cierto, fueron criticadas justamente por su orientación y falta de libertad al<br />
escribir, además de ser una larga lista de metáforas sin sentimiento.<br />
A diferencia del Fuentes que permaneció al margen, del García Márquez que<br />
se hizo amigo incondicional de Castro y del Vargas Llosa que rompió de tajo con<br />
la Revolución Cubana, Cortázar fue el escritor latinoamericano que más sufrió el<br />
problema de la creación y la realidad. En su respuesta a Collazos, por ejemplo,<br />
Cortázar no pudo ocultar su sentimiento de decepción por la incomprensión hacia la<br />
literatura que se escribía en una determinada realidad pero que no la incluía por definición.<br />
Inclusive, Cortázar llegó a polemizar alrededor de su cuento El perseguidor<br />
al calificarlo él mismo como el más político de todos —aun más que Reunión, una<br />
anécdota que gira en torno a la guerrilla cubana en Sierra Maestra y al Che Guevara—,<br />
aunque su tema fuera una reproducción del jazzista Charlie Parker. Después<br />
del experimento fallido de Libro de Manuel, Cortázar se alejó de la literatura de<br />
contenido pero se convirtió en un apoyador de movimientos revolucionarios, sobre<br />
todo de Nicaragua, pero con declaraciones y textos periodísticos.<br />
El esfuerzo analítico de Cortázar no fue comprendido por la burocracia intelectual<br />
de La Habana. En su respuesta a Collazos, Cortázar abrió un tercer camino<br />
—ni en contra ni a favor de la Revolución, sino un camino propio— para la<br />
literatura frente a la realidad: “ocurre que un cuentista o un novelista no lo es por<br />
crítico (a la realidad) sino por creador; si su capacidad crítica la comparte con el<br />
político, el dirigente e incluso con cualquier ciudadano consiente y responsable,<br />
la función creadora en el plano narrativo le es propia y privativa, es eso que hace<br />
de él un novelista, un poeta o un dramaturgo”. “¿Olvido la realidad? De ninguna<br />
manera: mis cuentos no solamente no la olvidan sino que la atacan por todos los<br />
flancos posibles, buscándole las venas más secretas y más ricas. ¿Desprecio de<br />
toda referencia concreta? Ningún desprecio, pero sí selección, es decir, elección<br />
de terrenos donde narrar sea como hacer el amor para que el goce cree la vida”.<br />
En su debate, Collazos había exaltado la novela Los hombres de a caballo<br />
del argentino David Viñas, que había recibido el premio Casa de las Américas en<br />
1967 y en cuyo jurado había estado precisamente Julio Cortázar. A partir de ahí,<br />
Cortázar reconoció el valor de las obras que recogen una realidad muy precisa y<br />
en situación revolucionaria, pero no dejó de insistir en el hecho de que las propuestas<br />
de estilo también ayudaban a modificar la realidad. “Una literatura que<br />
busca internase en territorios nuevos y por ello más fecundos, no puede acanto-<br />
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