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Memorias de la<br />

revolución sandinista<br />

WILLIAM GRIGSBY VERGARA


Contenido<br />

Introducción..................................................................... 5<br />

Capítulo I................................................................................. 6<br />

Capítulo II............................................................................... 31<br />

Capítulo III............................................................................... 54<br />

Capítulo IV................................................................................ 77<br />

Capítulo V.................................................................................101<br />

Capítulo VI...............................................................................123


Los jóvenes volverán a la calle a hacer historia.<br />

Fernando Cardenal SJ


Los siguientes artículos periodísticos constituyen una<br />

colección de textos dedicados a conservar la memoria histórica<br />

de la Revolución Popular Sandinista a partir de lo vivido en la<br />

década del 80 del siglo XX.<br />

Todos pertenecen a una serie de investigaciones publicadas por<br />

la Revista Envío de la Universidad Centroamericana (UCA)<br />

entre el año 2011 y 2013, y abordan temas que van desde la<br />

participación de jóvenes de diversas partes del mundo en el<br />

movimiento revolucionario nicaragüense, hasta la generación<br />

feminista que marcó el pensamiento de aquellos años, pasando<br />

por quienes fueron becados por la URSS y luego regresaron<br />

desencantados a su patria. Este compendio abarca, en total,<br />

seis artículos señeros, escritos desde la mirada de un joven de<br />

menos de 30 años, es decir, de un joven que nació en 1985,<br />

justo en la mitad del proceso revolucionario.<br />

A continuación, entonces, se presenta el resultado de la<br />

información procesada, las entrevistas y los encuentros con<br />

personajes anónimos (o no tan anónimos) que marcaron la<br />

historia reciente de Nicaragua.<br />

William Grigsby Vergara<br />

Managua,<br />

febrero, 2018


I<br />

MEMORIAS DE LA GENERACIÓN PERDIDA<br />

(2011)<br />

Estamos a las puertas del treintaidosavo aniversario de la<br />

Revolución Popular Sandinista que alguna vez inspiró a<br />

nuestros padres y los comprometió con una causa común,<br />

cuya bandera rojinegra representó la libertad, la solidaridad,<br />

la lucha por un país nuevo, por un pueblo empoderado<br />

que regó con sangre la vitalidad de sus campos, por<br />

una nueva generación de nicaragüenses que acabarían<br />

con una de las dictaduras más atroces del siglo pasado.<br />

Hoy, treinta y dos años después de aquella epopeya nicaragüense,<br />

reflexiono y me detengo a pensar en mi niñez, en los<br />

escasos, pero intensos recuerdos que preservo de los primeros<br />

cinco años de mi vida; y trato de aferrarme con los dientes de<br />

la memoria a cada instante que llenó mi infancia de vivencias<br />

memorables en los últimos cinco años del proyecto sandinista.<br />

Aún preservo con intacto pavor los vientos peligrosos del<br />

huracán Juana que sumió al país en inundaciones repentinas<br />

en el 88. Así también aquel bombazo inesperado sobre<br />

la tumba (Mausoleo) de Carlos Fonseca Amador, en la antigua<br />

plaza revolucionaria, donde el mártir de gafas gruesas<br />

está sepultado con una llama flameante en la cúspide.<br />

También conservo intacto el silbido metálico del “pájaro<br />

negro” que partía en dos el cielo nicaragüense para buscar<br />

las bases estratégicas que le sirvieran de apoyo logístico a la<br />

contrarrevolución financiada por Reagan. El temblor de las<br />

persianas, ese tric-trac-tric, me yace inamovible en el oído.<br />

6


No puedo olvidar el parque “Las piedrecitas”, cerca del Reparto<br />

Motastepe, donde mis hermanos y yo andábamos en<br />

bicicleta para recrear nuestra niñez, cuando era seguro andar<br />

en bicicleta, cuando los niños podíamos jugar en los parques<br />

sin que nos atacara un delincuente al otro lado de la esquina.<br />

Esos son, entre otros, algunos “flashbacks” e instantáneas<br />

de aquellos años tiernos y al mismo tiempo, difíciles,<br />

que viví mientras mis padres formaban parte del proyecto<br />

común que trajo al país a tantos internacionalistas y le<br />

dio la vuelta al mundo por su carácter único y entrañable.<br />

¿Pero qué fue de mi “generación perdida”, de esa generación<br />

hija de un proyecto inconcluso, de los demás jóvenes como<br />

yo que vivieron su infancia también en esa década histórica<br />

de alfabetizaciones, guerrillas y consignas populares?<br />

¿Qué recuerdan hoy, treinta y dos años después? ¿Cuáles<br />

fueron las ventajas y las desventajas de ser un niño o<br />

niña en esa época? ¿Cómo la definen? ¿A qué le temían?<br />

Para saberlo, me aventuré a buscarlos dentro y fuera de la<br />

ciudad, salté hacia atrás en el calendario de mi vida y los entrevisté<br />

para que iluminaran este artículo con los destellos de<br />

sus memorias, breves pero intensas, como las balas de un fusil.<br />

ADELAYDE, 32 AÑOS<br />

“Viví mi infancia en el barrio Altagracia, un barrio bastante<br />

popular y tradicionalista. Contrario a lo que mucha gente recuerda,<br />

en mi infancia sí hubo carencia en el sentido que no tuvimos<br />

un periodo de abundancia como si tuvimos en los 90s.<br />

Recuerdo que mis papas trabajaban duro, y a pesar de su<br />

trabajo muchas veces nos tocó hacer filas enormes para obtener<br />

el gas, el café y el jabón en la casa. Mi mamá nos levantaba<br />

tempranito a mis hermanos y a mí (a las 4 de la<br />

7


mañana) para hacer filas de 3 o 4 cuadras para abrir la jodida<br />

pulpería donde repartían el café, el gas y el jabón.<br />

Yo pertenecí a la ANS (Asociación de Niños Sandinistas). Teníamos<br />

nuestras pañoletas, nuestros broches y todos esos símbolos<br />

de la época. Entré a la ANS por obligación, no porque me<br />

preguntaran o me dieran otras opciones. La idea de los adultos<br />

era adoctrinar a los niños con una ideología de izquierda.<br />

También tuve los cuadernos que se llamaban “Carlitos”,<br />

lo recuerdo perfectamente porque todavía recuerdo que<br />

te educaban y te decían: “un fusil mas dos fusiles, ¡tres<br />

fusiles!” Y aparecía la imagen del fusil en el cuaderno.<br />

Nuestros juegos de pelota eran con un calcetín amarrado a una<br />

piedra y jugábamos mucho beisbol. Recuerdo el famoso “kit<br />

bol” a la patada que era como un béisbol, pero a la patada. Y<br />

el que tenía una pelota, mejor que la cuidara porque valía oro<br />

y no se compraban pelotas en tiendas de deporte como ahora.<br />

Cuando había una piñata en el barrio todos los cipotes te<br />

caían encima, aunque no te invitaran. Uno siempre iba entusiasmado.<br />

Había un espíritu nato de unidad. En esas piñatas<br />

se regalaba jabón, Ase, riales, los caramelos “Chipirul”<br />

con el icono de la abejita en el centro y demás cosas sencillas.<br />

Mi primera mochila impermeable que tuve fue un pedazo<br />

de paracaídas que se le jodió a mi papa. Se lo encontró<br />

en una bodega y luego se lo llevo a una costurera<br />

y la señora sacó dos mochilas de allí. Nosotras, mis<br />

hermanas y yo, nos sentíamos tuani con dos mochilas impermeables<br />

de paracaídas. Era la creatividad de la época.<br />

Nuestros programas favoritos eran: “El chocoyito chimbaron”,<br />

“El chavo del ocho” (¡un clásico!), todo refrito “Bugs Bunny”,<br />

“La vida es así”, “El osito micha”, “Marino boy”, “Candy”,<br />

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“Popeye el marino” y el inolvidable “Matatiru-tiru-la”.<br />

