PDF revista Turismo Dominicano Adompretur
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Joseíto Mateo.
bía encomendado el presidente Balaguer,
que luego de los primeros meses
en el cargo sin que asomaran los turístas
esperados, algunos dominicanos, poco
dados a creer en lo nuestro y dados a
la práctica del “bulling”, comenzaron a
mofarse de Don Ángel. Aún muchos de
nosotros recordamos una de las frases,
que a título de mofas se escucharon de
modo más socorrido en aquellos días:
“¿Y los turístas dónde están?… en la cabeza
de Miolán”.
Don Angel, convencido de que su
entusiasmo no era infundado y de que,
por el contrario, el turismo habría de
convertirse en una de las piezas angulares
para el desarrollo del país, continuaba
impertérrito hacia la consecución de
su sueño. Un día cualquiera, recibí una
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invitación de su parte, a la que también
fue convidado Freddy Beras Goico y varias
personas más, a una reunión en sus
oficinas de la calle César Nicolás Penzon
a esquina calle Rosa Duarte.
Aquello fue un especie de tertulia,
en la que se desarrolló una lluvia de
ideas que tenía como finalidad, contribuir
con acciones encaminadas a procurar
despertar el interés de los nacionales
de otros países, para vinieran a conocer
y a disfrutar de las condiciones naturales
que posee y ofrece nuestro querido país,
tanto a criollos como a extraños.
Cada uno de los presentes hizo su
respectiva recomendación y debo aceptar
que, casi todas, fueron ideas muy
atinadas. Para aquellos días, los boricuas
aprovechaban los fines de semanas
largos para irse de vacaciones a las pequeñas
islas del Caribe que circundan
a Puerto Rico y la empresa de los señores
Pedro y Fernando López, quienes
son hermanos de Johnny López, mejor
conocido como Johnny El Bravo, me
contrataba cada año para llevar turistas
desde la Isla del Encanto, hacia los carnavales
de St Croix y Saint Thomas. Los
boricuas, cada año, se iban a ritmo de
tambora y güira, a disfrutar de la música
de Johnny Ventura en aquellas islas.
En mi turno comenté lo que acabo
de narrar, haciendo hincapié en que si
nos aguzábamos, podríamos aprovechar
otro de aquellos fines de semana largos,
que eran muy frecuentes en Borinquen
y propiciar traer a los boricuas hacia
nuestro terruño.
La idea prendió. Fue acogida y de
inmediato se pensó en revisar el calendario
de nuestra vecina isla. Se encontró
que allí se celebraba cada año, un fin
de semana largo en la última semana
del mes de julio, entre el 25, que era el
día de la Constitución del Estado Libre
Asociado, categoría de la relación entre
Puerto Rico y Estados Unidos, al que
se le sumaba el día 27 que es el aniversario
del nacimiento de Don José Celso
Barbosa, propulsor de la estadidad
puertorriqueña. Fue por ello, por lo que
se promovió en Puerto Rico la denominada
Semana Domínico Boricua, que se
comenzó a desarrollar con mucho éxito,
tanto, que se extendió hasta los curazoleños,
arubianos y venezolanos y que en
los siguientes años se conoció como el
Festival del Merengue.
El éxito de esta idea, que creció exponencialmente,
tropezó con un gran
problema: no teníamos la capacidad
habitacional suficiente como para alber-