Quid Numero 71
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
pubertad, y acababa tan rápido como había llegado, por lo<br />
general poco después de los treinta años, en el umbral de<br />
una vejez precoz a la que precedía una vida expuesta a las<br />
enfermedades y la muerte.<br />
La ausencia de esta idea (o sentido) de juventud es explicada<br />
por Ariés en función de los mecanismos adoptados para<br />
transmitir la cultura. Las juventudes de la Edad Media y del<br />
Antiguo Régimen se formaban en la experiencia directa, en<br />
el contacto constante con los adultos en el campo, el taller, la<br />
corte. Podríamos decir, en la continuidad de la experiencia.<br />
En este sentido, el fenómeno que daría nacimiento a la<br />
juventud tal cual la conocemos hoy sería, para Ariés, la<br />
escolarización progresiva de la educación (iniciada en los siglos<br />
XV y XVI). La escuela, continuada y sin interrupciones,<br />
con una formación según la edad, fue separando progresivamente<br />
a los niños y jóvenes del resto de la población,<br />
apartándolos de los adultos, durante el tiempo que durara la<br />
escolaridad. Por supuesto que en ello también intervienen<br />
cuestiones que hacen a la clase y si los sujetos pertenecen al<br />
ámbito urbano o rural.<br />
Un segundo factor que permitiría explicar el surgimiento de<br />
la juventud como categoría de edad sería el de la también<br />
progresiva distinción entre el ámbito público y el ámbito<br />
privado y, junto con ello, la separación de la familia del resto<br />
de la sociedad.<br />
Por último, otro elemento que acompaña y complementa<br />
los dos anteriores es el surgimiento de una sensación que se<br />
corresponde con el de “adolescencia”. Esto es, la aparición<br />
de un conjunto de representaciones, sentidos y prácticas que<br />
permiten pensar a un sector de la sociedad como algo distinto<br />
y social así como culturalmente privilegiado. Ariés demostró,<br />
de este modo, que la juventud, más (o antes) que una categoría<br />
etaria o un estado biológico, es un fenómeno histórico,<br />
social y cultural. Es decir, una construcción.<br />
Se tiende a pensar y concebir como naturales etapas como la<br />
infancia, la adolescencia y juventud, la adultez y la vejez; los<br />
vemos como períodos “fijos” en nuestro ciclo vital. Pero esto<br />
es así porque los sentidos que otorgamos a los diversos grupos<br />
etarios como sociedad y como cultura, producen aquellas<br />
condiciones simbólicas que nos dicen como “ser y estar” en<br />
cada una de ellas.<br />
Sin embargo, estas etapas o edades no constituyen estadios<br />
universales sino que deben ser interpretados como construcciones<br />
sociohistóricas. Y en tanto construcciones resultan, por<br />
consiguiente, susceptibles de transformación. Un ejemplo<br />
de ello es que hoy un hombre o una mujer de 30 años no<br />
representa lo mismo que un siglo atrás, donde se identificaba<br />
ya como a un adulto completamente formado. Y las fronteras<br />
(tomando en cuenta lógicamente las características sociales,<br />
culturales y económicas donde se ven planteadas) resultan<br />
cada vez más elásticas en cuanto a hábitos y prácticas de<br />
consumo. Demográficamente, si los estudios censuales de<br />
dos o tres décadas atrás consideraban joven a aquellos que<br />
no habían pasado los 24 años y como “adultos jóvenes” a los<br />
que tenían entre 25 y 29 años, se produjo un desfasaje en<br />
los estudios más recientes por el cual estos últimos han sido<br />
integrados a la categoría de “joven”.<br />
La juventud, entonces, no es algo en sí, sino un concepto que<br />
se construye en el seno de las sociedades y que –en la medida<br />
en que también estas se van transformando– va variando los<br />
modos de definirla y los sentidos que se le atribuyen.<br />
III<br />
Dato transversal y transparente: ningún animal es joven. Los<br />
grandes carnívoros mamíferos transitan abruptamente entre<br />
los juegos infantiles que los entrenan para la caza a la necesidad<br />
de cazar por sí mismos para no morirse de hambre.<br />
En la actualidad, sociedades enteras se organizan todavía bajo<br />
el principio del tránsito casi instantáneo entre niñez y edad<br />
adulta, debido a la extrema pobreza que obliga a los menores<br />
a hacerse cargo de sí mismos y de sus familias. La juventud,<br />
por definición, es la protección de una parte de la población<br />
de la urgente necesidad de la autosuficiencia. Allí donde hay<br />
púberes no están exentos de ganarse la vida por sí mismos, no<br />
es posible avizorar los encantos de la juventud. Y la paradoja<br />
indica que esta puede quedar reservada a los caprichos<br />
narcisistas de otros que, gracias al tiempo ocioso y la despreocupación<br />
por la subsistencia, son capaces de aferrarse a ella<br />
aunque quizás triplican en edad a los más necesitados.<br />
Hablar de juventud, entonces, estudiarla, aprehenderla, explicarla<br />
y comprenderla, implica que debemos reconstruir las<br />
maneras cambiantes en que esta ha sido definida y percibida<br />
a través de los tiempos. Significa, también, atender a cómo<br />
esta es vivida y sentida por quienes se consideran jóvenes, y<br />
cómo, a su vez, estos son interpelados en su condición de tal<br />
por otros (distintos grupos de edad, desde el Estado, desde<br />
las instituciones). Implica, por último, reconocer que los<br />
jóvenes son sujetos partícipes de un proceso que es esencial<br />
a toda sociedad, que consiste tanto en la reproducción de la<br />
misma como en su transformación.<br />
La juventud “no es más que una palabra”, sostuvo el sociólogo<br />
Pierre Bourdieu. Una palabra que se crea y construye<br />
como una representación ideológica de la manera en que<br />
la sociedad se divide en grupos, y sobre la que se generan<br />
disputas por instalar sus sentidos y sus límites. “Juventud<br />
divino tesoro que te vas para no volver”, sentenció Darío en<br />
su espíritu romántico y, por qué no, melancólico, cuando aún<br />
no estaban del todo claras las extensiones de sus fronteras.<br />
Para muchos, en cambio, ese divino tesoro hoy no se va, sino<br />
que vuelve constantemente metamorfoseado en una nueva<br />
juventud. Es un signo, pero al mismo tiempo mucho más que<br />
un signo. Es un abanico de conductas, acciones, sensaciones,<br />
de acuerdo a criterios de pertenencia sociocultural que van<br />
más allá de cualquier definición categórica. O como afirma<br />
el sociólogo Mario Margulis para desmentir a su colega<br />
francés, ser joven es “mucho más que una palabra”<br />
10