Literatura
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IV<br />
18<br />
De 1960 al 2003 han pasado más de 40 años de conflictos entre Fidel Castro y<br />
la Revolución Cubana con los intelectuales. En el jurado de novela de 1960, por<br />
ejemplo, estuvo Carlos Fuentes; en el 2003, Fuentes decidió romper públicamente<br />
con Castro. En ese año de 1960 fue jurado de poesía Virgilio Piñera, quien años<br />
después sería humillado por la homofobia del castrismo debido a su debilidad<br />
homosexual. En los jurados de 1960 a 1968 llegaron a participar Fuentes, Cabrera<br />
Infante, Juan Goytisolo, Julio Cortázar, José Lezama Lima, Jorge Edwards y Jorge<br />
Semprún, todos ellos luego críticos del autoritarismo de Castro.<br />
El centro de la polémica no fue si el boom de los escritores latinoamericanos<br />
se había debido a la Revolución Cubana y por tanto le debían lealtad, sino el<br />
conflicto original del socialismo entre libertad de creación y dependencia hacia<br />
la doctrina socialista. El tema, en los sesenta, no era nuevo. Había estallado en la<br />
URSS hacia 1950 con los primeros testimonios sobre la falta de libertad de creación<br />
en todo el campo socialista soviético. Justamente en 1950 Octavio Paz había<br />
comenzado su viaje de distanciamiento del socialismo autoritario que lo llevaría<br />
en los setenta y sobre todo en los ochenta al nivel de Diablo. Paz criticaba la existencia<br />
de prisiones políticas y un año después publicaría un texto al respecto en la<br />
revista Sur de Buenos Aires.<br />
El problema de fondo no afectaba a los escritores en particular. Más bien se<br />
había hecho sensible en el nivel de los creadores. Stalin había impuesto la obligación<br />
de darle “contenido” socialista a toda obra creativa, algo que en México<br />
había ocurrido con la pintura mural que debía de tener por obligación un apoyo al<br />
socialismo. Paz se metió a fondo en el caso de los campos soviéticos, pero en México<br />
pasó casi desapercibida la polémica en torno a la novela Los días terrenales<br />
de José Revueltas, circulada en 1949 pero sometida a una severa crítica estalinista<br />
que lo llevó a retirarla de la circulación. El contenido de esa novela dibujaba de<br />
manera pesimista a los personajes de la lucha socialista. Uno de los críticos más<br />
severos de Revueltas fue Enrique Ramírez y Ramírez, entonces en los cuadros ortodoxos<br />
del Partido Comunista Mexicano y posteriormente una importante pieza<br />
del priísmo progresista. El eje del debate giraba en torno a la obligación de los<br />
creadores de dibujar el socialismo con optimismo.<br />
Contenido y libertad refería el primer choque entre creadores y funcionarios<br />
revolucionarios. En ese camino hubo un incidente que debió de haber profundizado<br />
la polémica pero que se dejó pasar por la comunidad intelectual: el reforzamiento<br />
del socialismo soviético en el Medio Oriente con el ascenso de Nasser<br />
en Egipto y la nacionalización del Canal de Suez en 1956 y el aplastamiento<br />
de la experiencia de socialismo democrático en Hungría por parte de tanques<br />
soviéticos, lo que se repetiría doce años después en Checoslovaquia. El único<br />
que le entró al asunto fue Jean Paul Sartre con su texto poco leído y menos<br />
analizado El fantasma de Stalin. La tesis de Sartre serviría para fijar criterios de<br />
largo plazo: ejercer la crítica contra los excesos autoritarios del socialismo pero<br />
con el sentido de buscar evitarlos. “Para conservar la esperanza (en el socialismo)<br />
hay que hacer, precisamente, lo contrario (a ocultarlos): reconocer, a través