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acta ordinis fratrum minorum - OFM

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258 AN. CXXIII – SEPTEMBRIS-DECEMBRIS 2004 – FASC. III<br />

por lo que se debe ser que por lo que se debe<br />

decir. Y cuando el hacer es supervalorado,<br />

debemos tener la valentía de hacer un<br />

alto en el camino para verificar (hacer verdad)<br />

lo que estamos haciendo y volver a lo<br />

que es esencial (cf. Hch 6, 3).<br />

Creí, por eso hablé. Todo evangelizador<br />

debe vivir esta experiencia que Pablo nos<br />

cuenta de sí mismo. No basta con realizar<br />

tareas de evangelización, es necesario ser<br />

evangelio viviente. No podemos contentarnos<br />

con proponer y predicar a los otros la<br />

Palabra, pues esto significaría ser matados<br />

por la letra (S. Francisco, Admonición 7),<br />

sino que es necesario permitir que la Palabra<br />

se encarne en nosotros, de tal modo que<br />

hagamos nuestro lo que leemos en la primera<br />

Carta de Juan: Lo que oímos, lo que vieron<br />

nuestros ojos, lo que contemplamos y<br />

palparon nuestras manos...eso que vimos y<br />

oímos os lo anunciamos ahora (1Jn 1, 1. 3).<br />

Si en situaciones como la nuestra, en que<br />

la mayoría de las personas están bautizadas<br />

por la Iglesia, el objetivo principal de la<br />

evangelización es el paso de una fe heredada<br />

como creencias a una fe personalizada o<br />

vivida personalmente, entonces el proceso<br />

tiene que tener lugar primero en el mismo<br />

evangelizador. No es posible ser evangelizador<br />

sin encontrarnos personalmente con<br />

Aquel que es Buena Noticia, Evangelio, del<br />

Padre a la humanidad. Como Pablo, el<br />

evangelizador debe ser una persona alcanzada,<br />

transformada y motivada por el evangelio.<br />

Hoy ya no se trata sólo de una proclamación<br />

del evangelio, sino sobre todo de<br />

una confesión del evangelio, de un contagio,<br />

y esto no es posible sin un encuentro<br />

personal con el Señor. El futuro de la evangelización<br />

dependerá mucho de la capacidad<br />

de testimoniar la Buena Noticia de Dios<br />

a la humanidad.<br />

Crear lugares de experiencia de Dios<br />

En esta hora que nos ha tocado vivir,<br />

considero fundamental que los evangelizadores<br />

sepamos crear en nuestro mundo lugares<br />

de experiencia de Dios y, a la vez, desenmascarar<br />

los falsos dioses de nuestra<br />

época. Es un compromiso profético crítico.<br />

Y para que sea verdaderamente eficaz este<br />

compromiso debemos, por encima de todo,<br />

anhelar tener el Espíritu del Señor y su santa<br />

operación (S. Francisco 2Regla 10, 8;<br />

Evangelii Nuntiandi 18). Es ésta una condición<br />

necesaria para contemplar, en toda su<br />

profundidad, el misterio encerrado en el ser<br />

humano, en los acontecimientos, en la historia,<br />

en la naturaleza y en cuanto apunta al<br />

Dios viviente.<br />

Cuando hablo de crear lugares de experiencia<br />

de Dios pienso que se trata sobre todo<br />

de una exigencia para nosotros mismos.<br />

Temo que los cristianos y también nosotroscon<br />

frecuencia nos entregamos a opciones<br />

periféricas, cuando en realidad en la evangelización<br />

lo principal es no perder jamás la<br />

referencia a lo nuclear y permanecer firmes<br />

en lo fundamental que es creer en Dios y<br />

comprometer toda nuestra existencia por él<br />

y en él. La calidad de nuestra vida espiritual,<br />

la centralidad de la experiencia de<br />

Dios, debe prevalecer sobre todos los demás<br />

proyectos. De otro modo construimos<br />

sobre arena.<br />

Ser evangelizadores itinerantes<br />

en el corazón del mundo<br />

En cuanto peregrinos y forasteros (1Pe<br />

2, 11), somos llamados a ir por el mundo, el<br />

espacioso claustro del mundo, para anunciar<br />

la Buena Noticia. El mundo, en sus diversas<br />

realidades, insertas en un tiempo y<br />

un espacio determinados, constituye el lugar<br />

privilegiado de la Evangelización.<br />

Esta itinerancia nos obliga a ponernos en<br />

camino ligeros de equipaje. Enviados de<br />

dos en dos (cf. Mc 6, 7; Lc 10, 1) hoy diríamos<br />

como fraternidad, como comunidad o<br />

como iglesia-, para anunciar la llegada del<br />

Reino, curando a los enfermos (Mt 10, 7-8),<br />

e investidos de poder sobre los espíritus impuros<br />

(Mc 6, 7), los doce reciben unas consignas<br />

particularmente rigurosas en lo referente<br />

a su equipaje y provisiones. Se les<br />

prohíbe llevar consigo y para el camino<br />

pan, alforja, dinero en el cinturón, dos túnicas<br />

(cf. Mc 6, 8-9; Lc 10, 1-2).<br />

Con ello se quiere subrayar la urgencia<br />

del mensaje y la rapidez con que se debe ha-

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