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LA LEY DEL SAQUEO

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Con el resultado ante sus narices, encuentran que tal vez habría sido<br />

mejor un Julio Cesar derrotado que uno triunfante<br />

El Senado convence al Cónsul Pompeyo para que ordenara la vuelta de<br />

Julio César, pero sin el ejército<br />

Julio César se da cuenta de que el Senado quiere anularlo, quizá ejecutarlo<br />

por haber llevado a término una guerra sin el permiso del Senado<br />

El Rubicón: Jacta alea est<br />

Julio César decide ir a Roma, pero no solo, sino con su ejército<br />

El pasaje que la historia pone de relieve es el que protagoniza Julio César<br />

al llegar a la orilla de río Rubicón:<br />

Si lo cruzaba con su ejército, el Senado Romano lo declararía traidor<br />

En el momento de vacilación entre cruzar o no el río, apareció, sentado<br />

al lado de él, un hombre que tocaba la flauta<br />

Los soldados acudieron a escucharle, con sus trompetas y en un acto,<br />

de esos que nadie puede explicar, César arrebata una de las trompetas<br />

Con ella se dirige a sus hombres: “Marchemos a donde nos llaman los<br />

signos de los dioses y la iniquidad de los enemigos”<br />

Es entonces que pronuncia la famosa sentencia que cambiaría la historia<br />

de Roma: Jacta alea est (La suerte está echada)<br />

Una vez en Roma, Julio Cesar responde a la espada con la espada, se<br />

apodera del ejército de Pompeyo, para guiarlos hacia España<br />

Allí habían encontrado refugio los cónsules del partido Pompeyano<br />

Antes de partir hizo saber que iba a combatir un ejército sin general<br />

para volver y combatir a un general sin ejército (en alusión a Pompeyo)<br />

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