Literatura
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—Nos encontramos aquí —responde José Andreu— ante una contradicción:<br />
la contradicción entre las reflexiones que preceden a una acción y esta acción<br />
misma. Esta contradicción es inevitable. Por lo tanto, nunca se puede saber con<br />
exactitud en qué punto es preciso interrumpir las reflexiones e iniciar la acción.<br />
En escenarios similares, las conductas intelectuales cambian. El Enzensberger<br />
de los interrogatorios de 1961 justificaba los juicios políticos en la dialéctica revolución-contrarrevolución;<br />
el Enzensberger del 2003, en una situación borgiana<br />
tipo Pierre Menard, autor del Quijote, reescribe la historia pero condenando<br />
al jefe revolucionario. El intelectual del 2003 como crítico ante el poder fue el<br />
intelectual del poder en 1961.<br />
Los intelectuales, pues, inventaron a Fidel Castro y ahora no saben cómo<br />
desarmarlo. “Abajo firmante” de cartas públicas contra Fidel Castro por los fusilamientos<br />
y encarcelamientos de 2003, el escritor uruguayo Eduardo Galeano<br />
decidió cortar el cordón umbilical con el castrismo. Pero es el Galeano que le dio<br />
la coartada ideológica al castrismo como movimiento revolucionario nacionalista<br />
en los sesenta con su ensayo Las venas abiertas de América Latina, un estudio<br />
de la explotación imperialista. Hoy Galeano decide separarse de Castro, de Cuba<br />
y de la línea autoritaria de la revolución cubana. “Cuba duele”, escribió a raíz de<br />
los fusilamientos y encarcelamientos del 2003.<br />
Pero Galeano fue otro de los promotores o inventores de la leyenda de Castro<br />
y la revolución cubana. En 1964, estallada la crisis de 1961 con Lunes en Revolución,<br />
el escritor Galeano le cantaba a Cuba con sentimiento, como recuerda en<br />
la recopilación de textos en su libro Nosotros decimos no. “Bien se puede afirmar,<br />
Cuba, que una revolución como la tuya nace vacunada contra el sectarismo y el<br />
dogmatismo”. Era un canto al idealismo de la revolución cubana. Y a Fidel: “yo<br />
hubiera querido estar en ti, Cuba, para el 26, en los carnavales de Santiago. Sin<br />
sombra de duda, me hubiera gustado compartir la euforia del cumpleaños de la<br />
revolución, sentir al pueblo dialogando con Fidel en la plaza, desde un océano<br />
de sombreros de yatey y machetes; bailar contigo en las calles; beber, contigo,<br />
guarapo y cerveza”.<br />
Y en un texto fechado en 1988-89, ya enmohecida de autoritarismo la revolución,<br />
Galeano seguía apuntalando la Cuba de Castro. Comenzó Galeano su texto<br />
“Cuba, 30 años después, una obra de este mundo”, con una frase de Bolívar:<br />
“saben elogiarme pero no saben defenderme”. Galeano siguió: “a Cuba le ocurre,<br />
sospecho, algo parecido”. Y Galeano se largó una defensa de Cuba: “los enemigos<br />
de la revolución cubana, que tanto dinero tienen y tanto poder, le faltan el respeto<br />
confundiéndola con el Infierno”. No hay campos de concentración, escribió,<br />
“cualquiera que no tenga telarañas en los ojos puede ver que la gente se expresa a<br />
pleno pulmón”, aunque reconoce que no es el “reino de la perfecta felicidad”: en<br />
Cuba “encuentran tiendas vacías, teléfonos imposibles, transportes pésimos, una<br />
prensa que a veces parece de otro planeta y una burocracia que para cada solución<br />
tiene un problema”.<br />
La Cuba de Galeano era contradictoria, sin libertad, pero sin descalzos, sin<br />
analfabetas, sin hambrientos de los que sobran en América Latina, solidaria<br />
con las luchas revolucionarias del tercer mundo. “En estos 30 años Cuba ha