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cámara de diputados - Biblioteca del Congreso Nacional de Chile

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<strong>de</strong>muestren un grado <strong>de</strong> fanatismo religioso jamás visto, utilizando, incluso, algunas partes <strong>de</strong> la Biblia para<br />

fundamentar sus argumentos contrarios a una ley <strong>de</strong> divorcio, en circunstancias <strong>de</strong> que esta misma<br />

Corporación -esto es lo más <strong>de</strong>licado- aprobó hace algún tiempo la ley <strong>de</strong> libertad <strong>de</strong> culto. Pero es aún más<br />

grave que al pasar -no sé con qué intenciones y menos quién los <strong>de</strong>signó emisarios- nos digan al oído: “Tú<br />

eres católico, y es lamentable que vayas a votar a favor <strong>de</strong> esta ley, pues podrías verte afectado por algunas<br />

represalias <strong>de</strong> la Iglesia Católica.” Asimismo, me parece gravísimo que algunos colegas nos digan: “Mira, la<br />

verdad es que estamos a favor <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> divorcio, siempre y cuando la votación sea secreta.” Con todas las<br />

consecuencias que ello implica, quienes estamos a favor <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> divorcio queremos <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> cara al<br />

país, como lo haremos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> algunas horas más cuando votemos esta iniciativa.<br />

Hay cosas que me llaman la atención. Mucho se ha hablado <strong>de</strong> las nulida<strong>de</strong>s matrimoniales y <strong>de</strong>l<br />

divorcio vincular que estamos discutiendo esta mañana; sin embargo, hay respuestas que no se han dado.<br />

Hace una década, la Iglesia Católica tardaba hasta ocho años en anular un matrimonio. Curiosamente, en<br />

estos últimos tiempos se ha ido agilizando el proceso <strong>de</strong> nulida<strong>de</strong>s matrimoniales religiosas, hasta <strong>de</strong>morar en<br />

la actualidad sólo dos años, y con una buena influencia, hasta un año y medio. Sin embargo, nuestro Estado,<br />

tan mo<strong>de</strong>rno, no es capaz <strong>de</strong> dar una salida legal a las rupturas matrimoniales.<br />

Resulta incongruente y muy <strong>de</strong>licado que, a través <strong>de</strong> la prensa, <strong>de</strong>terminadas autorida<strong>de</strong>s<br />

eclesiásticas nos digan que somos malos católicos porque estamos a favor <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> divorcio. ¡No obstante,<br />

cuando los hijos <strong>de</strong> padres separados <strong>de</strong>sean ingresar a un colegio católico, se les niega el acceso a ellos por<br />

tener esa condición! Me pregunto, ¿es eso ser buen católico? Aquí hay <strong>de</strong>masiadas incongruencias y poca<br />

consecuencia.<br />

Una minoría no pue<strong>de</strong>, <strong>de</strong> ninguna manera, obligarme a hacer algo en lo que no creo. No tengo<br />

temor <strong>de</strong> votar a favor <strong>de</strong> la ley <strong>de</strong> divorcio, porque tengo mi conciencia tranquila, y me parecen ilógicos los<br />

mensajes <strong>de</strong> estos emisarios, que no sabemos quiénes los han nombrado, que nos vienen a <strong>de</strong>cir cómo<br />

<strong>de</strong>bemos votar.<br />

Pero la hipocresía llega mucho más lejos, porque cuando se toca el tema <strong>de</strong> la consecuencia, se nos<br />

dice, no sé si en serio o en broma: “No al divorcio, pero sí al adulterio.” Ésas son las consecuencias e<br />

inconsecuencias <strong>de</strong> muchos queridos colegas.<br />

Nuestra Corporación está viviendo un momento histórico. En nuestro hemiciclo se discute uno <strong>de</strong> los<br />

temas que mayor interés <strong>de</strong>spierta en nuestra población y que mayores pasiones <strong>de</strong>sata entre quienes tienen<br />

una u otra opción. La prensa nacional informa hoy que la Cámara <strong>de</strong> Diputados votará una ley <strong>de</strong> divorcio.<br />

En mi opinión, la ley <strong>de</strong> divorcio que discutimos es mucho más que eso. Como lo han dicho muchos<br />

colegas, en <strong>Chile</strong> existe el divorcio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace mucho tiempo -todos lo sabemos- y se llama nulidad<br />

matrimonial.<br />

Hoy, la discusión es otra; tenemos que mirar al país y <strong>de</strong>cirle que somos capaces <strong>de</strong> aceptar que las<br />

personas <strong>de</strong>cidan la forma en que quieren construir su vida. Ahora es el momento <strong>de</strong> aceptar con tolerancia y<br />

con respeto que los dogmas <strong>de</strong> algunos no se pue<strong>de</strong>n sostener sobre la espalda <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más.<br />

Hay tres aspectos centrales en este <strong>de</strong>bate, previos a la fundamentación <strong>de</strong> una posición:<br />

¿Es el matrimonio una institución naturalmente indisoluble? ¿Pue<strong>de</strong> el Estado imponer la<br />

indisolubilidad <strong>de</strong>l vínculo matrimonial? ¿Es el divorcio un problema religioso?<br />

A lo primero, permítaseme respon<strong>de</strong>r que no me cabe duda alguna <strong>de</strong> que el matrimonio no es<br />

naturalmente indisoluble, sino exactamente al revés. Invito a todos los que se oponen al divorcio a que<br />

promuevan una reforma legal, simple y única, que otorgue competencia a los oficiales <strong>de</strong>l Registro Civil para<br />

celebrar matrimonios en todo el territorio nacional, terminando así con la causal <strong>de</strong> nulidad usada en forma<br />

generalizada. De antemano, puedo asegurarles que ninguno, ni aun el más ferviente contrario al divorcio,<br />

estaría dispuesto a hacerlo. ¿Y saben por qué? Por una razón muy simple: la presión social ejercida ante una<br />

medida así sería verda<strong>de</strong>ramente insostenible. Es imposible asignarle al matrimonio la cualidad <strong>de</strong><br />

indisolubilidad. A<strong>de</strong>más, prácticamente no existen casos en la historia <strong>de</strong> alguna civilización en que la unión<br />

conyugal haya sido indisoluble. Por lo tanto, es una contradicción total sostener que es indisoluble por<br />

naturaleza algo que todas las socieda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mundo rechazan con tal fuerza, que no se pue<strong>de</strong> imponer ni<br />

siquiera por ley y que ni sus más fervientes a<strong>de</strong>ptos se atreven a llevar a la realidad hasta las últimas<br />

consecuencias.<br />

Respecto <strong>de</strong> la participación que el Estado pue<strong>de</strong> tener en la materia, me parece más claro aún. Nadie<br />

discute el <strong>de</strong>recho inalienable <strong>de</strong> los cónyuges a poner término a la vida en común; nadie discute el <strong>de</strong>ber<br />

inexcusable <strong>de</strong> los padres <strong>de</strong> educar a sus hijos; únicamente se discute el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> los cónyuges, que ya<br />

están separados <strong>de</strong> hecho y que no han abdicado <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>beres paternales, a volver a contraer matrimonio.<br />

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