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Literatura

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despedida que narra en su libro. Pero nada hizo dar marcha atrás a las ruedas<br />

del molino del socialismo cubano. Padilla se quedó en la cárcel, fue obligado<br />

a delatar a amigos escritores que conspiraban —en el lenguaje de las autoridades<br />

cubana— contra la Revolución. Luego fue despedido de sus trabajos y<br />

enviado a hacer traducciones. Enfermo, tuvo que recluirse mucho tiempo. En<br />

1980, por una campaña internacional, salió de La Habana exiliado rumbo a<br />

Estados Unidos.<br />

Pero el desgarramiento interno de Padilla no fue comprendido por la Revolución.<br />

Días antes de su arresto, Padilla fue entrevistado por Cristián Huneeus y<br />

ahí habló de sus contradicciones internas. Contó que los escritores latinoamericanos<br />

que vivían en regímenes no socialistas hablaban del socialismo como de<br />

una esperanza. “Los latinoamericanos viven todavía una fase épica en su literatura,<br />

es decir, que el socialismo es para ellos un propósito a cumplir, pero que en<br />

modo alguno exigiría una reflexión sobre su práctica, sobre su existencia. Pero<br />

nosotros, a 13 ó 10 años, de haberse creado en Cuba una sociedad socialista, no<br />

podemos escribir ya en la misma forma. A tal punto la experiencia histórica nos<br />

ha marcado”.<br />

La aprehensión de Padilla detonó un escándalo cultural internacional. Si el<br />

argumento de las autoridades cubana insistió en el hecho de que Padilla realizaba<br />

actividades personales contrarrevolucionarias —que en realidad eran de crítica al<br />

sistema socialista—, los intelectuales llevaron el asunto al tema de la libertad de<br />

creación. Una carta apareció en el diario Le Monde de Francia firmada por Jean<br />

Paul Sartre, Somine de Beuavoir, Susan Sontag, Julio Cortázar, Mario Vargas<br />

Llosa, Juan Goytisolo. Después, en 1972, Cortázar trataría de matizar su adhesión<br />

en contra del encarcelamiento de Padilla en una carta enviada a Haydée Santamaría,<br />

directora de la Casa de las América, acreditando la dureza de la misiva<br />

de los 50 intelectuales a la ausencia de información. Pero ocurrió que nadie en<br />

Cuba se atrevió a dar más información que la policía. Y luego Santamaría acusó a<br />

Vargas Llosa de “escritor colonizado, despreciador de nuestros pueblos, vanidoso,<br />

confiado en que escribir bien no sólo hace perdonar actuar mal, sino que permite<br />

enjuiciar a todo un proceso grandioso como la Revolución Cubana. Que a pesar<br />

de sus errores humanos, es el más gigantesco esfuerzo hecho hasta el presente<br />

por instaurar en nuestras tierras un régimen de justicia”. Años después Haydée<br />

Santamaría se suicidaría decepcionada por el socialismo cubano.<br />

La carta de autocrítica de Padilla no causó gran conmoción porque todos vieron<br />

detrás la mano autoritaria del régimen cubano. Inusitadamente, Padilla elogiaba<br />

a los organismos de seguridad de Cuba y a sus anteriores enemigos literarios,<br />

censuró a sus amigos y hasta a su propia esposa y a los intelectuales que lo<br />

defendieron. No era el Padilla que conocía, el Padilla que había polemizado en<br />

1968 con Lisandro Otero y a propósito del cual había escrito padilla: “ciertos marxistas<br />

religiosos asegurar por ahí que el revolucionario verdadero es el que más<br />

humillaciones soporta; no el más disciplinado, sino el más obediente; no el más<br />

digno, sino el más manso. Allá ellos. Yo admiraré siempre al revolucionario que<br />

no acepta humillaciones de nadie, y menos a nombre de la revolución que rechaza<br />

tales procedimientos”.

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