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www.elortiba.org LAS COSMICOMICAS (1965) Italo Calvino La ...

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perfectamente cómo me había comportado y daba la valoración justa, es decir, entusiasta.<br />

En realidad el cartel decía: ESE FULANO SI QUE ES DE LEY. Había tomado nota con<br />

plena satisfacción –una satisfacción, si te fijas, que no hacía sino confirmar mi espera,<br />

incluso mi certeza de ser reconocido en mis justos méritos–, cuando la expresión ESE<br />

FULANO volvió a llamarme la atención. ¿Por qué me llamaban ESE FULANO si me habían<br />

visto ya, aunque no fuera más que en aquella circunstancia desfavorable, pero si al fin no<br />

podía dejar de serles bien conocido? Con un poco de habilidad enfoqué mejor mi telescopio<br />

y descubrí al pie del mismo cartel un renglón en caracteres un poco más pequeños: ¿QUIÉN<br />

SERA? VAYA UNO A SABERLO. ¿Se puede imaginar una desventura más grande? Los<br />

que tenían en sus manos los elementos para entender verdaderamente quién era yo no me<br />

habían reconocido. No habían relacionado este episodio laudable con el otro censurable<br />

ocurrido doscientos millones de años antes, por lo tanto el episodio censurable seguía<br />

siéndome atribuido, y éste no, éste seguía siendo una anécdota impersonal, anónima, que<br />

no entraba a formar parte de la historia de nadie.<br />

Mi primer impulso fue desplegar un cartel: ¡PERO SI SOY YO! Renuncié: ¿de qué<br />

hubiera servido? Lo habrían visto más de cien millones de años después y con otros<br />

trescientos y pico que habían pasado desde el momento x, andaban por el medio millar de<br />

millones de años; para estar seguro de ser comprendido hubiera tenido que especificar,<br />

sacar una vez más a relucir la vieja historia, es decir, justo lo que más quería evitar.<br />

Ahora ya no estaba tan seguro de mí mismo. Temía que tampoco las otras galaxias<br />

me dieran mayores satisfacciones. Los que me habían visto, me habían visto de manera<br />

parcial, fragmentaria, distraída, o habían entendido sólo hasta cierto punto lo que sucedía,<br />

sin captar lo esencial, sin analizar los elementos de mi personalidad que tomados por<br />

separado adquirían relieve. Un solo cartel decía lo que me esperaba: ¡REALMENTE ERES<br />

DE LEY! Me apresuré a hojear mi cuaderno para ver qué reacciones habían sido las de<br />

aquella galaxia en el momento x. Por casualidad, justo allí había aparecido el cartel NO SE<br />

VE NI MEDIO. En aquella zona del universo yo gozaba sin duda de la mejor consideración,<br />

no hay nada que decir; finalmente hubiera debido alegrarme, en cambio no sentía ninguna<br />

satisfacción. Me di cuenta de que, como estos admiradores míos no estaban entre los que<br />

antes podían haberse formado de mí una idea equivocada, de ellos no me importaba<br />

realmente nada. <strong>La</strong> prueba de que el momento y desmintiera y borrara el momento x, ellos<br />

no podían dármela, y mi desasosiego continuaba, agravado por la larga duración y por no<br />

saber si sus causas no habían desaparecido o desaparecerían. Naturalmente, para los<br />

observadores dispersos en el universo, el momento x y el momento y eran solamente dos de<br />

los innumerables momentos observables, y en realidad todas las noches en las<br />

constelaciones situadas a las más diversas distancias aparecían carteles que se referían a<br />

otros episodios, carteles que decían SIGUE ASI QUE VAS BIEN, ESTAS SIEMPREI AHI,<br />

MIRA LO QUE HACES, TE LO HABIA DICHO. Para cada uno de ellos podía hacer el<br />

cálculo, los años–luz de aquí allá, los años–luz de allá aquí, y establecer a qué episodio se<br />

referían: todos los gestos de mi vida, todas las veces que me había metido el dedo en la<br />

nariz, todas las veces que había conseguido bajar del tranvía en movimiento todavía<br />

estaban allí viajando de una galaxia a otra, y eran tomados en cuenta, comentados,<br />

juzgados. Comentarios y juicios no siempre pertinentes: la inscripción TZZ, TZZ<br />

correspondía a la vez que había invertido un tercio de mi sueldo en una suscripción de<br />

beneficencia; la inscripción ESTA VEZ ME HAS GUSTADO a cuando había olvidado en el<br />

tren el manuscrito del tratado que me costó tantos años de estudio; mi famosa lección<br />

inaugural en la Universidad de Gpotinga había sido comentada con la inscripción: CUIDADO<br />

CON <strong>LAS</strong> CORRIENTES DE AIRE.<br />

En cierto sentido podía estar tranquilo: nada de lo que hacía, para bien o para mal, se<br />

perdía del todo. Un eco siempre se salvaba, más aún, muchos ecos que variaban de una<br />

punta a la otra del universo, en aquella esfera que se dilataba y generaba otras esferas,<br />

pero eran noticias inarmónicas, inesenciales, de las cuales no resultaba el nexo entre mis<br />

acciones, y una nueva acción no lograba explicar o corregir la otra, de manera que se<br />

sumaban una a la otra, con signo positivo o negativo, como en un larguísimo polinomio que<br />

no se deja reducir a una expresión más sencilla.<br />

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