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no había gente para comprar esos bienes? Esas cantidades ingentes de dinero iban al capital financiero y a
la especulación. Tiempos de burbujas, de mafias, de billetes de 500 euros circulando en busca de convertirse
en más billetes de 500 euros.
Lo que unos pierden, lo ganan otros
El dinero que los sectores más ricos de Europa arrebataban a los trabajadores, regresaba a estos en forma de
inversiones especulativas y en préstamos. Con una mano bajaban los sueldos, con la otra te encadenaban
endeudándote. El dulce que despertó la codicia era el aumento del precio de la vivienda. Tanto que la gente
tampoco se detuvo mucho a mirar las cláusulas de las hipotecas. Todo era sencillo. Los agentes inmobiliarios
iban a las casas de las clases medias y populares a ofrecerles préstamos. En verdad, de nada servía que la
vivienda donde la gente residía subiera de precio, pues en algún lugar tenías que vivir. Pero esa especulación
generó la ilusión de que todo iba viento en popa. El banco te prestaba dinero en virtud del nuevo precio de
tu vivienda. Para terminar de completar la restauración de la tasa de ganancia, África, Asia y América Latina
estuvieron financiando la posibilidad de sentirnos todos nuevos ricos. Vacaciones varias veces al año, coches
nuevos, carreteras, terrazas de copas y, por vez primera, las grandes figuras de la música haciendo escala en
España. Es verdad que el medio ambiente estaba igualmente financiando ese consumo desenfrenado, pero,
salvo los ecologistas, nadie parecía o quería oír el “grito de la tierra”. Por último, tampoco queríamos escuchar
el grito de las generaciones futuras, a quienes les estábamos traspasando los problemas a través del déficit
público. A fin de cuentas, decían los economistas oficiales, los que no tienen obligaciones tampoco tienen
derechos. ¿Y qué obligaciones tienen los que ni siquiera han nacido?
Pero las fases especulativas del sistema necesitan finalmente sincerarse. Como dice el dicho popular, todo
lo que sube, baja. Y como un perro que se sacude las pulgas, el capitalismo se estremece y expulsa todo lo
que es económicamente innecesario. Y de pronto, España tiene el 27% de paro, seis millones doscientos
mil desempleados, más de dos millones de hogares sin ningún ingreso, reducción del acceso a la sanidad
pública –que a la privada ya estaba antes el acceso negado-, reducción del acceso a la educación pública
–igual que con la sanidad…-, endurecimiento de las condiciones laborales y de jubilación, subida de los
impuestos a las clases medias y populares, bajada del sueldo a los trabajadores públicos, endurecimiento de
las condiciones de jubilación, uno de cada dos jóvenes en el paro, subida de las tasas universitarias, subida
15M
financial capital and speculation. Those were the times of investment bubbles, of mafias, of 500 euro circu-
lating in search of becoming more 500 euro.
What some lose, others gain
The money that the wealthiest sectors in Europe snatched from workers, returned to the former in the form
of speculative investments and loans. With one hand they lowered wages, with the other hand they chained
you to indebtedness. The candy that woke up greed was the housing prices. So much that few people spent
time looking at the mortgage clauses. Everything was simple and straightforward. The real estate agents
went to middle and lower class homes offering loans. In truth, it didn’t matter that the price of the house in
which we lived might go up, since we would still have to live somewhere. But that speculation generated
the illusion that everything was going well and getting better. The bank would loan you money in respect
to the new price of your house. To make the restoration of the development of greed complete, Africa, Asia
and Latin America were financing the possibility for us all to feel nouveaux riches. Going on holidays several
times a year, new cars, roads, pub terraces and, for the first time, the biggest musicians stopping by to perform
in Spain. Truth be told, the environment was also financing this shopping spree, but, except for ecologists,
no one seemed to be or wanted to be listening to the “scream of the earth”. Lastly, we also did not want to
hear the cry of future generations, to whom we were transferring problems through public deficit. After all,
said the official economists, those without obligations should not have rights. And what obligations have
those that are not even born?
However the system’s speculative phases need finally to confide. As the popular saying goes, everything
that goes up, must come down. And like a dog trying to shake off its fleas, capitalism trembles and expels
everything it deems economically unnecessary. And thus, Spain has an unemployment rate of 27%, six
million and two hundred thousand people out of a job, more than two million households with no income,
reduced access to public health - private health had already denied access - reduced access to public educa-
tion - same as in the health sector ... - lower working conditions and pensions, higher taxes for lower and
middle classes, lower salaries for civil service workeres, one out of two youngsters is unemployed, rising
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