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¡oh mi amigo! ¡oh mi señor!<br />
¡oh mi tirano!<br />
¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte?<br />
¿Tú imperio? ¿Acaso mi imperio?<br />
¿Qué es la verdad?<br />
Vamos juntos al misterio…<br />
Tú dormirás a mi lado por toda la eternidad.<br />
E<br />
UN RAYO DE SOL<br />
n la plaza se San Marcos encontré a la Marietina;<br />
junto a un grupo de palomas su silueta, leve y fina,<br />
se trazaba sobre el fondo de la iglesia bizantina.<br />
En la torre, alegremente, se mecía la campana;<br />
su tañido melodioso, saludando a la mañana,<br />
fuera un canto a la belleza de la niña veneciana.<br />
La barquilla, angosta y negra, sujetaba un gondolero.<br />
Y en el muelle solitario, su talante, rudo y fiero,<br />
recordaba la figura de un antiguo bandolero.<br />
Al llegar al Campanile vi a la niña seductora;<br />
ella alzó los negros ojos; su mirada fue una aurora,<br />
llamarada de luz pálida que en la triste noche mora.<br />
Era el sueño de un artista: flor de luz y de hermosura,<br />
cuyo cuerpo dibujaba la ceñida vestidura;<br />
seno enhiesto, rojos labios y rizada crencha oscura.<br />
Dos palomas se posaban en sus brazos extendidos;<br />
los dos pájaros de Ciprés, que volaron de los nidos<br />
a buscar los granos blancos en sus puños escondidos.<br />
Suspiraban himnos vagos en las alas de la brisa<br />
la hechicera adolescente, Marietina — Mona Lisa,<br />
me miraba y sonreía, y era dulce su sonrisa.<br />
Yo detuve absorto el paso y ella vino a mi (la nave<br />
de la voz de la sirena la armonía oculta sabe).<br />
Y al pasar dijo a mi oído: ¡Oh! ¡Tan pálido y tan grave!<br />
—¡Ven y junta, Primavera, con mi otoño tu hermosura!<br />
Fingiré que eres un hada que me trajo la ventura…<br />
Finge tú para mis ojos un ensueño de ternura…<br />
Fuimos juntos hacia el muelle. Ya esperaba el gondolero,<br />
pronto el remo entre las manos, silencioso y altanero,<br />
con el aire, fiero y rudo, de un antiguo bandolero.<br />
Se agitó la linfa negra del canal adormecida;<br />
cada gota dio a los aires una chispa y un sonido.<br />
—¿Al Lido? —murmuré entonces. Y la niña dijo: —Al Lido.<br />
El Adriático brillaba con el sol del mediodía;<br />
lentamente, en la distancia, la ribera se perdía<br />
y brotaban otras costas en la vaga lejanía.<br />
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