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arturo Cadenas: ¿Comprender películas desde la incomunicación?
Pero, se pongan como se pongan, ver una película no es un fenómeno estético que suponga
un acontecimiento personal e intransferible, no, comprender una película es un proceso
complejo de comunicación, y no sólo hacia el interior del espectador, sino social.
Gozar o aburrirse con una película implica, en primer lugar, comunicarse “hacia el interior”.
esta comunicación interior procesa la información recibida durante la película, asignando
significados a lo que el sujeto está experimentando, una operación que, finalmente, lleva al
individuo a tener y expresar sus opiniones personales. Pero el proceso de comunicación se
amplía a una segunda dimensión en cuanto se cae en la cuenta de que, ver una película es,
casi siempre, un acontecimiento que favorece el intercambio de puntos de vista, relacionados
con las distintas visiones que de la película tienen las personas. dichos intercambios,
están sujetos a contextos de comunicación que pueden favorecer el diálogo razonado y la
profundidad en la comprensión crítica de la película, pero también existen contextos que
pueden entorpecer e incluso conducir al colapso de la comunicación.
Compartir una cena con amigos charlando acerca de una película estimulante, puede convertirse
en una fiesta para la inteligencia en la que no tiene por qué renunciarse al entretenimiento
más o menos sofisticado. dicho disfrute está en función de que el grupo de
amigos, no siendo especialistas, partan de una predisposición razonada y autocrítica de sus
propias opiniones sobre la película. dicha predisposición pasa inevitablemente por la autoimposición
de, al menos, dos exigencias aceptadas recíprocamente: el deber (no jurídico)
de respaldar con razones sus opiniones y el derecho (no jurídico) a interpelar al resto en el
mismo sentido. la experiencia cotidiana nos muestra que, dichas exigencias asumidas por
un grupo de amigos, contribuyen a ensanchar el placer de la conversación porque permiten
profundizar en aspectos importantes, disipan dudas, desvelan misterios, aminoran el
número de intervenciones poco reflexionadas o arbitrarias, exigen lo más atinado y reflexivo
de nuestro punto de vista y, lo más importante, constituyen un contexto de comunicación
que permite a las personas intervinientes recapacitar sobre sus opiniones y sustituirlas,
llegado el caso, por otras mejor razonadas. (5)
Por desgracia, mucha gente se crispa cuando se pone en duda la calidad de las películas
que le gustan o cuando se le sitúa en un contexto en el que se vea compelido a razonar. enseguida
maliciará oscuras ofensas elitistas irrespetuosas con el “gusto de cada cual” y frases
de este tenor. este contexto de recelo hacia la cultura reivindica, sin más profundidades, la
equivalencia de los gustos. así, cociéndose en el desprecio por la tradición y por la racionalidad,
lo inverosímil, lo absurdo, lo infantiloide o el expolio a los clásicos, se cuelan impunemente
minimizando la responsabilidad artística de los directores y pudiendo contribuir a
que la calidad de las películas se resienta.
temo, además, que este escepticismo pueda animar a estudiantes que pretenden conver-
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