Literatura
pdfresizercom_2016_08_13_19_46
pdfresizercom_2016_08_13_19_46
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
34<br />
mundo”, de los que ven problemas en Cuba cuando se trata de “dos o tres ovejas<br />
descarriadas”, los intelectuales que “no tienen derecho de seguir sembrando el<br />
veneno y la insidia dentro de las Revolución, los que “no ven que los problemas<br />
reales de Cuba son los de un país amenazado por el bloqueo, por las armas de todo<br />
tipo, hasta bacteriológicas”. Dogmático, Castró sacó la Revolución Cubana del<br />
debate y dijo que el socialismo “no puede servir de pretexto a los semi izquierdistas<br />
descarados que pretenden ganar laureles en París, Londres, Roma”. Acusó<br />
a los intelectuales que “en vez de estar en las trincheras del combate, viven en los<br />
salones burgueses a diez mil millas de los problemas, usufructuando un poquito<br />
las platas que ganaron cuando pudieron ganar algo”. Se refirió a “estos señores<br />
intelectuales burgueses y liberalistas burgueses y agentes de la CIA ya no vendrán<br />
a hacer el papel de jueces de concursos, ya no tendrán entrada a Cuba. Cerrada la<br />
entrada indefinidamente, por tiempo indefinido, y por tiempo infinito”.<br />
Para Castro, la función del intelectual y del escritor era la de producir obras<br />
para apoyar al proceso revolucionario. “Es ilógico que falten libros de formación<br />
infantil mientras la minoría privilegiada continúa escribiendo cuestiones de las<br />
que no deriva ninguna utilidad, que son expresiones de decadencia”. Para Castro,<br />
los intelectuales se consideraban “un grupito que ha monopolizado el título de<br />
trabajador intelectual”. “Esos intelectuales aquí han estado recibiendo premios<br />
señorones escritores de basura”. La tesis no pudo dejar de emitirse: “nosotros,<br />
en un proceso revolucionario, valoramos las actividades culturales y artísticas en<br />
función del valor que le entreguen al pueblo, de lo que aporten a la felicidad<br />
del pueblo. Nuestra valoración es política”.<br />
Los desplegados de los intelectuales en realidad no le preocupaban a Castro.<br />
Se lo dijo a Edwards en su conversación de marzo de 1971: “ya sabemos que<br />
ahora se ha puesto de moda en Europa atacarnos entre los que se llaman intelectuales<br />
de izquierda. ¡Eso no nos importa! ¡Esos ataques nos tienen absolutamente<br />
sin cuidado!” El caso Padilla de 1971 había llevado a Cuba al endurecimiento<br />
político, ideológico y cultural y muchos intelectuales solidarios con el proceso revolucionario<br />
estaban siendo dejados a la vera del camino. La Revolución Cubana<br />
no admitía sino lealtades a ciegas, acríticas.<br />
El enfriamiento sentimental de la izquierda hacia Cuba dejó aislado a Castro.<br />
Paz rompió definitivamente con el autoritarismo cubano. Carlos Fuentes mantuvo<br />
la distancia crítica. Regis Debray se desencantó de la vía armada y luego corrigió<br />
su ensayo Revolución en la Revolución con dos libros sobre el fin de la vía armada<br />
y terminó su ruptura en Alabados sean nuestros señores. García Márquez prefirió<br />
la amistad con Castro y ayudar a salir de Cuba a escritores malditos. Semprún,<br />
también jurado del premio Casa de las Américas, luchó contra el autoritarismo<br />
del comunismo español y fue echado junto con Claudín, como lo narra en su libro<br />
Autobiografía de Federico Sánchez. Cortázar siguió fiel pero siempre mal comprendido<br />
y sufrió mucho las críticas cubanas hacia su literatura fantástica, aunque<br />
se alejó sentimentalmente de Cuba y prefirió el sandinismo de Nicaragua, aunque<br />
no pudo ver su decadencia también autoritaria y corrupta. De todos ellos, Vargas<br />
Llosa fue no sólo el más coherente sino el más lúcido en sus argumentaciones en<br />
contra del autoritarismo de Castro y de la Revolución Cubana.