Si pudiera resumir la revolución, en una palabra, diría<br />

Sueño, un sueño inconcluso. Nosotros somos la generación<br />

de jóvenes resentidos porque no somos ni completamente<br />

revolucionarios, ni completamente apáticos<br />

como los jóvenes de ahora. Nosotros quedamos en<br />

el medio, entre la justicia y el hambre, en el Limbo”.<br />

MARTIN, 31 AÑOS<br />

“Nací en el 79, en el mero-mero año del triunfo y por eso tengo<br />

la edad de la revolución. Mi mamá dice que estaba embarazada<br />

cuando fue a la plaza a celebrar el triunfo. Luego<br />

se tuvo que salir ya que, en medio de la algarabía, la estaban<br />

aplastando, se sintió mal y yo de alguna manera me siento<br />

ligado a ese hecho histórico ya que estuve presente, aunque<br />

sea desde el vientre de mi madre, entre la celebración.<br />

Me gustaba la simplicidad de las cosas y todo el rollo<br />

de que los programas empezaban a las 3 de la tarde,<br />

es decir, teníamos una gran nostalgia por los muñequitos<br />

y éramos capaces de esperar largo rato por<br />

los programas de televisión que daban a cierta hora.<br />

Recuerdo también que no todo el mundo tenía televisión<br />

en los ochentas. Yo viví cerca del cerro Motastepe donde<br />

estaban las iniciales del FSLN que se alcanzaban a ver desde<br />

varios puntos de la capital. Mi infancia la viví por allí y<br />

no todos los vecinos tenían tv; entonces nosotros los invitábamos<br />

a ver tele por la tarde, era muy bonito todo eso.<br />

También estuve mucho tiempo cercano a las estructuras de<br />

poder. Estuve en el colegio Centroamérica y allí estaban<br />

todos los hijos de los comandantes conmigo con excepción<br />

9


de los hijos del presidente de la república, Daniel Ortega.<br />

Compartí el preescolar con los hijos de Humberto Ortega,<br />

después me los volví a encontrar en el Centroamérica y recuerdo<br />

que había mucha protección en el colegio. Siempre estaban<br />

los guarda-espaldas de Humberto cuidando a sus hijos.<br />

Pude notar mucho la calidad de vida que tenían los hijos<br />

de los comandantes, era distinta. También pude notar el favoritismo<br />

que existía de parte de los profesores hacia ellos<br />

por el simple hecho de ser hijos de los dirigentes nacionales.<br />

Pude notar también lo extraño que podía parecer eso<br />

para muchas personas cuando llegábamos de vacaciones<br />

y los majes (los hijos de los comandantes) venían hablando<br />

de que habían ido a Estados Unidos y visitado Disney<br />

World. Eran los chavalitos que tenían los mejores juguetitos<br />

y andaban con esto y con lo otro de un lado al otro.<br />

Para mí la revolución, en una palabra, fue “Ingenuidad”. Ingenuidad<br />

porque yo no era consciente de que mis padres se<br />

separaron por diferencias ideológicas y por las vigilias revolucionarias<br />

que mi madre hacía para dar el ciento por ciento a su<br />

patria. En ese sentido la revolución fue una desventaja para mí”.<br />

CONSUELO, 30 AÑOS<br />

“En ese tiempo, a menos que fueras de la seguridad del<br />

estado, persona de mucho poder o funcionario del gobierno,<br />

tenías en tu closet tres camisas y dos pantalones<br />

y eso era lo normal entre los niños de la época.<br />

Obviamente tampoco había para comprar la última “Barbie”,<br />

el último juguete, la última muñeca delgadita, etc. Ni siquiera<br />

lo veías en ninguna tienda. Entonces una como niña no se<br />

daba cuenta de que esos juguetes eran exigencias del mundo<br />

consumista, algo que yo no tuve ni me hizo falta tampoco.<br />

10


El tiempo de la revolución fue lindo en ese sentido<br />

ya que no tenías la necesidad de sentir que siempre<br />

te faltaba algo y que todo el tiempo querías tener<br />

y tener y tener, sin darte cuenta de nada a tu alrededor.<br />

Mis papas solo apoyaron la revolución en sus inicios, luego<br />

se divorciaron de ella por diferencias ideológicas y por<br />

eso vivían con miedo, mis abuelos vivían amenazados,<br />

mis dos abuelos, mi abuelo materno y mi abuelo paterno;<br />

precisamente porque también en ese tiempo si vos tenías<br />

algo por lo que habías trabajado mucho: un carrito,<br />

una casita, una finca con terreno para sembrar, te la podían<br />

quitar o simplemente te la quitaban; entonces mis<br />

abuelos y mi familia entera vivían muy temerosos por eso.<br />

Sin embargo y a pesar de ello, lo maravilloso fue que<br />

lograron evitar contagiarme ese temor y, aunque yo<br />

sabía que lo que sonaba en el fondo no eran triquitracas,<br />

sino bombas cayendo en algún lado y gente muriendo<br />

por eso, yo nunca lo vi pasar de cerca, nunca lo<br />

viví de inmediato, nunca lo sentí tanto como otros niños.<br />

Recuerdo bien, allá por el año 87, una vez que fuimos a Costa<br />

Rica, el miedo que tuve ya que habían querido meterse<br />

a la casa de mis abuelos y estaban tomando propiedades.<br />

Entonces salimos de madrugada (era un día de diciembre,<br />

con frío) y pasamos la frontera de Peñas Blancas. Sentimos<br />

una premonición. Todo el mundo iba con miedo sin<br />

saber por qué, hasta que al día siguiente nos dimos cuenta<br />

que “la contra” se había tomado la frontera y habían matado<br />

a toda la gente que estaba allí. Es decir, nos salvamos<br />

por un día de la muerte. Era un miedo general el que había.<br />

Si yo pudiera encerrar en una sola palabra lo que fue<br />

la revolución para mí, en la infancia, escogería la palabra<br />

“Karma”. Es decir, algo que no es ni bueno ni malo,<br />

11


sino un proceso de aprendizaje que yo tenía que vivir<br />

y que sirvió para muchas otras cosas después”.<br />

JAVIER, 35 AÑOS<br />

“Yo nací en Boaco, en el 76. Recuerdo cuando estaba en tercer<br />

grado de la primaria y hubo una emboscada en el colegio<br />

donde mataron a una compañerita que estudiaba conmigo y<br />

a toda su familia también. Fueron como 12 personas muertas.<br />

Yo recuerdo que la vela fue enfrente de mi casa y vi el montón<br />

de ataúdes y cosas que uno no entendía como niño y que, sin<br />

embargo, era capaz de presenciar porque estábamos en guerra.<br />

Recuerdo las concentraciones populares en Boaco, las marchas,<br />

las banderas rojinegras por todos lados; la alfabetización;<br />

la reforma agraria y las campañas de salud pública. Recuerdo<br />

muy grabado en mis adentros las imágenes previas a<br />

los noticieros sandinistas de las 8 de la noche que daban en el<br />

canal seis. Aparecía una niña desnuda y quemada en Vietnam<br />

y esa imagen era parte del noticiero. Como niño eso me marcó<br />

mucho, esa imagen belicosa no lo entendía, pero sí la vivía.<br />

Mi mamá trabajaba en una institución que en ese entonces<br />

se llamaba: “Casa de todos los combatientes”. Ella era la responsable<br />

de esa institución y daba apoyo a los lisiados de<br />

guerra, a las madres de los muertos, e incluso, se encargaba<br />

de entregar a los muertos del servicio militar cuando morían.<br />

Ella iba a ciertos lugares con los ataúdes y entregaba<br />

a ciertas familias a sus respectivos muertos. Fue algo atroz.<br />

Tengo la imagen impactante de entrar a la oficina de mi<br />

madre y ver ese montón de ataúdes llenos de cadáveres<br />

vestidos en uniformes camuflados y verde olivos. Incluso<br />

tengo recuerdo de otros niños levantando la tapa de los<br />

ataúdes y viendo a los muertos caídos en la guerra. Muchos<br />

militares llegaban a mi casa y de pronto le decían a<br />

12


mi madre: mataron a Andrés, mataron a Roberto, mataron<br />

a Juan y de esa forma la muerte rondó mi infancia,<br />

fue algo muy presente y muy ambiguo al mismo tiempo.<br />

Dentro de los trabajos rojinegros que involucraban a la<br />

sociedad civil estaba cortar café en las fincas de Boaco.<br />

Yo corté café desde los 10 años con mucha gente que llegaba<br />

en camiones y también con mi hermano gemelo.<br />

Tengo la imagen de la humillación que le hizo el Papa Juan Pablo<br />

II a Ernesto Cardenal en el 83. Lo vi en la televisión y no lo entendía<br />

pues solo era un niño, pero me quedó la imagen grabada del<br />

Papa con el dedo muy amenazante contra el padre Cardenal.<br />

Recuerdo también la misa nocturna que hizo el Papa en su primera<br />

visita a Nicaragua y las madres pidiendo oraciones por<br />

los hijos caídos en combate. Luego el Papa regañando a las madres.<br />

Son tantas cosas que pasaron a la vez y que me marcaron.<br />

Si pudiera hablar de ventajas en esa época, yo diría que<br />

había más humanidad y menos consumismo. Recuerdo<br />

que no había centros comerciales lujosos como ahora.<br />

Todo funcionaba en torno a una utopía de una sociedad<br />

más justa donde se luchaba y se daba la vida por eso.<br />

La guerra fue la gran desventaja de la Revolución. La muerte<br />

ya no era un concepto, era una realidad palpable, era algo<br />

cotidiano. En una palabra, la revolución para mí fue Liberación.<br />

La liberación de un país, la liberación de la ignorancia<br />

en los campesinos, la liberación de las transnacionales que<br />

tristemente hoy de nuevo son las que dominan el país, incluso<br />

la fe se liberó de tantos prejuicios y de un Dios distante”.<br />

13


ANA MARGARITA, 33 AÑOS<br />

“Nací en León, en diciembre del 77, pero mi familia decidió<br />

moverse de forma permanente a Managua cuando se dio el<br />

triunfo de la revolución, en el 79. Así que, prácticamente,<br />

mis recuerdos infantiles son de la Managua revolucionaria.<br />

Mis cuatro hermanos fueron a alfabetizar durante<br />

los 80s y mis padres y yo íbamos cada fin de semana<br />

a un lugar distinto a ver a mis hermanos.<br />

Tengo recuerdos de movilizaciones y de actos masivos en la<br />

cabeza. Tengo la sensación de ser parte de todo ese proceso y<br />

quizás esa es la parte bonita, pero para mí la revolución también<br />

significa mucha soledad, porque mi familia era una familia<br />

completamente comprometida con la revolución y eso implicaba<br />

un poco de abandono hacia los niños, es decir, al acompañamiento<br />

que se les hace a los niños en su proceso de desarrollo.<br />

Yo era demasiado chiquita y por eso no iba a los cortes de café ni a las<br />

movilizaciones populares; entonces me quedaba sola en la casa.<br />

Al ser parte de una familia completamente comprometida,<br />

yo estaba segura que en Nicaragua se estaba haciendo algo<br />

maravilloso, algo que era como un cuento de hadas para una<br />

niña como yo. Era como sentir que una vivía en un país especial<br />

donde se estaba haciendo algo especial y todo eso es lindo<br />

cuando uno es inocente. Pero, por el otro lado, también recuerdo<br />

la angustia de mi mamá cuando mis hermanos tuvieron que<br />

entrar al servicio militar y, aunque ella lo pudo canalizar con<br />

toda la fortaleza del mundo, la angustia se le sentía en los ojos.<br />

Mi hermano de en medio es lisiado de guerra y estaba en un<br />

BLI (Batallones de Lucha Irregular) porque fue atacado en<br />

una emboscada por “la contra”. Tuvo una lesión seria en la<br />

cabeza luego de una explosión que le llenó el cuerpo de char-<br />

14


neles, le perforó la vejiga, los intestinos y le destrozó la mano<br />

derecha. Los cubanos hicieron una cirugía milagrosa tomando<br />

los nervios del pie para llevarlos a su mano, le pasaron<br />

un trozo de glúteo a la cabeza y al final lograron salvarlo.<br />

Mi papá y mi mamá estaban fuera del país cuando eso pasó y<br />

tengo el recuerdo intacto de mi hermano pesando 100 libras en<br />

una cama en cuidados intensivos mientras luchaba por su vida.<br />

Yo terminé bastante traumatizada porque mi hermano casi se<br />

muere. Cuando a mi siguiente hermano le tocó ir al servicio<br />

militar, yo me enfermé y lloré porque asumía que se iba a morir<br />

al día siguiente. Son recuerdos impresionantes que una niña<br />

no debería de tener, que ninguna niña debería de tener porque<br />

la infancia no es para recordar esas cosas. Sin embargo, y<br />

a pesar de todo, mis hermanos sobrevivieron en un país donde<br />

la mayor parte de las familias no pueden decir lo mismo.<br />

Mi mayor miedo era el miedo a la muerte. Amigos de mis<br />

hermanos murieron. Mi primo murió y recuerdo la tragedia<br />

de mi familia con la muerte de mi primo. Siempre<br />

había un muerto de por medio en las familias nicaragüenses.<br />

Esa es la parte oscura de la revolución.<br />

Me acuerdo del huracán Juana en el 88 y de haber ido a la<br />

Cruz Roja a separar ropa para los damnificados luego de<br />

pasar días enteros allí trabajando. Y luego sentir que había<br />

muchas personas trabajando unidos como hormiguitas donde<br />

los niños y las niñas y hasta las mujeres, podíamos hacer<br />

muchas cosas para que Nicaragua fuera un país mejor.<br />

Si pudiera definir en una palabra mi niñez, escogería<br />

Agridulce. Yo soy lo que soy por el ejemplo que tuve de<br />

la revolución y estoy muy agradecida por eso. Pero después<br />

de la revolución me sentí traicionada en muchas<br />

cosas que yo antes defendía de forma casi intolerante”.<br />

15


MARVIN, 31 AÑOS<br />

“Mi familia era bien sandinista. Mi papa fue guerrillero<br />

y luego trabajó en la Seguridad del Estado. Mi<br />

mamá era miembro del Estado Mayor y yo recuerdo<br />

que había cierta libertad porque yo podía ir donde<br />

quisiera, moverme donde quisiera sin mayor temor.<br />

Recuerdo que nuestra infancia se dividía en épocas:<br />

la época del trompo, la época del yo-yo, la época<br />

de las chibolas, la época de las piñatas comunales, etc.<br />

A partir de los escases aprendimos a compartir por necesidad<br />

-no como ahora que hay mucho egoísmo e individualismo-.<br />

Recuerdo que, a principios de los 90s, cuando aparecieron<br />

los primeros niños huele-pegas en las calles, fue<br />

para mí algo insólito porque en los 80s no se veían niños<br />

pidiendo en los bulevares, ni trabajando en los semáforos<br />

ni mucho menos oliendo pega o drogándose al aire libre.<br />

En esa época nunca le tuve miedo a nada. Nunca temí que<br />

se metieran a robar a mi casa, que alguien se subiera al bus o<br />

que alguien asaltara el taxi (Lada). Nada de eso me daba miedo.<br />

Recuerdo que todo era más organizado, por ejemplo, para<br />

subirnos al bus usábamos unas fichas rojas que servían como<br />

monedas de transporte y se depositaban en el famoso Pegaso.<br />

En mi casa había armas de todo tipo ya que mi<br />

papa formaba parte de las TPU (Tropas Especiales<br />

Pablo Úbeda) comandadas por Tomás Borge.<br />

A los 9 años aprendí a armar y desarmar un AK-47, un subfusil<br />

UZI, una Makarov, cuchillos, etc. Aprendí a disparar en<br />

la base militar donde mi papa trabajaba a la misma edad; yo<br />

jugaba a la guerra con él mientras él me enseñaba artes mar-<br />

16


ciales y me enseñaba a esconderme en los refugios que se hacían<br />

en ese tiempo en los patios de las casas o en los colegios.<br />

¿Para qué todo este arsenal de armas en la cabeza de un<br />

niño? Yo le preguntaba a mi mamá, y ella me decía que estábamos<br />

en guerra y que algún día necesitaría defenderme.<br />

Nunca pensamos que la revolución se vendría abajo y en el<br />

fondo mi papá me estaba preparando para el servicio militar,<br />

que en ese tiempo era obligatorio a partir de los 16 años.<br />

La carencia fue la gran ventaja de la Revolución. La carencia te<br />

enseña humildad, compañerismo y te obliga a trabajar, a ser<br />

creativo y a ingeniártelas para sobrevivir. El no tener algo te<br />

hace pensar en cómo tenerlo. Nosotros –los niños de esa épocaaprendimos<br />

muchas cosas que los niños de hoy no saben, era<br />

una gran ventaja desde el hecho de saber cocinar hasta el hecho<br />

de convivir con cierta unidad donde nadie te dejaba morir.<br />

Si me preguntas por desventajas, la gran desventaja fue que<br />

no se nos permitió tener nuestro propio criterio y nos lavaron<br />

el cerebro desde la casa (donde escuchábamos música<br />

revolucionaria) hasta el colegio (donde cantábamos el himno<br />

del FSLN). Yo estudié en La Salle y no nos dimos cuenta<br />

que todo ese lavado de cerebro iba para beneficio personal<br />

de nuestros padres, nuestros maestros o de sus líderes.<br />

En una palabra, para mí la revolución fue Esperanza. Una<br />

falsa esperanza, eso sí”.<br />

17


LONNIE, 29 AÑOS<br />

“Nací en Granada, en el 82. En mi caso recuerdo sobretodo<br />

la Navidad y M is cumpleaños. Eran momentos especiales<br />

porque era cuando podía ver (por fin) a mi papá que estaba<br />

prestando servicio militar en la montaña y eso lo obligaba<br />

a estar fuera de la casa la mayor parte del tiempo.<br />

Recuerdo que la única tele que teníamos se nos dañó por un<br />

montón de tiempo, entonces teníamos que acudir a otras formas<br />

de diversión como -por ejemplo- los libros. A mí me llevaban<br />

cada semana a la biblioteca comunal de Granada donde había<br />

cuentos con ilustraciones y libros “pup-up”, libros que vos los<br />

abrías y tenían elementos armados con movimiento y todos<br />

eran rusos. Recuerdo que eran como objetos y vos jugabas con<br />

los libros libremente, interactuabas de otra forma con el libro.<br />

Ahora el asunto es jugar nintendo. Los chavalos solo buscan<br />

el nintendo. Antes nosotros jugábamos en la tierra<br />

los sábados por la mañana con los tanquecitos de guerra,<br />

los soldaditos de plástico verde, las pistolas negras, todo<br />

era bajo una tendencia bélica pero no nos dábamos cuenta<br />

de la violencia directa. Ahora solo son videojuegos.<br />

Recuerdo una navidad en la cual compartimos todos los regalos<br />

y de repente, entre los primos, nos damos cuenta que ¡todos los<br />

regalos eran iguales! y yo decía ¡ideay! ¡este jodido fue al mismo<br />

lugar a comprar el mismo regalo! entonces tenías que ponerle<br />

el nombre al juguete para que no se te confundiera o perdiera.<br />

La desventaja de la revolución para mí fue la ausencia de<br />

mi padre. Para mí era todo un ritual (a veces alegre, a veces<br />

triste) ir donde él una vez por semana. Nos íbamos con<br />

la familia a pie hacia la Regional de Granada y si yo me<br />

había portado bien en la semana, podía disfrutar la compañía<br />

de mi padre, pero si alguien le soplaba que yo no<br />

18


había hecho las tareas en clases, entonces mi papá (con<br />

aquella formación militar) se ponía serio y me regañaba.<br />

Otra cosa que nunca me gustó fue la separación de las familias.<br />

Algunos tíos y primos se tuvieron que ir fuera del<br />

país, crecí con primos que luego se tuvieron que ir y hasta<br />

ahorita con la tecnología y las redes sociales, es que me<br />

estoy reencontrado con ellos porque no volvieron a venir.<br />

Una ventaja fue el acceso masivo a la cultura. Antes fácilmente<br />

te ibas a un parque por la tarde a ver los títeres<br />

y pasabas el resto del día con tu familia. Ahora<br />

eso es impensable, los niños ni siquiera leen.<br />

¿Me preguntas por una palabra que defina la revolución para<br />

mí? Sería Nostalgia. Una cosa semi-romántica. A pesar de las<br />

limitaciones de aquel entonces, nunca me faltó un pastel el día<br />

de mi cumpleaños y me gustaba que la ropita no era la que ibas<br />

a comprar a la tienda, sino la que te cosía tu abuelita. Ahora,<br />

si un niño pide una camisetita, te la pide con todo y marca”.<br />

FERNANDA, 33 AÑOS<br />

“Yo nací en Panamá y soy hija de padres hondureños.<br />

Cuando tuve dos años nos vinimos a Nicaragua<br />

motivados por el triunfo de la revolución sandinista.<br />

Sin embargo, más recuerdo y construyo en mis pensamientos<br />

lo que siento que mis padres sintieron en esa época.<br />

Y esa es la base de mis sentimientos como niña bajo la<br />

época revolucionaria. Por un lado, recuerdo a mi papá<br />

con mucha entrega y pasión por lo que estaba haciendo<br />

(y muy convencido) y por el otro, a mi madre tratando<br />

que a nadie de nosotros nos faltara nada en la casa.<br />

Por alguna extraña razón siempre sentí la seguridad de que mi<br />

19


papá regresaría con vida de la montaña, a pesar de verlo salir<br />

con su uniforme verde olivo, su fusil y sus botas gruesas de cuero<br />

negro. También recuerdo que yo quería ser hombre porque<br />

a los chavalos los dejaban hacer más cosas y al mismo tiempo<br />

era un sentimiento encontrado. Al mismo tiempo no quería ser<br />

hombre porque tendría que ir al servicio militar obligatorio.<br />

En el colegio Centroamérica, donde estudié, todos los lunes<br />

se hablaba de lo que había pasado en la guerra, por ejemplo,<br />

si hubo alguien muerto entre los alumnos del colegio<br />

lo anunciaban y se hacía un minuto de silencio. Eso también<br />

está muy presente en mi memoria. Recuerdo a los muchachos<br />

que regresaban en el bus del colegio cuando tocaba<br />

pasar por los barrios. Había muchachos que eran muy<br />

mayores y una como niña los veía con mucha admiración.<br />

Aquellos jóvenes barbudos y con bigotes que iban en<br />

el bus parecían andar en cosas peligrosas y valientes.<br />

Una como niña no entendía bien qué pasaba, pero<br />

sospechaba que no era algo muy bueno porque los jóvenes<br />

tenían el rostro duro y entregado de la guerra.<br />

Recuerdo que íbamos con mi madre a la Vieja Managua.<br />

Había una biblioteca súper linda en el parque Luis Alfonso<br />

Velásquez y pasábamos horas allí leyendo libros y viendo<br />

libros que yo no tenía en mi casa. También íbamos a caminar<br />

por el Teatro Rubén Darío y el Malecón de entonces.<br />

Recuerdo ir a la cinemateca donde ni siquiera había aire<br />

acondicionado como en los cines de ahora, donde se proyectaban<br />

películas y documentales de la revolución nicaragüense<br />

y películas cubanas, rusas, alemanas, etc. Mis<br />

recuerdos son muy felices en una época donde no todos<br />

lo fueron. Sé muy bien, ahora que soy adulta, que no son<br />

los recuerdos de la mayoría de los jóvenes de Nicaragua.<br />

20


La única vez que me inundó una gran tristeza fue cuando<br />

nos dimos cuenta de la derrota electoral del frente sandinista<br />

en las urnas de los 90s. Para entonces nosotros<br />

estábamos en Brasil, y los brasileños veían con mucha<br />

admiración la lucha sandinista. Fue un dolor muy grande<br />

para mi papá. Fue la primera vez que lo vi llorar”.<br />

NORMAN, 37 AÑOS<br />

“Yo nací en Siuna, en el 74. El 20 de diciembre de 1989 “la<br />

contra” se tomó todas las minas luego que triunfaran el día<br />

anterior. Recuerdo que quemaron los radares y los almacenes<br />

de El Frente en esa época. Los sandinistas eran unos asesinos.<br />

Agarraban a los chavalos como perros y los mandaban al servicio<br />

militar y si alguno de ellos se negaba, entonces los torturaban,<br />

les sacaban las uñas, los ojos, la lengua. Eran asesinos.<br />

La guerra venía desde Honduras hasta Waspan, desde Waspan<br />

hasta Bonanza, desde Bonanza hasta Rosita y desde Rosita<br />

hasta Siuna. Era por etapa. Nosotros los pobres comíamos<br />

una manteca vieja que vendían en los puestos de repartición<br />

(era como medio litro de aceite diario) y lo mezclábamos con<br />

el cebo de las vacas, lo derretíamos y con eso comíamos. Cocinábamos<br />

unos grandes frijoles biterra y los otros frijoles que<br />

eran puros gorgojos. Teníamos solo tres libras de arroz para<br />

comer en la semana. Comíamos un azúcar negra-negra que<br />

parecía tierra y hacíamos unas grandes filas para retirarla. Nos<br />

bañábamos con la mitad de un jabón en el agua del pozo. La<br />

gente clamoreaba por todo, pero ¿para donde agarrábamos?<br />

Yo viví en el mero Siuna, en una finquita donde mi abuela.<br />

Una vez que mis hermanos y yo estábamos ordeñando, nos<br />

cayó una vaca muerta por un charnelazo que la descolumnó.<br />

El charnel le cayó en la espalda a la vaca y cayó muerta sobre<br />

nuestro balde de leche. Hay gente que quedó sin pies, sin manos,<br />

sin ojos, mujeres, cipotes, ancianos, de todo. Yo me capié<br />

21


(tenía menos de 13 años), pero ya de quince años para arriba<br />

empezaban a agarrar a los chavalos y los volaban a las camionetas<br />

militares que los andaban buscando como delincuentes.<br />

Cuando los encontraban (a los chavalos que se escondían), los<br />

arreaban como si fueran bueyes y se los llevaban para entrenarlos<br />

en el servicio militar obligatorio. Un familiar mío murió<br />

mientras venía en una camioneta civil de Managua a Waslala;<br />

a un tío le dispararon mientras dormía con su esposa y a otro<br />

muchacho lo hicieron paste, le hicieron heridas en las manos y<br />

los pies, todo porque se negaba ir al servicio militar. Los chavalos<br />

morían de pura choña: un primo mío murió mientras un<br />

amigo desarmaba un AK-47 y se le fue el tiro pensando que<br />

no había balas. El tiro le dio en el pecho y sin querer lo mató.<br />

Mi gran miedo era la guerra. En el pueblo casi no había<br />

hombres, solo mujeres, ya que a los hombres se los llevaban<br />

a la guerra. Las mujeres criaban a las criaturas, ordeñaban<br />

las vacas, cocinaban, vigilaban sus gallinitas y todo lo hacían<br />

solas porque sus maridos andaban en la guerra. Yo estaba<br />

de parte de “la contra” porque no quería estar con los<br />

sandinistas. Yo estaba contra el sandinismo porque estábamos<br />

contra la guerra y contra el servicio militar obligatorio.<br />

Si pudiera describir la década de los 80s, en una palabra, escogería<br />

Tristeza. Fue terrible y doloroso. Todo lo que les hacían<br />

a las madres era doloroso. Cuando los hijos morían por<br />

una mina personal les traían unas cajas de madera con unos<br />

tallos de banano adentro, simulando que traían los restos de<br />

sus hijos. En realidad, eran tallos de banano adentro. Eso hacían<br />

con las madres de los caídos. Y no las dejaban abrir las<br />

cajas para que no se dieran cuenta que eran tallos de banano<br />

y no sus hijos, los que venían adentro. Luego que ellas se<br />

encargaran de enterrarlos en sus cajas. Fue una salvajada”.<br />

22


HEYDI, 30 AÑOS<br />

“Yo nací y crecí en Estelí hasta los 19 años. Lo que más recuerdo<br />

de la época es mi familia en sí, ya que somos 6 hermanos y yo nací<br />

justo en el 80, un año después del triunfo de la revolución. Estelí<br />

es una ciudad donde la mayoría de la gente es simpatizante<br />

del FSLN y tuvo su particularidad en la lucha contra Somoza.<br />

Mi mamá trabajaba para el partido y aunque no vivimos momentos<br />

de guerra como tal (porque vivíamos en la propia ciudad<br />

y no en la montaña), sí era práctica común en mi casa ver<br />

a los “compas” porque mi mamá era una “compa” también.<br />

Una de las cosas que recuerdo es ver a mi mamá ponerse las<br />

botas de cuero y enfundarse el uniforme militar para partir a<br />

su lucha diaria. Ella se ponía un elástico en las botas para que<br />

el pantalón le quedara entubado. Lo que más reciento de esa<br />

época es su ausencia ya que mi mamá hacía largas vigilancias<br />

y turnos diarios que la obligaban a regresar tarde en la noche.<br />

En el ropero de mi mamá había siempre un AK-47 a la par<br />

de los zapatos y por suerte a mis hermanos y a mí nunca<br />

se nos ocurrió tocarla. Jugar con muñecas cubanas fue algo<br />

entrañable. Recuerdo que mi mamá organizaba las piñatas<br />

del barrio y cuando llegaban las donaciones de juguetes cubanos,<br />

ella se encargaba de distribuir las muñecas. En una<br />

ocasión, había una niña a quien le habían dado una muñeca<br />

negra grandotota. La niña era menor que yo. Pues resulta que<br />

la chavala estaba atacada en llantos porque le daba miedo la<br />

muñeca negra y mi mamá me pidió que mejor yo le diera<br />

mi muñeca morena (con una mallita en el pelo) a cambio de<br />

la muñecota negra que no quería la otra niña. Me dio mucho<br />

pesar que la despreciara y entonces la tomé con gusto.<br />

Fue así que obtuve la muñeca más especial de mi infancia.<br />

23


Recuerdo que mi mamá (que era como la líder del barrio)<br />

organizaba encuentros para ver películas en el beta-max<br />

de la casa de mi abuela. Entonces llegaba el chavalero<br />

–unos 15 o 20 chavalos- a ver las películas que todos<br />

juntos añorábamos. Otro pasatiempo de la época era jugar<br />

a marchar con los chavalos del barrio y le dábamos la<br />

vuelta a la manzana marchando con mantas panfletarias<br />

que decían: “El pueblo unido jamás será vencido”.<br />

Recuerdo que aprendí a caerme por chimbarona en una bicicleta<br />

súper grande de marca Ukraniana. También en la<br />

escuela llevábamos nuestro vasito para la leche KLIM y terminé<br />

aborreciéndola de tanto tomarla. Nos daban también<br />

flúor para el enjuague bucal cada mes y nos daban vitaminas<br />

siempre que se podía. No se me olvida la “carne del diablo”<br />

(que era un embutido enlatado de cerdo) ni las enormes<br />

filas para conseguir el AFA (Arroz, Frijoles y Aceite).<br />

La gran desventaja de la revolución fue la ausencia<br />

de mi madre y el abandono a los niños en medio<br />

de la guerra. También el temor a que alguien muriera<br />

era otra desventaja. El bloqueo económico, ni se diga.<br />

Se hablaba mucho de los muertos y del servicio militar.<br />

¿Ventajas? Pues en la escuela había una atención mucho más<br />

especial y preocupada por el crecimiento de los niños. Los<br />

valores que nos inculcaron en la época de la revolución fueron<br />

muy buenos: la honestidad, la lealtad a la patria, la disciplina,<br />

la solidaridad, la lucha por los derechos humanos, etc.<br />

Es importante mencionar que después de la derrota<br />

del frente sandinista en las urnas del 90, muchas personas,<br />

entre ellas mi mamá, quedaron en el desempleo y<br />

en el desamparo económico y se vieron obligadas a migrar<br />

fuera del país, sobre todo a Estados Unidos y a Costa<br />

Rica. Eso también me afectó mucho como adolescente.<br />

24


Pienso que Nicaragua siempre ha vivido en un contexto<br />

de violencia. Antes era la guerra, hoy es la delincuencia.<br />

Ha cambiado el contexto y no el hecho. Eso es muy triste.<br />

¿Cuántos reconocen que crecieron en un país en guerra?<br />

Seguramente muy pocos lo reconocen. Creo que se<br />

debe hablar abiertamente de esa etapa de la historia nacional<br />

y reconocerla como parte de un todo histórico.<br />

En una palabra, la revolución para mí fue Melancolía.<br />

Tengo sentimientos encontrados al respecto”.<br />

HENRY, 27 AÑOS<br />

“Nací en Chontales, en el 84. Viví primero en Los Chinamos y<br />

luego me trasladé con mi familia a Santo Domingo. Yo miraba<br />

pasar a los sandinistas del ejercito tirando caramelos, nosotros<br />

éramos pobres, pasaban tirando maíz enlatado, chocolate empacado<br />

y verduras cuando tenían alguna actividad en la montaña.<br />

Por la noche escuchábamos los bombardeos adentro de la<br />

montaña y yo me acurrucaba con mi hermano en la casa<br />

de paja y tablas de madera que teníamos donde mi abuelita,<br />

con quien vivíamos. Mi hermano, Carlos Manuel, era<br />

un año menor que yo. Mi tío Pablo de 20 años murió en<br />

Los Chinamos en el servicio militar, le hicieron una emboscada<br />

y cayó con varios compañeros. Después de esa<br />

pérdida nos fuimos trasladando para el centro de Chontales<br />

porque la montaña era cada vez más peligrosa.<br />

Mi mamá fue miembro del ejército y luego se casó<br />

con mi padrastro, un señor que era capitán del ejército<br />

también. Se llamaba Oscar y recientemente murió<br />

porque en la guerra se agitó mucho y agarró agua<br />

en los pulmones. Se fue desahuciando paulatinamente.<br />

25


Yo tenía miedo que me fuera a caer algún mortero o algún<br />

misil que estaban tirando allí cerca de nuestra casa. Solo<br />

se oían estallar los misiles cerro adentro, estallaban en el<br />

fondo de la noche. Cuando los guerrilleros llegaban de la<br />

montaña (al pueblito) tiraban todos los cadáveres en hileras<br />

y cada quien iba a retirar a sus familiares. Las madres<br />

pegaban alaridos al ver a sus hijos caídos y a nosotros nos<br />

tocó retirar al tío Pablo. Esa imagen me quedo en la mente.<br />

La pobreza fue la gran desventaja de la guerra. Nosotros<br />

no teníamos condiciones seguras. Había centros de salud<br />

de las brigadas del ejército, pero eran pocas y aisladas,<br />

allí nos hacían pasar consulta en caso de que alguien<br />

se enfermara o si no, pasaban brigadas especiales que<br />

nos daban medicamentos a todos los que vivíamos allí.<br />

Para mí los sandinistas no eran ni buenos ni malos, pero por lo<br />

menos no maltrataban a la gente. Yo vivía con mi abuelita porque<br />

mis padres andaban en el ejército, mi papá era de “la contra”<br />

y yo nunca lo veía. La última vez que lo vi fue hace 10 años.<br />

Teníamos nuestras manzanitas de tierra donde cultivábamos<br />

frijoles, maíz, yuca, quequisque. Así que solo teníamos que<br />

comprar el azúcar y el arroz, lo demás lo sacábamos del huerto.<br />

A veces los militares sandinistas pasaban abriendo camino<br />

por el huerto y dañaban nuestros cultivos. Muchos guerrilleros<br />

llegaban a pedir comida; quizás andaban como 7 y mi abuelita<br />

les aliñaba como 30 tortillas y unas bolsas de pinol que ellos<br />

le pedían y mi abuelita les daba sin esperar nada a cambio.<br />

En ese tiempo casi no había diversión. Yo como niño nunca<br />

me divertía. Nosotros (mi hermano y yo) pasábamos refugiándonos<br />

en la casa y no podíamos ni siquiera ir a bañarnos<br />

al río porque era peligroso ya que la guerra estaba en<br />

su apogeo. En una palabra, para mí la revolución fue algo<br />

Histórico. Fue algo que pasó y que no volverá a suceder.<br />

26


Ahora son otros tiempos, hay mayor libertad de expresión”.<br />

LOURDES, 30 AÑOS<br />

“Yo nací en el 80, en Bluefields. Viví en el barrio San Mateo y<br />

estudié en la Escuela Morava donde todo era en inglés criollo.<br />

La guerra se vivió muy diferente allá (en la Costa Atlántica)<br />

que aquí en la ciudad (Managua), donde vivo ahora.<br />

Nosotros teníamos una muchacha que nos trabajaba desde<br />

que yo tenía dos semanas de nacida y lo que yo recuerdo<br />

es que cuando íbamos a lavar la ropa, en las<br />

pozas cercanas a la casa, íbamos con miedo, un miedo terrible.<br />

Sabíamos que donde llegaban las mujeres a lavar<br />

la ropa, los “piricuacos” (los sandinistas del servicio militar)<br />

las violaban. Entonces había que ir rápido y de mañanita<br />

y con bastante gente para que no pasara nada.<br />

Recuerdo que los militares se silbaban entre ellos y cuando se<br />

escuchaban los silbidos nosotras salíamos corriendo buscando<br />

la casa para estar seguras. A las que se quedaran allí las violaban,<br />

las drogaban con floripón (unos hongos que las dejaban<br />

inconscientes) y a veces eran violadas por varios milicianos al<br />

mismo tiempo. Les metían cosas y eran niñas de 14 años algunas.<br />

En la época sandinista, o eras sandinista o eras somocista,<br />

aunque no fueras nada en realidad. A mi papá y a mi<br />

tío (un hermano de mi mamá) les llegaban a revisar la casa<br />

en la madrugada (una casa que habían obtenido con su<br />

trabajo honrado antes del triunfo de la revolución) y entraban<br />

forzadamente por la puerta y los metían en el servicio<br />

higiénico. Luego les metían la cabeza en el inodoro y<br />

se los llevaban por considerarlos contrarrevolucionarios.<br />

Mi papá conocía bien a todos esos vecinos sandinistas que<br />

antes no tenían ningún cargo y fueron amigos de él an-<br />

27


tes del triunfo. Cuando llegaban a catearlo, él les respondía<br />

y discutía con ellos. Entonces lo callaban a golpes y lo<br />

echaban preso por 8 o 13 días. Cuando estaba preso, mi<br />

papá los amenazaba diciéndoles que cuando saliera los iba<br />

a ir a buscar uno por uno para cobrar venganza. Entonces<br />

al salir lo volvían a golpear y lo volvían a echar preso<br />

hasta que mi papa se tuvo que ir fuera de Nicaragua.<br />

Mi tío no tuvo la misma suerte y se lo llevaron a la Reserva<br />

donde sufrió mucho. Después nos lo regresaron porque<br />

se le pudrieron los pies de tanto andar las botas con<br />

agua y lodo en “Cucarajil”, en el mero suampo de entonces.<br />

Lo regresaron porque no podía ya ni caminar bien.<br />

Mi abuelita tuvo 21 hijos, y de esos 21, a dos se los llevaron al<br />

servicio militar (uno era de 27 años y el otro de 19), Jorge y Lionel,<br />

respectivamente. Al revisar la casa de mi abuelita, los sandinistas<br />

los encontraron y los acusaron de “traición a la patria”<br />

supuestamente por alojar a “contras ticos”. Los agarraron con<br />

saña. A uno lo trajeron a Masachapa y lo encerraron en un lugar<br />

de reclutamiento. Al otro le dieron un balazo en los testículos,<br />

le sacaron las uñas, lo torturaron y finalmente lo fueron<br />

a tirar allí en un parque que se llama “Glorias de Bluefields”.<br />

Tuve otro tío que sufrió una suerte parecida. Metían<br />

los cadáveres en los volquetes de basura y los iban<br />

a tirar a la tarima del parque central de Bluefields.<br />

Recuerdo que mi mamá identificó a mi tío (muerto) una vez<br />

que encontró entre los cadáveres un anillo que le había regalado.<br />

Tenía la cara desbaratada, le arrancaron las uñas,<br />

le quemaron el pecho y lo torturaron antes de matarlo.<br />

Yo estaba chiquita y recuerdo que mi mamá empezó a gritarles<br />

a los sandinistas que le entregaran el cuerpo de hermano<br />

antes de quemarlo. Una miliciana le dijo a mi madre que esos<br />

28


