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La Cancion de Clauda - La Leyenda de Golöel

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pero <strong>de</strong>spués con más fuerza, lo que provocó que éstos se<br />

encabritaran y comenzaran a relinchar y a moverse casi<br />

eufóricos. Al final, la situación se hizo insostenible y las<br />

dos bonitas muchachas tuvieron que <strong>de</strong>jarlos marchar, los<br />

dos caballos tiraban fuertemente en la dirección contraria<br />

a don<strong>de</strong> provenía la música, y no pudieron con ellos. Los<br />

dos caballos terminaron por huir <strong>de</strong>spavoridos,<br />

separándose e internándose en la niebla blanca, algo los<br />

había espantado...<br />

A todo esto, la melodía seguía sonando, como si<br />

nada hubiera ocurrido, y ellas no tuvieron más remedio<br />

que continuar su camino sin los caballos. Tal vez, con<br />

suerte, podrían encontrarlos a su vuelta... Reanudaron el<br />

paso preguntándose qué los habría hecho huir, por qué<br />

habrían corrido <strong>de</strong>spavoridos... Mientras lo pensaban,<br />

comenzaron a sentir frío, era una sensación extraña, no<br />

era un frío físico, era como si el ambiente estuviera<br />

cargado <strong>de</strong> una energía fría que helaba el corazón... A<br />

Neya se le erizó el poco cabello que cubría su piel al<br />

sentir un escalofrío. De pronto, llegaron a la fuente <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> provenía la música: entre la niebla, algo apareció<br />

intrigándolas, había un hombre tocando un arpa, cuyas<br />

notas formaban la triste melodía que las había guiado<br />

hasta ahí. Estaba sentado sobre una gran roca a pocos<br />

metros <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> un acantilado, don<strong>de</strong> la vista se<br />

perdía en el blanco infinito. Frente a él, esa gran arpa<br />

hecha <strong>de</strong> oro puro, bellísima, emitiendo esas notas <strong>de</strong><br />

sueño. Se trataba <strong>de</strong> un hombre joven, rozando la<br />

treintena, tal vez, se mantenía cabizbajo e inmerso en su<br />

melodía, sin prestarlas atención en absoluto. A sus pies<br />

tenía unos fardos viejos y raídos, como las ropas que<br />

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