Quid Numero 71

Michael Joseph Jackson nació el 29 de agosto de 1958 en Indiana, Estados Unidos. Desde
muy chico mostró aptitud para la música y el baile. Existen numerosos registros audiovisuales
de la época, en uno de ellos, blanco y negro, filmado caseramente a fines de los años 60,
se lo ve bailando y cantando frente a la pantalla de un televisor en el que un James Brown
afiladísimo despliega su magia funk. El pequeño que mira la pantalla aún no es una estrella
internacional, solo imita a su ídolo como cualquier otro niño. Pero, con menos de 10 años, este
chico en particular ostenta la destreza y el encanto que no tienen otros. Parece increíble que
pueda controlar tantos factores performáticos al mismo tiempo. Estilizado y con la cara pura
y limpia de las cirugías y los problemas de la piel que la desvirtuarían con el correr del tiempo
hasta llegar a los monstruosos resultados del final, canta como un ángel y baila como solo pudo
hacerlo él. ¿Fue un autodidacta? No. En su casa la música y el baile lo eran todo o casi.
La familia Jackson arrastra espantosos rumores desde hace tiempo. A partir de la década del
90, se empezó a hablar de los presuntos abusos efectuados por Joseph Jackson, boxeador,
guitarrista y obrero en una empresa metalúrgica, a quien se presentó como un padre temible
y perverso. Pero ha resultado muy difícil separar la paja del trigo y es probable que la verdad
nunca llegue a saberse, porque las versiones son variopintas y confusas. Uno de los últimos en
especular en torno a este tema fue el, como mínimo, controvertido médico personal del Rey
del Pop, acusado de haberlo matado involuntariamente por mala praxis y condenado finalmente
a cuatro años de cárcel por homicidio culposo. Mientras esperaba su juicio, Conrad
Murray aseveró que el cantante le había confesado haber sido sometido sexualmente por su
padre quien, además, golpeaba a su madre y al resto de sus hermanos. Nada de eso fue del
todo confirmado por el resto de la familia ni por la justicia.
Antes, en 1991, el escritor Randy Taraborrelli decía, en su biografía no autorizada, Michael
Jackson: The Magic and the Madness, que el origen de las excentricidades del cantante se encontraba
en el odio y el despecho que sentía por su padre. También apuntaba que las numerosas
cirugías plásticas faciales buscaban eliminar cualquier parecido con los miembros de su familia.
Lo que está fuera de cualquier duda es el papel de mánager e impulsor que Joseph tuvo en los
comienzos de la carrera de su hijo, que empezó a ir al colegio casi al mismo tiempo de entrar
a Jackson Five. Combinando música y baile, la agrupación, que terminó dando suficiente dinero
como para que toda la familia se mudara a una enorme mansión, estaba conformada por
los cinco hijos mayores de Joseph y Katherine Jackson.
Michael no eludió hablar de su padre cuando ya se había consagrado internacionalmente. Su
visión fue más amable que la de su médico, pese a que evitó caer en idealizaciones: “Mi padre
ensayaba con un cinturón en la mano. No se podía estropear nada. Fue un genio para enseñarnos
puesta en escena, cómo trabajar una audiencia, anticipando lo que vas a hacer después.
Nos enseñó a no dejar ver nunca al público si estás sufriendo o si algo va mal. Era un hombre
asombroso para todo eso. He aprendido mucho de él”.
Antes de eso, en 1993, frente a la famosa entrevistadora Oprah Winfrey, durante un encuentro
que dio que hablar en todo el mundo, había sido más visceral en la descripción, diciendo:
“Mi padre se burlaba de mí y lo odiaba, me hacía llorar cada día. Era muy estricto, muy duro,
muy severo... Había veces en que venía a verme y yo me ponía enfermo, comenzaba a regurgitar”.
Ya era exitoso a sus 9 años y junto
a sus hermanos. Los Jackson Five,
ricos y famosos bajo la férrea
disciplina de Joseph Jackson. “Mi
padre se burlaba de mí y lo odiaba,
me hacía llorar cada día. Era muy
estricto, muy duro, muy severo...
Había veces en que venía a verme y
yo me ponía enfermo, comenzaba a
regurgitar”.