no eran cadáveres, esos eran perros y los perros no tenían lugar<br />

en el cementerio. Mi mamá siguió gritando por el cuerpo<br />

de mi tío hasta que un señor amigo de ella, que a su vez era<br />

sandinista, les inventó a los demás milicianos que mi mamá<br />

estaba loca, que mejor le entregaran el cuerpo y se fueran de<br />

allí. Y así fue: los demás fueron enterrados en una fosa común.<br />

Durante la noche (como siempre se iba la luz) nuestra distracción<br />

principal era ver las trazadoras rayando el cielo<br />

como luces de guerra, unas balas perdidas que quién sabe<br />

a cuantos niños mataron. Esa era la distracción de uno.<br />

Con las balaceras no se podía ir a comprar comida. Y los súperes<br />

estaban todos vacíos. Entonces nos tocaba comer a veces<br />

tres tiempos de avena: atol de avena, fresco de avena y todo<br />

de avena. Usábamos un desodorante llamado “toque final”;<br />

unas latas de frijoles Pork&Bean y unos frijoles llamados<br />

biterra que eran unas cápsulas enormes que sabían a tierra.<br />

Nos lavábamos la boca con la famosa pasta dental<br />

“Dentex” que era como si nos echáramos sal en la<br />

boca para lavarnos los dientes. La gente hacia sus propios<br />

jabones envolviendo el cebo de la manteca en<br />

unas hojas de chagüite y esos jabones eran hediondos.<br />

En una palabra, la revolución para mí fue una Desgracia. Por la<br />

violencia, por todo los que nos tocó vivir de forma innecesaria”.<br />

REFLEXIÓN FINAL<br />

Luego de reunir estos doce testimonios juveniles, algunos<br />

narrados desde las lágrimas, otros desde las sonrisas, pero<br />

la mayoría relatados desde la seriedad que tiene la aguda<br />

experiencia de la guerra, me doy cuenta que no todo<br />

fue color de rosa y que, muy por el contrario, a lo que muchos<br />

pensamos, la revolución popular sandinista también<br />

29


fue un período cruel y desgarrador para muchas familias.<br />

Muchos murieron innecesariamente. Muchos se fueron<br />

necesariamente del país y otros quedaron con<br />

traumas y nunca más volverán a ser los mismos.<br />

¿De quién es la culpa? ¿De la Dirección Nacional manejada<br />

solo por hombres siguiendo los esquemas de<br />

una estructura patriarcal? ¿De los líderes que no tuvieron<br />

el talante ético para no corromperse? ¿De Fidel<br />

Castro y su influencia inevitable sobre Nicaragua?<br />

Ya no tiene caso señalar a nadie. Ya pasó. Hoy la revolución<br />

es historia y como hecho histórico nos toca reflexionar<br />

al respecto y aceptar lo bueno y lo malo de ese<br />

período para poder seguir caminando hacia adelante.<br />

Solo una cosa puedo asegurar. Mi generación es la generación<br />

perdida. Esa generación que se quedó a la mitad<br />

del camino durante un proyecto que prometía la<br />

construcción de un hombre nuevo que nunca se terminó<br />

de construir. Los testimonios hablan por sí solos.<br />

Hoy, treinta y dos años después de ese triunfo que<br />

marcó un antes y un después en la historia de Nicaragua,<br />

yo me quedo callado y hago un minuto de silencio<br />

por todos los que cayeron en combate mientras luchaban<br />

por aquello que soñaron los mártires traicionados.<br />

30


II<br />

MEMORIAS DE LA GENERACION TRAICIONADA<br />

(2011)<br />

Estamos a las puertas de las próximas elecciones presidenciales<br />

y me parece urgente hablar en nombre de este amplio grupo<br />

de adultos nicaragüenses que sobrevivieron a los diez años de<br />

la guerra civil que enfrentó a los miembros del Ejército Popular<br />

Sandinista (EPS), a los milicianos del servicio militar obligatorio<br />

y a la contrarrevolución financiada por Reagan y por<br />

la derecha que tenía bases anti-sandinistas desde Honduras.<br />

En este marco bélico, donde pelearon los hermanos mayores<br />

y los padres de aquellos niños que formaron parte de la<br />

“Generación Perdida”, se desarrolló la vida en combate de<br />

muchos héroes anónimos que se entregaron por su patria<br />

y hoy ni siquiera son reconocidos por el gobierno “socialista,<br />

solidario y cristiano” de reconciliación y paz nacional<br />

del presidente Ortega y la primera dama, Rosario Murillo.<br />

Los desmovilizados y lisiados de guerra aquí entrevistados,<br />

son ocho valientes testimonios que aprendieron a reunirse<br />

en pequeñas células grupales para recordar aquella<br />

dura encrucijada que alguna vez los puso en jaque.<br />

Sin embargo, cabe preguntarnos una serie de interrogantes<br />

alrededor de todos estos supervivientes que fueron<br />

utilizados por sus antiguos jefes ya sea desde el lado del<br />

FSLN o el de la Contra, jefes que hoy son apoderados de<br />

grandes cargos públicos, empresarios, otros exiliados en<br />

la comodidad del extranjero y algunos que incluso, continúan<br />

hostigando desde la política y engañando al pueblo<br />

31


que los puso en los tronos inmerecidos que ahora ocupan.<br />

Me pregunto entonces, acerca de esta generación de guerreros<br />

nicaraguas y chorotegas enfrentados en el recién<br />

pasado siglo XX: ¿todos fueron a la guerra por obligación<br />

o por voluntad propia? ¿Cómo la vivieron? ¿Cuáles<br />

fueron los momentos más dramáticos desde las entrañas<br />

montañeras que sirvieron de escenarios para el intercambio<br />

de municiones? ¿Había espacio para reírse a pesar de<br />

las balas que los orillaban a mantenerse serios y alertas?<br />

En fin, ¿se sienten todos traicionados por sus antiguos<br />

dirigentes o existe algún aspecto positivo que<br />

les aportó esta batalla campal que ya es historia?<br />

Para saberlo, los fui a buscar con la esperanza de que me respondieran<br />

alentadoramente, por lo menos a la última pregunta.<br />

Aquí están los dos bandos, las dos voces, aquí la Historia se<br />

sienta como una niña en mis rodillas, y yo la escucho hablar…<br />

Noel, 45 años: “Nací en Santa Teresa, Carazo, en el 66. Soy de la<br />

generación del servicio militar patriótico. Yo estaba estudiando<br />

cuando se dio la ley del servicio militar obligatorio (en el 83) y yo<br />

todavía terminaba el ciclo básico de tercer año de la secundaria.<br />

En ese momento se dio la inscripción y todos los estudiantes<br />

que estábamos en los colegio fuimos los primeros en<br />

inscribirnos para participar en las jornadas de limpieza y<br />

en el trabajo voluntario de vacunación de perros; las jornadas<br />

de salud; la continuación de la jornada nacional<br />

de alfabetización que estaba muy fresca y, aunque obviamente<br />

yo no quería ir a morir al servicio militar, jamás<br />

había tocado y arma no sabía lo que era eso, terminé<br />

yendo de forma consciente, fue una decisión consciente.<br />

El momento más dramático que viví fue el primer combate<br />

en la montaña con mis demás compañeros, muchos<br />

32


de los cuales estudiaron conmigo en la secundaria del<br />

colegio. Todos estábamos dentro de los primeros batallones<br />

de tropas guardafronteras en la zona de San Fernando,<br />

y después nos movilizaron hacia la frontera con<br />

Honduras donde estuvimos unos 4 o 5 meses. Durante<br />

ese tiempo no hubo ningún combate, gracias a Dios.<br />

Más tarde nos movieron en la zona de Chachahua, entre<br />

Quilalí y Wiwilí, en esos cerros altos donde experimenté<br />

mi primer enfrentamiento frente a la Contra.<br />

Fue un choque terrible. Yo sentí un gran nerviosismo mientras<br />

duró la balacera; en el combate murieron varios compañeros,<br />

incluyendo el jefe del pelotón y un compañero a<br />

quien le apodamos “Somoza”, cuyo cuerpo encontramos<br />

luego ya bayoneteado: le arrancaron el corazón y los órganos<br />

internos. Fue una cosa espantosa que no se me olvida.<br />

El segundo momento dramático que viví en mi<br />

transcurso por el servicio militar, fue cuando pisé<br />

una mina personal y casi pierdo la vida en el acto.<br />

Estábamos en las zonas de la frontera desde Nueva Segovia<br />

hasta Jinotega, cubierta por milicianos sandinistas y<br />

teníamos un área asignada para resguardarla. Estábamos<br />

exactamente en una zona llamada Baná (cerca de banacito<br />

y banacentro), cerca de la confluencia del Río Coco y el<br />

Río Poteca. Allí andamos nosotros cuidando la frontera.<br />

En esa ocasión logramos orillarlos (a los Contras) a territorio<br />

hondureño y fuimos avanzando en posiciones hasta<br />

cruzar la frontera y entrar unos 2kms a Honduras. Luego<br />

tuvimos que replegarnos por el bombardeo aéreo y<br />

tuvimos que retomar nuestras posiciones. Pero no sabíamos<br />

que en esa zona la Contra había dejado minas personales;<br />

había minas esporádicas, unas por aquí otras por<br />

33


allá, una en la fuente de agua otra en algún caño y así.<br />

Cuando nos tocó recuperar esa zona con los BLI (Batallones<br />

de Lucha Irregular), me escogieron a mí para dirigirlos y para<br />

apoyar la escuadra de exploración y retomar nuestras posiciones<br />

anteriores. Paramos entonces la marcha porque yo quería<br />

subir un poco más para ver desde la cima del cerro y así dirigir<br />

mejor a la escuadra. Al avanzar 5 o 10 metros, pisé la mina.<br />

De allí solo recuerdo haber escuchado un ruido fuertísimo;<br />

caí después de ser lanzado al aire y no supe lo que<br />

había pasado. Estaba aturdido; quise levantarme y ponerme<br />

de pie y no pude, entones me arrastré y avancé otros<br />

10 metros hasta que empecé a gritar y pedir ayuda para<br />

que me sacaran de allí. Perdí la pierna izquierda (un tercio<br />

arriba de la rodilla) y uso prótesis desde el año 87.<br />

La guerra no me aportó nada positivo. No creo que<br />

una guerra pueda aportar algo positivo a nadie.<br />

Para el año 96, cuando gana Arnoldo Alemán las elecciones,<br />

empiezo a ver que los cuadros, los grandes cuadros de la revolución<br />

no eran lo que decían ser moralmente antes. Los<br />

pactos, las alianzas a espaldas del pueblo, los enriquecimientos<br />

ilícitos y demás corruptelas solo me decían una cosa y<br />

mientras ellos hacían otra y se contradecían descaradamente.<br />

Había mucha demagogia; no había congruencia entre lo<br />

que decían y lo que hacían y eso fue haciendo despertar esa<br />

triste realidad y sentirse traicionado; me sentí traicionado,<br />

me siento traicionado el día de hoy y ya no puedo defender<br />

a una mafia estructurada desde las cimas del poder”.<br />

Alexis, 39 años: “Nací en el 72, en Quilalí, Nueva Segovia.<br />

Me incorpore en 1986 a las filas de la Resistencia nicaragüense<br />

y nosotros, como personas campesinas, teníamos<br />

una finca cafetalera para cuando empezaron las confisca-<br />

34


ciones de propiedad durante la guerra. Nos evacuaron del<br />

campo y nos metieron en unos asentamientos clandestinos.<br />

De manera voluntaria tomé la decisión de ingresar y<br />

ser parte de las filas de la resistencia nacional ya que<br />

los sandinistas le habían quitados sus tierritas a toda<br />

mi familia. Tenía 15 años cuando tomé dicha decisión.<br />

Los momentos más dramáticos que viví fueron la “Operación<br />

Olivero”, en 1987, y la operación “Danto 88”, al siguiente año,<br />

cuando fue la incursión que hizo el FSLN durante una operación<br />

muy grande y muy fuerte que terminaron ganando ellos.<br />

Siempre había situaciones difíciles en la montaña, el sufrimiento<br />

era atroz; el hambre, el cansancio y el agotamiento<br />

eran el “pan de cada día”. No teníamos medicamentos<br />

suficientes para curar las heridas o las<br />

enfermedades. Cuando salíamos heridos de balas era fácil<br />

agarrar una gangrena y morir combatiendo; no había lugares<br />

adecuados donde te llevaran y te cuidaran las heridas.<br />

Lo difícil de la guerra era cuando estabas en combate y sentías<br />

el temor por perder tu vida. Todos los seres humanos tenemos<br />

miedo natural cuando estamos en batalla o en lucha, ambos<br />

bandos sienten miedo y la verdad es que únicamente le pedís a<br />

Dios por salir vivo de ese momento. Es la única manera de sobreponerte.<br />

Dios, principalmente Dios es la esperanza que uno<br />

tiene cuando están cayendo balas a tu alrededor, uno le ruega<br />

a Él por la protección necesaria para poder salir de la guerra.<br />

Había también momentos alegres, principalmente cuando<br />

salías invicto en un combate donde no había caídos. Había<br />

momentos que te sentías bien con tus demás compañeros<br />

o cuando tenías información de algún familiar que te<br />

mandaba una carta, quizá lograbas contactarte y le mandabas<br />

a decir que estabas bien, cuánto lo querías y lo extra-<br />

35


ñabas. Eran pocos los momentos alegres, pero sí los hubo.<br />

Lo positivo que me aporto la guerra fue la disciplina. La formación<br />

militar te fortalece y te da coraje ya que la mayor parte<br />

de nuestro tiempo, nuestros jefes eran campesinos con una<br />

misma visión y teníamos un sentido de hermandad, un espíritu<br />

de cuerpo y una gran confianza entre nosotros mismos.<br />

La relación entre nosotros, los combatientes, era muy relativa.<br />

Compartíamos mucho, nos mirábamos como hermanos<br />

en todo momento y si nos podíamos ayudar, pues<br />

lo hacíamos entre los enfermos y los heridos. Los campesinos<br />

tradicionales nos brindaron un gran apoyo en<br />

cuanto a la información, nos apoyaron directamente con<br />

los medicamentos, nos apoyaban por medio de los “correos”;<br />

ese era el eje principal de la Contra, los “correos”.<br />

Si vos en la guerra no tenés información, entonces no sos<br />

nada. El que tenía la información tenía el poder y los campesinos<br />

se esforzaron, dieron sus vidas civil y estratégicamente,<br />

por brindarnos la información necesaria para ganar la guerra.<br />

Incluso nos apoyaron con la alimentación que nos brindaron.<br />

Me quedan recuerdos buenos y recuerdos malos de aquella<br />

época. Lo bueno es que ahora estamos en un país libre<br />

donde ya no existe guerra y ahora somos padres de familia<br />

con actitudes sociales diferentes. Hemos tenido preparaciones<br />

diferentes y estamos luchando para un desarrollo mejor<br />

de todos. Lo malo es que muchos se quedaron en el camino.<br />

Cuando yo me desmovilicé, en 1990, ingresé a la Policía<br />

Nacional, se formaron 150 policías en Chontales, en la<br />

zona de Zelaya, y logramos continuar estudiando como<br />

policías ya que durante la guerra tuvimos que interrumpir<br />

nuestros estudios y perdimos nuestra juventud, la<br />

desperdiciamos toda. La guerra se nos llevó la juventud.<br />

36


Estuve 18 años en la Policía Nacional después de la guerra.<br />

Me retiré hace 3 años cuando solicité mi baja y ahora, desde<br />

la ARNIC (Asociación Nicaragüense de la Resistencia<br />

Nicaragüense), dirigida por la “Comandante Chaparra”,<br />

nos encontramos con los hermanos de lucha y comentamos<br />

sobre aquellos de conflicto, pero en un contexto pacífico.<br />

Seguimos luchando. Ahora por la tenencia y la legalidad<br />

de las tierras ante las instancias correspondientes<br />

del gobierno en las demandas y derechos que tenemos<br />

como excombatientes. Hasta hoy el gobierno<br />

sandinista nos ha respondido. Luchamos también por las<br />

pensiones de los lisiados de guerra, madres de caídos, etc.<br />

Ahora, después de toda esa época oscura, nuestro lema es:<br />

“si juntos destruimos, entonces juntos vamos a construir”.<br />

Lucas, 56 años: “Yo nací en Matiguás, Matagalpa, en el 55. Antes<br />

del triunfo estuve en la clandestinidad (desde el 77) con el<br />

FSLN mientras se gestaba la revolución desde las montañas.<br />

Yo seguí siendo parte de la guerrilla incluso después<br />

del triunfo del 19 de julio. En los años 80 me hicieron<br />

un llamado para integrarme como instructor<br />

del servicio militar patriótico para replegar la mano<br />

armada de la Contra que continuaba presionando el territorio<br />

nacional y queriendo tomarse el campo y la ciudad.<br />

Yo fui entonces instructor durante cuatro años, del 80<br />

al 84, pero el año más duro fue el 82. Me fui retirando<br />

del ejército hasta que un 16 de diciembre perdí mis<br />

dos piernas en un combate en San Fernando. Desde entonces<br />

quedé discapacitado y me dieron la baja porque<br />

una persona discapacitada no puede estar en el ejército.<br />

A mí me faltaban tres meses para darme de baja, pero surgió<br />

un combate en San Fernando y nosotros (que ya está-<br />

37


amos concentrados en la base de Somoto, en el batallón<br />

3009) fuimos llamados a reforzar las líneas amigas. El Frente<br />

no tenía gente suficiente en la zona para ganar el combate<br />

y de los 170 hombres que habíamos, escogieron a 80 en la<br />

lista de refuerzos, y entre ellos iba yo, desgraciadamente.<br />

Salimos entonces como a la 1 de la madrugada, fuimos<br />

al combate y allí fue donde, tras una ráfaga de balas, me<br />

acribillaron las piernas y las perdí en la guerra. No quiero<br />

hablar de los detalles del combate porque es un tema<br />

difícil, todavía me afecta mucho cuando lo rememoro…<br />

Otros momentos dramáticos que viví fue cuando estuvimos<br />

en Puerto Cabezas, en el Río Coco, en Waspan, Leimon<br />

y La Tronquera. Era duro, muy duro. Para el tiempo<br />

de invierno todas esas zonas eran partes llenas de agua.<br />

Tuvimos que dormir entre los pantanos en unas hamacas<br />

con el agua empozada en los pies, los chayules, los<br />

zancudos, los insectos y otros animales encima, aquello<br />

era horrible. Estuvimos allí durante casi dos años.<br />

Sí hubo momentos alegres y momentos tristes; en las montañas<br />

uno se habita con los compañeros y las familias quedan<br />

lejos, pero cada año había un permiso de 8 días para<br />

que las familias nos visitaran. Casi nadie se conocía por su<br />

nombre, nos llamábamos por medio de apodos. Era difícil<br />

estar en el ejército. Nuestros jefes eran campesinos y ellos<br />

nos exigían tener mucha disciplina y acatar las órdenes de<br />

los jefes mayores, quienes eran tranquilos y otros más estrictos,<br />

pero nosotros teníamos que adaptarnos al mando.<br />

Después de la guerra me dieron una casa, salí beneficiado<br />

y fui privilegiado porque no a todos los lisiados de guerra<br />

les daban una casa. Por lo menos eso, tengo mi casita desde<br />

entonces. Es lo único positivo que saqué de la guerra.<br />

38


Como militantes del frente sandinista y ahora discapacitados<br />

de guerra, los líderes nos tienen abandonados y<br />

pareciera que están regalando chanchos y gallinas a los<br />

campesinos, pero no les dan la purina que necesitan esas gallinas;<br />

a nosotros no nos dan ni siquiera una silla de ruedas.<br />

A pesar de todo yo sigo en pie de lucha. Nosotros<br />

(los discapacitados) no traicionamos al partido,<br />

ellos (los dirigentes) nos traicionaron a nosotros,<br />

pero nosotros no traicionamos al FSLN, eso nunca.<br />

Ortega sigue siendo un líder, pero un líder mal asesorado<br />

porque no actúa como debería de actuar. Nosotros<br />

(los desmovilizados de guerra) hemos pedido ayuda<br />

con las pensiones, pero no nos han aumentado ni<br />

un peso desde hace 4 años que ganaron las elecciones.<br />

Lo que les dan a los campesinos son puras regalías, están tapando<br />

agujeros y regalando cositas aquí y cositas allá para<br />

que la gente vote por ellos. Ellos quieren ganar las elecciones<br />

sin ofrecer soluciones a largo plazo; la política actual<br />

del gobierno es “comida para hoy, hambre para mañana”.<br />

Isidro, 40 años: “Nací en San José de Bocay y soy norteño. Nosotros,<br />

mi familia y yo, teníamos una finca de café cuando comenzaban<br />

los combates y las primeras confiscaciones de tierra.<br />

En la madrugada de un día del año 83, llegaron los guerrilleros<br />

de la Resistencia mientras cortábamos café. Nos apiñaron<br />

y nos dijeron: “bueno, aquí hay que unirse a favor de<br />

la patria porque Nicaragua es de todos y todos tenemos que<br />

poner un granito de arena para defenderla del yugo sandinista”.<br />

Ese era el cuento que le metían a todo el mundo<br />

y yo era solo un chavalo de 13 años cuando me lo tragué.<br />

Yo era el más chiquito de mi familia, había escuchado ha-<br />

39


lar de la guerra, pero no sabía lo que era la guerra. En lo<br />

que íbamos caminando con los militares al lado, nos dicen<br />

ahora: “el que deserte aquí, le volamos la cabeza”. Sembraban<br />

el terror entre los campesinos y si te agarraban como<br />

sospechoso de ser sandinista, también te cortaban la cabeza.<br />

Nos fuimos a Honduras, llegamos a Honduras y nos entrenaron<br />

por 4 meses en las bases militares de Honduras.<br />

Después venimos a pelear a Nicaragua; ya en ese momento<br />

todos estábamos conscientes del tipo de lucha armada que<br />

librábamos, pues estábamos en una encrucijada muy difícil.<br />

O estabas de un lado o del otro. Los campesinos, al estar desinformados,<br />

no podíamos elegir. No sabíamos decir si me<br />

conviene o no me conviene esta decisión, entonces fuimos<br />

manipulados y así nos mandaron a combatir, a la fuerza.<br />

Los campesinos somos gente fuerte y práctica, mi<br />

papá y mi mamá siempre me enseñaron a ser humilde<br />

y eso me ayudó mucho a enfrentar esa guerra.<br />

Son diferentes momentos dramáticos los que viví desde la<br />

montaña, pero en todos tuve miedo. Teníamos bajas a cada<br />

rato y los combates eran muy intensos. Uno andaba cargando<br />

heridos cuando ni siquiera habías comido y tampoco andabas<br />

muchas municiones para defenderte. Esas cosas lo desgastan<br />

a uno física y moralmente. Uno también anda pensando en su<br />

familia que no ves tampoco, uno no tiene comunicación con<br />

su familia y se desconecta totalmente. Sin embargo, tenés que<br />

ser fuerte y resistente, sacar energías de donde nos las tenés.<br />

Operamos en Nueva Segovia primero. Cuando los sandinistas<br />

nos penqueaban y nos hacían retroceder hasta la<br />

frontera, entonces nos abastecíamos. Ya abastecidos, entrabamos<br />

a Jinotega, luego a Matagalpa, entonces andabas<br />

como las hormigas locas, sin rumbo cierto, no tenías un paradero<br />

claro ni podías hacer planes porque lo único que te<br />

40


quedaba era acatar órdenes y buscar cómo salvar tu pellejo.<br />

Claro que hubo momentos alegres también. Uno hace amistad<br />

con los compañeros y cuando logras descansar, te desahogas<br />

contando chistes y riéndote con el otro. Así uno se<br />

calma. Nos enseñaron que todos teníamos que ser unidos y<br />

compartir todo entre todos, pero claro, había sus bandidos<br />

que se te iban arriba o te robaban el agua y cosas así, pero todo<br />

pasaba entre nosotros y eso a veces te causaba risa recordarlo.<br />

Fueron tiempos muy duros. Si me preguntaras si yo volviera<br />

ir a la Guerra, te respondería que ni que estuviera loco. Ni le<br />

deseo ni le recomiendo a nadie que vaya a una situación así.<br />

Imagináte que en mi grupo éramos 300 soldados y con costo<br />

sobrevivimos 60 hombres entre cotos y ciegos. Todos pensábamos<br />

que íbamos a ganar la guerra, todos teníamos esa<br />

mentalidad, pero al final te dabas cuenta que no tenía sentido<br />

ganar o perder la guerra, simplemente nos manipularon.<br />

Toda esta gente que nos involucró nos hizo tremenda jugada.<br />

Mientras ellos estaban en Miami y se hacían millonarios con la<br />

guerra que financiaron, nosotros moríamos en las montañas.<br />

Ellos no volaron ni un solo tiro y se hicieron los grandes señores<br />

que salieron de la guerra para tener cuentas en el banco,<br />

vehículos de lujo, fincas y ¿nosotros qué? Nosotros salimos<br />

descalzos y entramos descalzos a la guerra. Eran una mafia.<br />

En la política, si vos no la sabes manejar, mejor no te metas.<br />

Si alguien te habla de política y vos no sabes lo que esa<br />

persona está haciendo a tus espaldas, entonces actúas desde<br />

la ceguera y eso fue lo que pasó con nosotros. Reclutaron<br />

a un montón de ciegos políticos. Ahora los campesinos<br />

que entraron a la guerra están allí abandonados, nadie los<br />

vuelve a ver. Perdimos el tiempo y la juventud que teníamos.<br />

Nosotros éramos jóvenes y no logramos estudiar, aho-<br />

41


a todos los excombatientes andamos por los 45 o 50 años<br />

y ya no te dan un trabajo si quiera. Lo mejor de nuestras<br />

vidas se quedó truncado. Me siento traicionado por un<br />

grupo de bandidos que nos reclutaron en la Resistencia.<br />

En realidad, fuimos traicionados toditos, tanto los sandinistas<br />

como los de la Contra. Ambos éramos nicaragüenses<br />

y perdimos el tiempo en una guerra espantosa.<br />

Ahora digo no a la guerra, esa es mi recomendación. Todos<br />

los nicas tenemos que estar unidos y mirar hacia adelante<br />

para que nuestros hijos estudien y para que sean mejores<br />

que nosotros algún día. Las nuevas generaciones no<br />

tienen que cometer el error que cometimos nosotros. Si alguien<br />

me pregunta yo le doy mi consejo: NO A LA GUE-<br />

RRA. Evitarla lo más que se pueda, no es posible que las<br />

familias nicaragüenses sigamos en zozobra por unos cuantos<br />

que están en el poder; al final son las familias de este<br />

país las que pagan los errores políticos de los grandotes”.<br />

Carlos, 46 años: “Yo nací en Managua, en el 65 y soy de<br />

los barrios orientales de la catorce de septiembre, del<br />

barrio nicarao. Cuando la guerra tenía 15 años y perdí<br />

mi pierna izquierda en una emboscada que nos<br />

hizo la Contra allá por Laguna de Perlas, en Houlover.<br />

Yo traigo lo guerrillero en la sangre porque tengo dos hermanos<br />

caídos en combate. Uno que murió en San José de Las<br />

Mulas en la masacre de los 23 jóvenes que la Contra mató en<br />

el 83, y el otro, que murió en la guerra de liberación nacional<br />

para el año 79. Lo agarró un famoso “Macho negro” y lo desapareció<br />

y no lo volvimos a encontrar. Ese era el estilo del “Macho<br />

negro”, agarrar a los jóvenes y desaparecerlos. Por eso, a<br />

como dice la canción de los Mejía Godoy, su tumba (la tumba<br />

de mi hermano desaparecido) “es todo el territorio nacional”.<br />

Viví varios momentos dramáticos durante mi vida de comba-<br />

42


tiente. En particular uno que me quedó grabado en ese entonces.<br />

Íbamos para una misión y estaba lloviendo desde la mañana.<br />

Estábamos en la zona de la RAAS (Región Autónoma del<br />

Atlántico Sur) en la cuenca de Laguna de Perlas, Orinoco y la<br />

Cruz del Río Grande. Esa zona es bien húmeda y allí el paisaje<br />

es puro fango, suampo, manglares porque está la costa cerca.<br />

Íbamos a una misión hacia el “tortuguero” caminando todo el<br />

día hasta que en la tarde nos topamos con un río. En realidad,<br />

era un riachuelo que se creció y se puso grande y copioso.<br />

Éramos un pelotón de 30 hombres, pero el río estaba tan<br />

bravo y tan lleno de agua, que tuvimos que botar un palo<br />

con un hacha para poderlo cruzar. Mientras botamos el<br />

palo con el hacha, lo cual es dilatado, el río agarro más y<br />

más agua hasta que pasó la primera escuadra de militantes<br />

y luego con costo, la segunda. Cuando llega la tercera<br />

escuadra de combatientes, nos agarramos de un mecate<br />

y lo amarramos a un palo de un extremo para llegar<br />

al otro lado y así poder pasar. Pero se puso jodida la cosa.<br />

Íbamos pasando por el mecate y de tanto pasar, el mecate<br />

se puso flojo y el jefe del pelotón, que no sabía nadar,<br />

se da vuelta y con la mochila llena de agua, se fue al fondo<br />

del caudal. En eso yo lo agarro del pelo, sin bromas,<br />

pero en lo que lo quiero agarrar del pelo me voy yo también<br />

al fondo del caudal. ¡Jueputa! yo en mis adentros.<br />

Yo no sé quién me puso una raíz o una rama en la superficie<br />

y cuando me voy quitando la mochila para poder salir con la<br />

mano chapoteando en el agua, encuentro una “rama divina” y<br />

me agarro de ella y logro salir ¡Dios qué alivio! A la vez, logro<br />

sacar al otro broder que ya se nos estaba ahogando en las profundidades<br />

del caudal. Fue una cosa horrible esa vaina no se me<br />

olvida. Allí fue cuando más cagado me puse para serte honesto.<br />

Yo creo que la guerra sí me aporto algo positi-<br />

43


vo. Yo mantengo el principio de que la montaña forja<br />

al hombre porque vos aprendes a compartir con el<br />

compañero, a solidarizarte con los compañeros, etc.<br />

Yo llegaba a un lugar donde los campesinos, por decirte<br />

algo, y yo partía una tortilla mitad y mitad: “tome<br />

mi hermano, la mitad es suya”, le decía a mi “compa”.<br />

Andar en el monte te forja valores buenos, amistades<br />

verdaderas, allí sabés quién es quién, no son vainas.<br />

Había sus jefes que eran vendidos. Yo conocí jefes que mandaban<br />

a las tropas y ellos se iban a carnavalear y a beber<br />

guaro mientras uno andaba volando balas. Pero después,<br />

claro, había otros jefes que se ponían a la par del soldado y<br />

eran consecuentes, te decían: “¿vas a caminar? vamos a caminar<br />

pues ¿vamos a sufrir hambre? Vamos a sufrir hambre,<br />

¿vamos a comer mierda? vamos a comer mierda”, es<br />

decir, yo por suerte me encontré jefes que eran moridores.<br />

Los momentos más alegres llegaban cuando recibías una carta<br />

de un ser querido, ya sea de mi abuelita o de mi mamá, por<br />

ejemplo. Cada vez que decían que venía correspondencia yo<br />

me alegraba. Cada vez que me decían que un compañero que se<br />

fue herido, regresó vivo, era otro momento de alegría también.<br />

En la montaña la onda era chocar, si vos no chocabas andabas<br />

mal porque no tenía sentido andar en la montaña. Si vos chocabas<br />

ya te alegrabas. Chocar era pelear, combatir, volar balas.<br />

Yo soy sandinista pero no de banderitas que ponen en los carros.<br />

Porque ahora todo mundo es sandinista, todo el mundo<br />

se pone una camiseta y te saca una bandera y te dice yo<br />

anduve en la montaña, y te agarran y te quieren vociferar;<br />

pero yo soy sandinista porque me cuesta serlo y no porque<br />

soy oportunista, pues he tenido oportunidad de agarrar<br />

y no he agarrado nada porque ese no es mi estilo, ¿viste?<br />

Para los tiempos de don Enrique (Bolaños) y durante los<br />

44


16 años de gobierno liberal, las pensiones de nosotros (los<br />

lisiados de guerra) estaban en 531 córdobas mensuales.<br />

Todo fue que viniera el comandante (Ortega) y nos subieron<br />

a 1,200 córdobas. Ahorita me tienen en 3,000 córdobas<br />

y esa cantidad no te cae nada mal, nada mal hermano.<br />

Además, como desmovilizados, tenemos exoneraciones en<br />

el pago de nuestras casas, descuento en la luz, en el agua<br />

y muchos beneficios más. Por lo menos hay compañeros<br />

que ni siquiera caminan y la pensión de ellos anda por<br />

los 5,000 córdobas y yo te digo una cosa, en comparación<br />

a lo que nos daban antes, esa cantidad no está nada mal”.<br />

Comandante “Papilón”, 60 años: “Nací en Managua, en<br />

el 51. La mayor parte de nuestra gente se involucró voluntariamente<br />

a la Resistencia ya que, de todas maneras,<br />

ninguno devengaba un salario a menos que sean<br />

las personas que estaban en los directorios y en los altos<br />

mandos, esos sí, esos sí devengaban un salario.<br />

Cuando nos desmovilizaron (en 1990), simplemente nos<br />

dieron un pantalón y una camisa y hasta allí; entregamos<br />

las armas sin ninguna seguridad y la prueba está<br />

en que luego de la desmovilización, en el campo había<br />

rencillas y se dieron algunos acontecimientos bastantes<br />

feos. No tuvimos entonces ninguna seguridad.<br />

Recuerdo con mucho dramatismo la primera incursión<br />

militar que hicimos el 2 de enero del 83. No había<br />

reabastecimiento en ese tiempo. El comandante Renato<br />

nos dijo: “vamos sin regreso”, es decir, el ejército<br />

sandinista era demasiado grande y nosotros éramos unos<br />

pocos, en otras palabras, nos estaban probando para<br />

ver si nos podían dar la ayuda que nos dieron después.<br />

En esa época eran dos fuerzas principales las que entraron,<br />

45


la “Jorge Salazar” y la “San Jacinto”. Sí, claro, hubo momentos<br />

alegres también, es como cuando vos estas en un entrenamiento<br />

y siempre hay una voz de mando fuerte que te<br />

está preparando. Pero esa voz de mando también debe tener<br />

buen ánimo y carisma para la gente; sale entonces un<br />

chiste y todo mundo se ríe. En otras ocasiones, estas en un<br />

entrenamiento y vas cantando y te salís de la fatiga y te metes<br />

en la música que vas cantando. Así superás el mal rato.<br />

Los ejércitos del mundo le llaman “garra” a tu amigo inseparable,<br />

pero en nuestro idioma le decimos “liga”, era aquella persona<br />

que, si vos ibas al baño, él te acompañaba y viceversa, así de cercano<br />

éramos como uña y mugre entre los amigos combatientes.<br />

Vos ahorita estás hablando con uno de los fundadores de la fuerza<br />

contrarrevolucionaria Jorge Salazar, yo fui uno de los pioneros<br />

y salgo en un libro publicado recientemente por Adolfo<br />

Calero Portocarrero, el cual se llama “Crónicas de un contra”.<br />

Es un libro que están vendiendo en Hispamer y yo no recibo<br />

un solo centavo por las ventas de ese libro. Ellos se<br />

siguen lucrando de nosotros porque me sacan en ese libro<br />

sin mi consentimiento; pusieron una foto mía y unas<br />

frases mías, pero a mí no me consultaron nada. Entonces<br />

¿qué pasó con esos dividendos? Ellos siguen haciéndose ricos<br />

¿a cambio de qué?, de nada. Lo que te quiero decir es<br />

que ellos siempre estuvieron bien y siempre siguen bien.<br />

Simplemente nos usaron y nos tiraron a la montaña. Pero<br />

ellos quedaron muy bien, me refiero a quienes nos negociaron,<br />

a quienes protagonizaron la capitulación de la guerra.<br />

Si nos ponemos a analizar de dónde venía todo ese dinero<br />

para la Contra, nosotros quedamos con las manos en el aire.<br />

Ahora nos miran como nada, ¿por qué no nos apoyan en proyectos<br />

a nuestra gente? Quizás ya no a los viejos como nosotros,<br />

pero si a nuestras familias. Nosotros tenemos nuestras<br />

46


propias responsabilidades e hicimos nuestras propias familias<br />

a raíz de la desmovilización de los 90. Es ese el momento<br />

cuando, por fin, nosotros comenzamos a hacer nuestra propia<br />

vida. Ahora tenemos hijos y queremos que terminen de estudiar<br />

porque nosotros, en esa época, no lo pudimos hacer.<br />

Ahora bien, quiero hablarte de las pensiones que te dan como<br />

víctima de guerra. Resulta que ahora no te tazan como víctima<br />

de guerra, sino que te tazan por medio de tu carnet de afiliado<br />

del seguro y no como víctima de guerra, repito. En aquel entonces,<br />

además de ser combatiente vos tenías un seguro porque<br />

a su vez eras un obrero o un profesional activo y cotizante.<br />

Entonces ahora te tazan por ese carnet y no como víctima de<br />

guerra. Es injusto. No debería ser así. Hay una ley allí que habla<br />

de las víctimas de guerra…nos deberían de dar ese carnet y<br />

no el otro, en fin, siguen haciendo lo que quieren con nosotros.<br />

Lo importante sería que nos apoyaran. Tan siquiera el gobierno<br />

norteamericano, que fue el que nos mandó a la guerra<br />

y ahora nos dejó como nada, debería apoyarnos ¿quién<br />

habla por nosotros? El gobierno gringo nos debería estar<br />

apoyando ahora mismo. Si vos te fueras al norte, entonces<br />

te dieras cuenta que hay campesinos de nosotros, ex Contras,<br />

que ganan los pobres 30 pesos al día bien penqueados<br />

y así mueren, sin ningún apoyo ni ayuda, sin nada.<br />

Nosotros no tenemos ningún resentimiento con el otro bando,<br />

los sandinistas ya no son nuestros enemigos. La guerra<br />

ya pasó y desgraciadamente fue entre los mismos nicas.<br />

Pero sí me gustaría que los ONGs de este país y de los países<br />

que estuvieron involucrados en la desmovilización, al<br />

ONU, la OEA, etcétera, por los menos metieran proyectos<br />

para el cambio de vida de nosotros… ¿de qué nos sirve ahora<br />

que el gobierno nos dé un título de propiedad a 21 años<br />

de la desmovilización? Todavía los desmovilizados vienen<br />

a buscar su gestión para que les den su título de propiedad<br />

47


21 años después de la guerra, ¿qué paso con los gobiernos<br />

anteriores?, no lo hicieron y si hoy nos dan un título,<br />

¿por qué no nos dan un financiamiento para poder aprovechar<br />

la tierra? Entonces nosotros tenemos y no tenemos.<br />

Ahora somos ciudadanos comunes y corrientes, en eso nos<br />

convirtieron. Así como fuimos caballeros de guerra en la<br />

guerra, lo seguimos siendo a pesar que ya estamos bastante<br />

macizos. Mantenemos siempre nuestra palabra y nuestra<br />

posición. Pero nos siguen ninguneando y eso es doloroso.<br />

Si me preguntas si la guerra me aportó algo positivo, en<br />

lo personal, yo te respondo a secas: nada. Yo creo que ninguna<br />

guerra aporta nada positivo a nadie, ninguna”.<br />

Roger, 44 años: “Nací en Matagalpa en el 67. Me involucré<br />

voluntariamente al Ejército Popular Sandinista (EPS) cuando<br />

tenía 16 años. Lo hice siguiendo ese sentimiento revolucionario<br />

que inspiró a tantos guerrilleros luego del triunfo<br />

de 1979. Era un proyecto que favorecía a la mayoría de los<br />

desposeídos y más pobres de Nicaragua, por eso lo hice.<br />

Mi primera impresión de la guerra fue la crueldad de<br />

los combates donde murieron los primeros compañeros.<br />

Ver tanta sangre, ver tanto muerto y ver tanto herido,<br />

