La Cancion de Clauda - La Leyenda de Golöel
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don<strong>de</strong> ellos se encontraran, justo don<strong>de</strong> habían caído las<br />
hojas escritas. El hechicero, al verlo, reaccionó diciendo<br />
unas palabras en alguna lengua oscura que, por un<br />
momento, produjeron un escalofrío en sus tres enemigos,<br />
al mismo tiempo que señalaba a Neya con su báculo en<br />
forma <strong>de</strong> dragón. Al instante, el suelo comenzó a temblar<br />
bajo Neya, que permanecía tumbada con las hojas en las<br />
manos, <strong>de</strong> entre las baldosas comenzaron a crecer<br />
rápidamente unos pequeños hierbajos que pronto se<br />
convirtieron en fuertes raíces que agarraron a Neya,<br />
inmovilizándola, ahí en el suelo tumbada, la pobre chica<br />
elfa comenzó a gritar y a forcejear al verse prisionera <strong>de</strong>l<br />
hechizo. Antâgon volvió a reír con <strong>de</strong>sdén al sentirse<br />
po<strong>de</strong>roso, y <strong>de</strong> pronto comenzó a sentir como sus pies se<br />
enfriaban... ¡Leire estaba tocando su flauta <strong>de</strong> nuevo!<br />
Él, al reconocer el hechizo con que la muchacha trataba<br />
<strong>de</strong> convertirle en piedra, hizo un movimiento con su<br />
báculo frente a su cara, mirando fijamente a Leire, y <strong>de</strong>jó<br />
<strong>de</strong> sentir ese frío que le venía helando los pies. Había<br />
disipado el hechizo <strong>de</strong> Leire otra vez... En ese preciso<br />
momento, Leraen <strong>de</strong>senfundó una espada bajo su túnica<br />
y se lanzó sobre él con una expresión <strong>de</strong> terror en su<br />
rostro, casi más movido por la velocidad <strong>de</strong> la situación,<br />
que por su propia intención. Éste, alertado, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> reír<br />
<strong>de</strong> pronto al verse en un combate físico, hizo un<br />
movimiento rápido con su báculo, con gran estilo, y<br />
<strong>de</strong>tuvo el golpe <strong>de</strong> Leraen, que por un instante se<br />
encontró frente a él con cuidado <strong>de</strong> no pisar a Neya.<br />
Antâgon, al sentir como se paraba el tiempo a pocos<br />
centímetros <strong>de</strong> su enemigo, sonrió <strong>de</strong> nuevo y abrió su<br />
mano izquierda cuanto pudo, tocándole en el pecho<br />
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