Una de sus incursiones en el cine,
en una versión moderna de El mago
de Oz, junto a Diana Ross, Nipsey
Ruswell y Ted Ross, dirigidos por
Sidney Lumet en 1978. “Lo que más
me gusta de actuar es que la gente
se siente feliz. Hacer sonreír a una
persona significa para mí más que
cualquier cosa. Cuando subo al
escenario, no sé qué pasa. Se siente
muy bien, es como el lugar más
seguro del planeta para mí. Me siento
en casa: es allí donde vivo, donde
nací, donde me siento seguro”.
Mostrándose ajeno a cualquier polémica, Joseph, en cambio, siempre habló de su hijo en el
mismo tono, incluso cuando ya llevaba cinco años muerto: “Era un chico valiente, el mejor
que te podías encontrar. Era bueno para mí y para todo el mundo. Aún es muy doloroso
hablar de él, pero intento mantener su legado. Michael es eterno y siempre viajo por todo el
planeta para seguir promocionándole”.
Según el famoso relacionista público inglés Max Clifford, que lo conoció cuando tenía 7
u 8 años, “lo que estaba claro para todos los que lo rodeaban es que a Michael Jackson nunca
se le permitió ser un niño, era un artista. Su padre manejaba el grupo con una disciplina muy
estricta y mucho control. Creo que eso explica por qué después, cuando se convirtió en una
súper estrella por sus propios medios, se dedicó a recrear la infancia que no había tenido.
Y eso originó muchos problemas. Al padre lo único que le importaba era el éxito y de hecho
tuvieron un éxito masivo. Durante esos años viajaron por el mundo, vendieron muchísimos
discos, pero nunca pudo hacer las cosas que hace un niño, ser un niño. Por eso se convirtió
en Peter Pan y recreó su infancia como adulto”.
A los 12 años, Michael ya era considerado un prodigio de la música y una luminaria del espectáculo
en los Estados Unidos. Los Jackson Five llegaron a vender más de cien millones de
copias (eran tan famosos como para que una cadena de televisión lanzara una serie de dibujos
animados protagonizada por ellos). Varios de sus miembros siguieron carreras en solitario,
pero fue solo Michael el que logró posicionarse como uno de los músicos más importantes
de la historia del pop.
En 1978, probó suerte en el cine. Se trataba de una remake de El Mago de Oz, que dirigió
Sindney Lumet, en la que Jackson interpretó al espantapájaros y Diana Ross, a Dorothy.
Resultó un desastre para la crítica y el público y truncó la incipiente carrera cinematográfica
de la estrella del pop, quien luego protagonizó sus famosos videoclips con mucha más eficacia.
Aunque había grabado discos en solitario antes, su trayectoria como solista comenzó en 1979
con Off The Wall, un disco en el que están muy presentes sus raíces negras y que atesora varios
éxitos como “Don’t Stop Till You Get Enough”, “Rock With You”, “She’s Out Of My Life”
o “Workin’ Day And Night”, que aún siguen sonando con la misma magia que en su estreno.
Pero fue con el renombrado Thriller, en 1982, el disco más vendido de la historia, con el que
alcanzó la fama mundial.
Dos años antes de morir, recordó en detalle ese momento crucial de su vida en una entrevista
hecha por la revista Ebony: “Motown estaba pensando en hacer una película llamada The Wiz,
y Quincy Jones resultó ser el hombre que estaba haciendo la música. Yo había oído hablar
de Quincy antes. Cuando estaba en Indiana, siendo niño, mi padre solía comprar discos de
jazz, así que lo conocía como un músico de jazz. Después de haber hecho esta película, nos
acercamos bastante, me ayudó a entender ciertas palabras, era realmente como un padre.
Lo llamé con gran dificultad porque soy una persona tímida y en aquel entonces lo era aún
más: ni siquiera podía mirar a la gente cuando me hablaba, y le dije: ‘Estoy listo para hacer
un álbum. ¿Cree usted que podría recomendar a alguien interesado en producirlo conmigo
o trabajar conmigo?’. Hizo una pausa y dijo: ‘¿Por qué no me dejas hacerlo?’. Me dije a mí
mismo: ‘No sé por qué no había pensado en eso’. Probablemente, porque pensaba que él era
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