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Memoria Natalia

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energía en la literatura ecológica (Margalef 1957). La información contenida en un ecosistema (por ejemplo,<br />

el ADN de las especies presentes), permite o no la ocurrencia de ciertos procesos, determinando el funcionamiento<br />

y la estructura de los ecosistemas. Por ejemplo, la presencia de leguminosas en un ecosistema y sus<br />

simbiontes, permite la fijación biológica de N atmosférico, proceso que no ocurriría en ausencia de esta “información”.<br />

La fijación biológica de N atmosférico determina fuertemente la disponibilidad de N y por ende<br />

la productividad primaria y el desarrollo de un ecosistema. De esta manera tanto el ciclo de la materia como<br />

el flujo de la energía están fuertemente determinados por la información que contiene el ecosistema. El<br />

hombre ha modificado fuertemente la información de los ecosistemas convirtiéndolos en agroecosistemas,<br />

ya sea mediante la remoción de información (por ejemplo, de ciertas especies) o la incorporación de otras<br />

(por ejemplo, cultivos o ganado). La remoción o el agregado de información no siempre se realiza de forma<br />

consciente por el hombre, como por ejemplo la introducción de malezas y sus resistencias a herbicidas o la<br />

extinción de poblaciones de enemigos naturales. Esto ocurre, nuevamente, por la falta de una visión ecosistémica,<br />

provocando muchas veces el disfuncionamiento de los agroecosistemas y finalmente su deterioro.<br />

Tradicionalmente, el deterioro de los agroecosistemas fue remediado mediante el agregado de subsidios de<br />

energía (insumos como fertilizantes, riego, agroquímicos, etc) muchas veces utilizando un enfoque a escala<br />

de cultivo o planta, es decir, considerando los requerimientos y las respuestas solamente de los cultivos o rodeos,<br />

como fue fomentado por la revolución verde. Este enfoque, requiere de aumentar exponencialmente<br />

el uso de insumos y subsidios de energía para mantener la producción y además genera problemas de contaminación<br />

en los lugares donde la materia se acumula (por ejemplo, la lixiviación de N y P y la consecuente<br />

eutrofización de los cuerpos de agua)(Nixon et al. 1996). Por esto el manejo de los establecimientos agropecuarios<br />

debe ser pensado a escala de ecosistema y paisaje, y no solamente según la demanda y respuesta<br />

de un cultivo o un rodeo animal, como se realiza actualmente. En un enfoque a escala de ecosistema nos<br />

podríamos preguntar por ejemplo sobre la nutrición de los cultivos: ¿Cuanta materia orgánica del suelo es<br />

necesaria para “alimentar” al cultivo propuesto y su nivel de rendimiento? Este enfoque cambia radicalmente<br />

el eje de análisis, ya que apunta a estrategias de manejo de largo plazo orientadas a nutrir el suelo y alcanzar<br />

los niveles de materia orgánica deseados, en vez de nutrir solamente al cultivo con las estrategias tradicionales<br />

de fertilización actual. Este enfoque representaría además ventajas en términos de otros aspectos del<br />

ecosistema (compactación, retención de agua en el suelo, control de malezas, etc.). La mayoría de los aspectos<br />

del manejo de los agroecosistemas deberían ser considerados a esta escala y no solo a escala de cultivo<br />

o planta (i.e.: manejo de plagas y enfermedades) (Piñeiro et al. 2014).<br />

La intensificación, en términos de dos o más cultivos al año, podría ser un intento de lograr capturar mayor<br />

energía en el ecosistema y mejorar su distribución entre la comunidad que lo compone, evitando el agregado<br />

otros subsidios energéticos. En general, la realización de un cultivo al año conduce a que una gran<br />

parte del año no se intercepta energía en el ecosistema (ver soja y maíz en Figura 1). En comparación con<br />

cultivos perennes, los cultivos anuales presentan mayores picos de intercepción de energía, pero menores<br />

intercepciones totales de energía a escala anual, salvo cuando se realizan dobles cultivos como el trigo-soja<br />

(Figura 3). A pesar de ello, hasta hace poco una parte importante del área agrícola uruguaya presentaba solo<br />

un cultivo al año. Es necesario agregar nuevos cultivos en las rotaciones para intentar capturar energía y<br />

nutrientes todo el año, evitando sus pérdidas (Piñeiro et al. 2014). La energía capturada podrá ser empleada<br />

en funciones vitales del ecosistema (por ejemplo, mantener la vida en el suelo, fijar nitrógeno atmosférico, o

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