me impactó muchísimo. Sin embargo, esas mismas<br />

imágenes fueron las que me llenaron de coraje para luego<br />

seguir librando la batalla por una Nicaragua libre.<br />

Yo solo me sentía dentro de esas películas norteamericanas<br />

sobre la guerra en Vietnam; uno desde la montaña se traslada<br />

y te metes en un mundo diferentísimo al mundo tranquilo<br />

de la ciudad. Era una cosa totalmente nueva para mí.<br />

Estuve involucrado en el batallón de lucha irregular “Farabundo<br />

Martí”, esa fue mi primera experiencia mili-<br />

48


tar. Era un enfrentamiento cuerpo a cuerpo ante la Contra.<br />

Desde muy chavalo me incorporé al movimiento<br />

“Luis Alfonso Velázquez Flores” y después formé parte<br />

de la juventud sandinista. Pertenecí también, años anteriores,<br />

a los cortes de café donde nos movilizábamos y<br />

nos habíamos comprometido a defender la revolución.<br />

Hubo momentos tristes y momentos alegres. Cuando descansábamos,<br />

por ejemplo, hacíamos chistes y nos acordábamos<br />

de las novias que habíamos dejado en la ciudad; de las<br />

anécdotas de los chavalos de las fiestas; y luego hablábamos<br />

sobre lo que íbamos hacer si salíamos vivos de esa guerra.<br />

Hoy recuerdo todo eso con nostalgia, pero también con alivio.<br />

Un alivio porque salí vivo de la guerra y la guerra me<br />

aportó muchas cosas positivas en la parte humana. Aprendí<br />

a valorar más la vida y a tenerles amor a las personas y<br />

sí, es cierto, éramos chavalitos los que andábamos allí, pero<br />

andar allí a esa edad te hacía madurar mucho más rápido.<br />

La relación entre los jefes y nosotros era muy fraterna. Había<br />

una comunicación total y esa era la base para la subsistencia<br />

en la montaña. Además de estar bien preparado<br />

física y mentalmente, tenías que estar bien informado. Fue<br />

duro. A veces nos tocaba dormir sin cambiarnos la ropa<br />

ni bañarnos por semanas, dormíamos con las botas puestas<br />

y el animalero de la selva encima, eso te hacia sobrevivir<br />

y salir adelante en la lucha por tus propios principios.<br />

La relación entre nosotros, “los compas”, era cordial. Allí el<br />

que no cooperaba se moría de hambre; era por eso tan necesario<br />

el espíritu de unidad total entre nosotros. Dormíamos<br />

a la intemperie y una vez al año, nos daban 15 días para visitar<br />

a la familia, eran 15 días que se sentían como 15 años.<br />

Han pasado ya 21 años desde que los nicas nos andábamos<br />

matando en la montaña cada quien defendiendo lo que creía<br />

49


que era correcto. Pero viendo hacia atrás, creo que, al fin y<br />

al cabo, valió la pena la lucha; lo veo positivo porque ya no<br />

hay guerra y los jóvenes de hoy pueden disfrutar de esa realidad.<br />

Yo no existe aquel fantasma tan cercano de la guerra.<br />

Yo fui herido dos veces en combate. Muchos fueron heridos<br />

al igual que yo y desgraciadamente, también herimos<br />

a los hermanos del otro bando que en aquel entonces eran<br />

enemigos. En lo personal, no se lo deseo a nadie. La guerra<br />

es lo peor para cualquiera. Y eso que yo salí completo<br />

de la guerra, pero tengo amigos que no tienen un brazo,<br />

un ojo, los dos brazos, los dos ojos, son lisiados o están<br />

en silla de ruedas y no pueden contar la misma historia.<br />

Ahora el partido (sandinista) es otra cosa. Yo participé<br />

activamente en las campañas del gobierno hasta el noventa.<br />

Actualmente sigo siendo militante del FSLN, pero<br />

considero que los tiempos han cambiado y por eso me retiré<br />

para seguir estudiando y buscar mi propio trabajo.<br />

A este gobierno le hace falta iniciativa. No valoran la preparación<br />

de uno. Yo tengo dos carreras; saqué un técnico<br />

en agronomía en León, después Ingeniaría Agrónoma<br />

en la UNA (Universidad Nacional Agraria), después un<br />

posgrado en formulación de proyectos en la UCA (Universidad<br />

Centroamericana) y recientemente, en febrero,<br />

salí como administrador de empresas en la UCC (Universidad<br />

de Ciencias Comerciales). ¿Todo eso para qué?<br />

El gobierno no valora la capacidad de la gente formada.<br />

A mí no me han dado respuesta. Por medio de un amigo<br />

que trabaja en el Estado, he metido currículo para ver<br />

si me dan trabajo y he corroborado con papeles en mano,<br />

todo mi trayecto anterior en las filas del FSLN. Pero parece<br />

que el partido está más interesado en reclutar gente<br />

por argolla, antes que reclutar a las personas por sus<br />

50


capacidades y sus méritos intelectuales o académicos.<br />

Tengo un año de estar esperando la respuesta del partido, y<br />

hasta la fecha nada. Soy nada para ellos. Ahora los cargos son<br />

elegidos desde la base, al dedazo. El partido se corrompió.<br />

Antes, sinceramente, se hacían asambleas y uno realmente<br />

votaba y nos tardábamos hasta dos días para sacar una resolución.<br />

Ahora todo mundo ya sabe a quién van a elegir<br />

de antemano. Hay menos participación en las bases, ya no<br />

es algo democrático, todo cae verticalmente desde arriba.<br />

Comandante “Hugo chele”, 59 años: “Nací en la Concordia<br />

un primero de septiembre de 1951. Yo tenía 26 años<br />

cuando tomé la decisión de entrar a la guerra. Tuve muchos<br />

problemas con la Seguridad del Estado en los años 80<br />

ya que, en ese tiempo, yo trabajaba en comercio y un mismo<br />

primo mío que trabajaba en la Seguridad del Estado,<br />

empezaba a cuestionarme ya que yo me reunía, en la zona<br />

de Yalí, con otros Contras. Entonces tuve que refundirme<br />

en la montaña con otros miembros de la Resistencia.<br />

El momento más duro que viví fue cuando tuve un combate<br />

en un lugar que le dicen “Zompopera”. Andábamos solamente<br />

100 hombres y me encontré con 9 compañías enemigas, es<br />

decir, un total de 910 hombres del otro bando. Puse entonces<br />

un puesto a la retaguardia y me vino una lluvia tremendísima,<br />

pero yo había logrado avanzar en arrastre hacia el lugar<br />

donde estaban los primeros sandinistas, en una colina cercana.<br />

Se vino de nuevo otra lluvia que nos nubló la visión y me<br />

mataron a 3 de los cuatro puestos que tenía yo en ese lugar.<br />

Yo era el jefe de la escuadra. En eso yo les caigo (a los sandinistas)<br />

en asalto y entonces les quito la primera columna<br />

desde la colina cercana donde los había sorprendido. La respuesta<br />

de ellos fue tan feroz que comencé avanzar y avanzar<br />

y a avanzar para salir de allí porque enfrentar a tantos<br />

hombres era un suicidio; entonces avancé como a las 9 de la<br />

51


mañana y salí de allí como a las 6 de la tarde. Logré escapar<br />

del anillo donde yo estaba metido, logré salir gracias a<br />

Dios, pero allí perdí, eso sí, los tres hombres que me mataron<br />

en el puesto, dos que me mataron en el asalto y como 3 heridos<br />

que luego tuvimos que llevar a curar al campamento.<br />

Claro que en la montaña también hubo momentos alegres.<br />

Nosotros, cuando estábamos en la base, andábamos alegres y<br />

aquí también a lo interno, porque pues, nosotros caminábamos<br />

una grabadora y cuando llegábamos a tierra pacífica nos<br />

poníamos a bailar y llegábamos a la casa y nos poníamos a bailar<br />

de nuevo. Luego matábamos una vaca y nos la comíamos.<br />

Uno armaba su propia jodedera para no sufrir tanto la guerra.<br />

Andábamos conscientes de lo que andábamos metidos y<br />

eso elevó nuestra moral, nosotros no habíamos sido reclutados,<br />

sino que andábamos con nuestros propios gustos.<br />

A pesar de que los muchachos y yo, hicimos todo lo posible<br />

por tener ratos alegres, yo pienso que la guerra no me<br />

aportó nada positivo. Los nicas nos matamos entre nosotros<br />

mismos y hubo un montón de muertos solo por defender a<br />

4 u 8 individuos que estaban en el poder para ese entonces.<br />

Tanto por parte del FSLN como por parte de nosotros,<br />

los Contras, pusimos muertos a cambio de nada. Nosotros,<br />

los combatientes, teníamos una buena relación entre<br />

nosotros y yo siempre le decía mi gente que tuviéramos<br />

mucho cuidado porque esta guerra iba para largo.<br />

Entonces teníamos que ser más tácticos en nuestro lugar de<br />

combate. Nuestra relación era magnifica, buena, muy buena.<br />

Fíjese que a veces me acuesto y hago memoria por todos los lugares<br />

que anduvimos y pienso en cuántos hermanos quedaron<br />

abonando la tierra con su sangre y el día de hoy, aquellos jefes<br />

que dijeron que eran jefes, no se acuerdan de nadie. Fíjese que<br />

definitivamente, soy franco y se lo digo, yo me siento traiciona-<br />

52


do, se lo digo claro y pelado, pues la negociación y la desmovilización<br />

que nos hicieron a los Contras, fue a cambio de nada.<br />

Sí, nuestra desmovilización fue vergonzosa. Mandarnos con<br />

un par de botas de hule con un uniforme que parecía que<br />

veníamos saliendo de un hospital de guerra, fue vergonzoso.<br />

Hubo dinero para financiar la guerra, pero no hubo dinero<br />

para lo que pasó con nosotros después de ella. Nuestra desmovilización<br />

pudo hacer sido mucho más decente, pero así<br />

nos despacharon: con un par de botas de hule y una gabacha<br />

que parecía que veníamos saliendo del hospital, no fue<br />

justo ni fue honroso para nosotros terminar de esa manera.<br />

Por eso me siento traicionado, no me da miedo decirlo”.<br />

LA GENERACIÓN TRAICIONADA<br />

Como podemos palpar en los testimonios aquí reunidos, el<br />

miedo no tenía nombre ni bando específico, tanto los Contras<br />

como los Sandinistas, sintieron miedo en los adentros<br />

de las montañas que respiraron y sudaron con su sangre,<br />

donde se jugaron la vida y se jugaron la muerte, unos a la<br />

fuerza, otros bajo su propio consentimiento, pero todos<br />

con el deseo de sobrevivir a esta cruel y descarnada guerra<br />

que gracias a Dios, a las negociaciones, a la tolerancia<br />

entre los dos bandos y a la intensa virtud de sus protagonistas,<br />

terminó en una Paz necesaria, aunque no definitiva,<br />

ya que son muchas las cuentas pendientes que tienen los<br />

exjefes de estos valientes guerreros que protagonizaron<br />

una de las páginas más oscuras de la Historia Nacional.<br />

La lucha sigue, su reivindicación continúa, sus familias exclaman<br />

y aclaman por ayuda y por el respeto a sus derechos.<br />

Mientras tanto, a mí, como joven y testigo tardío de estos<br />

testimonios desgarradores, solo me queda plasmar aquí<br />

lo que estos hermanos nicaragüenses vivieron. Me queda<br />

hablar por ellos a través de este artículo, hablar, sobretodo<br />

53


hablar por ellos para que sus memorias tengan eco también<br />

en mi generación y no se repitan los errores anteriores.<br />

Dejo entonces la confesión de vida de una generación cuyos<br />

miembros, en su mayoría, se siente traicionada por los<br />

dirigentes que la utilizaron para obtener beneficios personales<br />

y estar donde están ahora, pisándolos desde arriba.<br />

En este mes de septiembre y en pleno año electoral, esta voz colectiva<br />

es a su vez, una voz de alarma para que los nicaragüenses<br />

sepamos elegir por medio del voto y de la democracia que estos<br />

hombres nos supieron legar, la justicia a quienes se la merecen.<br />

III<br />

MEMORIAS DE UNA GENERACIÓN BECADA<br />

(2012)<br />

Fueron muchos los que, durante la década de los ochenta,<br />

tuvieron la oportunidad de salir a estudiar a los países<br />

pertenecientes al bloque socialista que protagonizaban<br />

la “Guerra Fría” contra Estados Unidos de América.<br />

Entre estos países opuestos al capitalismo, estaba la Unión de<br />

Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y Alemania Oriental.<br />

Esta última se encontraba dividida por el histórico Muro de<br />

Berlín, ese mismo bloque de hormigón que separaba a los germanos<br />

fragmentados después de la última guerra mundial.<br />

Para los que lograron irse becados por el gobierno sandinista,<br />

fue una hermosa y arriesgada oportunidad<br />

54


para conocer desde adentro, las bondades del sistema<br />

socialista y contrastarlo con lo que significó vivir durante<br />

los últimos años del somocismo en Nicaragua.<br />

Jóvenes de 17, 18 y 19 años, salieron aprobados como<br />

puntas de lanzas en las convocatorias para estudiar en<br />

el extranjero, inspirados siempre por el discurso patriótico<br />

y esperanzador de una revolución que estaba de<br />

moda y que nacía, tras su logró histórico durante el triunfo<br />

de 1979, en el seno de una sociedad revolucionaria.<br />

Parte del proyecto de la nueva Dirección Nacional que encabezó<br />

el proceso sandinista durante ambos lustros, fue invertir<br />

en la formación de futuros profesionales que se prepararan<br />

en las tierras gélidas de Europa. La idea era que esos mismos<br />

jóvenes, fueran capaces de regresar al país llenos de conocimiento<br />

para compartir sus experiencias y luego fomentar<br />

futuros intercambios con los países amigos del comunismo.<br />

Sin embargo, la historia dio la vuelta bruscamente. Todo empezó<br />

a venirse abajo. Aquellos jóvenes que iban emocionados<br />

hacia el primer mundo, terminaron por encontrarse con una<br />

situación política aplastante. La URSS, el gigante rojo cuya<br />

bandera era soplada por los vientos obreros de los anarquistas<br />

del mundo, estaba a punto de desmoronarse y colapsar por el<br />

peso de su propia antigüedad y la ineptitud de su burocracia.<br />

El fracaso de la “perestroika” alcanzó también a los estudiantes<br />

nicaragüenses, angoleños, cubanos, norcoreanos,<br />

vietnamitas, marroquíes, etcétera; en lo que se conocería<br />

luego como la peor catástrofe geopolítica de la historia moderna:<br />

la estrepitosa caída del muro de Berlín en 1989 y el<br />

fin de la URSS en 1991 luego de casi un siglo de existencia.<br />

Mientras ocurría esto, al otro lado del charco, el gobierno capitalista<br />

de Ronald Reagan celebraba el gran triunfo de los<br />

55


yanquis sobre los bolcheviques. Los nicas que habían logrado<br />

arribar a la tierra de Lenin, apenas buscaban cómo sobrevivir<br />

y justificar sus estadías entre Moscú y Berlín, las dos ciudades<br />

más afectadas por la hecatombe socialista y el fracaso marxista<br />

de Gorbachov luego del golpe de estado que sufrió en Moscú.<br />

Pronto Nicaragua se sumaría al derrumbe político de la izquierda<br />

mundial. En 1990, el FSLN perdería las elecciones<br />

ante Violeta Barrios de Chamorro, la mujer que sucedería Daniel<br />

Ortega, un líder resignado a entregar el poder luego de<br />

su primer mandato al frente de un gobierno desgastado por<br />

la guerra. La Unión Nacional Opositora (UNO) tomaría las<br />

riendas de la nueva presidencia y con esta victoria inesperada,<br />

los sueños de muchos nicaragüenses también se desplomarían.<br />

Era el fin de una Era para Nicaragua y para el mundo.<br />

¿Cómo encontraron el país estos nicaragüenses que fueron<br />

en busca de superación y experiencia? ¿Cómo era<br />

quedarse allá, tan lejos de sus terruños pinoleros? ¿De<br />

qué manera sobrevivieron a los años más críticos de<br />

la “Guerra Fría”? ¿Qué aprendieron, a pesar de todo?<br />

Todas estas preguntas se responden entre los ocho testimonios<br />

expuestos en esta investigación exhaustiva. Cada<br />

uno fue un superviviente de una situación difícil que los<br />

obligó a regresar a un país derrotado, la búsqueda de un<br />

trabajo digno y el emocionante encuentro con sus seres<br />

queridos que, desde acá, los añoraban de vuelta en casa.<br />

Víctor, 65 años: “Nací en Mina La India, León. Me fui<br />

en el 81 y regresé en el 82. El plan era estudiar biología<br />

marina, pero en mi vuelo se extraviaron los documentos<br />

míos y de otro profesor de la UNAN-Managua.<br />

Se perdieron diplomas y títulos importantes, de tal manera<br />

que estando allá, pasamos desocupados sin estudiar<br />

como 4 meses y no hallaban qué hacer con nosotros.<br />

56


Para mayor desgracia, nos querían hacer estudiar desde primer<br />

año de bachillerato y yo dije que no, inmediatamente. Dije<br />

que prefería regresarme. Tenía 35 años, tres hijos y una esposa.<br />

Empezar de cero era absurdo para mí. Me acomodaron en<br />

un cursillo y estudiamos cualquier cosa con tal de ocuparnos<br />

en algo. Éramos 13 en total, todos de la UNAN-Managua.<br />

Estudié una especialidad en cultivo de peces y me ofrecieron<br />

una beca para estudiar en el conservatorio de música,<br />

la cual rechacé. Estaba desesperado. Finalmente estudié<br />

en el Instituto Astraján en un pueblo que lleva el mismo<br />

nombre. Quedaba como a 60km del Mar Caspio, en una<br />

zona a 32 horas en tren de Moscú. El pueblo era parte del<br />

puerto de Tallin, un espacio de defensa bélica para la flota<br />

naval. Ellos lo consideraban un pueblo de cuarta categoría,<br />

a diferencia de Leningrado, Moldavia, Kushinov,<br />

Kiev, etcétera, sin embargo, seguía siendo parte de Rusia.<br />

Allí, junto con otros revolucionarios soviéticos, vietnamitas,<br />

cubanos, mozambiqueños, de Barbados, compartíamos nuestra<br />

primera experiencia en la URSS. Hice un cuarteto aficionado<br />

de música revolucionaria con otros nicas involucrados<br />

en el Instituto. Nos dedicamos a cantar canciones de la revolución<br />

sandinista, la mayoría de ellas escritas por Carlos<br />

Mejía Godoy y el Grupo Pancasán. Yo era la primera voz y<br />

éramos muy solicitados. Mis compañeros hacían el coro. Nos<br />

atendían a cuerpo de rey comiendo caviar, salmón y trucha,<br />

ya que se valoraba mucho el arte y la cultura. Nuestra revolución<br />

estaba de moda y querían escuchar nuestras canciones.<br />

Durante la celebración del aniversario de la revolución de cada<br />

país invitado, hacíamos actos culturales con los marroquíes,<br />

libios, etiopios, vietnamitas, angoleños y algunos de Madagascar.<br />

Eran todos morenitos y no eran muy queridos por el<br />

racismo. Humildes, cariñosos, callados, pero no muy queridos<br />

por el color de su piel. Todo ese racismo era inevitable sufrirlo<br />

57


en aquellas zonas y se manejaba de manera extraoficial, es decir,<br />

no se tocaba entre las altas esferas del partido comunista.<br />

A pesar de todo, la experiencia fue buena. Yo soy franco. A<br />

veces echaba mis lágrimas por mi esposa y mis tres hijos.<br />

Luego de 3 o 4 meses ya no recordaba la cara de mis hijos<br />

y le pedí a mi esposa que me mandara fotos de ellos. Mis<br />

compañeros chilenos me consolaban con cierto sentido del<br />

humor, pero en el fondo me entristecían. Ellos estaban entrampados<br />

en la URSS ya que se quedaron allá cuando ocurrió<br />

la caída de Allende y no pudieron regresar a Chile. Me<br />

decían que no me preocupara, que a los 6 meses me iba a<br />

olvidar de mi esposa, me iba a casar con una rusa y me quedaría<br />

viviendo allá. Lejos de hacerme reír, eso me afligía.<br />

Regresé a Nicaragua con mi especialidad en cultivo de peces.<br />

Fui con mis documentos al Instituto de Pesca (INPES-<br />

CA) esperando una oportunidad laboral. Cuando llegué<br />

con aquella alegría luego de graduarme en la URSS, me recibió<br />

una “compita” vestida de verde olivo y traje militar.<br />

Le mostré mis papeles y ella sólo me quedó viendo y me<br />

dijo que dejara los documentos y llegara otro día. Me sentí<br />

menospreciado. Le pedí por favor hablar con el ministro<br />

o con alguien encargado de recursos humanos para ver<br />

mi caso. Ella se negó y me atendió hasta una semana después.<br />

Sólo fue para negarme cualquier chance de trabajo.<br />

Imagínate, eso fue en el 82, cuando apenas empezaba la<br />

revolución. ¿Qué podía esperarse de los años siguientes?”.<br />

Bertha, 47 años: “Nací en Managua, en 1965 y tenía 19<br />

años cuando salí del país. Estudié en la Academia Agrícola<br />

de Ucrania en Kiev, la capital. Lo logré por medio de<br />

una beca, producto de un convenio entre el gobierno sandinista<br />

y la Unión Soviética en el sector de la educación.<br />

En el caso de quienes estudiábamos Medicina Veterina-<br />

58


ia, nuestra beca era financiada por la UNICEF. Dicha institución<br />

le daba los fondos a la unión soviética y luego ella<br />

miraba los países del tercer mundo, escogía y ofrecía becas.<br />

Los bachilleres que optaban para dicha beca, hacíamos<br />

exámenes psicométricos, físicos, de coeficiente intelectual,<br />

etcétera. Luego publicaban la lista de los seleccionados y<br />

lo invitaban a uno para solicitar de manera formal la beca.<br />

Nosotros (los becados de entonces) vivimos momentos históricos<br />

al llegar a la URSS. Fue asombroso cuando, durante<br />

las primeras reuniones o charlas políticas a las cuales nos<br />

convocaron, los profesores nos hablaron de “la perestroika”,<br />

la “glásnot” y la reestructuración del sistema socialista ruso.<br />

Fuimos la generación de estudiantes que vivimos la apertura<br />

y el cambio de la sociedad soviética hacia el mundo. La<br />

URSS, por medio de los cambios que intentaba aplicar Gorbachov,<br />

era como una flor que quería abrirse y todavía tenía su<br />

mallita que no le permitía liberarse y dar todo su esplendor.<br />

Del 85 al 88, fueron 3 años dramáticos para la URSS. Fue<br />

el rompimiento de viejos paradigmas en cuanto a la apertura<br />

de fronteras, el acceso a ciertas tecnologías y los cambios<br />

en la política económica. Hubo un momento que, por<br />

los drásticos cambios de moneda que vivíamos, en vez de<br />

darnos el estipendio normal, nos daban cupones impresos<br />

en unas ristras de cartón que parecían billetes postizos.<br />

Ser mujer en ucrania tenía muchas ventajas. Había muchas<br />

oportunidades y pocos límites y mucho respeto.<br />

Eso lo sentí y lo viví muy de cerca. Sin embargo, como<br />

mujer extranjera, era otra cosa. Había mucha discriminación<br />

segmentada, pero no se podía negar. Como nos<br />

tocó trabajar en el campo por el perfil de la carrera, tuvimos<br />

que lidiar con gente más conservadora. Era difícil<br />

que aceptaran tu color de piel morena y tu pelo murruco.<br />

59


Cuando nos relacionamos más a fondo con los campesinos<br />

ucranianos, entendieron que éramos prácticamente los<br />

mismos. Queríamos trabajar, salir adelante, aprender, teníamos<br />

sentimientos y esperanzas. Igual que ellos. Nos casábamos<br />

y teníamos hijos, igual que ellos. Mi hijo mayor<br />

nació allá y me case con un nicaragüense. También allá.<br />

Cuando el ucraniano abría las puertas, lo hacía de corazón.<br />

El 98% de la experiencia que tuve allá fue positiva,<br />

a pesar de la crisis. Durante los 6 años que estuve,<br />

aprendí mucho y encontré gente muy buena, ángeles<br />

por todos lados que te tendían la mano, profesores que<br />

se preocupaban por uno y te querían, fue muy bonito.<br />

Regresar a Nicaragua fue un golpe duro en todos los sentidos.<br />

Primero fue adaptarnos a la cultura soviética y luego fue readaptarnos<br />

a la cultura nicaragüense. El clima era otro rollo.<br />

Los inviernos ucranianos eran de 45 grados bajo cero y luego<br />

tuvimos que venir a 36 grados de temperatura en Nicaragua.<br />

Un calor arrecho. Pero lo más duro fue la parte política y social.<br />

Cuando nos fuimos había una revolución y cuando regresamos<br />

ya no estaba esa revolución. Hubo un cambio<br />

drástico. Yo venía con un título igual que mis compañeros<br />

egresados con maestrías e incluso doctorados, con licenciaturas<br />

o ingeniarías. Buscábamos un trabajo y nos preguntaban<br />

dónde nos egresamos. ¿En la URSS? No, usted<br />

es comunista. Nos cerraban todas las puertas y nosotros<br />

no teníamos acceso al trabajo. Era muy complejo. No obstante,<br />

para mí fue lindo saber que ya no había guerra en<br />

Nicaragua. Eso era lo más importante. Sea lo que sea, en<br />

mi país ya no había guerra y ya no había jóvenes muriendo<br />

por una causa perdida. Eso me empujó a salir adelante”.<br />

Cipriano, 47 años: “Soy leonés, también de Mina de Limón. En<br />

1984, el Centro Nacional de Educación Superior (CENES) ofer-<br />

60


tó varias becas para la URSS. Ellos seleccionaban y ubicaban<br />

a sus candidatos por medio de la juventud sandinista, la cual<br />

avalaba tu salida ya que lo hicimos en un período de guerra.<br />

La salida no era fácil. En ese tiempo se estaba dando la movilización<br />

al servicio militar patriótico y yo necesitaba un aval<br />

político. Tenía 19 años y tuve suerte de no ser enviado a la<br />

guerra. Fueron difíciles los primeros días en Rusia por el tipo<br />

de alimentación y la dificultad del idioma. La gente trataba<br />

de entendernos en una lucha entre el vendedor y nosotros, los<br />

compradores, para obtener el producto que necesitaban: más<br />

comunismo. Ir allá era como seguir un negocio político donde<br />

nosotros teníamos que saber vender nuestra propia revolución.<br />

Para algunos fue más duro que para otros. Conocí estudiantes<br />

que dejaron su primer hijo en Nicaragua y se regresaban<br />

llorando porque extrañaban a sus criaturas. Pero no los<br />

regresaban al instante. El proceso era tardado y debían esperar<br />

por lo menos un año para volver a la patria. Era un<br />

castigo ya que les habían dicho que tenían que responder<br />

a una beca de grandes exigencias donde se invertía mucho<br />

dinero. Otros añoraban a sus esposas y por último colgaban<br />

los guantes y se venían. No coronaron sus carreras.<br />

Tuve la oportunidad de estudiar Química en la Universidad<br />

de Kishinev, Moldavia. Nosotros sentimos el desmoronamiento<br />

de la URSS hasta el último año de la carrera,<br />

en el 90. Gracias a Dios yo agarré la cola de la crisis y<br />

la viví de refilón. Sin embargo, otros compañeros tuvieron<br />

otra suerte y perdieron hasta el estipendio que los<br />

mantenía estudiando. Tuvieron que regresarse antes.<br />

Nos daban 90 rublos para sobrevivir al mes. El rubro<br />

tenía mayor valor que el dólar. Según ellos, 90 rublos<br />

eran como 110 dólares. Era poco, supuestamente<br />

lo necesario. Con un rubro o un rubro y medio, vos<br />

61


comías. Mal, pero comías. Una leche “Kopi” te costaba 20<br />

o 30 centavos. Con 2 o 3 rubros almorzabas decentemente.<br />

Nos daban zapatos, guantes y abrigos una vez y para siempre.<br />

Es decir, una vez para seis años. Si se te jodían los zapatos,<br />

tenías que buscar cómo arreglártelas para conseguir<br />

unos nuevos. Pasamos 6 años con la misma bufanda, el mismo<br />

pantalón, el mismo gorro y los mismos zapatos. No había<br />

opción de pedir a ningún gobierno ayuda extra. Se supone<br />

que lo que te daban te tenía que ajustar para lo necesario.<br />

Al regresar a Nicaragua, teníamos esperanzas de encontrar un<br />

trabajo garantizado. Eso nos dijo el gobierno sandinista. Pero<br />

todo se esfumó en las elecciones del 90. El pueblo no aceptaba la<br />

derrota y se hicieron revueltas contra Doña Violeta. Había barricadas<br />

en Managua, el aeropuerto nacional estaba tomado y<br />

mi avión que venía desde Rusia se tuvo que quedar en Irlanda<br />

una noche. El vuelo continuó hasta el día siguiente y cuando<br />

vine al país mis, padres no pudieron irme a traer al aeropuerto.<br />

Lo primero que sentí fue un ambiente de incertidumbre.<br />

Costó mucho que en la universidad me reconocieran el título.<br />

Yo pasé impartiendo clases en la secundaria como 3<br />

años y recibiendo el sueldo de un bachiller. Todo porque la<br />

universidad de León y la de Managua no me reconocían el<br />

título de Rusia. A uno también le cerraron las puertas por<br />

celos y por estigma. Mi título decía Máster en Química; entonces<br />

ellos decían que, si nos fuimos por 6 años a estudiar<br />

a Rusia, no era posible que nosotros trajéramos un masterado.<br />

Debíamos traer algo más. Todo era por celos profesionales.<br />

Y eso nos hizo más difícil encontrar un trabajo digno.<br />

A pesar de todas las penurias, viajar a la URSS fue una experiencia<br />

bella. Yo logré ver cuál era la realidad del socialismo<br />

puro. Viví en el gobierno somocista durante sus últimos<br />

años y luego durante el gobierno sandinista en el primer<br />

62


quinquenio. Los somocistas hablaban pestes del comunismo.<br />

Los sandinistas venían con un discurso contrario. Estas<br />

discrepancias políticas despertaban la inquietud del joven<br />

por saber quién tenía la razón. Lo cierto es que ningún sistema<br />

es perfecto, pero en Rusia yo veía que trataban a todos<br />

por igual: los niños, las mujeres y los ancianos tenían<br />

una vida digna. Y eso yo no lo vi bajo la sombra de Somoza”.<br />

Johanna, 41 años: “Nací en Managua, en 1970. En Rusia saqué<br />

una carrera técnica llamada Tecnología de los Productos<br />

Pesqueros. Me fui en 1987, tenía 16 años. Fue cómico porque<br />

supe de las becas por medio de una amiga romanticona que<br />

se hacía la ilusión de postularse para becaria mientras leía el<br />

anuncio en el periódico. Finalmente me convenció para que<br />

participara. No la pensé dos veces, apliqué y me aceptaron.<br />

Yo venía de la iglesia bautista donde normalmente eran<br />

personas de izquierda. Ya había participado en organizaciones<br />

como brigadas de salud, cortes de café y en<br />

muchas otras obras sociales que organizaba la revolución.<br />

Me pareció lindo irme a Rusia tan joven y mi excelencia<br />

académica me favoreció mucho. Todo aquello<br />

era como el sueño de un adolescente hecho realidad.<br />

Cuando me iba no me querían dar la beca —ya teniéndola<br />

aprobada— porque yo soy evangélica y ellos decían que<br />

ir a un país donde se practicaba el ateísmo, podía ser muy<br />

duro para mí. Entonces mi mamá habló con el Ministro de<br />

Educación, padre Fernando Cardenal, y le dijo que yo había<br />

dado mucho por mi país y que merecía ir para demostrar<br />

mis capacidades. Finalmente dejaron de poner trabas.<br />

Estudié en la Escuela Técnica de Pescado de Astraján, a dos<br />

horas de Moscú en avión. Venía de un país difícil, controlado<br />

por un sistema parecido al ruso, así que a los nicas no nos<br />

asustó tanto la situación crítica que allá se vivía. Sin embargo,<br />

también estuvimos en el tiempo del auge económico, donde<br />

63


allá celebraron el primer millonario. Yo me sorprendí de cómo<br />

los rusos, después de pasar de la ignorancia total en todo lo<br />

que tenía que ver con el mundo capitalista, lograron hacerse<br />

millonarios de la noche a la mañana. Aunque, claro, no siempre<br />

de la manera más limpia. Las desigualdades sociales empezaron<br />

a notarse en el segundo lustro de la década de los 80.<br />

A los nicas nos apoyaban nuestros padres ya que el estipendio<br />

que recibíamos del gobierno ruso, era insuficiente.<br />

Mi gran dicha y a la vez mi gran dificultad, fue casarme inmediatamente<br />

después que llegué a la URSS. Fui la primera<br />

nicaragüense que se casó con un nica que estaba allá y<br />

al poco rato quedé embarazada. Allá nació mi hijo mayor.<br />

Y sin embargo, logré destacarme en mis notas académicas.<br />

Estando embarazada, gané las olimpiadas de Física en<br />

mi ciudad y los rusos no podían creerlo. Los rusos creían<br />

que los nicas recibíamos Física desde primer año y en ese<br />

momento yo sólo había aprobado el tercer año de secundaria.<br />

Yo estudié Física por primera vez al llegar a Rusia<br />

y, al poco rato, estaba ganándoles a los árabes, los africanos<br />

y los mismos rusos. Dicen que embarazada uno<br />

se vuelve más inteligente. Yo lo comprobé estando allá.<br />

Mi gran dificultad fue haber sido madre, esposa y estudiante<br />

al mismo tiempo. Me daban 90 rublos para sobrevivir al mes.<br />

A mi esposo le daban 120. Un pollo costaba 30 rublos, así que<br />

imagínate la enorme dificultad que pasamos la gran mayoría<br />

de los nicas. Teníamos que vender botellas de vidrio para sobrevivir.<br />

La gente botaba las botellas en las calles, nosotros las<br />

recogíamos, las lavábamos y luego la íbamos a vender. Sólo<br />

comíamos “pan de centeno”, el más barato, el que nadie quería<br />

ver y costaba 10 centavos. Ese era el pan que comíamos.<br />

En 1990 vine a dejar a mi hijo a Nicaragua por recomendaciones<br />

del pediatra. Mi hijo había sido afectado por la radiación ex-<br />

64


pansiva que quedó en el ambiente luego del accidente nuclear<br />

de Chernóbil, en 1986. Él tenía muchas hemorragias por la nariz<br />

y el médico nos recomendó llevarlo a Nicaragua. Cuando<br />

vine a dejar a mi hijo en el 90, me di cuenta que la revolución se<br />

vino abajo, entonces me asusté muchísimo porque pensé que,<br />

en el aeropuerto, me iban a quitar a mi hijo. Temía que regresáramos<br />

al tiempo de Somoza. Fue algo que me traumó mucho.<br />

Regresé preocupada a Rusia para culminar mis estudios y<br />

me encontré con otra situación crítica. La URSS se desmoronaba<br />

y había tanques blindados por doquier. Sonaba el<br />

toque de queda y se escuchaban balas rozando los edificios<br />

y las casas. De alguna forma, yo estaba acostumbrada<br />

a eso ya que venía de un país en guerra, pero igualmente<br />

sentí que debía tener mucho cuidado. Moscú estaba sitiado.<br />

Le daban un golpe de estado a Gorbachov y Boris Yeltsin<br />

tomaría el poder bajo un nuevo sistema de gobierno.<br />

Cuando regresé definitivamente con mi esposo, en el<br />

92, los rusos no nos pagaron el vuelo de regreso. Teníamos<br />

que costearlo con nuestras propias bolsas. Gracias<br />

a Dios, el nuevo gobierno de Nicaragua asumió<br />

la responsabilidad y finalmente mandó a traer el último<br />

contingente de nicaragüenses que estaba en Rusia.<br />

Al venir acá, no pude trabajar en mi área ni desarrollar<br />

lo aprendido. INPESCA, la empresa donde obtuve<br />

la beca, había desaparecido. Y eso que nosotros teníamos<br />

un contrato de trabajo, firmamos un papel que<br />

decía que pasábamos inmediatamente a la planilla de<br />

INPESCA a nuestro regreso. Pero nada de eso ocurrió.<br />

Comencé a trabajar en una tienda de ropa para sobrevivir,<br />

luego fui asistente de la gerente y después me fui inclinando<br />

al área administrativa y decidí sacar otra carrera. A pesar<br />

de todo lo malo, pienso sí valió la pena la experiencia.<br />

65


El sábado 12 de mayo voy a cumplir 23 años de casada, soy<br />

una madre realizada y todo esto no lo cambio por nada”.<br />

Carlos, 49 años: “Nací en Mina de Limón. Un pueblito que pertenece<br />

al municipio de Malpaisillo, León. Tuve la oportunidad<br />

de viajar en el 84 a Alemania Oriental para estudiar una maestría<br />

en Química. En la época de los ochenta hubo fuertes lazos<br />

de amistad entre el partido sandinista y el gobierno del partido<br />

socialista unificado de Alemania. En ese momento yo estaba<br />

en la preparatoria de León y era de la juventud sandinista.<br />

Alemania ofertó 50 cupos anuales a Nicaragua para asistir a sus<br />

universidades; yo apliqué a uno y fui aceptado. Tenía 19 años.<br />

Previamente, recibí un curso preparatorio de alemán en la<br />

UNAN-Managua. Eso nos permitía irnos familiarizando con<br />

el idioma, ya que son dos culturas muy diferentes y nos costó<br />

adaptarnos al inicio de nuestra llegada. El idioma era un verdadero<br />

dolor de cabeza. Era tan difícil que una vez un nica<br />

compró en vez de aceite, jabón líquido para cocinar. Y otro,<br />

en vez de comprar pasta de diente, compró crema para rasurarse.<br />

Cosas cómicas nos pasaban a los nicas allá en Alemania.<br />

La situación política estaba a favor nuestro. Éramos bien recibidos<br />

porque sabían que veníamos de una revolución joven<br />

que había destronado a una dictadura. Me consta que, a pesar<br />

de la bienvenida, hubo xenofobia, pero oficialmente esa xenofobia<br />

era reprimida. Era un país totalmente seguro cuando yo<br />

tuve la oportunidad de visitarlo, eso ha ido cambiando un poco.<br />

Tuve la oportunidad de venir a mi país mientras estudiaba<br />

allá, en medio del segundo quinquenio de la revolución. La<br />

experiencia fue chocante. Recuerdo que cuando iba a mi pueblo,<br />

los del Ejército Popular Sandinista (EPS), me bajaron del<br />

bus y me querían llevar al servicio militar patriótico. Tuve<br />

que presentarles un carnet diciendo que estaba estudiando<br />

fuera. Casi me agarran. Pero logré regresar a Alemania.<br />

66


Estudié en una escuela técnica superior llamada Loina Mercel,<br />

la cual, después de la unificación alemana, desapareció. Quedaba<br />

en Halle, a 200km de Berlín. El muro cayó en el 89 y yo me<br />

quedé todavía después ya que no había terminado mi carrera.<br />

La ventaja que tuve fue que Alemania Federal adoptó a todos<br />

los becarios nicaragüenses que había allá y les siguió dando<br />

estipendio. No obstante, los cubanos desertaron, así como<br />

también los coreanos y los estudiantes de otros países por el<br />

cambio de sistema. Nosotros los nicas nos quedamos gracias<br />

al Servicio Alemán de Intercambio Académico (SAIA), el cual<br />

asumió los estipendios y luego nos dio el pasaje de regreso a<br />

pesar de que el gobierno sandinista ya no estaba en el poder.<br />

Se nos asignaron 320 marcos y con eso daba para comer<br />

durante un mes. Era el equivalente (aproximado)<br />

a 30 dólares, lo cual era mucho en el mercado negro de<br />

esa época. Se debía más que todo al déficit cambiario.<br />

