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La Cancion de Clauda - La Leyenda de Golöel

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anciano, aunque era firme y amenazante, como si el paso<br />

<strong>de</strong> los años la hubiera enriquecido en lugar <strong>de</strong> haberla<br />

estropeado. Ninguno <strong>de</strong> los tres supo qué respon<strong>de</strong>r,<br />

cuando ya por fin Leraen iba a <strong>de</strong>cir algo, la voz <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

interior volvió a interrumpirles.- Déjame verte o tendré<br />

que salir a buscarte...<br />

El tío <strong>de</strong> Leire abrió la puerta muy <strong>de</strong>spacio, con<br />

una sola mano, y ésta chirrió a lo largo <strong>de</strong> todo su<br />

recorrido hasta golpear contra la pared. Frente a ellos<br />

ahora quedaba la entrada a la estancia, que torcía hacia<br />

la izquierda, <strong>de</strong> modo que ellos no veían más que una<br />

pared blanca y el principio <strong>de</strong> un viejo escritorio <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra. Más allá <strong>de</strong>bía continuar la habitación <strong>de</strong>l<br />

interior <strong>de</strong> la torre, y <strong>de</strong>bía estar aquel anciano que los<br />

esperaba, al parecer, impaciente... Leraen fue el primero<br />

en entrar, tras él las dos chicas, que al fin pudieron ver al<br />

viejo. Se encontraba apoyado sobre el escritorio con su<br />

mano izquierda, bajo la cual parecía estar guardando<br />

unas hojas arrancadas <strong>de</strong> algún sitio con algo escrito.<br />

Estaba <strong>de</strong> pie, apoyándose con su otra mano en un gran<br />

báculo <strong>de</strong> hechicero, constaba <strong>de</strong> una gran vara retorcida<br />

adoptando la forma <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> un fiero dragón, con las<br />

alas y la cola enrolladas, y que en su extremo superior<br />

terminaba en la gran cabeza <strong>de</strong> la bestia, con la boca<br />

abierta hacia arriba, don<strong>de</strong> apresaba fuertemente con sus<br />

colmillos una calavera humana. Parecía estar incluso<br />

disfrutando... El viejo vestía una túnica granate con<br />

algunos ribetes morados que le ocultaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los pies<br />

hasta el cuello, don<strong>de</strong> terminaba en un dobladillo extraño,<br />

también <strong>de</strong> color morado. Tras él había una gran puerta,<br />

medio <strong>de</strong>rruida, que llevaba a una gran terraza exterior.<br />

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