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Entrelíneas 111

Publicación semanal elaborada por los estudiantes de la asignatura de Producción de Contenidos en Tiempo Real de la Carrera de Periodismo (Universidad de Concepción, Chile).

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CRÓNICA<br />

El tiempo entre brindis y<br />

cantineros<br />

La tradición de las cantinas se mantiene viva en las ciudades<br />

chilenas, por ejemplo en San Carlos, emplazada en la nueva Región<br />

de Ñuble y con 51 mil habitantes tiene una historia con el vino y los<br />

locales para beberlo.<br />

por Javiera Henríquez.<br />

El vino recién envasado listo para ser llevado.<br />

Fotografía: Javiera Henríquez.<br />

En gran parte de Latinoamérica una cantina es homologado<br />

con una taberna, esto según la quinta definición<br />

que hace la Real Academia Española; en Chile la presencia<br />

de estos lugares es trascendente, en cada comuna o<br />

pueblo hay, por lo menos, una en donde los caballeros podían<br />

tomar una “cañita” de vino en las tardes.<br />

En 1801 se funda San Carlos como una pequeña villa con<br />

gran influencia española, en donde a medida que el número<br />

de habitantes aumentaba, crecían las calles y los edificios de<br />

adobe característicos de la época, así también las tascas tan<br />

frecuentes en el poblado.<br />

Es una ciudad de paso que se encuentra pegada a la Ruta<br />

5 Sur, carretera que atraviesa todo el país; hace poco se nombró<br />

como la capital de la provincia de la Punilla; en tanto, su<br />

economía se basa en la agricultura y ganadería, especializándose<br />

los últimos 50 años en la producción y exportación de<br />

frutas y verduras congeladas.<br />

No es zona de producción de vino, sin embargo, entre la<br />

década del 60 y 80 existieron gran cantidad de locales que<br />

6<br />

vendían este producto. El comerciante, Julio Henríquez (64)<br />

criado desde bebé en la comuna, y quien también vivió en<br />

plena calle principal, cuenta que “las cantinas populares,<br />

llamémosles así, llegaron a ser siete u ocho en una cuadra;<br />

desde la carretera Panamericana hasta la esquina de la Plaza<br />

de Armas contaba 32 en cuatro calles a través de Vicuña<br />

Mackenna”.<br />

A pesar de que fueron comunes y concurridas “a medida<br />

que fue creciendo la ciudad, la gente fue cambiando su forma<br />

de vida y se eliminaron automáticamente”, cuenta Julio.<br />

LA CANTINA MÁS ANTIGUA DE SAN CARLOS<br />

El sin envidia, este es el nombre que corona la puerta de<br />

entrada de esta tasca; es sencilla, acogedora, levemente angosta,<br />

con una banca frente a la barra, con un baño unisex al<br />

fondo y unas repisas que sostienen algunas botellas y vasos,<br />

además del característico e inconfundible aroma de estos espacios.

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