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LP Agosto 2019

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EN LA<br />

CIMA DE<br />

ÁFRICA<br />

Hacer trekking en el Kilimanjaro en Tanzania es lo más alto<br />

a donde podés llegar sin crampones, y es algo posible<br />

para los simples mortales – con un poco de esfuerzo y<br />

mucha motivación<br />

TEXTO SARAH BAXTER<br />

La llamada para despertarse la hicieron un<br />

poco antes de la medianoche – pero no la<br />

necesité. Apenas había podido cerrar los ojos.<br />

Una parte de mí se sentía aliviada de que<br />

finalmente había llegado el momento: quería<br />

terminar con esto de una vez por todas. Otra<br />

parte no podía pensar en nada peor. No quería<br />

levantarme porque más allá de la seguridad de mi<br />

bolsa de dormir, afuera de esa carpa, el aire era<br />

heladamente frío, irritablemente escaso, y se<br />

presentaba un futuro lleno de peligros.<br />

Finalmente, armándome de valor, abrí mi tibio<br />

capullo y salí a enfrentarme a mis miedos.<br />

Después de haber subido tres cuartas partes del<br />

Kilimanjaro, era hora de hacer el esfuerzo final<br />

hacia la cima.<br />

Cuatro días antes había partido como miembro<br />

de un grupo de diez entusiastas trekkers,<br />

acompañado por un equipo de por lo menos 34<br />

personas. Este séquito obscenamente numeroso<br />

de porteadores, cocineros y guías debía llevarnos<br />

hasta la cima de África.<br />

El Kilimanjaro no es como las otras montañas.<br />

Con una altura de 5.895m, es el pico más alto del<br />

continente.<br />

Es la cumbre más grande del mundo que se<br />

eleva aislada y enorme desde las planicies de<br />

Tanzania. Es la combinación de la inmensa<br />

subida con relativa accesibilidad lo que la hace<br />

única. No se requiere de habilidades o técnicas de<br />

escalamiento para llegar a la cumbre, así que el<br />

Kilimanjaro seduce con la posibilidad: cualquier<br />

mortal podría llegar a la cima. Donde “podría” es<br />

la palabra clave…<br />

Se estima que alrededor del 35 por ciento de los<br />

aproximadamente 30.000 trekkers que suben las<br />

laderas del Kili cada año no pueden llegar al Pico<br />

Uhuru (“Libertad”), el punto más alto de la<br />

montaña. “Mucha gente abandona desde el<br />

comienzo”, dice Samuel, nuestro guía principal<br />

mientras nos ponemos en marcha pole pole<br />

(despacio despacio) a lo largo de la ruta Machame,<br />

el camino más popular y panorámico de los siete<br />

senderos principales de la montaña. “La gente ve<br />

al Kilimanjaro y piensa, “Yo puedo hacerlo””.<br />

Muchos son vencidos por las vertiginosas alturas.<br />

Por lo general el mal de altura ataca por encima<br />

de los 2.500m, y una gran proporción de<br />

escaladores sienten algunos efectos, desde falta<br />

de aire, dolores de cabeza y náuseas hasta<br />

vómitos y confusión, y esto puede ser fatal. El Kili<br />

es un “desafío manejable” pero definitivamente<br />

no es uno que se pueda tomar a la ligera.<br />

Nuestro primer día fue bastante duro, no<br />

debido a la altitud – el punto de partida<br />

estaba a aproximadamente 1.700m – sino<br />

por el desmoralizante chaparrón. Aunque no daba<br />

quejarse. Yo solamente subía con una mochila<br />

pequeña, mientras que los porteadores avanzaban<br />

rápidamente cargando miles de cosas desde latas<br />

de parafina hasta mesas y sillas plegables.<br />

Después de unas seis horas de caminar a través<br />

de la selva tropical – el agua goteaba desde las<br />

hojas de los árboles y convertía el sendero en algo<br />

parecido a un milkshake de chocolate – llegamos<br />

a nuestro campamento a 3.200m. Todo estaba<br />

empapado, salvo nuestro espíritu. No hay nada<br />

que pueda unir más a un grupo que compartir un<br />

objetivo en común además de las funciones<br />

corporales (la flatulencia es una curiosa<br />

consecuencia de la aclimatación a la altura).<br />

Nos amontonamos y reímos en la carpa para<br />

cenar, comiendo popcorn y pasta, escuchando las<br />

suaves canciones en Swahili de nuestros guías<br />

flotando en el medio de la llovizna.<br />

Los días siguientes seguían una rutina. Las<br />

mañanas implicaban 20 minutos en donde debía<br />

autoconvencerme de abandonar mi bolsa de<br />

dormir, un “baño” rápido (pasándote una toalla<br />

húmeda), empacando y volviendo a empacar, y un<br />

gran desayuno.<br />

PHOTOGRAPH: PHILIP LEE HARVEY<br />

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<strong>Agosto</strong> <strong>2019</strong>

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