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Literatura

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de los errores, de las monstruosidades y los crímenes, los evidentes privilegios<br />

del campo socialista y condenar con tanto más vigor la política que pone esos<br />

privilegios en peligro”, escribió Sartre.<br />

Pero la izquierda socialista y sus intelectuales acompañantes tenían más motivos<br />

de alejamiento que de alianza. El primer gran tropiezo de los intelectuales fue<br />

su incomprensión y crítica al pacto de Stalin con Hitler en 19.., sobre todo porque<br />

se veía venir el holocausto nazi. La crítica a Stalin bordaba sobre el oportunismo,<br />

aunque la justificación implicaba ganar tiempo. Al final, Hitler rompió con Stalin<br />

y lanzó la invasión sobre la Unión Soviética. Pero a la fecha cierta izquierda intelectual<br />

no le perdona a Stalin su pacto con Hitler. Y luego vinieron las invasiones<br />

a Hungría y Checoslovaquia para romper con tanques las experiencias democratizadoras<br />

del socialismo. La invasión de tanques rusos a Praga en 1968 —acción<br />

que, por cierto, fue avalada por Castro y con ello provocó mayores críticas de la<br />

izquierda democrática— terminó de detonar la ruptura entre los gobiernos socialistas<br />

autoritarios con intelectuales proclives al socialismo democrático.<br />

Si bien el pacto y Hungría y Checoslovaquia estaban lejos de América Latina,<br />

el punto de disputa con los intelectuales latinoamericanos ocurrió al calor<br />

de la libertad de expresión de los creadores. El caso Padilla de 1968 cuando el<br />

poeta recibió el premio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba por su libro<br />

de poemas Fuera del juego hasta su carta de autoconfesión de 1971 y el debate<br />

Collazos-Cortázar-Vargas Llosa había tenido un incidente anterior que marcó las<br />

primeras rupturas dentro de la Revolución Cubana pero sin afectar la relación con<br />

escritores no cubanos: en 1961 ocurrió el primer choque de Castro con la libertad<br />

de creación de los intelectuales. El centro de la polémica fue Guillermo Cabrera<br />

Infante, un escritor que había colaborado activamente con la guerrilla y que había<br />

publicado en 1960 el mejor libro de historias y cuentos sobre la gesta revolucionaria<br />

Así en la paz como en la guerra.<br />

Al triunfo de la Revolución Cubana, Cabrera Infante fue designado director de<br />

un suplemento cultural Lunes de Revolución y de Ediciones R(evolución). Pero<br />

a mediados de 1961, menos de dos y medio años de gobierno revolucionario,<br />

ocurrió el primer gran enfrentamiento entre la libertad de creación y los dogmas<br />

revolucionarios. Ese 1961 fue de definiciones: fracasó el intento de invasión patrocinado<br />

por Estados Unidos, Castro declaró la tendencia marxista-leninista de la<br />

Revolución y los intelectuales fueron condicionados a sumarse a las tareas de la<br />

Revolución, preparó la alineación a la URSS y la crisis de los misiles de octubre<br />

de 1962 y arribó en 1964 a la magnificación del autoritarismo con la creación en<br />

la provincia de Camagüey de los primeros campos de trabajos forzados (Unidades<br />

Militares de Apoyo a la Producción) para los disidentes y minorías sexuales. En<br />

ese 1961 Castro se puso por encima de los intelectuales.<br />

El motivo fue la exhibición del documental P.M. que contaba la vida nocturna<br />

en La Habana, producido por un hermano de Guillermo Cabrera Infante. El suplemento<br />

Lunes de Revolución, dirigido por el propio Guillermo, abrió un debate<br />

“para esclarecer la cuestión” de la libertad de creación intelectual. El gobierno de<br />

Castro le entró al tema y organizó, durante los sábados 16, 23 y 30 de junio, reuniones<br />

en la Biblioteca Nacional a las que asistió Castro acompañado de los uni-<br />

19

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