Comprábamos libros e incluso tomábamos una cervecita de<br />

vez en cuando. El problema es que muchos nicas agarraban<br />

el estipendio y se lo bebían en guaro y andaban de cuarto<br />

en cuarto buscando borrachos que les hicieran compañía. El<br />

nica siempre ha sido bacanalero y tocadito al mal. En Alemania<br />

no fue la excepción. Muchos se hacían los disimulados<br />

a la hora de comer y luego se iban a beber guaro. Esto no<br />

lo controlaba el gobierno alemán, de haberlo hecho, seguramente<br />

muchos hubieran sido devueltos antes de tiempo.<br />

El nivel de vida de los alemanes era el mejor de todos los<br />

países socialistas. Alemania era el símbolo del socialismo<br />

a nivel mundial y tenía que dar una apariencia de desarrollo<br />

y progreso. Su fuerte era la industria liviana. La parte<br />

de la industria pesada siempre fue el fuerte de la URSS.<br />

Cada país tenía su fuerte y se complementaba. En ese<br />

tiempo existía el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Eco-<br />

67


nómica); de tal manera que los países socialistas unificados<br />

se apoyaban económicamente sin mayores problemas.<br />

Un bluyín costaba ciento y pico de dólares (el equivalente a<br />

15 marcos) y especialmente las mujeres pagaban por ellos.<br />

Carísimos y escasos. Allá va cambiando el tipo de vestimenta<br />

acorde las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e<br />

invierno. A veces era necesario andar buzo y un montón de<br />

ropa debajo de los abrigos para pelear contra el frío. Era duro.<br />

Los cuartos necesitaban de un calefactor y todo el país tenía<br />

una batería regida por un sistema, el cual, en un momento<br />

determinado, encendía la calefacción estatalmente mientras<br />

medían la intensidad del clima. Así nos fuimos adaptando.<br />

Fue duro regresar a Nicaragua. Pasé un año desempleado.<br />

Luego de estar allá tanto tiempo preparándome y después<br />

venir a nada, fue algo frustrante, pero ni modo. Finalmente<br />

conseguí trabajar como profesor horario en la<br />

UNAN-Managua y después me vine a trabajar en la UCA.<br />

Lo peor de todo fue el estigma que nos tenían como comunistas<br />

a nuestro regreso. Y muchos trabajos se nos cerraron<br />

por eso. A pesar de todo, valió la pena aprender<br />

un segundo idioma que todavía tengo la oportunidad<br />

de platicarlo cuando puedo ver a mis amigos alemanes”.<br />

Violeta, 45 años. “Soy de Managua. A los 18 años me fui<br />

a Ucrania, una de las 15 repúblicas de la URSS de aquel<br />

tiempo. Era el año 85 y Nicaragua entraba en una espantosa<br />

guerra civil que manchó de rojo nuestras montañas. Me<br />

logré ir por medio de una beca para estudiar Medicina Veterinaria,<br />

una carrera que no existía en Nicaragua tampoco.<br />

Fue una gran oportunidad ya que yo no tenía otra manera<br />

de irme. Mi papá era conductor y mi mamá era trabajadora<br />

doméstica; no tenía ningún chance económico<br />

68


de que me fuera a Guatemala, México, Suramérica, etc.<br />

Escuché la convocatoria en las noticias y busqué todos<br />

mis papeles: diploma de bachillerato, certificado de la<br />

Cruzada Nacional de Alfabetización y todos los documentos<br />

y cartones que teníamos en ese entonces. Dejé<br />

dichos documentos en el CENES y luego me llamaron<br />

y me dijeron que necesitaban el permiso de mis padres<br />

para enviarme a la URSS. Fue una hermosa sorpresa.<br />

Era un entusiasmo tremendo, pero la verdad es que cuando<br />

llegué al aeropuerto de Kiev, lo primero que hice, fue<br />

llorar. Ni siquiera había llorado al despedirme de mis padres<br />

en Managua, pero al salir por primera vez del país y<br />

sentirme completamente en otro mundo, no pude controlarme<br />

y lloré como una niña perdida. Me pregunté qué<br />

hacía allí, tan lejos de mi familia y mis amigos y mi hogar.<br />

Me desahogué sola, respiré profundo y luego asumí la<br />

realidad. Tenía que superarlo, madurar y regresar 6 años<br />

después a mi país. Ni modo, ya estaba allí y no podía costearme<br />

un pasaje de regreso ni portarme mal tampoco.<br />

La primera gran dificultad fue el choque cultural. Era<br />

un cambio de 360 grados. Otra idiosincrasia, otra cultura,<br />

otra gastronomía. El clima fue atroz. Recién llegada, no<br />

me afectó mucho porque los becados llegamos en agosto<br />

y era pleno verano. Hacía calor y yo estaba acostumbrada<br />

al trópico. Pero pronto llegó el invierno. Las primeras<br />

semanas fueron lindas; todos estábamos fascinados viendo<br />

nieve, pero cuando pasaban dos meses y no dejaba de<br />

caer nieve, se volvió angustiante. Eran temperaturas gélidas<br />

entre menos 20 y menos 25 grados. Fue muy duro.<br />

Los ucranianos eran personas muy cerradas y nacionalistas.<br />

En un principio no querían mucho al extranjero y costó que<br />

nos dejaran ser parte de ellos. Les hablábamos, preguntá-<br />

69


amos y saludábamos en ruso, pero ellos sólo nos respondían<br />

en ucraniano. Eso nos hizo sentir mal y fue un cambio<br />

demasiado brusco. Los europeos eran gritones; les gustaba<br />

gritar mientras conversaban y daban bromas pesadas. Parecía<br />

que estaban peleando todo el tiempo y nosotros éramos<br />

el otro extremo. Nos caracterizamos por ser muy amables y<br />

muy cordiales. Hubo un choque importante donde tuvimos<br />

que adaptarnos al temperamento flemático de los nórdicos.<br />

También sentimos la crisis del cambio de sistema en el 87.<br />

Sin embargo, nosotros veníamos de un país en crisis, veníamos<br />

de una Nicaragua que estaba bloqueada económicamente.<br />

Teníamos que hacer fila para comprar productos; apuntarnos<br />

en listas para ver cuándo llegaba el artículo y ver si<br />

alcanzábamos a una provisión. Era lo mismo que empezó a<br />

ocurrir en Ucrania en el 87. Uno iba al supermercado y no<br />

encontraba casi nada. Si había que hacer fila para comprar<br />

una cajilla de huevos, ni modo, ya sabíamos lo que era eso.<br />

Los soviéticos nos miraban mal porque decían que los extranjeros<br />

eran los culpables de la crisis. El país había albergado a<br />

tantos estudiantes de todas partes del mundo, que la población<br />

empezó a sentir la presión de las grandes migraciones de cerebros.<br />

Ellos sentían que nosotros éramos una especie de invasión<br />

producto de un éxodo masivo proveniente de países del Tercer<br />

Mundo. Tuvimos que luchar también contra esa mentalidad.<br />

La carga académica no nos dejaba sentir el impacto de la<br />

crisis política. Estábamos inmersos en nuestros estudios,<br />

sobre todo los que estudiábamos Medicina. En otros institutos<br />

y carreras humanistas, por ejemplo, estudiaban<br />

de lunes a viernes. Nosotros de lunes a sábado. Todos tenían<br />

feriado entre Julio y agosto. Nosotros sólo agosto.<br />

A veces no teníamos nada comprado, pero debíamos seguir<br />

estudiando. Teníamos que responderle a la embajada<br />

como nicaragüenses y no había tiempo para quejarnos.<br />

70


Teníamos un estipendio garantizado de 75 rublos. Algo<br />

que no cubría todas las necesidades, pero era lo que había.<br />

Mis padres no me podían enviar más dinero y yo tuve<br />

que sobrevivir con lo que me daban. El estipendio en segundo<br />

año de la carrera, era de 90 rublos. Un poco mejor.<br />

Así estuvo hasta el 91, año en que regresé a Nicaragua.<br />

Me casé en Ucrania con un joven esteliano y tuvimos un<br />

hijo. Fue duro estudiar en el campo con nuestro niño de<br />

por medio; nos turnábamos para poder ir a clase y no descuidarlo.<br />

Pronto nos dimos cuenta que el FSLN perdió las<br />

elecciones en el 90. Teníamos que regresar a un país diferente<br />

que, gracias a Dios, ya no estaba en guerra. Mi marido<br />

y yo pensábamos que, como profesionales, teníamos<br />

que encontrar un lugar en esa nueva Nicaragua y regresar<br />

para trabajar por el país. Era lo que más queríamos:<br />

servir al país. Al final venimos a caer en el desempleo.<br />

No logre trabajar en lo mío. Nos cerraron muchas<br />

puertas por el simple hecho de haber estudiado en<br />

la URSS. En Nicaragua existía la mentalidad de que<br />

todo lo que venía de Rusia, incluyendo sus profesionales,<br />

no servía. Entonces tuvimos que lidiar con eso.<br />

Yo tuve que trabajar en una escuelita dando clases de primaria<br />

por seis meses. Luego seis meses más como secretaria en la<br />

aduana. Finalmente logré meter mi CV en el Ministerio Agropecuario<br />

y Forestal (MAGFOR); me lo aceptaron y gracias a<br />

Dios, ya tengo casi 20 años de estar acá. He logrado sobrevivir<br />

a 4 cambios de gobierno gracias al buen respaldo de mis estudios.<br />

Así que después de todo, valió la pena todo el sacrificio”.<br />

Carlos Alberto, 42 años: “Nací en Managua, en 1970. En<br />

1985 se abrió una invitación pública en Barricada sobre<br />

crecientes becas para distintos países y carreras que<br />

71


se podían estudiar en los países del bloque socialista. Yo<br />

fui precoz y me bachilleré a los 13 años. A los 14 ya estaba<br />

estudiando Física en la UNAN-Managua. Mi fuerte<br />

eran las matemáticas. A pesar de mi juventud, mi papá<br />

me motivó, apliqué y fui aceptado entre los mejores.<br />

Al llegar allá hicimos un examen para ubicarnos. Me dejaron<br />

en la mejor universidad de la Unión Soviética: Lomonosov,<br />

en Moscú. Llegué en un momento en que estaba empezándose<br />

a hablar de la “perestroika” y de la reforma al sistema<br />

socialista ruso. Era el año 86. Había cierta agitación social,<br />

pero en ese preciso momento, nada grave. Había también<br />

ciertas discusiones en la planta alta del poder, pero como<br />

es de costumbre, en la planta baja la información no se manejaba<br />

completa. No había sospecha de que se desplomaría<br />

el sistema ni nada de eso. Las clases continuaron normales.<br />

Yo estudiaba matemáticas. Debí estar cinco años allá, pero<br />

sólo llegué hasta tercer año de la carrera. Incluso tuve problemas<br />

para quedarme en la sede central y gracias al doctor Luis<br />

Gámez, recientemente fallecido, logré quedarme más tiempo.<br />

Existía un bloqueo mental de ciertos profesores que nos<br />

discriminaban. Al venir de un país subdesarrollado, no nos<br />

consideraban aptos para estudiar asignaturas de alto nivel<br />

intelectual. Luis Gámez era una lumbrera, un tipo excepcional.<br />

Estudiante ejemplar para nosotros los nicas,<br />

llegó a sacar su doctorado e hizo correcciones metodológicas<br />

a un autor ruso sobre un libro de matemáticas. En<br />

su momento, fue invitado a ser miembro de la academia<br />

de ciencias de la URSS. Sin embargo, rechazó la invitación<br />

porque era un tipo muy humilde y no le interesaban los<br />

puestos importantes. Gracias a él yo pude alargar mi estadía.<br />

En verano los rusos se iban a trabajar a diferentes brigadas<br />

para ganar dinero y ayudarse un poco. En el caso de nosotros,<br />

72


organizamos brigadas de apoyo y solidaridad para mandar<br />

fondos a Nicaragua por medio de la juventud sandinista. En<br />

la medida que fue avanzando el tiempo y se dieron los movimientos<br />

sociales más críticos, empezó a haber presión hacia el<br />

estudiantado extranjero. Me trasladaron a una filial de la universidad<br />

de Moscú, en una ciudad retirada a 8 horas en tren.<br />

Me tocó aprender en dos fines de semana, dos años de secundaria<br />

rusa. Sólo así podía aprobar el examen de admisión.<br />

Luis Gámez me ayudó mucho. Con esa suerte me mandaron<br />

a esa filial y yo podía volver a la sede central si mantenía<br />

un gran rendimiento. Sin embargo, en esa ciudad pequeña<br />

empecé a tener problemas con la gente. Se hablaba demasiado<br />

de política y se dejaban fuera temas importantes como<br />

la religión. A pesar de eso, yo aprendí a pensar estando allí.<br />

Desde los 3 meses ya hablaba el ruso. Un idioma muy complejo<br />

porque no se parece a las lenguas romances a las cuales<br />

estamos acostumbrados: español, alemán, inglés, etcétera.<br />

Pero cuando logras entrar en el esquema de aprendizaje, no<br />

es tan difícil. Allá todo era en ruso y yo me esforcé mucho por<br />

ingresar en los grupos donde no hablaban mi idioma. Esto me<br />

causaba problema porque la juventud sandinista estaba encima<br />

de vos, vigilando tus pasos. Me estigmatizaron. Allí fue<br />

la primera vez que mire que a todos los muchachos becados<br />

eran “carnetizados” y vigilados por el partido de gobierno.<br />

El discurso oficial decía que nos mandaban a Rusia para<br />

aprender cómo funcionaba el sistema socialista. Se suponía<br />

que Nicaragua iba en la misma dirección. Sin embargo,<br />

la práctica de las personas de los niveles superiores<br />

era divorciada de ese mismo discurso. Vos mirabas las<br />

grandes bacanales que se armaban en la embajada y los<br />

grandes “bisnes” que hacían con la compra-venta de dólares<br />

de la delegación nacional. Yo como estaba muy chavalo,<br />

me lo tomé muy a pecho y me sentí traicionado.<br />

73


Comenzaron los problemas de tipo económico y se planteó la<br />

posibilidad de hacer cobros y aranceles para extranjeros. En el<br />

caso de nosotros, hubo una especie de limpieza étnica. Presionaron<br />

a los estudiantes que no podían pagar y había dos nicas<br />

en ese grupo. Uno de ellos era yo. Era prácticamente imposible<br />

para nuestras familias costear ese gasto. Entonces perdimos<br />

el interés en seguir estudiando, decidimos abandonar la<br />

carrera y regresarnos. Yo vine en el 89 a caer en el desempleo”.<br />

María Dolores, 52 años: “Nací en Toluca, ciudad de México,<br />

en el 59. La primera vez que vine a Nicaragua tenía 6 o<br />

7 años de edad. Tengo la nacionalidad bajo la ley que nos<br />

declara nicaragüenses nacidos en el extranjero. Fui a Alemania<br />

en el año 85, cuando tenía sólo 23 años, casada y con<br />

dos hijos. Un niño de menos de un año y una niña de 5.<br />

Logré salir del país por medio de una beca. Todo fue gracias a<br />

un convenio de gobierno a gobierno entre Nicaragua y la República<br />

Democrática Alemana (RDA). Fui a estudiar Economía y<br />

Ciencias Sociales en Berlín, en el Instituto Karl Marx. Se trataba<br />

de la Escuela Superior del Partido del PSUV, de Erick Honecker.<br />

La primera dificultad que tuve fue el cambio de clima. Los<br />

fríos alemanes son muy duros. Lo segundo fue el idioma, ya<br />

que nosotros no contábamos con una educación previa. Sabíamos<br />

decir “si”, “no”, “agua” y unas dos o tres palabras más.<br />

Eso era todo. Entonces nos tocó aprender sobre la marcha.<br />

La tercera dificultad fue la comunicación desde Alemania.<br />

En aquel tiempo nos daban una llamada al mes, la<br />

cual duraba apenas 10 minutos. Yo hice 12 llamadas en<br />

el año y sentía que esos minutos eran infinitos porque yo<br />

quería hablar con mis niños sobre la muñeca que le habían<br />

regalado a mi hija o el perrito querido de mi hijo.<br />

En diez minutos no se podía. Así que fue un año duro.<br />

Recibí un estipendio de 600 marcos alemanes, patrocinado<br />

74


por la RDA. Era más que suficiente para sobrevivir durante<br />

un mes. De los 600, me sobraban 400 o más, y yo aprovechaba<br />

para comprar cosas y llevarlas luego a mi familia en Nicaragua.<br />

Ser mujer extranjera en Alemania era difícil. En Nicaragua<br />

teníamos muy poca noción de género. La revolución nunca<br />

hizo un esfuerzo importante en el trabajo de género para nosotras.<br />

Éramos nicaragüenses a secas y, además, mujeres. Los<br />

alemanes pensaron que “las nicas” llegábamos a Europa sólo<br />

a buscar marido, relaciones amorosas temporales o casuales.<br />

Entonces hubo cierto acoso en ese sentido. Sin embargo, como<br />

yo tenía un profundo sentido de mí misma, no permití que<br />

ocurriera nada conmigo. Otras compañeras que venían de<br />

una formación familiar más débil o fracturada, sí fueron lastimadas.<br />

Hubo otras que usaron sus becas como trampolines<br />

para quedarse y finalmente se establecieron allá. Eso fue algo<br />

que nunca se manejó entre las altas esferas del poder, sino en<br />

la calle con otros iguales, en el supermercado, el parque, etc.<br />

Lo que más rescato de aquella experiencia, es la formación<br />

académica. La disciplina, la organización y la manera de pensar<br />

que ellos te incorporaban para administrar tu tiempo, era<br />

algo muy valioso. Se trataba de una estructura para que vos<br />

organizaras tu vida y tus acciones. Nos enseñaron el mérito de<br />

ser puntuales y metódicos en todo lo que hacíamos. A mi regreso<br />

a Nicaragua, yo seguí trabajando como oficial en el Ministerio<br />

del Interior (MINT) y me sentí mucho más preparada.<br />

Luego de la derrota del FSLN, en el año 90, perdí mi<br />

trabajo, pero no me sentí desamparada. La Universidad<br />

Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua)<br />

reconoció mis estudios para continuar mi carrera<br />

y me convalidaron dos años en Ciencias Sociales.<br />

Me gradué en el 91. No todos se quedaron sin trabajo. Entré<br />

a ser instructora y hoy soy docente titular en la Facul-<br />

75


tad de Antropología de la misma Institución. No todos<br />

quisieron continuar su relación con la nueva Alemania<br />

unificada luego de la caída del Muro, pero yo continué estudiando,<br />

e incluso saqué otras becas durante los 90. Ahora<br />

soy becaria del Servicio Alemán de Intercambio Académico<br />

(DAAD) y para mí, la experiencia sí valió la pena”.<br />

ELOGIO DE UNA GENERACIÓN BECADA<br />

Aunque algunos no lograron nunca trabajar en las áreas donde<br />

se especializaron, aunque otros se sintieron defraudados<br />

luego de haber estudiado al otro lado del charco para luego<br />

venir a caer en el desempleo, aunque muchas mujeres sufrieron<br />

maltratos, discriminación y acoso, lo cierto es que la revolución<br />

nicaragüense le dio una gran oportunidad a esta generación<br />

de jóvenes que soñaban con superarse y lo lograron.<br />

No todo fue justo. El gobierno sandinista quedó en deuda<br />

con este importante grupo de entusiastas becados que<br />

esperaban regresar a Nicaragua y servirle al país. No<br />

obstante, sobrevivieron. Y no sólo sobrevivieron, también<br />

impusieron su tenacidad a lo largo de los años.<br />

La mayoría no pudo desarrollar lo aprendido, pero todos coinciden<br />

en que haber estado tanto tiempo en un país de Europa,<br />

lejos del trópico nicaragüense, de sus familias y de la comodidad<br />

de sus hogares, no sólo les abrió la mente y les permitió vivir<br />

una experiencia única, sino que también les permitió contrastar<br />

el sistema socialista de Nicaragua con el de otras potencias<br />

mundiales de la época, como Alemania o Rusia, por ejemplo.<br />

Con el desmoronamiento de la URSS, la caída del Muro de<br />

Berlín y el histórico fracaso electoral del FSLN en el año<br />

90, también se vinieron abajo los sueños de todos estos brillantes<br />

jóvenes becados que, a pesar de las penurias que<br />

encontraron al regresar a un país arruinado por la guerra,<br />

76


tuvieron la voluntad de seguir adelante. Los llamaron comunistas,<br />

los discriminaron, los minimizaron cerrándoles<br />

puertas y ventanas y, sin embargo, hoy brillan por lo que<br />

son. Se trata de la generación becada; son los ocho testimonios<br />

que representan a la generación de estudiantes que lograron<br />

surgir en medio de los cambios políticos, la división<br />

entre comunismo y capitalismo, la hostilidad de un mundo<br />

sin esperanzas y el desgaste de una sociedad dividida.<br />

IV<br />

MEMORIAS DE UNA GENERACIÓN FEMINISTA<br />

(2012)<br />

Mi madre tiene más de 50 años y es abogada. Los años la han<br />

golpeado con la dureza de los tiempos, pero ella mantiene una<br />

actitud firme ante la vida y un espíritu inalterablemente combativo.<br />

Luchó contra la dictadura somocista desde su natal<br />

ciudad de León, y aunque su participación fue muy anónima,<br />

así como fue la participación de otras muchas mujeres en dicha<br />

lucha, ella dio su grano de arena para que este país fuera otro.<br />

Ella también es una de las hijas de Sandino, porque, al igual<br />

que las otras hijas de Sandino que son retratadas magistralmente<br />

por Margaret Randall en su libro, mi madre es una de<br />

las tantas madres que, bajo los ideales del general de hombres<br />

y mujeres libres, participaron en la Revolución para no dejarse<br />

someter al poder patriarcal y al machismo imperante que<br />

caracterizaba la sociedad nicaragüense pre-revolucionaria.<br />

Un puñado de mujeres provenientes de varias partes de Nica-<br />

77


agua, en aquella histórica etapa de nuestra convulsa memoria<br />

nacional, se entregó intelectual y activamente en una lucha que<br />

todavía no termina, en una lucha que empezó con los ideales<br />

de Arlen Siu y otras tantas jóvenes que murieron en nombre<br />

de un proceso que prometía darles el espacio que se merecían.<br />

Son mujeres que lucharon por la Mujer Nueva mientras los<br />

hombres luchaban por el Hombre Nuevo. Son mujeres que<br />

dejaron atrás los complejos de antaño y salieron de sus casas<br />

para hacer historia en las calles. Unas tardías, otras prematuras.<br />

Fueron campesinas, obreras, intelectuales, internacionalistas,<br />

bachilleras, universitarias y entusiastas que,<br />

poco a poco, formaron una nueva Matria para Nicaragua.<br />

Todas ellas, cobijadas por su bandera feminista en el quirófano<br />

de la guerra, pujaron aquel feto esperanzador que<br />

representó la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua.<br />

Todas ellas, como en su momento lo hizo Rosa Luxemburgo<br />

contra el imperialismo alemán, pujaron por una<br />

sociedad más justa, diferente y definitivamente integral.<br />

¿Y cómo se libró esta batalla por la igualdad de género?<br />

¿Cuáles fueron las trincheras? ¿Cuáles fueron los grandes<br />

logros y los grandes obstáculos enfrentados? ¿En que<br />

se avanzó y en qué se retrocedió en aquella década de los<br />

80? Tomando en cuenta los principios revolucionarios de<br />

todas ellas, ¿se puede ser de izquierda sin ser feminista?<br />

Estas son las respuestas de ocho mujeres que conflagraron<br />

por una sociedad que tomara en cuenta sus derechos y que<br />

repensara el concepto de mujer. Ellas pelearon también por<br />

una sociedad que respetara sus diversas opciones sexuales,<br />

por una sociedad que rompiera los tabúes de la época<br />

y que saliera de su cuadratura provinciana. Todas ellas<br />

se sublevaron por una causa común. Aquí está la Utopía.<br />

78


Gloria, 58 años: “Nací en 1954, en Managua. Me involucré<br />

a finales de los 70 en la lucha sandinista por el sueño<br />

de alcanzar un país nuevo, donde nos librásemos del<br />

yugo somocista de una vez por todas. Mi involucramiento<br />

no fue explícitamente pensado como lucha feminista,<br />

sino más bien como una lucha por los derechos humanos.<br />

En primer lugar, empecé una colaboración con una de las tendencias<br />

del frente (la Proletaria) y la idea original era que se<br />

creara un comité de familiares de reos políticos para la denuncia<br />

de los abusos en las cárceles somocistas. Queríamos<br />

evitar el asesinato masivo y reducir la violación a los derechos<br />

fundamentales de los y las reas políticas de entonces.<br />

Un poco inspirados en la experiencia de la Plaza de Mayo<br />

en Argentina, esta corriente pensó en la conveniencia de<br />

organizar un grupo de familiares acá en Nicaragua, para<br />

llevarles provisiones a muchas mujeres guerrilleras que<br />

habían sido encarceladas por la guardia nacional. Visitamos<br />

entonces a Ana Julia Guido, Marta Cranshaw, Gloria<br />

Campos, entre otras valientes mujeres de aquel entonces.<br />

Nuestro movimiento nació en el 76, cuando empezamos<br />

a buscar mujeres que no fueran fácilmente reprimibles<br />

por la dictadura. Reclutamos a muchas humanistas que<br />

no fueran asociadas al comunismo que era el “uyuyuy”<br />

del momento. Las encontramos, las agrupamos, las organizamos<br />

a todas. Fue una experiencia única, inolvidable.<br />

El grupo fue transformándose y buscamos un nombre apropiado<br />

para el mismo. Entonces realizamos una junta directiva<br />

con simpatizantes de la lucha feminista, pero motivadas por el<br />

humanismo y el cristianismo que también impregnaba la ideología<br />

sandinista. Nuestra ambición trascendió a ser un comité<br />

de denuncia y bautizamos nuestro movimiento como Asociación<br />

de Mujeres ante la Problemática Nacional (AMPRONAC).<br />

79


Las mujeres éramos una auténtica mayoría en el país durante<br />

los años 70. Nosotras éramos más del 50% de la población<br />

y por tanto teníamos un poder político que en<br />

realidad no se ejercía. Llegamos a la conclusión de que teníamos<br />

un estatus de ciudadanía política del segundo<br />

grado cuando en realidad teníamos el peso para ser decisorias.<br />

Entonces comenzamos a movilizar a las mujeres<br />

ante la problemática nacional y poco a poco fuimos creciendo<br />

en participación, en aceptación y en popularidad.<br />

Venimos en una dinámica de gestión propia que fue creciendo<br />

espontáneamente; los focos de denunciantes nos llamaban<br />

de los departamentos y ellos mismos se auto-organizaban.<br />

Nosotras no teníamos relaciones verticales ni jerárquicas,<br />

pero sí, en Managua hacíamos los planes y proponíamos<br />

actividades para los departamentos que nos pedían apoyo.<br />

Poco a poco, los municipios se fueron sumando y nos pedían<br />

conformar capítulos del movimiento en los sectores<br />

gremiales. Nos llamaron de León, Boaco, Jinotega, Matagalpa<br />

y luego comenzamos a hacer algunas asambleas nacionales<br />

para ratificar los compromisos de nuestra lucha.<br />

Lo que fue sucediendo en términos feministas fue una discusión<br />

sobre nuestros derechos. Las mujeres éramos también<br />

ciudadanas y estábamos muy pasivas ante la realidad de ese<br />

entonces. Las esposas no hablaban mucho sobre política ya<br />

que se suponía que sólo el marido podía hacerlo y estaba informado<br />

al respecto. En la medida que las mujeres se fueron<br />

metiendo en la discusión de la realidad nacional y saliendo<br />

a las calles para expresarse, entonces (sin proponérselo) fue<br />

surgiendo otra agenda que trataba los conflictos que se generaban<br />

cuando las mujeres tomaban la batuta en sus casas.<br />

AMPRONAC fue un movimiento autónomo y auténticamente<br />

democrático, pluralista y simpatizante de la lucha anti-somocista,<br />

un movimiento social verdadero. No éramos para-<br />

80


militares, no éramos para-frentistas como otros movimientos<br />

del FSLN (como el Frente Amplio Opositor/ FAO) que hacían<br />

actividades orientadas por sus líderes, los cuales casi<br />

siempre terminaban en algún tipo de confrontación armada<br />

contra la guardia. En cambio, nosotras nacimos por una iniciativa<br />

de una corriente del frente, pero lográbamos actuar<br />

como un movimiento social con sus propias reflexiones, capacidad<br />

de decisión y de adaptación propia. Fue algo único.<br />

Cuando triunfó la revolución en 1979, la primera cosa que<br />

ocurrió fue que el FSLN se tomó militar y territorialmente al<br />

país. El Estado Mayor de león se tomó León, el de Matagalpa<br />

se tomó Matagalpa, el de Masaya se tomó Masaya y no<br />

todo necesariamente a la misma vez, pero además los jefes<br />

que quedaron al frente de lugares como Jinotega, se convirtieron<br />

en los jefes únicos y totales de esa región. Ellos tenían<br />

capacidad para dar órdenes y decidir sobre el patrimonio de<br />

cosas que tenían en sus manos. Entonces así mismo ocurrió<br />

con los movimientos de masa que ya estaban organizados.<br />

Hubo lugares donde el jefe que estuvo al frente del territorio,<br />

pensaba que la existencia de planteamientos de mujeres feministas<br />

era algo divisionista que fraccionaba la lucha obrera y la<br />

lucha de clases, incluyendo la de los campesinos. Por lo tanto,<br />

organizaciones como AMPRONAC no eran muy bien vistas<br />

en ese sentido, había un recelo revolucionario ya que los dirigentes<br />

nos consideraban un grupo de pequeño burguesas.<br />

De tal manera que, en 1979, el FSLN por medio de la secretaría<br />

de masas, tomó decisiones sobre todas las organizaciones existentes<br />

y estipularon que Lea Guido (quien trabajaba con nosotras)<br />

se convirtiera en Ministra de Bienestar Social. Luego Salvador<br />

Mayorga (otro de nuestros fundadores) fue designado<br />

para trabajar el frente de la Reforma Agraria y finalmente, yo<br />

quedo como Secretaria General de AMPRONAC. Sin embargo,<br />

dos meses después recibí la visita de Carlos Núñez, miem-<br />

81


o de la dirección nacional, para decirme que ahora se llamaba<br />

AMLAE (Asociación de Mujeres Luisa Amanda Espinoza).<br />

Así pues, se da por concluida aquella primera etapa de nuestro<br />

movimiento y de repente entramos a otro capítulo de la historia.<br />

Mi estancia en AMLAE no duró mucho. Los dirigentes del<br />

frente sandinista empezaron a descabezar varios liderazgos<br />

y a nombrar gente por línea y por mandato, en vez de<br />

hacerlo por voluntad. Hubo gente designada que no tenía<br />

ningún amor, interés, trayectoria, relación ni comprensión<br />

de por qué iban a estar en la organización de mujeres y algunas<br />

de ellas pensaban incluso lo mismo que muchos otros<br />

líderes. Tenían la concepción de que una organización de<br />

mujeres era diversionista y nos vieron con poca seriedad.<br />

En 1981, tres años después de haber sido secretaria general<br />

de AMLAE, el Frente decide sacarme de la institución por no<br />

seguir las líneas de la dirección nacional. Ese fue un parte<br />

aguas en mi vida, un antes y un después que me marcó para<br />

siempre. Después de ese año yo me fui a trabajar en el campo<br />

y tomé distancia del partido que se instalaba en el poder”.<br />

Luz Marina, 56 años: “Nací en la Comunidad del Portón, en<br />

el municipio de Esquipulas, Matagalpa. Yo creo que en los<br />

años ochenta hubo muchas feministas, pero fueron pocas las<br />

que tenían claro lo que significaba ser feminista en ese entonces.<br />

Hace poco, otras compañeras y yo, hacíamos memoria<br />

de tantas cosas que pasaron en esos años y cómo fueron<br />

desapercibidas por nosotras mismas ya que nuestro feminismo<br />

nacía entre la inmadurez y la sorpresa de la revolución.<br />

Por ejemplo, AMPRONAC, era una organización que estaba<br />

luchando por muchas reivindicaciones de la mujer y tenía todo<br />

un programa de lucha muy valioso, pero al mismo tiempo estaban<br />

algo desorientadas ya que la revolución era muy nueva en<br />

82


este país. Era una cosa muy exitosa en tan poco tiempo y todo<br />

lo que surgía de ella era más un resultado de los apasionamientos,<br />

antes que de planificaciones estratégicas bien planteadas.<br />

Las feministas nos formamos en ese andar de los años<br />

ochenta y entramos (muy ingenuas, por supuesto) en un<br />

proceso de emancipación de la mujer donde primaban los<br />

derechos de la igualdad que tratábamos que se vieran reflejados<br />

en la constitución política de nuestro país. Pero hoy<br />

recordamos muy bien que Daniel Ortega, en uno de sus<br />

discursos durante un gran congreso de mujeres, dijo que<br />

nosotras teníamos que reponer a los jóvenes muertos por<br />

la guerra. En pocas palabras, nos mandó a parir por la patria.<br />

Y nosotras no dijimos nada. Y fue nuestro gran error.<br />

Los militantes con poderes pasaron por encima del criterio de<br />

las feministas y pasaron también muchos maltratos y abusos de<br />

poder contra nuestras compañeras. Hubo violaciones a nuestros<br />

derechos, hubo violencia, pero yo no me acuerdo que eso<br />

haya salido a la luz pública desde la boca de las mismas feministas<br />

y, por lo tanto, hoy nos cuestionamos profundamente si<br />

nosotras cumplimos con nuestra tarea de reivindicar a la mujer.<br />

A pesar de las cosas que callamos, hubo otras cosas que sí dijimos<br />

y que sí produjeron cambios en nuestra sociedad. En los<br />

ochenta, nuestro feminismo contribuyó a la transformación<br />

pública de las oficinas de la mujer en la ATC (Asociación de<br />

Trabajadoras del Campo) y en la CST (Central Sandinista de<br />

Trabajadores) porque allí hubo aportaciones grandísimas, allí<br />

muchas feministas como María Teresa Blandón, por ejemplo,<br />

estuvieron dirigiendo las oficinas de la mujer, donde todas<br />

ellas se metieron a un serio conflicto con los hombres de poder.<br />

En la década revolucionaria hubo dos etapas diferentes para<br />

la mujer nicaragüense: una del 80 al 87 y otra del 87 al 90.<br />

Las mujeres fuimos mucho más activas y beligerantes en la<br />

83


segunda etapa; entramos en procesos de diálogos con una situación<br />

ideológica de cambio. Del 87 para atrás la cosa más<br />

importante que hicimos fue el cuestionamiento de cómo se<br />

hablaba de reivindicaciones de la mujer. A las mujeres nos<br />

pusieron por años a limpiar los barrios, en las jornadas de<br />

vacunación, en las jornadas de limpieza de los causes y muchas<br />

cosas que eran indudablemente de bien social, pero que<br />

tenían una connotación política para el partido. El ser partícipes<br />

de eso nos despertó un feminismo más profundo y crítico.<br />

Los logros más importantes fueron, por un lado, la denuncia<br />

pública contra militantes sandinistas maltratadores de mujeres,<br />

y eso me consta, por eso lo digo; también logramos la autonomía<br />

de algunos grupos de mujeres organizados en AMLAE,<br />

exigiéndole al partido un desprendimiento del mismo. Ese<br />

fue un gran logro en el sentido que muchas personas dentro<br />

de AMLAE dimos una pelea muy importante y muy política<br />

para que el FSLN dejase de bajarles la línea a las mujeres.<br />

En ese momento, AMLAE no entendió muy bien el<br />

mensaje, desafortunadamente creyó que esas feministas<br />

estábamos siendo desleales con el FSLN. Entonces<br />

AMLAE se dividió y eso obstaculizó nuestra lucha. Pero<br />

al mismo tiempo, esa decisión de nosotras de cuestionar<br />

la matriz del gobierno, logró despegar un ombligo entre<br />

algunas mujeres con el frente sandinista, y allí nacieron principios<br />

de autonomía de algunas compañeras, incluyéndome.<br />

Otra de las peleas era que mientras las mujeres trabajaban<br />

en los barrios, los militantes hombres daban los informes al<br />

partido y eso no nos parecía justo. El gran obstáculo fue el<br />

mismo partido. Tampoco hubo ninguna posibilidad en ese<br />

entonces de debatir el tema del patriarcado y del machismo.<br />

Durante toda esa década no recuerdo en ningún comité<br />

de base ninguna discusión política sobre el machismo.<br />

84


Yo pienso que, si sos feminista es porque sos de izquierda, no<br />

al revés. Porque entonces tenes un pensamiento de igualdad<br />

social, donde se incluyen mejores condiciones para la sociedad<br />

en general. La izquierda es un pensamiento de oportunidades<br />

distintas, de dialogo, de una democracia correcta y coherente,<br />

una persona de la derecha no puede ser feminista”.<br />

Martha, 50 años: “Nací en Granada, pero mi identidad es de la isla<br />

de Ometepe. Para mí fue muy importante la apertura que hubo<br />

durante la revolución en cuanto a la participación de las mujeres,<br />

aunque la guerra haya manchado con sangre esa apertura.<br />

Recuerdo mucho que buscábamos la igualdad de trato, la<br />

igualdad de salarios, la igualdad de tareas y queríamos maternidad<br />

responsable donde también existiera la participación<br />

del hombre. Levantamos temas álgidos como el aborto inseguro<br />

que provoca las muertes en las mujeres y luchamos por ser<br />

escuchadas y respetadas para que nuestros planteamientos<br />

tuvieran eco en nuestra sociedad y en nuestras instituciones.<br />

Todo eso me hizo sentir que la revolución también era para mí.<br />

Cuando yo entré al proceso revolucionario, lo hice por mis<br />

convicciones cristianas. Y ese fue otro gran acierto de la insurrección.<br />

Yo venía de comunidades juveniles cristianas donde<br />

habíamos dialogado mucho sobre la tarea de construir una sociedad<br />

más justa, donde hombres y mujeres fueran capaces de<br />

edificar el Reino de Dios en la Tierra. Ese reino, para nosotras,<br />

no era un lugar que viene sólo después de la muerte. Entonces<br />

la revolución habló de hacer justicia y de distribuir de manera<br />

equitativa los recursos en la sociedad, lo cual era totalmente<br />

compatible con el cristianismo y con nuestra idea de Dios.<br />

Todo eso también me fue comprometiendo más en el proceso<br />

y las mujeres cristianas nos sentimos incluidas en el<br />

proyecto revolucionario. La revolución fue un despertar<br />

para la conciencia ya que las mujeres veníamos de una dic-<br />

85


tadura donde prevalecían ideas retrógradas que hoy todavía<br />

están muy presentes, para desgracia. Sin embargo, la<br />

revolución nos permitió soñar por un momento y convertir<br />

muchos sueños en realidades palpables. Nos permitió tener<br />

derecho a sentir, a pensar y a demandar nuestras banderas.<br />

En el marco jurídico, las mujeres logramos avances importantes<br />

como, por ejemplo, que en la constitución quedaran establecidos<br />

planteamientos nuestros: la no discriminación por<br />

