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Lanzó todas sus falanges en contra del ejército enemigo, logrando<br />
crear pánico en las tropas persas<br />
Gran parte de los soldados se dieron a la fuga, perseguidas y diezmadas<br />
por los griegos, tal como se debe en momentos vitales como ése<br />
Artafernes, porfiado hasta la tozudez, creyó que no todo estaba perdido,<br />
que había lugar para igualar un tanto las cosas<br />
Imaginó que, si todo el ejército griego estaba en el campo de batalla,<br />
Atenas tendría que encontrarse indefensa<br />
En consecuencia, ordenó una gira hacia la ciudad y encontrar la ocasión<br />
para dar rienda suelta a su vocación de verdugo.<br />
La Maratón Original<br />
Pero Milcíades no era algún improvisado y envió a Filípides para que<br />
corriera a la ciudad e insuflara moral a los atenienses<br />
Lo haría, anunciándoles el gran triunfo logrado en la llanura de Maratón<br />
Al parecer, nunca sabremos por qué el bueno de Filípides, en vez de<br />
montar un caballo, decidió realizar una carrera olímpica<br />
Dio el mensaje, cayó muerto y, desde entonces las olimpiadas tuvieron<br />
su marcha de largo aliento<br />
Milcíades llegó y Artafernes, que tampoco era un amateur en eso de<br />
calcular los riesgos de un saqueo, decidió irse por donde había venido<br />
Milcíades, con los vapores del triunfo en la cabeza, quiso mostrar que<br />
su capacidad de robo era expandible<br />
Para probarlo, atacó a los habitantes de la isla de Partos, la sitió y exigió<br />
un montón de dinero, en oro y joyas<br />
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