11.01.2013 Views

nietzsche-el-ocaso-de-los-idolos

nietzsche-el-ocaso-de-los-idolos

nietzsche-el-ocaso-de-los-idolos

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Proyecto Espartaco 2000 – 2002<br />

Fe<strong>de</strong>rico Nietzsche - El Ocaso <strong>de</strong> <strong>los</strong> Ído<strong>los</strong><br />

Por lo <strong>de</strong>más esa hostilidad y ese odio sólo culminan cuando tales caracteres no<br />

tienen ya la firmeza necesaria para llevar a cabo la cura radical, para renunciar a su<br />

«<strong>de</strong>monio». Recórrase toda la historia <strong>de</strong> <strong>los</strong> sacerdotes y filósofos, incluyendo la <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

artistas, y se podrá ver que quienes han dicho las cosas más venenosas contra <strong>los</strong><br />

sentidos no han sido <strong>los</strong> impotentes ni <strong>los</strong> ascetas, sino <strong>los</strong> ascetas imposibles, es <strong>de</strong>cir,<br />

aqu<strong>el</strong><strong>los</strong> individuos que habrían necesitado ser ascetas.<br />

3<br />

La espiritualización <strong>de</strong> la sensualidad se <strong>de</strong>nomina amor, y constituye una gran<br />

victoria sobre <strong>el</strong> cristianismo. Otra victoria es nuestra espiritualización <strong>de</strong> la enemistad.<br />

Consiste en compren<strong>de</strong>r íntimamente <strong>el</strong> valor que supone tener enemigos: con pocas<br />

palabras, en actuar y consi<strong>de</strong>rar las cosas al contrario totalmente <strong>de</strong> cómo se hacía en<br />

otros tiempos. La Iglesia ha pretendido siempre aniquilar a sus enemigos: nosotros, <strong>los</strong><br />

inmoralistas y anticristianos, consi<strong>de</strong>ramos que obtenemos una ventaja d<strong>el</strong> hecho <strong>de</strong> que<br />

subsista la Iglesia...<br />

Incluso en <strong>el</strong> terreno político, se ha vu<strong>el</strong>to hoy más espiritual la enemistad, y<br />

también más int<strong>el</strong>igente, más reflexiva, más indulgente. Casi todos <strong>los</strong> partidos han<br />

comprendido que para seguir existiendo les interesa que <strong>el</strong> partido opuesto no pierda<br />

fuerza; lo mismo cabe <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> la gran política. Una creación nueva, en especial, como<br />

<strong>el</strong> nuevo Reich, precisa más <strong>de</strong> enemigos que <strong>de</strong> amigos: sólo se siente necesario y sólo<br />

llega a ser necesario, frente a su antítesis. No <strong>de</strong> otro modo nos comportamos nosotros<br />

con <strong>el</strong> «enemigo interior»: también en este caso hemos espiritualizado la enemistad y<br />

hemos sabido ver su valor. Sólo se es fecundo cuando se es rico en antítesis; sólo se<br />

sigue siendo joven cuando <strong>el</strong> alma no <strong>de</strong>scansa, cuando no busca la paz.<br />

Nada se nos ha hecho más extraño que aqu<strong>el</strong>la aspiración <strong>de</strong> otros tiempos, la<br />

aspiración a «la paz d<strong>el</strong> alma», la aspiración cristiana; nada envidiamos menos que esa<br />

existencia vacuna que es la vida moral y esa oronda f<strong>el</strong>icidad <strong>de</strong> la buena conciencia.<br />

Cuando se renuncia a la guerra se renuncia a la vida gran<strong>de</strong>. Por su puesto que muchas<br />

veces la «paz d<strong>el</strong> alma» no es más que un malentendido, otra cosa, a la que no se le<br />

sabe dar un nombre más honorable. Sin hacer divagaciones y sin prejuicios, veamos<br />

algunos casos.<br />

«Paz d<strong>el</strong> alma» pue<strong>de</strong> ser, por ejemplo, <strong>el</strong> apacible resplandor <strong>de</strong> una animalidad<br />

exuberante en <strong>el</strong> terreno moral (o en <strong>el</strong> r<strong>el</strong>igioso). O cuando empieza <strong>el</strong> cansancio,<br />

cuando <strong>el</strong> atar<strong>de</strong>cer, cualquier forma <strong>de</strong> atar<strong>de</strong>cer produce la primera sombra. O una<br />

señal <strong>de</strong> que <strong>el</strong> aire está húmedo, <strong>de</strong> que se acercan vientos d<strong>el</strong> sur. O la gratitud<br />

inconsciente por una buena digestión (eso a lo que a veces llaman «filantropía»). O la<br />

calma d<strong>el</strong> convaleciente, para <strong>el</strong> que todo adquiere un nuevo sabor y se encuentra a la<br />

espera... O <strong>el</strong> estado <strong>de</strong> ánimo que sigue a la satisfacción intensa <strong>de</strong> nuestra pasión<br />

dominante, la sensación <strong>de</strong> bienestar propia <strong>de</strong> una sociedad rara. O la <strong>de</strong>bilidad senil<br />

<strong>de</strong> nuestra voluntad, <strong>de</strong> nuestros <strong>de</strong>seos, <strong>de</strong> nuestros vicios. O la pereza a la que la<br />

variedad induce a ponerse adornos morales. O cuando se logra estar convencido <strong>de</strong><br />

algo, aunque sea <strong>de</strong> algo terrible, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una tensión y <strong>de</strong> un tormento prolongado a<br />

causa <strong>de</strong> la incertidumbre. O la manifestación <strong>de</strong> la madurez y <strong>de</strong> la maestría en medio<br />

18

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!