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www.elortiba.org LAS COSMICOMICAS (1965) Italo Calvino La ...

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sepultado. Pero en cualquier dirección que se anduviera y en cualquier nivel, las<br />

probabilidades de encontrar a mis hermanitos eran iguales: quién sabe dónde se habían<br />

metido aquellos dos.<br />

De pronto rodé; como si me hubieran hecho –se diría hoy– una zancadilla. Era la<br />

primera vez que me caía, no sabía siquiera qué era ese "caerse", pero todavía estábamos<br />

sobre lo mullido y no me hice nada.<br />

–No pisar aquí –dijo una voz–, Qfwfq, no quiero –era la voz de mi hermana G'd (w)n.<br />

–¿Por qué? ¿Qué hay ahí?<br />

–Hice algo con algo... –dijo. Me llevó un poco de tiempo darme cuenta, a tientas, de<br />

que mi hermana, frangollando con aquella especie de barro, había levantado una montañita<br />

toda pináculos, almenas y agujas.<br />

–¿Pero qué te has puesto a hacer?<br />

G'd (w)n daba siempre respuestas sin pies ni cabeza: –Un afuera con un adentro<br />

dentro. Tzlll, tzlll, tzlll...<br />

Seguí mi camino a tumbos. Tropecé bambién con el consabido señor Hnw, que había<br />

terminado nuevamente de cabeza dentro de la materia en condensación. –¡Arriba, señor<br />

Hnw, señor Hnw! ¡Es posible que no consiga estar de pie! –y tuve que ayudarlo de nuevo a<br />

salir, esta vez con un empujón de abajo arriba, porque yo también estaba completamente<br />

inmerso.<br />

El señor Hnw, tosiendo, soplando y estornudando (hacía un frío nunca visto),<br />

desembocó en la superficie justo en el punto donde estaba sentada la abuela Bb'b. <strong>La</strong><br />

abuela voló por el aire y de pronto gritó:<br />

–¡Mis nietitos! ¡Han vuelto mis nietitos!<br />

–¡Pero no, mamá, es el señor Hnw!<br />

No se entendía nada.<br />

–¿Y mis nietitos?<br />

–¡Aquí están! –grité–, ¡y aquí está también el almohadón!<br />

Los mellizos debían de haberse fabricado tiempo atrás un escondite secreto en el<br />

espesor de la nébula, y ellos eran los que habían ocultado allí el almohadón para jugar.<br />

Mientras la materia era fluida ellos suspendidos en el medio podían dar saltos mortales a<br />

través del almohadón en forma de rosca, pero ahora estaban aprisionados en una especie<br />

de requesón espumoso: el agujero del almohadón estaba cerrado y se sentían comprimidos<br />

por todas partes.<br />

–¡Agarráos al almohadón –traté de hacerles comprender–, que os saco afuera, pavos!<br />

–Tiré, tiré, en un momento, antes de que se dieran cuenta, ya estaban haciendo cabriolas en<br />

la superficie, ahora cubierta de una costra fina como clara de huevo. El almohadón, en<br />

cambio apenas afuera se había disuelto. Vaya uno a saber qué clase de fenómenos<br />

ocurrían en aquellos tiempos, y quién se los explicaba a la abuela Bb'b.<br />

Justo entonces, como si no pudieran elegir un momento mejor, los tíos se levantaron<br />

lentamente y dijeron: –Bueno, se ha hecho tarde, quién sabe qué andarán haciendo los<br />

chicos, estamos un poco inquietos, ha sido un gusto vernos, pero es mejor que nos<br />

vayamos.<br />

No se puede decir que se equivocaran; incluso hubiera sido lógico que se alarmaran y<br />

se fuesen antes, pero estos tíos, quizá por el lugar a trasmano en que vivían habitualmente,<br />

eran gentes un poco cohibidas. Tal vez habían estado en vilo hasta entonces y no se habían<br />

atrevido a decirlo.<br />

Mi padre dice: –Si queréis iros yo no os retengo, pero pensad bien si no os conviene<br />

esperar a que se aclare un poco la situación, porque por el momento no se sabe con qué<br />

peligro puede uno toparse–. En una palabra, frases llenas de buen sentido.<br />

Pero ellos: –No, no, gracias por preocuparte, la charla ha sido agradable pero no os<br />

molestamos más –y otras tonterías por el estilo. En fin, no es que nosotros entendiéramos<br />

mucho, pero ellos realmente no se daban cuenta de nada.<br />

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