razones de sexo, el matrimonio como un contrato donde tienen<br />

que estar de acuerdo ambas partes (hombre y mujer), la<br />

condena al maltrato en las familias, etcétera. Hubo muchos cabildos<br />

sectoriales en los departamentos y municipios del país,<br />

donde se interiorizaron todas estas normas grabadas en la nueva<br />

redacción de la constitución política de Nicaragua (1987).<br />

La nueva ley planteaba que las relaciones entre madres, padres<br />

e hijos tenían que ser horizontales y bidireccionales. El<br />

divorcio unilateral cuestionó el hecho de que las mujeres no<br />

somos propiedad de nadie. Sin embargo, la misoginia era parte<br />

de un proceso donde no se pudo erradicar el machismo. Sí,<br />

era importante la proclama del frente sobre las mujeres, sin<br />

embargo, esa carta no era solo un acto heroico de los líderes<br />

del partido. Esa carta era también el producto de la participación<br />

de las mujeres que obligó a los líderes de entonces, a tener<br />

una posición más seria y más comprometida con nosotras.<br />

Aunque para muchas esa proclama fue sólo papel mojado, para<br />

otras no. Tan importante era la lucha antiimperialista como<br />

crear condiciones para que las mujeres fueran protagonistas<br />

de la historia. La guardería infantil que permitía que los hijos<br />

estuvieran bien cuidados y no bajo llave mientras las mujeres<br />

trabajaban, fue un gran avance. También lo fue la pensión<br />

de alimentos que permitía que las mujeres contasen con ese<br />

otro ingreso en sus hogares para la manutención de los hijos.<br />

86


Un gran obstáculo fue el conservadurismo imperante. El<br />

conservadurismo no solo estaba en los círculos religiosos<br />

y los partidos conservadores de aquel entonces, sino<br />

también en las filas del Frente. Ese pensamiento discriminador<br />

estaba en las organizaciones sociales y las mujeres<br />

fuimos revolviéndonos para madurar este pensamiento<br />

hasta que nos dimos cuenta que éramos muy<br />

diversas y cultivamos tolerancia entre nosotras mismas.<br />

El otro gran obstáculo fue la guerra. La movilización masiva<br />

de los hombres al campo de batalla, ayudo a independizar<br />

a las mujeres. Sin embargo, esa militarización masculina<br />

produjo una sociedad nicaragüense muy verticalista<br />

y autoritaria, que a su vez produjo un pensamiento de la<br />

misma naturaleza. Tuvimos que luchar contra eso también.<br />

Había un sector más preocupado por enfrentar la guerra donde<br />

las ordenes no se discutían, solo se cumplían. Nosotras<br />

estábamos en medio de todo ese debate masculino. Y para<br />

desarrollar un pensamiento propio que nos permitiera hacerle<br />

contrapeso a ese diálogo, requeríamos de un país en<br />

paz. Así que la guerra también nos jugó una mala pasada.<br />

Pienso que la crisis económica era una realidad, pero no un<br />

obstáculo. El obstáculo verdadero era la falta de voluntad política<br />

para organizarse y plantear públicamente las demandas<br />

de las mujeres. La situación económica era una excusa. Y por<br />

eso creo que ahora hay una situación muy confusa donde la<br />

política es como el boxeo: los contrincantes lanzan derechazos<br />

e isquierdazos sin llegar a ninguna conclusión propositiva.<br />

¿Se puede ser de izquierda sin ser feminista? Es confuso, te lo<br />

repito. Ya no sabemos quién es la derecha y quien es la izquierda<br />

en Nicaragua. Cada quien tiene su propia medida. Ahora<br />

no podés ser de izquierda si estas contra el Frente, no podés<br />

ser de izquierda si estas contra el aborto, no podés ser de iz-<br />

87


quierda si estas abrazándote con los partidos conservadores,<br />

etcétera. Entonces yo, sinceramente, abogo por otra clasificación<br />

de los pensamientos de izquierda. Ser feminista es estar<br />

por la vida y promover los derechos humanos fundamentales<br />

donde exista la posibilidad de respetar y que me respeten por<br />

lo que soy y a pesar de lo que soy. Si se respeta eso y al mismo<br />

tiempo se tiene una ideología política de igualdad para todos y<br />

todas, entonces no se puede ser de izquierda sin ser feminista”.<br />

Sofía, 57 años: “Nací en Ciudad Darío, Matagalpa. Recuerdo<br />

muy bien que a mediados de los ochenta, las feministas éramos<br />

una autentica minoría, o por lo menos las que nos hacíamos<br />

llamar “feministas”. Ese grupo pequeño pero compacto<br />

fue el que empujó el desarrollo del movimiento de mujeres<br />

para componer lo que más tarde se conoció como AMLAE.<br />

La revolución estaba representada prácticamente por<br />

un partido único y la lucha contra esa homogeneidad<br />

partidaria fue nuestra primera batalla. Quisimos hacer<br />

algo así como la FMC (Federación de Mujeres Cubanas)<br />

y lentamente, a través del debate constante, logramos<br />

hacerle peso contrario a la posición oficial del FSLN.<br />

La posición oficial de aquel entonces pregonaba que el feminismo<br />

era una ideología burguesa y consideraban (de forma<br />

esquemática, por supuesto) que la emancipación de la mujer<br />

solo se podía dar por añadidura o por chorreo, como un acto<br />

mágico y sin el esfuerzo común de los y las nicaragüenses.<br />

Por lo tanto, costaba mucho que se reconociera el derecho<br />

de las mujeres a plantear su propia agenda de género.<br />

El enfoque del socialismo sandinista era algo meramente<br />

decimonónico que sólo lograba enfocarse en el problema<br />

de clase social. Las otras dimensiones de la sociedad eran<br />

subestimadas. Entonces fue una lucha ideológica muy<br />

fuerte la que se libró, ya que a las mujeres solamente nos<br />

88


consideraban en dos categorías: o éramos campesinas o<br />

éramos “pobladoras”. Si no estabas en una de esas dos categorías,<br />

entonces no teníamos derecho de reclamar nada.<br />

Tuvimos que educar a la gente. Nuestro pequeño movimiento<br />

de mujeres tuvo que continuar en el debate político-social<br />

para tocar temas delicadísimos como la violencia<br />

contra la mujer. También tocamos el tema de la<br />

sexualidad, el tema de la reproducción y de todo lo que hoy<br />

se da por sentado que es la agenda de género en el país.<br />

La agenda oficial para las mujeres en los años ochenta era la<br />

defensa y la producción. Es decir, o producías para comer o<br />

volabas bala, a eso estábamos confinadas. En términos concretísimos,<br />

el tema de la democracia no era parte de la agenda<br />

de la revolución a pesar de la insistencia no solo de nosotras,<br />

sino también de los Contras. Sin embargo, fue algo que<br />

nunca se discutió. Esto representó un problema para las mujeres<br />

de entonces, porque la democratización de la sociedad<br />

es un requisito básico para poder participar e incorporarse.<br />

Posteriormente la cosa se fue agravando, pero con esa<br />

complicación también se dio algo positivo. A medida que<br />

avanzó la guerra, la cantidad de hombres que desalojaron<br />

la ciudad para ir a combatir fue tal, que las mujeres tuvieron<br />

que hacerse cargo de la retaguardia y creo que, en ese<br />

proceso, las mujeres encontraron capacidades de autonomía<br />

ya que el servicio militar ausentaba a sus maridos por<br />

dos años o más. Entonces hubo posibilidades de autoafirmación<br />

y de libertades recientemente encontradas porque<br />

no tenías al policía en la casa vigilando tu proceder.<br />

Así fue como empezaron nuestros pequeños éxitos, por medio<br />

del empuje y la presión femenina que al final y a regañadientes,<br />

las directivas masculinas y el propio partido de<br />

gobierno, terminaron cediendo. La gran influencia de esta<br />

minoría fue más palpable cuando terminó la revolución, en<br />

89


los 90, ya que emergió un sector del movimiento que se definía<br />

a sí mismo como feminista y el éxito de ese impacto, es<br />

que hoy nuestra agenda ha logrado ser asimilada en términos<br />

sociales y en su legitimidad de enfoque por los hombres.<br />

Si me preguntas si se puede ser de izquierda sin ser feminista,<br />

yo pienso que sí, perfectamente. La inmensa mayoría de la<br />

historia de la izquierda está plagada de rechazo al feminismo<br />

y de rechazo a los derechos de las mujeres, desde Lenin hasta<br />

Stalin, de Fidel hasta Chávez y Ortega. Todos esos que se declaran<br />

de izquierda pero que en realidad son profundamente<br />

autoritarios, son los verdaderos enemigos del feminismo”.<br />

Ana, 57 años: “Nací en Francia, pero soy nicaragüense de<br />

nacionalidad. Vine cuando tenía 19 años en el 73. Lo primero<br />

que me viene a la mente cuando pienso en la lucha<br />

feminista de los años 80, son los múltiples intentos y ensayos<br />

que organizamos en esa época que no siempre lograban<br />

sobrevivir porque el feminismo no estaba bien visto.<br />

También recuerdo el desarrollo de un feminismo ligado<br />

a organizaciones gremiales y sindicales, uniendo<br />

identidades que no se habían conectado de esa manera<br />

en el pasado. Eran, por ejemplo, obreras agrícolas<br />

que al mismo tiempo luchaban por sus derechos y se organizaron<br />

en AMLAE, ATC, CST o en CONAPRO (Federación<br />

de Asociaciones Profesionales de Nicaragua).<br />

Fue la primera vez en la historia del país, creo yo, en que<br />

realmente logramos desarrollar (las mujeres de entonces)<br />

lo que significa tener una identidad múltiple que a<br />

veces entraba en contradicción dentro de nosotras mismas.<br />

También nos cuestionamos qué significaba ser joven<br />

y ser mujer al mismo tiempo, algo que antes nunca<br />

nos preguntamos. En los 70 éramos solo mujeres y no entrábamos<br />

en el análisis de lo que significaba ser mujer.<br />

90


Uno de los logros más importantes en esa década fue establecer<br />

muy públicamente que las mujeres nacemos biológicamente,<br />

pero nos hacemos mujeres en la marcha, es decir,<br />

nos educan para ser mujeres, así como educan a los hombres<br />

para ser hombres, pero la definición de mujer va más<br />

allá de la educación tradicional que nos dieron. Por lo tanto,<br />

se cuestionaron los roles de género y ser mujer empezó a<br />

cambiar la división del trabajo en la casa y fuera de la casa.<br />

Los roles que tradicionalmente las mujeres asumían, empezaron<br />

a ser cuestionados. Por primera vez en Nicaragua se<br />

vieron mujeres trabajar exitosamente en las fuerzas armadas,<br />

otras en la producción manejando tractores y siendo punteras<br />

en sus funciones. Algunas mujeres siendo más veloces y más<br />

rápidas que algunos hombres en tareas específicas. Todo esto<br />

fue parte de la revolución y fue uno de los grandes logros.<br />

Empezamos a participar en la vida política siendo dirigentes<br />

de base, algo que no había sucedido en el pasado.<br />

En las mentes colectivas se empezó asumir que ser mujer<br />

no solo era ser madre o esposa, y que el lugar de la mujer<br />

no solo era la casa. Este no era un concepto meramente<br />

nuevo para el mundo, pero para Nicaragua sí lo era.<br />

A nivel popular, este concepto quedó mucho más claro.<br />

Los grandes obstáculos fueron que esos cambios no se asentaron<br />

con políticas públicas específicas que los reforzaran y<br />

le dieran estabilidad en el tiempo. Es decir, ocurrieron cambios,<br />

pero cuando la guerra disminuyó de intensidad, los<br />

roles se volvieron a invertir y hubo de nuevo una tendencia<br />

de mandar a las mujeres a la casa. No había una reflexión<br />

profunda sobre lo que significaban esos cambios. Era como<br />

agregar algunas habilidades a las mujeres, pero no había<br />

un cuestionamiento sustancial de por qué a las mujeres nos<br />

tocaba automáticamente cuidar a los niños, ir por los enfer-<br />

91


mos, custodiar a los ancianos y hacer las tareas domésticas.<br />

Otro aspecto que no fue tocado durante la revolución fue el<br />

tema de la sexualidad, no hubo un debate sobre la forma en<br />

que se entendía la sexualidad, sobre el derecho de las mujeres<br />

al placer, a transformar su propio cuerpo, el lesbianismo,<br />

el transexualismo, etcétera. Nunca se llegó al tema de<br />

la planificación familiar ni a la capacidad de las mujeres de<br />

decidir sobre su maternidad, eso no fue desarrollado a profundidad<br />

y solo se discutió a medias tintas. Era un obstáculo<br />

de fondo porque si las mujeres no tienen control sobre su<br />

propio cuerpo ni sobre su propia capacidad reproductiva,<br />

entonces cómo lograr cambios trascendentales en la sociedad.<br />

Luego estaba el controversial tema de la violencia. Sí, se cuestionaba<br />

la violencia hacia la mujer y se creó la oficina legal de<br />

la mujer, pero no se enfrentó nunca la violencia como un problema<br />

de relaciones de poder entre hombres y mujeres. Había<br />

hombres malvados, hombres enfermos que le pegaban a las mujeres,<br />

pero no se planteó la raíz del problema para erradicarlo,<br />

por eso todavía seguimos viendo ese problema en Nicaragua.<br />

El tema del abuso sexual dentro de la familia era un tema<br />

totalmente tabú a inicios de los 80. Algo que no se mencionaba<br />

ni existía entre los medios de comunicación del país.<br />

Gracias a la lucha feminista de aquella época, hoy por lo menos<br />

esos temas se denuncian en los diarios. Pero en ese entonces<br />

no se tocaba como un problema de machismo. Era muy<br />

difícil erradicar la violencia hacia las mujeres si no se transformaba<br />

esa relación de subordinación hacia los hombres.<br />

Ahora, ¿se puede ser de izquierda sin ser feminista?, bueno,<br />

depende de lo que llamas izquierda. No pienso que se puede<br />

ser humanista sin ser feminista. Si la izquierda es nada más la<br />

lucha por los derechos de los trabajadores y de los campesinos,<br />

sin distinguir entre hombres y mujeres, entonces sí se puede<br />

92


ser de izquierda sin ser feminista; pero si la izquierda es un<br />

cambio social profundo de justicia para todos los seres humanos,<br />

entonces uno no puede ser de izquierda sin ser feminista”.<br />

María Teresa, 50 años: “Yo nací en el municipio de Matiguás<br />

del departamento de Matagalpa, el 18 de mayo de 1961. Lo<br />

más relevante que recuerdo de la lucha feminista en los años<br />

80 fue la pelea de algunas mujeres que no se definían a sí mismas<br />

como feministas y que en realidad trataban de serlo. Esa<br />

definición vino después. Ser feminista era mala palabra en<br />

la revolución ya que eras revolucionaria o no eras revolucionaria.<br />

“Feminista” no era la palabra políticamente correcta.<br />

Lo más importante que yo recuerdo tiene que ver con dos<br />

cosas: primero que nos permitieran a las mujeres tener una<br />

organización propia por medio de AMLAE, y después surgieron<br />

colectivos que actuaban de manera distinta a los lineamientos<br />

de su dirigencia. Entonces recuerdo la pelea<br />

por lograr que el FSLN no desapareciera a la organización<br />

solamente porque algunas queríamos la independencia<br />

del partido. Fue una lucha tenaz desde el comienzo.<br />

Lo otro importante que recuerdo es el empeño de las mujeres<br />

sandinistas por convencer a otras que el sandinismo representaba<br />

una alternativa de emancipación para nuestros derechos,<br />

pero que esto no era tan cierto. En algún momento<br />

quisimos articular una especie de propuesta totalizante donde<br />

la revolución también pretendía ser la vanguardia de la<br />

lucha de las mujeres por la igualdad social. Esta fue la fuerza<br />

que más nos movió a las mujeres organizadas de los años 80.<br />

Yo creo que los logros más importantes tienen que ver con<br />

la reivindicación de la mujer en los espacios públicos. A pesar<br />

del sexismo imperante en la vanguardia revolucionaria<br />

de aquella época, el hecho de que las mujeres hayamos salido<br />

al espacio público fue para mí el logro más relevante.<br />

93


La revolución creó un sentimiento colectivo de participación<br />

y las mujeres no estuvimos al margen de eso. Por primera<br />

vez en la historia de este país, las mujeres dejamos<br />

de ser las responsables de llenar las iglesias, las responsables<br />

de los menesterosos, las responsables de coordinar<br />

las fiestas de caridad y nos convertimos en protagonistas.<br />

Las jóvenes, las adultas, las rurales, las urbanas, las religiosas,<br />

las ateas, las de clases pobres, las de clase media, etcétera,<br />

logramos insertarnos en este proceso y esto tuvo una trascendencia<br />

muy grande para mi generación. Yo era una muchacha<br />

de 18 años cuando triunfó la revolución y yo creo que eso trastocó<br />

las nociones de cuál es el papel de las mujeres en la sociedad.<br />

Veníamos de una sociedad muy tradicional, influenciada<br />

por las ideas más conservadoras que afirmaban que el papel<br />

de nosotras era la familia, la reproducción, el hogar, etcétera.<br />

Con la llegada de la revolución todo eso se fue difuminando,<br />

las expectativas fueron otras: organizarse, estar en la juventud<br />

sandinista, ir a los cortes de café, ir a la alfabetización<br />

o irse a estudiar con una beca fuera del país. Se descolocaron<br />

entonces las ideas más conservadoras sobre el papel de<br />

las mujeres y esto nos contagió de esperanza y entusiasmo.<br />

Los grandes obstáculos fueron la misoginia, el sexismo<br />

imperante y los discursos utilitarios hacia las mujeres.<br />

Todas asumíamos que el frente tenía la capacidad de<br />

conducir a la sociedad hacia el logro de sus metas. Sin<br />

embargo, esto era una grandilocuencia, una gran ingenuidad,<br />

éramos muy jóvenes y muy inexpertas, entonces<br />

idealizamos al frente sandinista y a su dirigencia. El obstáculo<br />

más grande fue que la revolución y su vanguardia<br />

no estaban dotadas de un pensamiento pro-igualdad.<br />

El FSLN venía de una ideología marxista muy limitada,<br />

tampoco dio debates respecto de las formas de<br />

94


opresión que viven específicamente las mujeres en el<br />

campo, no tenía ninguna propuesta para enfrentar las relaciones<br />

desiguales entre hombres y mujeres. Miraban<br />

a las mujeres como pobres y como pobres las trataban.<br />

Nosotras estábamos de acuerdo sobre los derechos de tipo<br />

socioeconómico: un empleo digno, un salario digno, los<br />

permisos de maternidad, centros de desarrollo infantil para<br />

cuidar a las criaturas, todo eso estaba bien. Pero eran derechos<br />

referidos a las mujeres como trabajadoras, únicamente.<br />

En cambio, todos aquellos derechos que tenían que ver<br />

con la libertad, la autonomía y la autodeterminación de<br />

las mujeres, no eran derechos reconocidos por el Frente.<br />

Temas relacionados con la violencia de género o con la<br />

maternidad voluntaria, temas como el aborto clandestino<br />

y sus consecuencias, temas relacionados con el trabajo<br />

doméstico y con la mala distribución del trabajo en el ámbito<br />

de la familia, todos esos eran temas que el FSLN evadía.<br />

Todo ello nos puso obstáculos, cortapisas y amenazas.<br />

Pusieron a AMLAE contra la pared sólo porque se oponían<br />

a que el movimiento de mujeres profundizara una agenda<br />

antidiscriminatoria. El sexismo tan presente en la dirigencia<br />

revolucionaria, no permitió que el movimiento<br />

de mujeres avanzara hacia ideas feministas de igualdad.<br />

Yo pienso que no puede haber revolucionarios que sean antifeministas,<br />

ni racistas, ni homofóbicos, ni lesbofóbicos, revolucionarios<br />

que no tengan una auténtica y legítima apuesta para<br />

acabar con la explotación y con los abusos del capitalismo. Yo<br />

creo que un revolucionario que esté en contra de las demandas<br />

feministas es un revolucionario de la boca para afuera, por<br />

eso no creo en aquellos que dicen ser de izquierda y luego están<br />

contra el feminismo. Me parece una gran contradicción”.<br />

Lea, 60 años: “Nací en Managua hace poco más de seis déca-<br />

95


das. El feminismo en los años ochenta fue matizado de diferentes<br />

maneras. Veníamos de una guerra de derrocamiento<br />

de la dictadura donde el concepto y el rol de las mujeres estaban<br />

impregnados con un enfoque de participación política.<br />

Por lo tanto, en sus inicios, la revolución incluyó a las mujeres<br />

de manera heroica, pero luego eso se fue transformando.<br />

Las reivindicaciones propias de la mujer eran muy generales<br />

y estaban sumergidas en esa lucha ideológica. En<br />

el frente mismo había una participación de mujeres pioneras<br />

y ejemplares como Doris Tijerino, Mónica Baltodano<br />

y Dora María Téllez, donde emergían reivindicaciones<br />

feministas que fueron pilares sostenidos de cómo<br />

evolucionó después en diferentes momentos y partes del<br />

mundo. Eso estuvo presente en Nicaragua, pero tímidamente.<br />

La teoría feminista no estaba muy elaborada a inicios<br />

de los 80 y la configuración de la dirección nacional fue<br />

una configuración machista bajo la bandera de la alianza<br />

de las tres tendencias. Había una distribución equilibrada<br />

de las tres tendencias, pero no había una representación<br />

ni presencia de las mujeres entre la cúpula.<br />

Pienso que uno de los logros más importantes de esa época<br />

fue la conciencia crítica que se despertó entre las diferentes<br />

compañeras que legaron sus conocimientos a otras más<br />

jóvenes. Muchas de las ONG actuales son el resultado de<br />

esa lucha, la Red de Mujeres contra la Violencia, el Colectivo<br />

de Mujeres de Matagalpa, el Comité de Mujeres Rurales<br />

de León, las Mujeres Católicas por el Derecho a Decidir,<br />

el Colectivo de Mujeres 8 de marzo, Puntos de Encuentro,<br />

entre otras, son fundaciones hijas de la lucha feminista en<br />

los años ochenta y eso fue uno de nuestros grandes logros.<br />

Uno de los grandes obstáculos fueron las contradicciones<br />

a lo interno de nuestro movimiento. Después de la revo-<br />

96


lución, la iniciación sexual de los jóvenes fue más natural<br />

y más “normal” que la de mis padres, por ejemplo, quienes<br />

no tuvieron la oportunidad de vivir una experiencia<br />

revolucionaria. Sin embargo, en el tema de la violencia<br />

hacia la mujer, nos quedamos algo rezagados. Eso se refleja<br />

en nuestro presente. ¿Cómo es posible que en Nicaragua<br />

todavía se discuta si una niña violada puede o no<br />

abortar? Es absurdo. Para mi ese es un gran retroceso.<br />

La legislación del aborto terapéutico existe desde los tiempos<br />

de Zelaya, a fines del siglo 19 (1870, para ser más precisa), pero<br />

insisto, ¿cómo es posible que eso hoy se siga discutiendo? Durante<br />

los 80, el aborto terapéutico existía en este país, era legal,<br />

¿cuántas mujeres abortamos en la década de los 80 para poder<br />

participar en la lucha del FSLN? Hoy estaríamos todas presas.<br />

Pienso que se puede ser feminista sin ser de izquierda, indudablemente.<br />

Hay mujeres de derecha que son feministas;<br />

el feminismo tiene varias corrientes, una de esas es el socialismo<br />

igualitario con la cual me identifico. Sin embargo, no<br />

es lo mismo trabajar por la justicia y la equidad social que<br />

hacer cosas por los pobres por simple populismo. Mussolini<br />

hizo cosas por los pobres y era fascista. Entonces no necesariamente<br />

por hacer acciones por la gran mayoría, significa hacer<br />

transformaciones sociales que vayan por mayor equidad<br />

entre hombres y mujeres. Una revolución no solo se trata de<br />

enseñar a leer y escribir a los que antes no podían hacerlo,<br />

también se trata de enseñar a querer y a convivir pacíficamente<br />

entre hombres y mujeres. Eso es el auténtico feminismo”.<br />

Dorotea, 64 años: “Nací en Puerto Cabezas, Costa Atlántica<br />

Nicaragüense. Después del triunfo de 1979, nos dedicamos<br />

a reconstruir el país y a organizarnos como mujeres durante<br />

toda la década de los 80. En la Costa teníamos que hablar<br />

de recomposición de las familias después de la “Navidad<br />

Roja”, cuando ocurrió aquel espantoso desplazamiento de<br />

97


comunidades indígenas enteras hacia Honduras, exactamente<br />

a “Tasva Pri” que quiere decir “Tierra Libre” en miskito.<br />

Durante la guerra quemaron casas y exterminaron parte<br />

de la cultura costeña de Nicaragua, eso fue en diciembre<br />

y hubo mucha sangre derramada. En ese contexto bélico,<br />

nuestra tarea como mujeres multiétnicas constituidas,<br />

era trabajar por el retorno de esas comunidades que se<br />

habían ido a Honduras luego de que los hogares quedaran<br />

desmembrados y desarticulados. Entonces en el camino<br />

también nos hicimos feministas y revolucionarias.<br />

En los 80 en el Caribe no se hablaba mucho de feminismo. Íbamos<br />

acercándonos, eso sí, a lo que pasaba a nivel nacional y sobretodo<br />

en el pacífico, donde se concentraba la mayor fuerza<br />

intelectual de este movimiento. Y en esa época las feministas<br />

del Caribe trabajamos en AMLAE junto con los curas capuchinos,<br />

las divinas pastoras (monjas que estaban en las minas) y<br />

luchamos contra la violencia en el campo y contra la desaparición<br />

masiva de tanta población rural. Trabajamos de cerca también<br />

con los delegados de la palabra y los líderes religiosos ya<br />

que recordemos que en el campo hay una fuerte religiosidad.<br />

Veníamos impulsando la teoría de la liberación y en ese contexto<br />

trabajamos por la vinculación de las mujeres del atlántico<br />

con las del pacifico para alcanzar una visión más global e<br />

integral del país. Era una lucha por sentirnos identificadas, respetar<br />

nuestras diferencias y construir una identidad nacional.<br />

Luchamos también para garantizar salud para la mujer, alfabetizarla,<br />

llevarle trabajo y acceso al crédito. No solo se trataba<br />

de ayudar a la mujer en la defensa de la revolución. Había más.<br />

Fui personalmente tomando conciencia que había derechos<br />

propios de la mujer y que teníamos que tomar acciones al respecto.<br />

Surgieron entonces capacitaciones de feministas y tuve<br />

el privilegio de ser invitada a Tasco, México, en el II Encuen-<br />

98


tro Feminista de Latinoamérica y el Caribe (1987). Luego de<br />

esa experiencia, vine con muchos documentos, libros y conocimiento<br />

para compartir con las compañeras que se iniciaban<br />

en la corriente que vinculaba el marxismo con el feminismo.<br />

Las mujeres costeñas empezamos a participar en ciclos<br />

de formación feminista que se llevaban a cabo en Managua.<br />

Veníamos cada mes a pasar dos tres días y participar<br />

en cursos con mujeres como Matilde Lindo, Elida Centeno,<br />

Alejandra Centeno, entre otras compañeras. Logramos<br />

una gran cohesión y las articulaciones se fueron<br />

fortificando; la unión fue nuestro principal logro ya que<br />

también la coyuntura política nos obligaba a estar unidas.<br />

El gran obstáculo fue la presencia de la guerra, la inestabilidad<br />

económica, los recursos que se dedicaban más a la<br />

defensa de la revolución que a la educación de la sociedad.<br />

La comunicación era muy escasa y en la costa no teníamos<br />

ni siquiera teléfono. Entonces esos fueron algunos de los<br />

obstáculos más importantes que encontramos en el camino.<br />

Otro gran obstáculo fue la discriminación a la sociedad gay<br />

de Nicaragua. En los 80, por ejemplo, teníamos el código<br />

que validaba el aborto terapéutico para las mujeres. También<br />

había clínicas alternativas y el mismo Ministerio de<br />

Salud (MINSA) apoyaba a las mujeres que tomaban la decisión<br />

de abortar. Sin embargo, había mucha reserva y mucho<br />

miedo respecto al tema de la diversidad sexual. En la costa,<br />

incluso, se daban casos de violencia donde jovencitos y jovencitas<br />

gays eran degollados en la playa de Puerto Cabezas<br />

por el simple hecho de tener una opción sexual diferente.<br />

Fue muy triste y tuvimos que luchar contra eso también.<br />

Pienso que no se puede ser feminista sin ser de izquierda. Y<br />

aunque muchas de nuestras compañeras no tienen una definición<br />

precisa de lo que hoy en día significa ser de izquierda,<br />

99


sí tienen una postura clara sobre la defensa de los derechos<br />

humanos. Y eso es feminismo, y eso también es izquierda”.<br />

UNA GENERACIÓN FEMINISTA<br />

Unas tardías, otras prematuras, pero, al fin y al cabo, todas<br />

estas mujeres fueron y son feministas que enfrentaron una<br />

de las épocas más difíciles de la historia nacional: los años<br />

80. Soñaron, idealizaron y se involucraron en lo que para<br />

ellas era la vanguardia revolucionaria que alcanzaría todas<br />

las metas de una sociedad equitativa, pero se dieron<br />

contra el muro de la realidad, el cual estaba construido a<br />

base de machismo, misoginia e ideas conservadoras que<br />

impidieron que sus esfuerzos alcanzaran mayores logros.<br />

Sin embargo, dejaron un legado. Aunque hoy en día el movimiento<br />

feminista de Nicaragua está fragmentado en diversas<br />

células y subgrupos sociales que llevan a cabo luchas un poco<br />

más focalizadas que antes, no se puede negar que la experiencia<br />

revolucionaria de los años ochenta las hizo madurar y<br />

abrir los ojos para proyectarse de otra forma hacia el futuro.<br />

Su legado hoy vive en las nuevas generaciones de jóvenes que<br />

viven su sexualidad de una forma más abierta, natural y participativa.<br />

Hoy en día los medios de comunicación denuncian<br />

delitos sexuales, abusos y maltratos contra la mujer gracias a<br />

la lucha de todas estas mujeres históricas. Hoy en día, muchas<br />

otras mujeres también ocupan cargos públicos de poder donde<br />

ejercen su autonomía y sus derechos a la par de los hombres.<br />

No podemos negar que, sin la lucha feminista de los<br />

años ochenta, hubiera sido imposible que Violeta Barrios<br />

de Chamorro llegara al poder en 1990 para convertirse<br />

en la primera mujer en ocupar la silla presidencial<br />

en Nicaragua. Los logros son muchos. Los<br />

desafíos que quedan, también. Pero el legado se alcanzó.<br />

100


Por eso agradezco, a través de esta investigación que me<br />

ha servido de mucho aprendizaje, todo el esfuerzo consumado<br />

por estas nueve mujeres valientes que arriesgaron<br />

sus vidas por una causa común. Incluyo a mi madre en la<br />

lista también. El país de las mujeres, que escribió Gioconda<br />

Belli, todavía es una ficción contemporánea de la literatura<br />

latinoamericana. Sin embargo, por lo menos en Nicaragua,<br />

hoy es una ficción menos lejos de la realidad gracias a<br />

la batalla que llevaron a cabo todas estas hijas de Sandino.<br />

V<br />

MEMORIAS DE UNA GENERACIÓN INTERNACIONA-<br />

LISTA<br />

(2012)<br />

Luego del golpe de Estado de Augusto Pinochet hacia el gobierno<br />

de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, la Revolución<br />

Popular Sandinista fue la siguiente gran fuerza revolucionaria<br />

de izquierda que atrajo la atención del mundo occidental.<br />

Cientos de cheles de todas partes del mundo se contagiaron<br />

por la victoria sandinista de 1979, empacaron maletas<br />

y dejaron sus países para venir a ser testigos de<br />

lo que el pueblo nicaragüense era capaz de hacer. Muchos,<br />

incluso, lucharon por Nicaragua. Sacrificaron la<br />

vida cómoda del primer mundo por la fe y la esperanza<br />

que inspiraba nuestro pequeño país alzado en armas.<br />

Todo fue parte de una fiesta internacional que incluyó<br />

a muchísimos norteamericanos que vinieron como cooperantes<br />

voluntarios. Gente de todas las edades, pero<br />

en especial jóvenes de veinte y pico de años, se alista-<br />

101


on en las filas internacionalistas ya que no estaban de<br />

acuerdo con las políticas expansionistas de Ronald Reagan<br />

y la tentadora invasión directa hacia Nicaragua.<br />

Los jóvenes estadounidenses pensaron que, entre más<br />

grande fuera la presencia de gringos en las zonas afectadas<br />

por la guerra, menos riesgo existía de una eventual<br />

intervención militar en Nicaragua. Mientras tanto, la<br />

contrarrevolución tenía su trinchera en Honduras y los<br />

EEUU financiaban una guerra injusta en nombre de un<br />

pueblo que ponía sus impuestos en un futuro incierto.<br />

Pacifistas, periodistas, investigadores sociales, ingenieros,<br />

fotógrafos, cineastas, sociólogos, hombres y mujeres<br />

de la patria de Abraham Lincoln fueron parte de ese éxodo<br />

humanitario y solidario hacia nuestro triangulo pinolero.<br />

¿Qué los motivo a venir, además de la revolución? ¿Qué<br />

pensaban aportar a Nicaragua? ¿Qué aprendieron de nuestro<br />

pequeño país? ¿Cómo vivieron la derrota electoral<br />

del 90 y por qué decidieron quedarse? Estas y otras preguntas<br />

se responden a lo largo de ocho testimonios conmovedores<br />

que repasan un parte de nuestra historia. La<br />

historia de los visitantes estadounidenses que dieron parte<br />

de su vida por el proyecto revolucionario de Sandino.<br />

Circles Robinson, 59 años: “Nací en Los Ángeles, California<br />

(1953). Salí de esa ciudad cuando tenía 18 años y con la<br />

excepción de visitas breves, nunca regresé. Soy traductor<br />

y periodista. Actualmente vivo en Ometepe, pero trabajo a<br />

tiempo completo como editor de Havana Times, un diario cibernético<br />

bilingüe que aspira a ser una fuente de información<br />

y un acercamiento con las realidades del pueblo de Cuba.<br />

Vine a Nicaragua en 1984, unos días después de las elecciones.<br />

Fue un momento bastante dramático en que, el go-<br />

102


ierno de los Estados Unidos, ya con Ronald Reagan relegido<br />

como presidente, tomaba posiciones cada vez más<br />

agresivas contra el gobierno de Nicaragua. La posibilidad<br />

de una invasión parecía una opción que barajaban. Decidí<br />

venir al país para contribuir en lo que podía, aunque no<br />

lo tenía muy claro. Para entonces yo deseaba participar en<br />

el esfuerzo de crear (reconstruir) un país con su joven revolución.<br />

También quería poner mis pies en un suelo con<br />

el cual me identificaba mucho, es decir, un lugar que estaba<br />

en contra de la política de mí gobierno en aquel tiempo.<br />

Participé en los cortes de café dos meses con la Asociación Nacional<br />

de Educadores de Nicaragua (ANDEN) en el Crucero<br />

y después con el INEC (Instituto Nacional de Estadísticas y<br />

Censos) en Miraflor, Estelí. Más adelante, se me abrió la oportunidad<br />

de utilizar mis habilidades bilingües en un trabajo con<br />

TurNica. Pasé un año y medio como intérprete o a veces guía-intérprete,<br />

trabajando con los grupos de turismo socio-político<br />

y con diferentes delegaciones. Luego, me integré a la Unión<br />

Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG-Matagalpa)<br />

en el área de Relaciones Internacionales y allí pasé 6 años.<br />

Siempre estaba ocupado con el trabajo y me sentí bien<br />

como parte de un esfuerzo mayor, poniendo mi grano de<br />

arena para lo que consideraba un mundo mejor. Tuve buenas<br />

relaciones con mis compañeros de trabajo y aunque mi<br />

vida personal fue bastante limitada, me motivé mucho por<br />

mis aportes. Uno vivía con la adrenalina al máximo debido<br />

a la urgencia que se siente en una situación de guerra.<br />

La derrota electoral del FSLN en el 90, la viví muy lejos<br />

de Nicaragua. Fui, por medio de la UNAG-Matagalpa, a<br />

compartir la victoria (esperada) con un grupo de solidaridad<br />

en Hawái, donde estábamos tratando de lograr mayor<br />

cooperación. Todo el mundo en la UNAG pensaba que el<br />

Frente iba a ganar las elecciones y se consideraba que esta<br />

victoria daría paso a una coyuntura propicia para bus-<br />

103


car apoyo para las cooperativas relacionadas con el café.<br />

Salí dos días antes de las elecciones y la noche del 25 de febrero,<br />

estuve anunciando los escasos resultados en la fiesta que habían<br />

montado. Llamaba a la embajada de Nicaragua en Washington<br />

a cada rato. Tocaba el grupo de Rolando Sánchez (de<br />

Masaya) y muchos bailaban y tomaban. Ya casi cantábamos<br />

victoria cuando un señor algo mayor que se identificó como<br />

socialista de por vida, dijo que aquellas elecciones iban a ser<br />

las primeras en que iba a ganar un candidato de su preferencia.<br />

Cuando tuvimos que abandonar el local a las 11 y algo de<br />

la noche, todavía no había un resultado definitivo, pero el<br />

silencio no era buen agüero. Como Hawái queda muy al<br />

oeste de Nicaragua, era apenas la medianoche allá cuando<br />

se dio la famosa conferencia de prensa en Managua<br />

(anunciando que el Frente había perdido las elecciones).<br />

La noticia de esta pérdida electoral me dejó con mucha<br />

ansiedad. Mi primera reacción fue pensar en el 11<br />

de septiembre del 73 en Chile, y sentí una enorme preocupación<br />

por los colegas, amistades y el pueblo nicaragüense<br />

en general. Afortunadamente no fue un Golpe de<br />

Estado. Fue una derrota en las urnas. Tres días después,<br />

estaba de nuevo en Matagalpa, viviendo la situación que<br />

se produjo y observando la famosa y lamentable piñata<br />

y el deterioro rápido de valores que ya estaban en declive.<br />

Me quedé en Nicaragua, a pesar de la derrota, porque me sentía<br />

en casa y también podía seguir trabajando con la UNAG-Matagalpa.<br />

La experiencia de las 80 en Nicaragua fue única y<br />

agradezco con todo mi corazón haber participado en ella. Sin<br />

