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Por Sofía Cuevas Silva
Después de haber leído esta encíclica del Papa Francisco me di cuenta de
que nos habla sobre el derecho de los migrantes a buscar una vida mejor
y al derecho que tienen los indígenas de que se respete su tierra, cultura
y costumbres. Habla también de los derechos de las mujeres. Lamenta cómo la
raza humana ha crecido en diversos puntos, “pero somos analfabetos en escoltar,
proteger y mantener a los más frágiles y débiles de nuestras propias comunidades
hechas”.
Fratelli tutti nos narra que, algunas veces, le asombra cómo la Iglesia tardó tanto
en sentenciar contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia, sin
embargo con el desarrollo de la espiritualidad y la teología ya no hay excusas.
Lamenta cómo algunos se sienten alentados “o al menos autorizados por su fe”
para sostener distintas maneras de nacionalismos cerrados y violentos, y actitudes
xenófobas.
En esta encíclica social se critican los nacionalismos cerrados, egoístas y
excluyentes, a las potencias hegemónicas, a políticos que manipulan e indoctrinan
a la población y a todos los que depredan la naturaleza. Entre todos estos aspectos
no importa donde hayamos nacido, y menor a causa de los privilegios que otros
poseen porque nacieron en una familia con mejor calidad de vida. La familia tiene
la misma dignidad y derechos, nadie puede quedar excluido al otro lado de un
muro o una frontera.
El Papa Francisco retoma la parábola del ‘Buen Samaritano’ y para profundizar
sobre el sentido del prójimo nos invita no tanto a reconocerlo como prójimo, sino a
hacernos prójimos de todos. La invitación consiste en sanar las heridas de quienes
tenemos alrededor sin importar su lugar de procedencia o su afinidad ideológica
con la nuestra, pero esto solo es posible cuando reconocemos la intrínseca dignidad
de cada persona.
62 C o l e g i o M é x i c o F r a n c i s c a n o