La Cancion de Clauda - La Leyenda de Golöel
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hasta que cayó la noche, cuando ya casi había llegado.<br />
Pasó la noche en una posada que conocía <strong>de</strong> otras veces<br />
en Endas, el pueblo que daba nombre al cabo situado al<br />
final <strong>de</strong> Eleanor la Gran<strong>de</strong>, a la mañana siguiente<br />
llegaría al muelle don<strong>de</strong> tan sólo los cisnes nadan<br />
tranquilos... Esta vez tampoco pudo dormir <strong>de</strong>masiado, a<br />
pesar <strong>de</strong>l inmenso cansancio que la abordaba, y pasó la<br />
noche divagando entre pensamientos en la oscuridad,<br />
hasta que por fin amaneció en el día en que había<br />
acordado encontrarse con… Con ese alguien que le había<br />
escrito la nota.<br />
Se levantó entusiasmada y se puso en camino con<br />
las primeras luces, que la llevaron hasta la bonita playa<br />
don<strong>de</strong> estaba acordado el encuentro… Llegó caminando<br />
entre las altas dunas <strong>de</strong> arena que paraban los calurosos<br />
vientos <strong>de</strong>l este, y se cegó al ver al sol, esperándola sobre<br />
el mar. Cuando los hierbajos <strong>de</strong> las dunas ya no<br />
pinchaban, se <strong>de</strong>scalzó los pies para sentir la fina arena<br />
entrelazándose con sus <strong>de</strong>dos, “una <strong>de</strong> las mejores<br />
sensaciones <strong>de</strong>l mundo”, o así llegó a <strong>de</strong>cir ella una vez…<br />
Caminó maravillada con lo que veía. Esa mañana la<br />
playa estaba igual que siempre excepto por un elemento<br />
extraño. Se extendía ardiendo hasta per<strong>de</strong>rse al girar a<br />
ambos lados <strong>de</strong>l Cabo <strong>de</strong> Endas, y nadie había, como<br />
ninguna <strong>de</strong> las veces que había venido antes, excepto por<br />
este elemento extraño que le estaba fascinando... Un<br />
frescor matinal arrastraba el olor salado hacia el interior,<br />
rozando su fragancia con la suave piel <strong>de</strong> Neya, que la<br />
hizo vibrar en un escalofrío, erizando todo el bello <strong>de</strong> su<br />
cuerpo. Esa mañana los cisnes no nadaban en la playa<br />
tranquilos como lo habían hecho siempre que ella había<br />
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