embargo, la adrenalina que se vive en tiempos de guerra y<br />

emergencias continuas, es algo que puede llegar a cegarte y no<br />

ver la claridad de tu alrededor, donde no todo es blanco y negro.<br />

Me casé con una mujer del Cuá, activista comunitaria y fe-<br />

104


minista, quien continuó trabajando por el pueblo a pesar<br />

de que el partido retrocedió al caudillismo puro. Ya tenemos<br />

17 años juntos. Tenemos una hija de 27 años y un nieto<br />

de 10. Hemos vivido mucho tiempo en Matagalpa, siete<br />

años en Cuba (2002-2009) y ya tenemos tres años de regreso<br />

en Nicaragua, específicamente en la isla de Ometepe”.<br />

Anna Larson, 50 años: “Nací en el 61. Soy originalmente<br />

de Pensilvania, pero estudie Ciencia Ambiental en California.<br />

Tenía varios amigos que habían venido a Nicaragua<br />

antes que yo, en el 86. Nunca había pensado venir<br />

porque tenía muy claro lo que pasaba en Nicaragua y,<br />

aunque admiraba mucho la revolución sandinista, pensé<br />

que darle seguimiento desde mi país sería suficiente.<br />

Estuve siempre en contra de la política de Reagan respecto<br />

a Nicaragua y desde el principio apoyé la insurrección<br />

que triunfó en el 79. Sin embargo, más tarde, empecé<br />

a preguntarme cómo se construye una nueva forma de<br />

pensar y luego intuí que esto podía respondérmelo viajando<br />

a Nicaragua durante el proceso revolucionario.<br />

En EEUU mis compañeros y yo, teníamos una perspectiva un<br />

poco más progresista y estábamos al tanto de la crisis nuclear<br />

contra Rusia, la intervención yanqui en el Salvador y la guerra<br />

financiada contra Nicaragua. Escribimos cartas a los senadores<br />

y congresistas y también organizamos varias marchas pacifistas<br />

sobre temas políticos, entre ellos el apartheid en Sudáfrica.<br />

Sentí que Nicaragua estaba muy cerca, geográficamente<br />

hablando. Tenía varios amigos que trabajaban en el movimiento<br />

de solidaridad y cuando decidí venir, llamé a una<br />

amiga que estaba aquí y me dijo que tenía otro amigo que<br />

estaba organizando una brigada de construcción de viviendas<br />

en el campo. Trabajaba dentro de ABSNICA (Asociación<br />

de Arquitectos y Planificadores en Apoyo a Nicaragua)<br />

105


y ellos estaban preparando su segundo viaje como brigada<br />

solidaria con este país. Me alisté en sus filas y decidí viajar.<br />

Antes de venir, me dediqué a estudiar español y tomé un<br />

curso de 10 semanas en la universidad durante una jornada<br />

intensiva. Hicimos eventos en Palo Alto para atraer más<br />

gente hacia Nicaragua. Los grupos eran de 10 o 15 personas<br />

por brigada, 4 al año durante 6 semanas. Lo más importante<br />

en ese entonces era traer más apoyo de ciudadanos americanos<br />

contra la intervención. Queríamos romper el embargo.<br />

Venir aquí era como decir “no estoy de acuerdo” con la<br />

intervención de nuestro gobierno. Fue un acto de rebelión.<br />

Todavía en el 86 había mucha gente que pensaba que EEUU<br />

era capaz de hacer en Nicaragua lo mismo que hizo en Panamá<br />

con Noriega. Bombardear Managua, sacar a Ortega<br />

y tomarse el país militarmente. Entonces había cierta convicción<br />

o idea de que al haber más norteamericanos en Nicaragua,<br />

menos posibilidad había que los Estados Unidos<br />

se metieran a la guerra directamente con los sandinistas.<br />

Una de nuestras estrategias principales fue meternos de lleno<br />

al campo. Allí fue donde mataron a Benjamín Linder, la mañana<br />

del 28 de abril de 1987. Muchos compañeros lloraron en<br />

los cafetales de Matagalpa y de Jinotega, porque Linder había<br />

sido asesinado entre San José de Bocay y El Cuá, en el departamento<br />

de Jinotega. La idea nuestra era desafiar el apoyo a la<br />

Contra, por lo tanto, queríamos traer más gente para probar<br />

al gobierno que no estábamos de acuerdo con sus medidas.<br />

Siempre hubo sospechas entre los mismos brigadistas acerca<br />

de la posibilidad de infiltraciones de la CIA. Pero al final<br />

no se probó nada. Recuerdo que allá por el 88, estábamos<br />

en Muy-Muy, Matiguas; y había sospecha sobre un<br />

posible ataque de la Contra en la zona. Defendimos Matiguas<br />

junto a los campesinos sandinistas e hicimos trincheras,<br />

pero algunos brigadistas no estaban de acuerdo con<br />

la lucha armada. Entonces hubo roces con los pacifistas.<br />

106


Para mí, venir a Nicaragua fue un momento increíble de<br />

mi vida que no se puede repetir. Yo creía que era una persona<br />

muy educada y conocía bien la historia de Estados<br />

Unidos hasta que vine a este país. Aquí me di cuenta que<br />

muchas cosas que me decían en kínder, primaria y secundaria,<br />

no se aplicaban a la vida real del tercer mundo. Maduré<br />

mucho y me enfrenté a la historia de mi propio país.<br />

Con la derrota del FSLN en las elecciones del 90, yo también<br />

me sentí desilusionada y pensé que lo mejor sería regresarme<br />

ya que la mayoría de mis compañeros, quienes<br />

eran como una familia, hacían maletas. Sin embargo, antes<br />

de irme pasó algo que nunca pensé que me pasaría en realidad.<br />

Me enamoré de un nicaragüense y me quedé aquí”.<br />

Tom Loudon, 51 años: “Nací en el 51, en Detroit, Michigan.<br />

Actualmente trabajo en desarrollo alternativo. A principios<br />

de los 80 me enteré de la guerra en Nicaragua y vine<br />

en el 84, motivado por el incipiente movimiento de ciudadanos<br />

norteamericanos opuestos a la guerra financiada<br />

por Reagan. Vine en una delegación de Acción Permanente<br />

por la Paz, la cual era, supuestamente, de corto plazo. Fuimos<br />

a Jalapa y nos mentimos al fondo del campo, en varios<br />

asentamientos buscando la frontera con Honduras.<br />

Me enamoré del proceso revolucionario nicaragüense y decidí<br />

quedarme, aunque no hablaba el español. Los coordinadores<br />

del proyecto notaron mi entusiasmo y, a pesar de mis vacíos<br />

en el idioma, me aceptaron en el equipo. Hice un corto viaje a<br />

EEUU y regresé a principios de junio dispuesto a vivir en Nicaragua.<br />

Me quedé en Ocotal, despuesito de un ataque perpetrado<br />

por la Contra el 9 de junio del 84. Fue algo aterrador.<br />

Después viví en Somotillo. Íbamos cambiando de territorio<br />

según se desarrollaba la guerra en ese momento. Yo<br />

trabajaba con organizaciones comunales de base y en el 85,<br />

después del ataque del 31 de diciembre del 84 en Achua-<br />

107


pa, viví un año en zona militarizada. Durante ese tiempo<br />

hicimos giras hacia EEUU con gente afectada directamente<br />

por la guerra. Íbamos a dar charlas por uno o dos<br />

meses para concientizar a la sociedad norteamericana.<br />

El último viaje que hicimos fue en septiembre del 86. Recuerdo<br />

que iba una mujer de Lagartillo que había perdido<br />

a su esposo y a una hija en un ataque perpetrado por La<br />

Contra. También iba una mujer suiza que perdió a su marido<br />

en otra emboscada cerca de Somotillo. A finales del 86,<br />

regresé al país y me junté con la mujer que luego sería mi<br />

esposa. Una cooperante norteamericana. Juntos nos fuimos<br />

a la zona más dura de la guerra: Río Blanco, Matagalpa.<br />

En el 87 y 88 trabajamos con una organización que estaba<br />

construyendo asentamientos en esa zona. Primero<br />

hicimos un camino desde Río Blanco hacia Mulucucú,<br />

luego otro que iba a San José de Bocay y finalmente un<br />

trecho que iba hacia Bocana de Paiwas (RAAS). Construimos<br />

12 asentamientos, los cuales fueron objeto de ataque<br />

muy fuerte por parte de la Contra. Muchos proyectos eran<br />

coordinados mutuamente entre la iglesia y el gobierno.<br />

Trabajamos con permiso militar durante dos años. Luego,<br />

mi pareja y yo, decidimos casarnos en Río Blanco, en abril<br />

del 88. Hace ya 25 años. Pronto salió embarazada y en noviembre<br />

decidimos salir hacia Canadá donde tuvimos a<br />

nuestra hija. Estábamos muy impactados por la experiencia<br />

de la guerra. Para poder asimilarla, mi esposa decidió<br />

estudiar Teología en agosto del 89. Regresamos en el 90.<br />

Yo siempre quise aportar al esfuerzo de lucha contra la<br />

guerra. La presencia de muchos internacionalistas en Nicaragua,<br />

evitó una intervención militar directa por parte de<br />

EEUU. Sabíamos que Reagan era capaz de mandar tropas<br />

y sentimos que eso pasaría en cualquier momento. Nues-<br />

108


tro enfoque era traer delegaciones, tomar testimonios, meternos<br />

en los medios y trabajar con los cooperantes para<br />

luego acercarnos a los congresistas y senadores de nuestro<br />

país. Fue una labor de hormiguitas. Pero valió la pena.<br />

Desde la primera vez que vine a Nicaragua, me sentí acogido<br />

por la gente. Sólo recuerdo una protesta de la “derecha”<br />

en la cual sentimos el odio hacia los internacionalistas, me<br />

parece que era gente de la iglesia católica y nos tildaban de<br />

“comunistas criminales”. Pero, en general, la gente común<br />

y corriente estaba muy agradecida por nuestra presencia.<br />

Decidí quedarme en Nicaragua, a pesar de la derrota del<br />

90. Me sentía mucho más cómodo viviendo aquí que en<br />

EEUU. Sin embargo, iba y venía. Lo mismo le pasaba a<br />

mi esposa. Pienso que mi hija, criándose entre Nicaragua<br />

y EEUU, tendría la oportunidad de escoger dónde<br />

y con quiénes vivir. Siempre sentí que la relación humana<br />

entre los nicaragüenses era mucho más profunda que<br />

las relaciones humanas dentro de la sociedad gringa”.<br />

Lillian Hall, 52 años. “Nací en la ciudad de Wilmington, en el<br />

estado de Delaware. A los nueve años me fui a Arizona. Soy<br />

Ingeniera Agrónoma. Yo estaba en la universidad en el 79,<br />

estudiando agricultura internacional con el fin de ir a América<br />

Latina para trabajar como ingeniera agrónoma. Era mi<br />

sueño. A inicios de la década del 80, me metí en un grupo<br />

de solidaridad llamado CUSLAR (Committee on U.S. - Latin<br />

American Relations). La solidaridad no sólo era con Nicaragua,<br />

sino también con El Salvador, Guatemala y Chile.<br />

Yo quería saber lo que nuestro gobierno había hecho en<br />

muchos lugares del mundo con nuestros impuestos. Y quería<br />

ver con mis propios ojos lo que pasaba en Nicaragua,<br />

un lugar del que hablaban maravillas. En diciembre del<br />

82, durante la “luna de miel” entre el pueblo nicaragüense<br />

109


y la revolución sandinista, me sentí privilegiada de integrarme<br />

a ese proyecto común. Estuve en Nicaragua en un<br />

momento de máxima euforia revolucionaria. Algo único.<br />

Fue hasta septiembre del 84 que decidí venir a vivir, aunque<br />

sólo planeaba quedarme dos años y luego ir a El Salvador.<br />

Me hablaron mucho de la Reforma Agraria y me di cuenta<br />

que durante la dictadura somocista casi no hubo oportunidad<br />

de estudiar porque sólo los hijos de los ricos y la clase<br />

media-alta, eran quienes podían ser profesionales. El pueblo<br />

de Nicaragua necesitaba nuevos profesionales, sobre todo<br />

para trabajar en el campo. Vine con un doble propósito: aportar<br />

como ingeniera agrónoma y ser testigo de lo que pasaba<br />

con mis impuestos y lo que hacía el gobierno en nuestro<br />

nombre. Nunca confié en la política exterior de los EEUU.<br />

Siempre me sentí muy acogida en Nicaragua. La gente era<br />

muy generosa, de un espíritu jovial y desprendido hacia el<br />

extranjero. Amables. Divertidos. La gente me agradecía mucho:<br />

“gracias por venir y no creer lo que dicen los periódicos<br />

norteamericanos sobre nuestra revolución”. También valoraban<br />

el hecho de que, nosotros, los internacionalistas, dejábamos<br />

una vida cómoda en el primer mundo donde pudimos<br />

haber ganado buena plata. Yo trabajé aquí 5 años sin salario y<br />

sentí que la gente se sentía agradecida y acompañada por eso.<br />

Viví en el campo con la gente más humilde, lavaba mi ropa en<br />

el río, comía lo que ellos comían y me gustaba lo que hacía. Me<br />

llenaba. Yo siempre sentí que, a pesar de que cada año las cosas<br />

se ponían más duras, había un gran espíritu de querer lograr<br />

objetivos y de crear una sociedad nueva para la mayoría empobrecida.<br />

Los y las nicas siempre han sido muy alegres, viven el<br />

momento y celebran las cosas pequeñas a pesar de las dificultades.<br />

Su manera de enfrentar la vida cotidiana es admirable.<br />

Yo estaba fuera del país el día de las elecciones de 1990. Salí en<br />

110


septiembre del 89 para sacar mi maestría en EEUU y volví en el<br />

91. Estaba en California cuando mi marido (que era nica) escuchó<br />

las noticias y me dijo: “ya no vas a querer volver a Nicaragua…perdimos<br />

las elecciones”. Pero yo decidí volver. El pueblo<br />

era el mismo pueblo, quizás había cambiado el gobierno,<br />

pero los problemas del pueblo eran los mismos o quizás peores.<br />

Yo siento que vine a Nicaragua por la revolución sandinista<br />

y me quedé por el pueblo nicaragüense. Siempre hago<br />

esa distinción. Me pesa mucho que, apenas pasó la derrota<br />

electoral del 90, un montón de gente se fue y no esperaron<br />

a ver qué iba a pasar con Nicaragua. La derrota nos agarró<br />

fuera de base y nadie se lo esperaba, pero siento que muchos<br />

internacionalistas no supieron profundizar su compromiso<br />

solidario ni ser consecuentes con sus ideas. Vieron<br />

la revolución como un fenómeno pasajero y se fueron después<br />

que el FSLN perdió en las urnas. No me pareció justo”.<br />

Warren Armstrong, 52 años: “Nací el 31 de diciembre<br />

del 58, en Filadelfia. Soy economista. Mi razón principal<br />

para venir a Nicaragua en los 80s, no era por la política<br />

del Gobierno FSLN, sino por mí fe. Dentro de la iglesia<br />

católica hay una rama que se llama Teología de la<br />

Liberación, donde uno toma una decisión consciente de trabajar<br />

y apoyar a los que más lo necesitan. Yo me involucré.<br />

Mis padres no apoyaban mi decisión de venir a Nicaragua<br />

hasta que fui secuestrado por la Contra en un viaje por el<br />

Río San Juan, en la frontera con Costa Rica, año 85. Después<br />

de aquel angustiante suceso del cual, por suerte, salí<br />

vivo; empecé a involucrarme más con la sociedad nicaragüense.<br />

La historia empezó un poco antes, mientras yo estaba<br />

viviendo en Costa Rica. Fui voluntario del “Cuerpo<br />

de Paz” por 3 años con una cooperativa de café y luego tenía<br />

planeado trabajar con un grupo de misioneros laicos<br />

donde también estaba metido el padre Miguel D’Escoto.<br />

111


El grupo base de esa comunidad estaba en Nueva York y me<br />

iban a mandar a Tailandia o Chile para trabajar como laico.<br />

Sin embargo, yo tenía seis meses asuetos desde que terminé<br />

mi trabajo en el “Cuerpo de Paz”. Conocí al representante<br />

de una fundación que descubrí en Costa Rica y la esposa de<br />

esta persona, una norteamericana, me recomendó ese grupo<br />

y me explicó que se trataba de una ONG establecida en<br />

Nicaragua. Su nombre: “Acción Permanente Cristiana por<br />

la Paz”. Buscaban voluntarios y decidí viajar a Managua<br />

para entrevistarme con el representante que los reclutaba.<br />

Yo sabía muy poco sobre la situación del país y mi única<br />

referencia importante sobre el proceso político-social<br />

de Nicaragua, se dio por medio de un famoso libro titulado<br />

“Cry of the people”, escrito por Penny Lernoux.<br />

Aquel libro contaba, en términos generales, quiénes eran<br />

los sacerdotes, hermanos y laicos asesinados en Centroamérica<br />

durante los procesos de luchas revolucionarias recientes,<br />

brindando así un contexto histórico de cada país.<br />

Cuando vine a Managua, los voluntarios estaban cubriendo<br />

el despliegue de un buque de guerra de la marina estadounidense<br />

en Puerto Corinto. Entonces se estaba organizando<br />

un envío de lanchas para enfrentar dicha embarcación militar<br />

en territorio de guerra. La persona que me entrevistaba<br />

a mí, me preguntó si yo estaba de acuerdo con la política<br />

exterior de EEUU hacia Nicaragua. Yo, sin muchas<br />

bases, respondí que no. Sin embargo, más adelante, me di<br />

cuenta que esa era la mejor respuesta que pude haber dado.<br />

Vine en febrero del 85. Hablaba el español y estaba contra<br />

la violencia en todas sus formas. Sabía que los impuestos<br />

de mi país estaban haciendo daño a Nicaragua. Mi creencia<br />

era (y sigue siendo) pacifista, entonces pensé que debía<br />

existir otra solución para el problema político entre ambas<br />

112


naciones. En ese tiempo yo había viajado a El Salvador y<br />

Guatemala. Me di cuenta que, en Guatemala, uno no podía<br />

hablar de política o te mataban. Era peligrosísimo. Decidí<br />

mejor venir a Nicaragua donde sentí que por lo menos<br />

había espacio para discutir opiniones encontradas.<br />

Cuando el FSLN perdió las elecciones en el 90, era la madrugada<br />

del domingo y yo estaba en una finca mientras daban<br />

los resultados de los comicios. No les presté mucha atención<br />

porque todos pensábamos que el gobierno sandinista iba a<br />

ser relecto. Nos acostamos tranquilos. Sin embargo, cuando<br />

llegó la mañana del domingo, mi socio estaba escuchando<br />

la radio y una señora hablaba en un tono muy alto diciendo<br />

que la Unión Soviética iba a respetar los resultados electorales.<br />

Yo me sorprendí mucho. Después nos dimos cuenta<br />

sobre la derrota del Frente. Lo recuerdo como si fuese ayer.<br />

Ese mismo domingo, cuando regresamos a Jinotega por<br />

la noche, no había ni una sola alma en las calles; los parques<br />

estaban barridos. Al siguiente día, el lunes, por lo<br />

menos la mitad de la gente no fue a trabajar y se quedó<br />

perpleja en sus casas. Matagalpa, el lugar donde se encontraban<br />

nuestras oficinas, parecía un pueblo fantasma.<br />

Nos preguntamos qué íbamos a hacer. Yo tenía mi residencia<br />

en Nicaragua por medio del Ministerio del Exterior (MINREX),<br />

pero luego busqué mi residencia permanente y me la dieron<br />

sin mayores problemas. Muchos se fueron, otros nos quedamos.<br />

Siempre me gustó trabajar en desarrollo comunitario con<br />

los nicas, me casé con una nicaragüense y mi primer hijo nació<br />

aquí. Luego me divorcié, conocí a mi segunda esposa y tuve<br />

una hija que también nació aquí. Entonces decidí quedarme”.<br />

Judy Butler, 72 años: “Nací en Los Ángeles. Era periodista y el<br />

trabajo que tenía antes de venir a Nicaragua, era como jefa de<br />

redacción de una revista llamada NACLA Report on the Ame-<br />

113


icas, cuya cede estaba en Nueva York. Hacía investigaciones y<br />

artículos largos sobre temas relacionados con Estados Unidos y<br />

América Latina, siempre con una perspectiva antimperialista.<br />

Vine en el 80, durante el primer aniversario de la revolución<br />

sandinista, invitada por Oxfam-América. Era parte de una<br />

delegación de periodistas alternativos y después empecé a<br />

traer más delegaciones de nuestros propios lectores para conocer<br />

el país de cerca. Nunca pensé en quedarme aquí, mi<br />

español era mediocre y no tenía un oficio importante, aunque<br />

había trabajado en la solidaridad antimperialista de los Estados<br />

Unidos con Chile, con Vietnam y ahora con Nicaragua.<br />

Por razones que requieren una explicación un poco larga, “descubrí”<br />

la Costa Atlántica nicaragüense durante mi primera visita.<br />

Me di cuenta que esta parte del país tenía su propia historia<br />

y sus propios problemas con relación al pacífico. Quedé<br />

fascinada y me aseguré de que cada delegación que viniera,<br />

fuera a la Costa Caribe para conocerla a fondo. También conocí<br />

el CIDCA (Centro de Investigación y Documentación sobre<br />

la Costa Atlántica) y un día un poco irónico, el director de<br />

entonces me preguntó si conocía a alguien que hablara inglés<br />

y que supiera armar una revista. Entonces yo era idónea para<br />

ese puesto y dije que sí. La revista que salió se llamaba Wani.<br />

Para desgracia mía, Reagan fue electo el 4 de noviembre<br />

de 1980, cuando yo cumplí 40 años. Aquel tipo empezó<br />

con su línea dura en todos los medios de comunicación<br />

y recuerdo cómo satanizaba a Nicaragua diciendo<br />

ser uno de los peligrosos “enemigos comunistas” de la región.<br />

Pensé que, como reacción a ese discurso excluyente,<br />

sería bueno traer más delegaciones de estadounidenses<br />

que realmente valoraran la revolución y luego regresaran<br />

a EEUU para hablar sobre su experiencia en Nicaragua.<br />

El gobierno sandinista entendió muy bien la solidari-<br />

114


dad de nosotros y fueron muchísimos los norteamericanos<br />

que se acercaron a Nicaragua. Me sentí acogida por<br />

los nicas, pero fue hasta que vine a vivir en el 83, invitada<br />

por el CIDCA, que empecé a sentir la complicación de ser<br />

una extranjera. Me parecía contradictorio ayudar a este<br />

pueblo y al mismo tiempo ser ciudadana del país que más<br />

daño le ha hecho a Nicaragua. Los nicas me decían que<br />

amaban a nuestro pueblo, pero odiaban a su gobierno.<br />

Cuando el pueblo norteamericano religió a Reagan en el<br />

84, me sentí profundamente frustrada, enojada y desilusionada.<br />

Para el año 85, mientras trabajaba en el campo, un<br />

campesino me dijo lo mismo e hizo la distinción entre pueblo<br />

y gobierno. Yo le pregunté por qué hacía tal distinción<br />

si el pueblo norteamericano había relegido a Reagan. Él me<br />

dijo que, en Nicaragua, a Somoza lo religieron una y otra<br />

vez por fraude, de tal forma que ese gobierno no reflejaba el<br />

sentimiento del pueblo nicaragüense. Aquella comparación<br />

me alivió mucho. Desde aquella vez, no tuve conflictos internos<br />

respecto a mi condición de extranjera en Nicaragua.<br />

Recordar la derrota electoral del FSLN en el 90, es como recordar<br />

el día en que Kennedy murió. Yo estaba en la Costa<br />

cubriendo las elecciones y me quedé un mes haciendo<br />

cálculos de las elecciones porque no pude pensar en cosas<br />

más profundas. Estaba muy ansiosa. Cuando regresé al pacífico,<br />

descubrí que había pasado algo importante entre los<br />

internacionalistas. Muchos estaban haciendo maletas para<br />

irse mientras otros se nacionalizaban. Era un escenario rarísimo.<br />

Me quedé perpleja y mi reacción fue algo tardía.<br />

No sufrí profundamente sino hasta al final de la década del<br />

90, cuando la crisis existencial y política que muchos otros pasaron<br />

antes, también me llegó a mí. No fue sólo la perdida de<br />

las elecciones del Frente, sino la realidad de que la revolución<br />

ya no estaba en el horizonte y los revolucionarios quedamos<br />

115


a la deriva. Mi trabajo en la revista Envío me rescató, pero yo<br />

quería involucrarme más en la vida política. Me fue imposible.<br />

En todos los grupos donde intenté trabajar, había problemas<br />

de corrupción y al poco rato desaparecían. Entonces<br />

me quede sin inserción política. Nicaragua había cambiado.<br />

Esto me deprimió mucho ya que sentí que no tenía algo<br />

que ofrecer. Al final lo que me hizo quedarme en Nicaragua<br />

fue algo que me cuesta describir, algo que había logrado<br />

atraer a tantos internacionalistas durante los 80s. Era<br />

una especie de imán. Pienso que los mejores ciudadanos<br />

de sus mejores países, fueron los que se desprendieron hacia<br />

Nicaragua. Conocí gente que nunca hubiera conocido<br />

en otro lugar ni bajo otras circunstancias. A Nicaragua<br />

le debía esa gran experiencia de vida, esos amigos y esas<br />

amigas, ese ejemplo de lucha. Por eso me quise quedar”.<br />

Paul Dix, 76 años: “Nací el 23 de diciembre del 35 en Carolina<br />

del Norte. Salí a la edad de 6 años y actualmente<br />

vivo en Oregon (Costa del Pacífico estadounidense), pero<br />

soy residente del estado de Montana. Soy fotógrafo. Llegué<br />

el primero de febrero de 1985 a Nicaragua y lo hice<br />

para ser voluntario en “Acción Permanente por la Paz.”<br />

Hice fotoperiodismo por cinco años, entre el 85 y el 90. Anduve<br />

en las zonas conflictivas documentando las atrocidades<br />

de la Contra. Desde Jalapa hasta Río San Juan; Chontales<br />

y otros lugares donde hubo emboscadas, ataques,<br />

intercambio de balas, etc. Viví por lo menos una docena de<br />

enfrentamientos, pero tuve la suerte de salir vivo y viajar a<br />

Managua en momentos de riesgo extremo. Los verdaderos<br />

héroes de la guerra fueron los campesinos. Los internacionalistas<br />

fuimos sólo testigos, pero ellos, los campesinos, tenían<br />

que vivir allí 24 horas al día con miedo de los Contras.<br />

Era fotógrafo independiente y había mucha demanda de re-<br />

116


gistros gráficos de la guerra. Mandé mis fotos a medios alternativos.<br />

Documenté muchísimas atrocidades de la Contra.<br />

Hice un “cuarto oscuro” en Managua para revelar las fotos,<br />

pero nunca tuve tiempo para hacer suficientes ampliaciones<br />

y mandarlas a todas las personas que las demandaban. Mis<br />

fotos circularon en periódicos, revistas, libros, videos y demás<br />

soportes de comunicación de los Estados Unidos. Mi tarea<br />

era concientizar a la sociedad por medio de mi trabajo<br />

gráfico. Se publicaron fotos mías en la revista Yes, Utne Reader,<br />

Reuters, AP, New York Times, Miami Herald, AFP, etc.<br />

Siempre fui bien recibido por los nicas a pesar de venir de<br />

su país enemigo. Esto nunca me dejó de sorprender. Los<br />

nicas siempre me aceptaron y yo tenía la plena confianza<br />

que estaba para dar testimonio, ser testigo y reportar<br />

la realidad mientras luchaba a la par del pueblo. He viajado<br />

por todo el mundo y nunca vi un pueblo tan cariñoso<br />

como el de Nicaragua. Siempre me aceptaron. Yo podría<br />

haber sido un agente de la CIA, pero los nicas no desconfiaban<br />

de nosotros, eran cándidos y nos abrían sus puertas.<br />

Recibí más de lo esperado. Aprendí mucho y fue una experiencia<br />

de mi vida muy importante. Yo andaba por mis cincuentenas<br />

durante la década del 80 y fue hasta que vine a<br />

Nicaragua, cuando supe lo que quería hacer con mi vida: trabajar<br />

en asuntos de justicia social y derechos humanos. Lo<br />

que más aprendí de los nicas es que, a pesar de la miseria y<br />

el dolor vivido, ellos siempre tuvieron fe y esperanza en el<br />

mañana. Los nicas contagiaban su alegría y su optimismo.<br />

En EEUU todo el mundo quiere ganar. Es una sociedad de<br />

la competencia donde esperan que todos seamos ganadores.<br />

En Nicaragua aprendí a vivir el momento y a disfrutar el<br />

proceso para lograr un objetivo, a ser humilde en la derrota.<br />

La derrota del 90 me dejó en shock. Era difícil creerlo y lo<br />

primero que pensé fue en los asentamientos de miles de refugiados<br />

de guerra. ¿Qué iba a pasar con ellos? Eso me angus-<br />

117


tiaba. En los campos de refugiados estaba el corazón de los<br />

internacionalistas. ¿Qué iba a ser de ellos ahora que el Frente<br />

perdía? Miles se fueron y perdieron la esperanza en el futuro<br />

del país. Como la guerra llegó a su fin, pensamos que ya no<br />

era necesario estar en Nicaragua. Yo regresé a EEUU. Sin embargo,<br />

Nicaragua me marcó tanto que volví en el año 2002.<br />

Volví con mi pareja, Pamela Fitzpatrick, a quien conocí en<br />

el año 85 por medio de la “Acción Permanente por la Paz”.<br />

Juntos volvimos para escribir un libro: Nicaragua sobreviviendo<br />

al legado de la política de EU. Fue un libro que<br />

hicimos en 10 años, entre el 2001 y el 2011. Tuvimos que<br />

hacer 5 viajes en total, 4 de los cuales fueron para fotografiar<br />

a los campesinos que conocimos en los años 80 y saber<br />

cómo estaban 20 años después. A la gran mayoría los encontramos,<br />

los retratamos y contamos sus testimonios como<br />

víctimas de guerra. Se publicaron 3 mil ejemplares entre<br />

Nicaragua, México y Estados Unidos. Ahora estamos buscando<br />

a alguien que nos ayude a diseminarlo por Europa.<br />

Nuestro libro está los supermercados y librerías de Managua.<br />

Incluso en el aeropuerto lo venden ya que es una edición bilingüe.<br />

Lo presentamos en octubre pasado en el IHNCA, dentro<br />

de la Universidad Centroamericana (UCA). Fue muy bien recibido.<br />

Los 18 meses de trabajo con mi compañera valieron la<br />

pena. Son más de 200 páginas con más de 100 fotos en blanco<br />

y negro. Lo publicamos con donaciones de fundaciones norteamericanas<br />

y nuestra editorial se llama Just sharing press.<br />

El libro tiene un prólogo de Gioconda belli y un endorso de<br />

Eduardo Galeano. Ahora estamos haciendo giras por varias<br />

universidades de EEUU para contar la historia de la revolución<br />

nicaragüense. Estamos educando a la juventud. Algo<br />

muy interesante ya que muchos jóvenes nacieron después<br />

del 90 y no tienen idea de la historia sandinista. La mayoría<br />

ni siquiera sabe dónde queda Nicaragua. Presentamos este<br />

118


libro por todo el país desde Oregon hasta Miami. En septiembre<br />

vamos a Chicago y después a Delaware, Maryland, etc.<br />

Estamos muy contentos por rescatar una historia olvidada”.<br />

Aynn Setright, 52 años: “Nací en el Estado de Wyoming.<br />

Soy docente universitaria y colaboro con la UNAN-Managua,<br />

donde soy la directora académica de un programa<br />

que viene de EEUU y se llama SIT (Study Abroad). Traemos<br />

de 15 a 20 estudiantes norteamericanos, quienes vienen<br />

a Nicaragua a cursar un semestre conmigo cada año.<br />

Vine a Nicaragua en el 85 por medio de Acción Permanente<br />

por la Paz. Terminando mi licenciatura en Relaciones Internacionales,<br />

estaba lista para estudiar mi maestría en Rural Sociality<br />

(Sociología rural). Sentí que el problema más grave de mi<br />

generación era la guerra de mi país contra Nicaragua. Estaba<br />

muy consciente de esa problemática y sostuve fuertes debates<br />

contra la guerra desde mi universidad. En ese entonces,<br />

Dick Cheney, quien más tarde se convirtió en el brazo derecho<br />

de George W. Bush, era el representante de mi Estado en<br />

el Congreso. Yo debatía intensamente en la universidad contra<br />

sus políticas republicanas y su abierto apoyo a la Contra.<br />

Sentí que no era momento de seguir estudiando y decidí viajar<br />

a Nicaragua para poner en práctica mi activismo político<br />

y mi solidaridad con la revolución. Los nicas perdonaron<br />

mi pobre español ya que yo sólo hablaba portugués. Estuve<br />

viviendo en Brasil entre el 78 y el 79. Me conmovió la manera<br />

en que reaccionaron los suramericanos al momento del<br />

triunfo sandinista en julio del 79. Brasil también vivía bajo<br />

una dictadura militar, aunque no era tan violenta como la<br />

del régimen somocista. Cuando se comunicó la noticia del<br />

triunfo, los brasileños salieron a las calles a bailar e hicieron<br />

un mini-carnaval. Yo estaba súper confundida. Las calles de<br />

Brasilia se llenaron de simpatizantes rojinegros y eso contagió<br />

mi solidaridad hacia el pequeño país centroamericano.<br />

119


Mi organización estaba ubicada en diferentes partes del<br />

país cuando vine en el 85. Me mandaron a Bocana de Paiwas<br />

y mi trabajo era manejar una ambulancia en la zona<br />

de conflicto. Se necesitaba de alguien “neutral” que pudiera<br />

andar por la zona de guerra sin representar peligro<br />

para la Contra. Entonces yo, como extranjera, manejaba<br />

una camioneta Land Cruiser con una bandera de la iglesia<br />

católica. De esta manera, la Contra no nos podía agredir.<br />

Usualmente trasladaba compañeros sandinistas heridos<br />

gravemente, mujeres parturientas, macheteados, etcétera.<br />

¡Aquí, allá, el yanqui morirá! Era una consigna que mucho se<br />

decía en ese entonces. Sin embargo, yo sólo la sentí profundamente<br />

hasta el 2 de diciembre de 1986 cuando, en una emboscada,<br />

cayó Carmen Mendieta, una compañera mía. Juntas trabajamos<br />

en el proyecto Cristo Rey, ella era promotora popular<br />

y yo la conocí muy bien, viví con ella recién llegada a Nicaragua<br />

y conocí a su familia muy de cerca. Durante su vela, aquella<br />

noche de verano, me pregunté profundamente qué estaba<br />

haciendo en Nicaragua, ¿por qué mi gobierno hacía esto?<br />

Estaba en shock. Yo tenía abrazada a las dos niñas que ella<br />

dejó huérfanas y las llevé al centro de salud. El charnel había<br />

penetrado su parte inferior y parecía dormida. Las niñas me<br />

pedían, entre llantos, que la despertara. Aquello me marcó.<br />

Yo culpaba mucho a la gente gringa que había relegido a Reagan<br />

y estaba enojadísima con ellos. Pensaba irme a finales del<br />

86, pero debido a la muerte de Carmen, me quedé trabajando<br />

y ayudando a las dos niñas que estaban huérfanas. Ese mismo<br />

año me sentí incapaz de regresar a la universidad en EEUU.<br />

Luego de mi experiencia como conductora de una ambulancia,<br />

todo era distinto. Luego de ver por primera vez a<br />

un muerto en mi vida, cargarlo, limpiarlo y transportarlo,<br />

ya no me sentía con la capacidad de volver a mi país. Me<br />

quedé trabajando a favor de Nicaragua para sanarme y<br />

sentirme mejor. En el 88 cayó el huracán “Juana” sobre Ni-<br />

120


caragua y eso nos afectó muchísimo. Trabajé con 16 comunidades<br />

y 800 familias desplazadas de guerra en medio de<br />

un liderazgo femenino ya que los hombres andaban en la<br />

guerra y el servicio militar patriótico. Durante aquel huracán,<br />

perdimos 200 casas en Mulucucú. Fue un golpe duro<br />

para la gente porque no fue la guerra, sino la misma naturaleza,<br />

la que nos jugó una mala pasada. Sentí que no era<br />

momento para irme, por el contrario, me quedé ayudando.<br />

En el 89 decidí quedarme un año más hasta el momento de<br />

las elecciones. Pensé que el FSLN ganaría los comicios y esto<br />

aseguraría un nuevo camino para la gente. Sin embargo,<br />

cuando ocurrió la inesperada derrota del Frente en las urnas,<br />

la gente de las comunidades nos rogó que no nos fuéramos.<br />

Ellos pensaban que, si nos íbamos, los desmovilizados de<br />

guerra iban a matarlos mientras el ejército iba desarmando<br />

todas las cooperativas. Fue un momento muy difícil, aplacé<br />

mi regreso nuevamente y decidí quedarme un tiempo más.<br />

Un año antes, el 19 de julio del 89, yo conocí a Guillermo “el<br />

político”. Me llamó la atención porque era el único sandinista<br />

en Rio Blanco para el décimo aniversario de la revolución<br />

que no estaba tomado. Por el contrario, estaba leyendo un<br />

libro de Nietzsche. Habíamos tenido una amistad superficial<br />

un tiempo antes, pero fue profunda hasta el 90, cuando<br />

trabajamos por medio de Acción Permanente en las comunidades<br />

remotas. Ese mismo año, el “político” me propuso<br />

que nos casáramos. Yo, sorprendida por su insistencia, acepté<br />

su romántica propuesta y el 14 de febrero de 1991, me<br />

casé a los 30 años. Hice una familia con él y ahora disfruto<br />

mucho mi vida en Nicaragua. Es un pueblo admirable”.<br />

ELOGIO DE LA GENERACIÓN INTERNACIONALISTA<br />

Nicaragua le debe mucho a todos estos hombres y mujeres<br />

solidarios que decidieron venir al país en la épo-<br />

121


ca más difícil de nuestra historia reciente: la guerra de<br />

los 80s. Amaron Nicaragua como si fuera un país propio,<br />

se apegaron no sólo a su gente, sino también a sus costumbres,<br />

sus paisajes, su historia y su lucha infatigable.<br />

Se trata de una generación de rebeldes pacifistas que se metieron<br />

en camisas de once varas, arriesgaron sus vidas en el campo<br />

de guerra y tuvieron el espíritu humanista necesario para<br />

emprender una aventura sin fronteras en la patria del pinol.<br />

Muchos se casaron, hicieron una familia y tuvieron hijos<br />

para luego quedarse en nuestro país y nacionalizarse. Otros<br />

se fueron, pero no volvieron a ser los mismos. Hoy agradecen<br />

haber vivido una historia única, una historia que no se<br />

va a repetir y que fueron dichosos de haber presenciado.<br />

Muy en el fondo, todos ellos supieron acercarse a un pueblo<br />

sufrido, el cual los acogió con lo que pudo, a pesar de<br />

venir de las entrañas del imperio. Mochileros “sandalistas”,<br />

como solían llamarles durante la década revolucionaria,<br />

fueron testigos valiosos de una lucha que todavía no<br />

termina, la lucha de Nicaragua contra su propia miseria.<br />

La mayoría dejó el placer, la holgura y la prosperidad del<br />

primer mundo para enfrentar, desde “territorio enemigo”,<br />

a su propio gobierno. Y tuvieron que enfrentarse a sí mismos<br />

para aceptar el compromiso social que adquirieron.<br />

Para nuestra suerte, todos sobrevivieron a su gran aventura<br />

por Nicaragua y hoy pudieron “vivir para contarla”.<br />

122


VI<br />

MEMORIAS DE UNA GENERACIÓN COMPROMETIDA<br />

(2013)<br />

El nuevo Papa de la Iglesia Católica, Jorge Bergoglio, quien<br />

decidió ser identificado como Francisco I en alusión a Francisco<br />

de Asís, ha desatado una ola de esperanza entre los<br />

fieles, religiosos y religiosas de todo el mundo, quienes ven<br />

en él un rostro diferente y compasivo, pero especialmente<br />

un hombre capaz de reflexionar sobre las realidades profundas<br />

de nuestros golpeados países de América Latina.<br />

La llegada al Vaticano de un hombre jesuita, argentino y con<br />

vocación de servicio, también acerca a la gran cantidad de quienes<br />

trabajan en los sectores rurales, los barrios y las zonas más<br />

afectadas de países del Tercer Mundo. En este histórico contexto<br />

pensé que sería interesante rescatar las memorias de algunas<br />

religiosas que abandonaron sus cómodos hogares para venir<br />

a Nicaragua y prestar su servicio desde hace más de 10 años.<br />

La gran mayoría de estas mujeres tienen historias tan conmovedoras<br />

como anónimas y silenciosas; son personas que han<br />

entregado su vida a un proyecto de fe, donde se han mantenido<br />

cerca de los pobres y han acompañado a otras personas de<br />

escasos recursos, enfermos, analfabetas y miembros marginados<br />

de la sociedad, para reinsertarlos en este mundo descomunal<br />

donde los que más abundan son los que tienen menos.<br />

Hermanas de diversas congregaciones y originarias de<br />

países distintos, forman parte de esta colección de voces<br />

solidarias que se quedaron en Nicaragua a pesar<br />

del patriarcado no sólo de nuestra sociedad, sino tam-<br />

123


ién de la misma Iglesia Católica donde casi siempre los<br />

hombres de sotana son los que tienen la voz para opinar<br />

y pronunciarse públicamente. No así las mujeres.<br />

Sin su labor de hormiguitas incansables; sin su lucha apartada<br />

de la política, seguramente Nicaragua no sería la misma y<br />

estaría muy desamparada. Resta preguntarnos: ¿Por qué decidieron<br />

venir? ¿Qué las motivó a quedarse? ¿Cómo fueron<br />

recibidas? ¿Cuáles fueron sus principales logros, sus grandes<br />

satisfacciones y sus obstáculos en la lucha por una Nicaragua<br />

mejor? Y por último… ¿Cómo quieren ser recordadas?<br />

Las respuestas a estas preguntas yacen en las siguientes<br />

líneas, escritas bajo la luz de sus memorias.<br />

Pilar, 76 años: “Estudie pedagogía e la Universidad Rafael<br />

Landívar de Guatemala y pertenezco a la congregación<br />

religiosa de La Asunción. Soy española-nicaragüense<br />

nacida en Madrid y tengo más de 35 años de<br />

estar aquí, pero he estado entrando y saliendo del país.<br />

Estuve en El Salvador, Guatemala, México y Cuba…<br />

Mi primera vocación fue misionera y cuando era chavala<br />

leí una revista sobre la pobreza en África. Desde entonces,<br />

soñé con irme a trabajar con los pobres de ese castigado<br />

continente. Sin embargo, en el año 59, cuando triunfó la<br />

Revolución Cubana, yo estaba todavía en mi época de formación<br />

en España y la Superiora General pidió voluntarias<br />

para viajar hacia América Latina, donde seguiríamos con la<br />

tarea de evangelización. En ese entonces, el comunismo era<br />

visto como algo espantoso, pero quizás por eso mismo quise<br />

acercarme más al proceso revolucionario de América Latina.<br />

Tenía amigos misioneros en la región y eso me motivó<br />

aún más para emprender mi viaje y cruzar el<br />

océano. Aceptaron inmediatamente mi ofrecimien-<br />

124


to y con 25 años tomé la decisión que cambió mi vida.<br />

Vine en el 61 a Nicaragua, en los tiempos de Somoza; teníamos<br />

un colegio grande cerca de la catedral y en aquel entonces<br />

no teníamos muchos contactos con la realidad más<br />

crítica del país. Sin embargo, presenciamos las primeras<br />

protestas contra la dictadura. Salí del país por unos años y<br />

al regresar, en el 77, el ambiente estaba caliente y las manifestaciones<br />

eran masivas y violentamente reprimidas.<br />

Entré al Barrio Oriental de Managua para trabajar con personas<br />

de escasos recursos y el ambiente había empeorado. Managua<br />

ardía y los vientos de la guerra azotaban las calles llenas<br />

de estudiantes. Desde la primera vez que pisé suelo nicaragüense,<br />

me sentí acogida. Los nicas me abrieron la puerta, el<br />

corazón y la amistad y me captaron desde el primer momento.<br />

Yo venía con un grupo de misioneros españoles y tenía la ilusión<br />

de quedarme en Guatemala por un tiempo para trabajar con<br />

los indígenas, pero al final me quedé en Nicaragua para trabajar<br />

en un colegio y rápidamente recibí el cariño de la gente más<br />

humilde. Nunca me he sentido extranjera ni me he considerado<br />

extranjera, a pesar del montón de años que llevo en este país.<br />

En el 80 me tocó vivir el proceso revolucionario y, viéndolo<br />

desde hoy, en retrospectiva, puedo decir que aquellos<br />

fueron los momentos más fecundos dentro de nuestra<br />

congregación. Nosotras estábamos con la revolución por<br />

su labor de cambio, el gesto de atender a los excluidos y<br />

el hecho de participar de lleno en la educación del pueblo.<br />

Fui directora del colegio La Asunción en León y ahora me doy<br />

cuenta del gran trabajo que hicimos en ese entonces. Conozco<br />

gente de 40 años que tiene una profesión, son solidarios y<br />

participan en la lucha diaria por ayudar a los desfavorecidos<br />

con responsabilidad y gran espíritu humanista. Sembrar la<br />

semilla del servicio en ellos ha sido mi mayor satisfacción.<br />

125


Los años de la Revolución fueron los más duros, pero también<br />

los más lindos. Es muy gratificante para mí ver los<br />

frutos de aquel gran esfuerzo colectivo en mis amigos y<br />

amigas nicaragüenses. A pesar de la guerra, nunca tuve<br />

miedo. La primera balacera me cogió aquí en el barrio San<br />

Judas, donde ahora vivo y trabajo. Escuché las balas rozando<br />

las paredes, el ruido estrepitoso de las tanquetas blindadas<br />

por un lado y los muchachos revolucionarios del<br />

otro, tirando balas, descargando sus rifles, lanzando sus<br />

consignas y subiendo adoquines y barricadas… pero nunca<br />

tuve miedo. Siempre me sentí del lado de los pobres.<br />

En aquella época se hizo un llamado hacia otras congregaciones<br />

para que vinieran a Nicaragua y apoyaran el cambio<br />

social; hubo una gran respuesta positiva por la mayoría,<br />

pero algunas hermanas no decidieron quedarse porque estaban<br />

contra el comunismo. En algún momento nos criticaron<br />

mucho y nos llamaron “iglesia popular” y yo tuve una<br />

postura crítica ante la visión patriarcal de la revolución; pero<br />

pienso que, como proceso de cambio, hubo una gran oportunidad<br />

de incidir y hacer mucho a favor de los más pobres.<br />

Por medio de la amistad que forjé, la catequesis que di; la pastoral<br />

juvenil y el acompañamiento a las muchachas en los cortes<br />

de algodón, siento que dejé una semilla. Ahora tengo muchas<br />

amistades que son mujeres y madres de familia muy profesionales;<br />

muy comprometidas con su pueblo y con su país.<br />

Lastimosamente, hoy en día la realidad es otra. Europa<br />

está pasando por una crisis muy grande y la mayoría de<br />

las congregaciones estamos muy disminuidas. La mística<br />

se ha venido perdiendo y las que estábamos jóvenes<br />

antes ya no lo somos ahora. Los jesuitas, en España, por<br />

ejemplo, tenían 5 provincias y ahora están haciendo solamente<br />

con una. Nosotras, las Hermanas de La Asun-<br />

126


ción, que en mis tiempos (hace cincuenta y pico de años)<br />

éramos unas 80 (novicias) ahora no tenemos ninguna”.<br />

Lucía, 71 años: “Nací en San Francisco, California. Soy profesora<br />

y pertenezco a las hermanas de Notre Dame de Namur.<br />

Decidí entrar en la vida religiosa a los 18 años de edad<br />

luego de cumplir mis estudios secundarios en California.<br />

Fui formada en la fe católica por mi madre y asistí a escuelas<br />

católicas desde la primaria. Siempre sentí una atracción<br />

por lo religioso y un deseo de acompañar a las personas sufriendo<br />

injusticias y/o necesidades. Desde los 9 años hacía<br />

trabajo voluntario en unas escuelas para niños con parálisis<br />

cerebral. Era testigo de la lucha de estos jóvenes por aceptar<br />

su discapacidad y reconocer su valor como personas; noté<br />

que a la mayoría les faltaba conocimiento de valores religiosos<br />

para fortalecerse, aceptarse y descubrir el sentido de sus<br />

vidas. Decidí escoger una vida que ayudara a otros a reconocer<br />

estos valores y acompañar a las víctimas de injusticias.<br />

Llegué a Nicaragua con otras dos Hermanas de Notre Dame<br />

el 2 de octubre 1981. La llegada fue el resultado de un estudio<br />

que hacía la congregación respondiendo a la llamada<br />

de la Conferencia de Obispos y la Conferencia de Religiosas<br />

de Nicaragua para acompañar el pueblo en la reconstrucción<br />

y el proceso revolucionario. Queríamos aprender de Nicaragua<br />

para transformar y crear una sociedad con justicia para<br />

todos y todas y cómo eliminar la pobreza y la ignorancia<br />

del pueblo. Nicaragua parecía una luz para el mundo entero.<br />

Venimos con muchas ilusiones de un mundo diferente.<br />

Hubo un poco de desconfianza de parte de las autoridades<br />

locales cuando empezamos a trabajar en Siuna, ya que se especulaba<br />

que podríamos tener conexiones con la CIA, pero<br />

realmente no enfrentamos obstáculos mayores en ningún<br />

momento. Por el contrario, hubo apertura y diálogo con las<br />

127


autoridades y apoyo del Obispo y la Conferencia de Religiosas.<br />

El Padre Fernando Cardenal, a quien había conocido en<br />

California, nos ayudó en todos los trámites y orientación.<br />

Mi mayor satisfacción ha sido acompañar a las comunidades<br />

rurales de la zona de Siuna en estos 32 años. Hemos trabajado<br />

juntas en medio de la guerra y la paz. Nuestros proyectos se desarrollaron<br />

en la educación, la salud, los grupos de mujeres, la<br />

vivencia de la fe católica en las pequeñas comunidades, el desarrollo<br />

de liderazgo y cualquier otra necesidad que aparecía.<br />

Viviendo en medio de la guerra desde el 81 hasta el 90 (y luego<br />

la posguerra de 1990 hasta 2000); en las montañas de Siuna<br />

enfrentamos peligros diarios. Nos encontramos con los dos<br />

ejércitos y tuvimos que saber hablar, explicar y unas muchas<br />

ocasiones abogar por los campesinos amenazados, a veces<br />

por secuestros; acusados de crímenes por uno y otro bando.<br />

Entre combates y minas, emboscadas y muertos, aprendimos<br />

lo profundo que significa decir que “la guerra es triste”.<br />

Sin embargo, el logro principal para mí ha sido poder<br />

acompañar y aprender de los pobres de la vida diaria,<br />

compartir y profundizar la fe en el “Dios de los Pobres”<br />

que libera y guía a su pueblo; en la construcción<br />

de escuelas rurales, programas de salud comunitaria y<br />

de acompañar y ayudar a crecer a una congregación nativa<br />

de mujeres campesinas, las Misioneras de Cristo.<br />

Actualmente vivo y trabajo en la parroquia de Mulukukú<br />

donde hemos construido un centro de educación rural. Resido<br />

con 6 Hermanas Misioneras de Cristo y ayudo a desarrollar<br />

programas para las comunidades de la parroquia,<br />

especialmente luchando por ofrecer más ayuda a las mujeres<br />

campesinas; mejorar las escuelas rurales y extender la<br />

atención en salud a las comunidades más lejanas del pueblo.<br />

128


También enseño en un prescolar Montessori, apoyo a los promotores<br />

de salud y sigo de cerca la formación espiritual de las<br />

Hermanas. Si me preguntan cómo quisiera ser recordada, diría<br />

que como una acompañante de la gente con quien he compartido<br />

la vida y de quienes he aprendido a trabajar y convivir”.<br />

Mónica, 80 años: “Nací en Ahuachapán, El Salvador y<br />

soy enfermera. Pertenezco a la congregación “Hermanitas<br />

Josefina”. Soy religiosa desde 1956 y vine a Nicaragua<br />

para trabajar en el Hospital Antiguo de Granada. Mi<br />

proceso de involucramiento en la vida religiosa se dio<br />

poco a poco, pero muy en el fondo y desde pequeña supe<br />

que mi vocación era el servicio hacia los más humildes.<br />

En el 60 ya estaba lista para hacer mis votos temporales y sólo<br />

tenía 22 años cuando decidí ser monja. Me incliné a prestar<br />

un servicio en Nicaragua ya que todo lo que me importaba<br />

era estar con los necesitados y sentí un llamado para hacer<br />

una labor humanista en Centroamérica. Antes había trabajado<br />

como asistente social y me gustó mucho la experiencia<br />

de cooperar con los enfermos terminales y los desahuciados.<br />

Yo no conocía mucho Nicaragua y no había viajado nunca,<br />

pero en la casa donde me recibieron las hermanas nicaragüenses,<br />

pude sentir mucho afecto y me trataron como un<br />

miembro de la familia. Yo, en realidad, tuve que dejar mi verdadero<br />

hogar para construir otra familia fuera de mi patria y<br />

estuve siempre dispuesta al sacrificio que eso implicaba. En el<br />

fondo lo que siempre me dio fuerza es el “llamado del Señor”.<br />

La situación política en Nicaragua siempre me pareció relativa<br />

a la situación política mundial y por eso me mantuve<br />

al margen de los episodios críticos de la sociedad nacional.<br />

Nunca tuve miedo durante la revolución, ni antes ni después.<br />

La guerra de guerrillas, las protestas sociales, las huelgas, los<br />

129


paros; son cosas que yo había visto también en el Salvador<br />

y me parecía natural el proceso de liberación que se llevó a<br />

cabo en Nicaragua. Ya sabemos que en nuestras regiones padecemos<br />

enfermedades similares y la dictadura fue una circunstancia<br />

social que se vivió de cerca en toda Centroamérica.<br />

A pesar de los avatares políticos, los desastres naturales, el<br />

terremoto del 72 o el huracán Mitch, mi labor como religiosa<br />

nunca se vio afectada. Después de trabajar en la Viña del Señor,<br />

uno puede dar todo el servicio por medio de los seres humanos<br />

para llegar a la gran obra social de Dios. Son ellos, los<br />

enfermos, quienes me inspiran para luchar por un mundo mejor.<br />

Siempre me sentí más fuerte que mi circunstancia social.<br />

Tuve la oportunidad de salir de Nicaragua en 1979 y prestar<br />

servicio en Estados Unidos luego de unas vacaciones de seis<br />

meses. Mi regreso era ese mismo año pero la situación política<br />

entre los dos países era muy delicada; no pude regresar sino<br />

hasta 1985. Vivimos de cerca la crisis en el campo con los enfermos<br />

de guerra y también visitando refugios en Managua. Fue<br />

allí, en los barrios más pobres, donde tuvimos las experiencias<br />

más difíciles de la guerra, pero como éramos jóvenes y no<br />

andábamos buscando conflicto, al final no corrimos peligro.<br />

La satisfacción de poder servir a los demás es lo que más<br />

rescato de mi trabajo. Acudir a las necesidades que la gente<br />

tiene y estar cerca de ellos, es lo que me inspira a vivir<br />

diariamente. Actualmente estoy jubilada y coopero con<br />

la escuela San José de la Iglesia El Jubileo, ubicada en uno<br />

de los barrios más peligrosos de Managua, el Jorge Dimitrov.<br />

Me gustaría ser recordada en la presencia de Dios”.<br />

Justina, 55 años: “Nací en Mistrató, municipio de Risaralda,<br />

Colombia. Soy educadora y pertenezco a las “Hermanitas<br />

de la Anunciación”. Soy religiosa hace 25 años y<br />

desde muy niña era mi deseo ingresar a una congregación<br />

130


y entregarle mi vida al Señor sirviendo a los hermanos.<br />

Nicaragua me llamó la atención por la sencillez de la gente.<br />

Empecé trabajando en San Juan del Río Coco donde nos tocó<br />

dirigir la Parroquia. No había sacerdote y las hermanitas preparábamos<br />

a los delegados de la palabra, los jefes de sectores,<br />

los catequistas y todas las personas que trabajan en la iglesia.<br />

Preparamos a más de mil niños de primera comunión<br />

y también construimos un salón parroquial que antes<br />

no existía; acomodamos la parroquia que estaba un<br />

poco deteriorada y fue una labor intensa de 8 años en<br />

esa región de Nicaragua. Luego me vine a Managua.<br />

La Santa Obediencia de la Santa Provincial me motivó a quedarme<br />

en este país. Nunca tuve obstáculos como religiosa<br />

en Nicaragua y eso se lo debo a su gente. Lo más satisfactorio<br />

que he sentido durante mi vida como religiosa es acudir<br />

a la ayuda de las necesidades de los demás. Nunca sentí<br />

miedo por la situación política del país y solamente una<br />

vez me sentí amenazada. Fue en octubre de 1999, año en el<br />

cual venía la depresión tropical Katrina. Por suerte no fue<br />

algo devastador, pero sí, yo estaba en San Juan del Río Coco<br />

y temblaba porque no sabía para dónde íbamos a correr en<br />

caso de un desastre natural. La casa estaba muy deteriorada,<br />

empezó a lloviznar y el día se puso opaco. Gracias a Dios<br />

aquella tormenta rápidamente se debilitó hasta cruzar la<br />

frontera con Honduras y luego desaparecer en el Atlántico.<br />

Mi logro principal ha sido mantener mi vocación de religiosa<br />

a pesar de los momentos en que una se desanima.<br />

El Señor y la Comunidad apoyan siempre<br />

y dan ánimos de seguir trabajando por los demás.<br />

Actualmente soy educadora de niñas en situación de alto<br />

riesgo, afectadas por cuestiones económicas, abuso sexual,<br />

maltrato físico; son niñas pobres en general… ayudar a for-<br />

131


mar a esas niñas es uno de mis grandes logros; insertarlas<br />

en la parroquia, en el consejo pastoral de los padres redentoristas,<br />

es algo que ha sido muy gratificante y aleccionador.<br />

¿Cómo me gustaría ser recordada? Me lo he preguntado<br />

mucho a mí misma y aún no tengo la respuesta”.<br />

Emilia, 86 años: “Nací en Padova, Italia, el 3 de diciembre<br />

de 1926. Me titulé en varias cosas ya que la religión<br />

debe ser bien instruida, pero como tengo sangre dulce<br />

para los niños mi especialidad fue psicología infantil.<br />

En Italia no se puede dar kínder si usted no estudió aquello,<br />

así que me especialicé en eso para dar clase a los niños.<br />

Pertenezco a la congregación María Auxiliadora y soy Salesiana<br />

de Don Bosco. Desde pequeña sentí la gana de hacerme<br />

monjita ya que iba a misa todos los días a pie o en<br />

bicicleta. Eran 3 km desde la casa hasta la parroquia (era<br />

la última casa del pueblo), pero yo iba tanto a misa que<br />

un año perdí clases porque a la vuelta llegaba y me metía<br />

dentro de la sabana a dormir. Era muy pequeña.<br />

Entré a los 13 años para hacerme monja y a los 18 ya profesé.<br />

A los 21 ya estaba en América. Primero estuve en Costa Rica;<br />

luego en Honduras (3 años) donde aprendí a hablar el español.<br />

La directora no se lograba explicar cómo los niños me entendían<br />

a pesar que yo hablaba en italiano, pero yo le decía que los<br />

niños me aprendían fácil porque ellos son más listos que los<br />

adultos. No se necesita hablar mucho para que te entiendan.<br />

Para no quedar medio tartamuda, la directora me puso a dar<br />

clase de religión a las niñas de primer año de la escuela. Yo me<br />

preparaba y daba la clase y cuando terminaba no sabía qué decir<br />

en español, entonces las niñas eran tan buenas que me decían<br />

que dijera en italiano lo que quería decir en español; y como los<br />

dos idiomas se parecen mucho, las niñas me ayudaban a tradu-<br />

132


cir y así yo fui aprendiendo a hablar. Las niñas son increíbles.<br />

Cuando llegué al puerto de Génova para coger el barco hacia<br />

América me hizo mucha falta mi mamá; entonces le pedí que<br />

viniera a verme y mi mamá se dejó venir. Gracias a Dios fui<br />

siempre feliz y ahora con la edad que tengo soy aún más feliz.<br />

Ya estoy muy enferma y sólo puedo dar catecismo desde la<br />

cama, pero yo lo disfruto profundamente y esa es mi misión.<br />

Preparo la primera comunión para los niños y así ha<br />

sido por generaciones. Cuando estaba en Honduras decían<br />

que yo iba a sufrir en Nicaragua por los calores arrechos<br />

que hay aquí. Pero yo les decía que, si los nicas eran<br />

fuertes y aguantaban ese tremendo calor sin llegar a morirse,<br />

entonces yo también podía aguantarlo. Y así fue.<br />

Gracias a Dios siempre quedé contenta de Nicaragua. Estoy<br />

feliz aquí. No pienso irme nunca. Nicaragua fue buena<br />

conmigo y yo con ella. Una vez pedí mi pensión a la embajada<br />

italiana y mi país me contestó que no podía darme<br />

nada porque yo nunca trabajé en Italia. Más tarde, en una<br />

reunión donde estaba el señor presidente, Daniel Ortega,<br />

el mandatario se acercó a mí mientras estaba premiando<br />

a diversos personajes de la cultura y yo le dije que Italia<br />

me negó la pensión. Él, arrodillado ante mí, reconoció<br />

mi trabajo de misionera en Nicaragua y me dio mi pensión.<br />

Nunca encontré dificultades para trabajar con los niños<br />

pobres de Nicaragua. Soy una persona que no se mete en<br />

política. Mi política es el padrenuestro. Los nicaragüenses<br />

son muy buenos y cariñosos. Y también generosos. Yo<br />

lo veo con las personas que están cerquita de mí. Usted le<br />

pide un favor al nica y el nica te ayuda inmediatamente.<br />

¿Cómo me gustaría ser recordada? Nunca tuve ambición de nada<br />

porque el único que me recuerda es mi Dios. Pero hay algo que<br />

siempre digo: quien no conozca a Sor Emilia no es nicaragüen-<br />

133


se. Tengo 60 años de trabajar aquí y todo el mundo me conoce”.<br />

Ernestina, 39 años: “Nací en Camerún el 5 de mayo de 1974 y estudié<br />

en mi país hasta segundo año de la universidad, Lengua<br />

y Literatura. Sintiendo una llamada a la vida religiosa salí del<br />

país hacia Italia donde se encontraba la congregación “Oblatas<br />

al divino amor” y allí hice toda mi formación religiosa.<br />

Realicé algunos estudios de Teología en la universidad gregoriana,<br />

pero viendo las condiciones de vida en Europa me di<br />

cuenta que yo necesitaba desenvolverme en un ambiente menos<br />

cómodo y escogí venir a Centroamérica. Terminé trabajando<br />

en Nicaragua gracias a la intervención del Cardenal Miguel<br />

Obando y Bravo, quien, en ese momento, se encontraba en la<br />

casa general de la congregación donde yo vivía. Él me brindo<br />

una carta que presentamos al consulado de Nicaragua en<br />

Roma y ellos, sin tardar, me dieron la visa para entrar al país.<br />

Aquí seguí los estudios en la Universidad Católica (UNICA)<br />

y terminé Teología y Pedagogía en 2011. Actualmente estoy<br />

estudiando Psicología y siempre acompañé mi formación<br />

con el servicio social. Trabajo con los más humildes porque<br />

me considero en el mismo rango social de ellos. La gente<br />

humilde tiene tendencia a dejarse ayudar porque aceptan<br />

sus problemas y quieren superarse. Buscan ayuda y yo sentí<br />

que podía apoyarlos y encontrarme a mí misma en ellos.<br />

Decidí quedarme en Nicaragua porque es un país muy<br />

parecido a Camerún, aunque la cultura es un poco diferente.<br />

Tengo casi 12 años de trabajar en este país y he<br />

aprendido mucho de su gente. Es un país bello y me identifico<br />

con el espíritu nica. Un espíritu jovial, generoso, cariñoso<br />

y valiente. El modelo social de Nicaragua y Centroamérica,<br />

en general, es muy parecido al de África. Son<br />

países sencillos y los extranjeros somos bien recibidos.<br />

Vine con la misión y el propósito de servir a los más<br />

134


humildes: impartiendo catequesis y pastoral entre<br />

los niños, me fui involucrando poco a poco con ellos.<br />

La comida, la vestimenta, la alegría, la expresión espontánea<br />

y dinámica del nicaragüense es magnética y me recuerda a la<br />

gente de mi país. No importa que un nica sea pobre o no haya<br />

comido; su alegría por la vida se refleja en su rostro y eso es<br />

muy lindo. Los nicas son muy expresivos y eso se contagia.<br />

La mayor dificultad que encontré fue que no hay embajada<br />

ni consulado de Camerún en Nicaragua. Eso me hizo sentir<br />

algo sola y un poco desamparada, pero sigo adelante. Trabajé<br />

varios años en Masaya, donde mi mayor satisfacción fue<br />

la construcción de un colegio excelente, con todo el material<br />

didáctico que debe tener una escuela. El colegio se llama “Sagrado<br />

Corazón de Jesús” y para mí fue un gran regalo de Dios.<br />

El colegio se logró fundar gracias al fuerte intercambio con<br />

mis amigos norteamericanos, quienes donaron los materiales<br />

y mucho de los recursos económicos. Trabajé de cerca con<br />

muchos niños en su primera comunión, en la catequesis, en<br />

los bautizos, etcétera. También los ayudamos con su nutrición<br />

y buscamos todo lo que necesitaran para vivir y desarrollarse:<br />

libros, zapatos, cuadernos, arroz, frijoles, lo que fuera…<br />

Me gustaría ser recordada como una persona<br />

sociable, alegre, dinámica y en búsqueda<br />

de hacer el bien, hacer la caridad al prójimo”.<br />

María Paz, 74 años: “Nací en Valladolid, el día que se acabó<br />

la guerra en España en el año 39. Soy del campo y<br />

vengo de una familia muy humilde durante una época<br />

difícil de la posguerra. En ese tiempo, el que estudiaba<br />

en el pueblo sólo podía llegar hasta primaria y los que<br />

se iban a las ciudades a seguir sus estudios era porque tenían<br />

más recursos. Los que no, pues allí quedábamos.<br />

135


Pertenezco a la congregación “Misioneras Cruzadas de la<br />

Iglesia” y hace 50 años que entré para ser religiosa. Lo decidí<br />

por estar con la gente y poder aportar un granito de<br />

arena a la comunidad menos favorecida. Estar con la gente<br />

humilde me parecía un gesto más amplio y enriquecedor<br />

que hacer una familia. Gracias a mi trabajo he conocido<br />

a muchas personas y he viajado a varios lugares.<br />

Hace 25 años que llegué a Nicaragua y fui muy bien recibida.<br />

Al principio trabajé muy de cerca en los barrios<br />

orientales, en Nueva Libia y en La URSS. Iba diario a las<br />

comunidades y hacía toda mi labor social y pastoral allá;<br />

ahora sigo yendo, pero menos que antes. Estoy concretamente<br />

trabajando en el barrio René Cisneros desde el año 88.<br />

Somos hijas de obediencia y cuando nos asignan un sitio<br />

podemos aceptarlo o pedir que nos marchemos.<br />

Yo he decidido quedarme en Nicaragua porque ya me<br />

siento parte del barrio y toda la comunidad es como<br />

mi gran familia. Nunca recibí desconfianza ni tuve<br />

grandes obstáculos para vivir en este hermoso país.<br />

Como congregación, tenemos una ventaja muy grande<br />

y es que desde que llegamos no trabajamos con ningún<br />

párroco. La parte de la pastoral la tenemos cubierta<br />

con los jesuitas y con ellos organizamos lo que sea.<br />

Hacemos lo que queremos, siempre buscando el bien<br />

del barrio y nadie nos pone ningún límite, ni siquiera la<br />

parroquia de Altagracia a la que ahora pertenecemos.<br />

A nivel de iglesia y a nivel político tampoco hemos tenido<br />

dificultades; al contrario, cuando llegamos aquí el Frente<br />

nos apoyó y tuvimos las puertas abiertas para todo; nos<br />

hemos sentido sueltas y hemos decidido poner una capilla<br />

por nuestra cuenta sin pedir permiso a nadie. Nosotras<br />

damos la comunión a los enfermos, preparamos las confir-<br />

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mas, damos clases de biblia, nos reunimos con jóvenes y<br />

ancianos y gracias a Dios no tenemos a nadie a quien rendirle<br />

cuentas. Somos independientes y auto-sostenibles.<br />

La mayor satisfacción es cuando veo que hay familias y, sobre<br />

todo jóvenes, que van siendo profesionales, estudiando becas<br />

y superándose. Ahora tenemos proyectos lindos de música<br />

y los niños van creciendo desde chiquitos y los mantenemos<br />

lejos de las calles a pesar que exista delincuencia. La gran satisfacción<br />

es ver a los que se preparan y se superan y tienen<br />

ganas de tener un trabajo digno en la sociedad. Y lo logran…<br />

Ya me han atracado en la calle, me han asaltado, me han<br />

puesto la pistola en la sien; pero no me he sentido en peligro<br />

porque siempre estoy con el Señor. No he dejado de salir<br />

a la calle por eso ni he pensado en marcharme de Nicaragua<br />

tampoco. Aquí son las 10 u 11 de la noche y tenemos<br />

abiertas las puertas en pampa. La gente nos dice que nos van<br />

a hacer algo y todo, pero yo tengo muchísima confianza y<br />

no nos hacen nada y me siento muy segurísima en el barrio.<br />

El mayor logro ha sido tener la casa abierta para que<br />

pueda entrar cualquiera. Aquí viene cualquiera a cualquier<br />

hora; a pedirte; a consultarte; a contarte; a estar y<br />

se trata de servir un poco de bálsamo… la gente sabe que<br />

pueden venir a recibir ayuda y en ese sentido nosotras<br />

estamos aquí para recibirlos. Intentamos dar seguridad, esperanza<br />

y ánimo a la gente pobre y eso es muy gratificante.<br />

La capilla del barrio René Cisneros, donde trabajo, se llama<br />

Nuestra Señora de la Paz y la escuelita que está junto<br />

a ella se llama de la misma manera. La fundamos hace<br />

muchos años y me gustaría ser recordada como una persona<br />

que paso sin hacer ruido, pero haciendo el bien”.<br />

Felicia, 76 años: “Nací en la provincia de Pinar del Río, Cuba,<br />

137


el 14 de septiembre de 1937. Estudié enfermería. Pertenezco<br />

a la Compañía de Santa Teresa de Jesús que la gente generalmente<br />

conoce como teresianas. Entré a la Compañía<br />

de Santa Teresa de Jesús el 15 de agosto de 1955, en mi natal<br />

Cuba, y luego me trasladaron a hacer mis estudios del<br />

noviciado en México ese mismo año. Decidí dedicarme a<br />

la vida religiosa para responder a la llamada de mi vocación<br />

que es el servicio al Señor y a los demás, siempre a favor<br />

de los más necesitados, que son los favoritos de Jesús.<br />

Salí de Cuba en el 61 y vine a Nicaragua en el 62. La congregación,<br />

pensando en las necesidades de Nicaragua,<br />

me envió a trabajar con niñas huérfanas en el Hogar Alegría,<br />

donde trabaje 8 años y que actualmente se encuentra<br />

en Granada y atiende a 30 niñas en situación de riesgo.<br />

En 1969 junto con otra hermana fui trasladada al barrio marginal<br />

Rene Shick, donde en medio de múltiples dificultades<br />

logramos fundar el dispensario y el Centro Escolar “Enrique<br />

de Ossó”, iniciando con dos carpas. Tanto el dispensario<br />

como el Centro Escolar surgen como una respuesta a la población<br />

más necesitada de ese entonces. Actualmente somos<br />

11 hermanas, 4 prenovicias y 7 religiosas al servicio de la población<br />

del barrio Rene Shick. Nos dedicamos a la educación<br />

impartiendo clases a 1,500 alumnos y atendiendo de 100 a 120<br />

pacientes diarios en el Dispensario. También se brinda servicio<br />

de odontología, laboratorio, farmacia y consulta general.<br />

Hasta el momento no he tenido obstáculos gracias al apoyo<br />

que me han brindado empresarios amigos, el Ministerio<br />

de Salud y Organizaciones Internacionales. Por ejemplo:<br />

Cuando viene una brigada de médicos de España y<br />

Estados Unidos, hago todas las gestiones para que puedan<br />

entrar al país con los equipos y lo traigan sin mayores problemas,<br />

contando con el apoyo del Minsa. Asimismo, las<br />

buenas relaciones que he cultivado con empresarios nica-<br />

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agüenses hacen que la obra del dispensario siga adelante.<br />

En cuanto a la atención del paciente, intento que sea más<br />

que una atención médica, sino que sea integral, incluyendo<br />

la búsqueda de recursos después de la primera visita al médico.<br />

Promovemos el proyecto de atención a domicilio, apoyado<br />

por los amigos daneses, quienes me ofrecieron ayuda<br />

y me dieron los médicos necesarios para estar visitando a<br />

las personas de escasos recursos de la tercera edad. El médico,<br />

junto con una enfermera, se desplaza en moto por 20<br />

barrios atendiendo de una manera organizada durante el día<br />

de 20 a 24 pacientes con múltiples enfermedades crónicas.<br />

También tenemos un proyecto de vivienda y ya hemos hecho<br />

como 20 casitas en todo el reparto con la ayuda de un matrimonio<br />

americano que vive acá y es muy solidario. Se le han hecho<br />

casitas a la gente que yo tengo en el programa de alimentación<br />

Santa Teresa y personas humildes que carecen de un techo.<br />

Este año tengo programado hacer cuatro casitas más. Estas<br />

mismas personas nos ayudan con becas, medicinas, ropa,<br />

materiales y donaciones varias para auxiliar a los pobladores.<br />

Además del proyecto de vivienda, está el proyecto<br />

de las Teresianas en Acción, quienes son<br />

exalumnas de Miami y Managua, que a través de<br />

múltiples actividades recogen fondos para que se les de alimento<br />

a personas con distintas necesidades y enfermedades.<br />

Me siento muy feliz y muy realizada sirviendo a la gente<br />

más necesitada y atendiendo a quienes nos piden ayuda.<br />

Me gustó Nicaragua desde el principio y me considero<br />

como dice la canción “pura pinolera por gracia de Dios”.<br />

En el 73 regresé al ingenio San Antonio donde trabajé<br />

siempre en salud con el campesinado, puesto<br />

que en ese entonces había miles de zafreros y fami-<br />

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lias viviendo allí. Ahora es otra realidad. Trabajé en el<br />

ingenio por 18 años y me dediqué a las escuelas del campo<br />

y a los dispensarios ambulantes para atender a las familias.<br />

Alguna vez tuve miedo y me sentí en peligro. En la guerra,<br />

sobre todo. Antes del 78, la primera insurrección nos tocó<br />

en el ingenio; estábamos bajo el tiroteo y bajo todo tipo de<br />

artillería. Allí pasamos momentos muy difíciles, pero siempre<br />

al lado de la gente, ayudando. Ese mismo día de la insurrección<br />

me vine a Managua buscando a una hermana y<br />

luego no pudimos regresar. La guerra nos cogió en el camino,<br />

así que trabajé en el Colegio Teresiano con 12 médicos<br />

voluntarios muy amigos nuestros. Tanto en el ingenio como<br />

en el refugio del Colegio Teresiano, llegaron personas heridas<br />

para ser atendidas, sin embargo, era tanto el miedo que<br />

me buscaban para que yo les curara sin que se notaran que<br />

alguna vez estuvieron heridos. En 1990 regresó de nuevo al<br />

barrio Rene Shick, a continuar con la obra del dispensario.<br />

¿Cómo me gustaría ser recordada? Me gustaría, en primer<br />

lugar, ser recordada como religiosa de la Compañía<br />

de Santa Teresa de Jesús, a la cual pertenezco con mucha<br />

honra y mucho orgullo. En segundo lugar, me gustaría<br />

que me recuerden como una mujer que hizo con amor la<br />

voluntad de Señor. Son los dones que Dios puso en mí<br />

para servir sin límites, de sol a sol. Nunca pienso si me lo<br />

agradecerán o no, pero siempre he tenido la suerte de que<br />

los nicas son muy hospitalarios, muy queridos. Nicaragua<br />

es como mi segunda patria. Quiero seguir sirviendo hasta<br />

que el Señor me lo permita. Además, me siento realizada<br />

y feliz por todo lo que el Señor me ha permitido hacer”.<br />

ELOGIO DE LA GENERACIÓN COMPROMETIDA<br />

La vida de una religiosa puede ser muy dura por múltiples<br />

razones, sin embargo, cuando Dios se cruza en<br />

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el camino de una de estas admirables mujeres entregadas<br />

al prójimo, los problemas diarios no son lo suficientemente<br />

grandes para detener su misión en el mundo.<br />

Los testimonios de estas ocho hermanas con una vocación<br />

inquebrantable, tan sólo nos recuerdan que en pleno siglo<br />

XXI, aún quedan místicas entregadas al servicio de nuestra<br />

comunidad. La comunidad de un país que siempre ha<br />

dependido de la ayuda de los demás para seguir sobreviviendo;<br />

un país profundamente religioso que a su vez,<br />

se deja ayudar y lucha por un futuro mejor. Un país que<br />

es como un gran orfanato o un gran dispensario o un gran<br />

asilo cuyo dolor ha sido mitigado por estas valiosas mujeres.<br />

Nicaragua les debe algo que ellas se niegan a cobrar.<br />

Son mujeres que, en medio del patriarcado de la iglesia, se<br />

hacen escuchar a través de sus acciones, en voz bajita pero<br />

insistente. Son mujeres que serán recordadas con justicia por<br />

los niños que un día serán profesionales o las madres que un<br />

día serán agradecidas abuelas o los ancianos que un día morirán<br />

en paz, gracias a sus palabras llenas de fe y de esperanza.<br />

“El amor de Dios es puro cuando la alegría y el sufrimiento<br />

inspiran igual gratitud”.<br />

Simone Weil (1909-1943)<br />

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William Arturo Grigsby Vergara. 1985. Managua, Nicaragua. Maestro<br />

en Estudios de Arte por la Universidad Iberoamericana de la<br />

Ciudad de México (2017) y Licenciado en Diseño Gráfico por la<br />

Universidad del Valle de Managua (2010). Colaborador de la Revista<br />

Envío de la Universidad Centroamericana (UCA) y catedrático<br />

de la misma en la Facultad de Humanidades. Mención de Honor<br />

en el Concurso Internacional de Poesía Joven Ernesto Cardenal<br />

2005. Ha publicado cuatro libros hasta la fecha: Versos al óleo (Poesía,<br />

INC, 2008), Canciones para Stephanie (Poesía, CNE, 2010),<br />

Notas de un sobreviviente (Narrativa, CNE, 2012) y La mecánica<br />

del espíritu (Novela, Anamá, 2015). En 2015, además de presentar<br />

su primera novela en la Feria Internacional del <strong>Libro</strong> de Guadalajara,<br />

obtuvo una beca de excelencia académica para estudiar<br />

en la IBERO de Ciudad de México, donde se graduó con honores.

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